Todo es Tuyo Mi Señor

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Hemos sido bendecidos con este inmenso, inagotable, e indescriptible regalo que es el amor del uno por el otro en Su Nombre. Y dos cosas vienen a mi mente mientras hablo de esto. Hace mucho tiempo alguien, entre ustedes, me dijo algo que tocó mi corazón de una manera muy sensible, muy profunda. Me dijo: “Baba, muchas veces he sentido y siento que no quiero estar en este mundo.” La profundidad de esa confesión sacudió todo mi ser. Nunca contesté eso porque lo único que quería decirle es también me he sentido así muchas veces, pues me gustaría estar con Mi Amado. Acepto la responsabilidad de estar en este mundo, porque no es mi decisión, es la de Él, de Allahu Ta’ala. Y a cada uno de nosotros nos ha dado un trabajo, una misión. Y nosotros, gentes de diferentes historias, diferentes familias, diferentes lugares, nos hemos encontrado en este Camino. Y Sufismo es algo que en occidente algunas personas que, por motivos que ellos saben, han tratado y lo han separado de nuestra religión, simplemente para hablar de la universalidad del Sufismo, la universalidad que practican este Camino de desprendimiento, de abandono. También otro, entre nosotros, ha dicho que el Sufismo no existe en occidente, y es verdad, el Sufismo no existe en occidente. Sin embargo, tampoco existe o no debería existir el chiísmo o los sunnitas. Lo digo porque el mensaje que trajo Hz. Muhammad (saws) fue uno: Islam, sumisión. Entonces, ¿por qué queremos nombrar de diferentes maneras a un mensaje que está basado en el Libro Sagrado de Allahu Ta’ala? Pero eso es lo que los hombres hacemos.

Este Camino es la esencia de Islam. Aquel que lo quiera separar deberá responder por sus acciones.

El Sufismo es el revestimiento de una cualidad nuestra, y es que somos aspirantes a sufís en este Camino y el único propósito de nuestra existencia en este mundo, lo aceptemos o no, seamos conscientes o no, es adorar al Creador. Y para adorar al Creador, Hz. Muhammad (saws) nos mostró cómo es el Corán viviente: su ejemplo, sus acciones, su vida, sus dichos, su herencia; el legado que nos dejó. Y digo “aspirantes a sufís”, porque tenemos que entender que cualquier logro que obtengamos en este Camino no tiene nada que ver con que nosotros hagamos o no algo, no proviene de nuestros esfuerzos, debemos hacer los esfuerzos para obtener esos regalos. En cambio, el regalo proviene del Creador. Algunos buscaron toda su vida cómo llegar al Señor. Estudien este Camino y jamás lo abandonen, porque en este sendero están las llaves de la salvación. Es el umbral hacia la otra existencia. Es el consejo que me dieron cuando comencé este Camino y por mis experiencias puedo asegurarles que así es.

Si nosotros aceptamos que esos logros son en realidad un regalo sobre el cual no tenemos ningún control entonces es posible que ese estado de agradecimiento, de pureza germine en nuestros corazones.

Cuando uno se viste con esas cualidades divinas significa que el alma se despoja de las limitaciones del hombre caído, de los hábitos y prejuicios de esa segunda personalidad adquirida de la sociedad y de los elementos del mundo que la rodea, para poder retornar a la naturaleza primordial del ser humano. Ese fue el mensaje que hemos recibido como muhibs, cuando comenzamos en el Camino.

Nos dan una taqiyya, nos dan una haidaria. Las mujeres tienen el pañuelo verde. La taqiyya y el pañuelo verde forman el turbante de Hz. Pir (ks). Es decir que nosotros somos una mitad y necesitamos de la otra mitad para concretar la unidad. ¿Y para qué es todo esto? Es solamente el simbolismo de dejar los aspectos de esa naturaleza adquirida para poder concentrarnos en la naturaleza primordial.

No existe ningún lugar en el Corán i-Kerim donde diga que las mujeres deben cubrirse la cabeza, e invito a las mujeres que lo encuentren si pueden. Sí se ordena a las mujeres ser púdicas, pero también se ordena a los hombres serlo.

Algunos hombres andan en las playas en diminutos trajes de baño. Hz. ‘Ali (ra) llevaba tan adentro esa orden del Creador que recibió a través de Hz. Muhammad (saws), que nunca más se bañó desnudo. Él se bañaba vestido porque no quería desobedecer, ¿podemos nosotros decir lo mismo?

Cada esfuerzo, cada adquisición de conocimiento, cada acción poniendo en práctica lo que hemos aprendido, nos lleva un paso más cerca de esa transmutación del plomo convertido en oro, el secreto de la alquimia, nuestro interior. Del ser alguien que copió a alguien que es en su esencia.

Esto es algo que está en el “Irshad”. Hace años, en mil novecientos ochenta sucedieron dos cosas: una, que Allah (swt) me permitió ir al Hajj y después de hacer todos los ritos del Hajj fuimos a Madinah Al-Munawwarah. Al llegar a la Mezquita del Profeta (saws) era muchísimo más pequeña de lo que es ahora, de lo que ustedes han visto. La parte antigua, la parte otomana estaba, para los que han podido apreciar la diferencia en la edificación. Las calles de los alrededores eran de arena, y estaban las principales avenidas pavimentadas. Había todo tipo de negocios, había un bazar abierto donde se podía tomar té, comer esto o lo otro y demás. Estos son los recuerdos que quedan fijos en la eternidad de nuestra mente.

Recuerdo estar llegando a la mezquita, cerca de donde estaba el Profeta (saws) y un compañero de aquí, un norteamericano, a quien quería muchísimo porque en él vivían varias personas, y no digo esto en sentido negativo en lo absoluto. Era el prototipo del yankee, como ustedes pueden llegar a imaginar: alto, flaco, de ojos azules, medio calvo, hablando con ese estilo del oeste, tan particular de este país. Estaba creciendo, se estaba metiendo en esas organizaciones comunistas, socialistas. Y anduvo dando vueltas por el mundo, Brasil, etc.; un aventurero. Tenía dos Másters, uno en Sociología y el otro en Historia. De modo tal que era un hombre educado. Y un día, llegó a Tasawwuf, llegó a la Yerrahiyyah, y veo a este hombre altísimo caminando frente a mí con su taqiyya, su haidaria, y una jellaba larga, sandalias. Llegó hasta donde se encuentra la pared de la Tumba del Profeta (saws) y comenzó a llorar de una manera incontrolable. Que Allah (swt) lo tenga en la gloria, porque hace unos años el Creador se lo llevó de vuelta hacia Él. Me sentí conmovido y, debo confesar, que un poquito envidioso, porque lo que él sentía yo no podía sentirlo en ese momento.

Años después leyendo sobre la ablución, sobre todos los requisitos necesarios para rezar como nos es ordenado, pero esa es la ablución exterior. La ablución interior es la ablución de las lágrimas. Y esa debe ser la ablución del derviche.

Cuando sientan que no tienen ganas de rezar, de hacer el salat, o que dejarán el tasbih para después porque hay una película que no se la quieren perder bajo ningún aspecto, a todos nos pasa con lo que sea, recuerden lo del derviche, recuerden cuál es el propósito de nuestra existencia y por qué estamos en este Camino.

Ese mismo año Allah (swt) nos regaló un viaje de Istanbul a Bursa, y pude conocer la primera capital del Imperio Otomano. Una hermosa pequeña ciudad, con mucho del sabor de lo otomano: baños termales, monumentos, viejas mezquitas, y muchas historias como es toda Turquía, contenida en un espacio reducido, como es la ciudad de Bursa. Allí oí hablar por primera vez de Hz. Üftade (ks) y de Hz. Aziz Mahmud Hüdayi (ks) de Scutari, que era el antiguo nombre de Üsküdar, la parte de Istanbul que se sitúa en el lado asiático.

Y una historia viene a mi mente que la he relatado en muchas ocasiones. Pero, Insha’Allah, cada vez que es relatada espero que algo de esta historia quede en vuestros corazones.

Entre los discípulos de un Sheikh, de un gran maestro espiritual, había uno por el cual el Sheikh demostraba un cariño especial y era evidente. Los demás discípulos que también querían el amor del Sheikh para ellos lo tenían, pero quizás no en la misma dimensión que tenía dicho discípulo. Los demás discípulos se reían y hacían lo que se hace en la escuela secundaria, darle problemas al discípulo predilecto del Sheikh y demás. A su vez ellos atraían gente de afuera y les hablaban mal del discípulo preferido. Entonces el Sheikh decide hacer una prueba. Los llama a todos, un día, y les cuenta que tenía invitados especiales, y además les dice: “Necesitamos pollos, gallinas para cocinar, y les pido a cada uno de ustedes que vayan hacia las afueras, cacen una gallina y la traigan. Pero las condiciones son, que sea una gallina que no le pertenezca a nadie, y se tienen que asegurar que nadie los vea haciendo eso.” Todos dicen: “Eyvallah mi Sheikh”, como corresponde, y se van. Al cabo de unas horas empiezan a regresar, uno por uno, cada uno con su gallina, y cada uno repite al Sheikh: “Mire, aquí está la gallina, la encontré en el bosque y nadie me vio hacerlo. Aquí está mi Sheikh.” El Sheikh decía: “Muchas gracias, aquí están las ollas calientes, quítenles las plumas y pónganla a cocinar.” Pero el discípulo preferido no aparecía nunca. Al rato viene con una gallina viva en sus brazos. Todos los demás discípulos se reían mirando al suelo, muy contentos porque él había fallado. Y el Sheikh le dice: “¿Por qué no has hecho lo que yo te pedí? ¿Me has desobedecido a propósito? ¿Qué sucede?” entonces el discípulo preferido le dice: “¡Oh, mi Sheikh! Jamás, jamás podría desobedecerlo. Estoy dispuesto a dar mi vida por usted. Sucede que, justamente, para no desobedecerlo estoy aquí con esta gallina viva.” El Sheikh le pregunta: “Pero, ¿qué es lo que pasó? ¿por qué la has traído así?”, el discípulo le responde: “Bueno, una parte está bien. Andaba corriendo por allí, no le pertenecía a nadie. El problema lo tuve cuando la tenía que matar y usted nos había ordenado que todo esto debía ser hecho sin que nadie nos viera, y hacia todos lados donde mirara veía a Allahu Ta’ala observándome.” Ruego que Allah (swt) nos proteja de nosotros mismos. El Sheikh miró al resto de los estudiantes y no tuvo que decir nada más. Los demás entendieron. Ese estudiante era Hz. Aziz Mahmud Hüdayi (ks). Sus restos se encuentran enterrados en los alrededores de Scutari.

Pasaron los años y este derviche, Hz. Hüdayi (ks) continuaba creciendo espiritualmente, y se había tomado el trabajo de levantarse más temprano que su Sheikh donde ellos vivían, en el dergah. Y todas las mañanas tenía el agua caliente, lista, para que su Sheikh se levantara, antes del Salat Al-Fayr, a hacer su ablución y comenzara a realizar sus devociones tempranas en la mañana. Un día se levanta sorprendido y descubre que su Sheikh se había levantado antes y él no había preparado el agua. Regresemos a esos tiempos. En esa época no había gas, ni la cocina para poner la olla, calentarla y todo eso. Había que tener fuego, asegurarse de que no se apagara, luego poner el recipiente con el agua, controlarlo para que no estuviera muy caliente y demás. Era todo un proceso que llevaba más tiempo. Y como las cosas tomaban más tiempo teníamos más tiempo para pensar. Desesperado por la falta de tiempo, ve que su Sheikh estaba ya preparándose para tomar la ablución, y él toma un recipiente con agua, lo aprieta contra su pecho con todas sus fuerzas. Mientras, ve que el Sheikh se arremanga las mangas como corresponde, y pone las manos para que él vierta el agua del recipiente y cuando él hace esto el Sheikh se quemó, y se quejaba: “¡Oh, Hüdayi! ¿Cómo es posible que el agua esté tan caliente?” Y él le respondió: “El agua ha sido calentada por el amor a Allahu Ta’ala y todo lo que Él ha creado”.

Le pido al Creador que en esta noche tan especial del viernes les otorgue a todos y a cada uno de ustedes ese amor por Allah (swt) y por todo lo creado, y me otorgue también, Insha’Allah, por ese amor que ustedes sienten por Él y por Hz. Muhammad (saws).

Todos conocen la historia, cómo continúa.

Después de esta situación fue que Hz. Üftade (ks) que está en Bursa, un día le dice: “No tiene sentido que tú te quedes aquí”, le dio el permiso para enseñar y lo envió al mundo. Hz. Hüdayi (ks) regresa a Üsküdar, y era tal su magnetismo, su capacidad, su carisma, porque es imposible no enamorarse de los Amigos de Allahu Ta’ala. A mí me sucedió eso con Hz. Muzaffer Efendi (ra) y con Hz. Sefer Efendi (ra).

Hz. Hüdayi (ks) vivió en la época del Sultán Ahmed I, y se convirtió en el maestro del Sultán. A tal punto que el Sultán le pidió que eligiera el lugar donde se pudiera erigir la Mezquita Azul. Fue el Sultán Ahmed I quien construyó la mezquita y Hz. Hüdayi (ks) eligió el lugar donde está situada ahora, frente a Hagia Sophia, separada por esos jardines al costado de lo que era el hipódromo en la época de Bizancio. Cada mezquita tiene lo que tienen las universidades de acá, una espacie de fundación con la cual se financian las actividades de la mezquita.

Las mezquitas en aquellas épocas no eran solamente el lugar para ir a rezar; había escuela, había hospital, había un lugar para darles de comer a los más necesitados, había otras áreas donde la gente que venía de lejos podía quedarse a dormir, en fin, cumplía muchas funciones y eso necesitaba un financiamiento, una manera de mantenerse. El Sultán Ahmed I le había preguntado a Hz. Hüdayi (ks): “¿Cómo va a continuar todo esto?”, en referencia a la construcción de la Mezquita Azul, y lo que le respondió Hz. Hüdayi (ks) fue: “Con lo que se obtenga de la campaña en Austria”.

Cuando Hz. Üftade (ks) lo envía hacia Üsküdar le dice: “Insha’Allah, muchos sultanes van a caminar en tu caravana.” Se fue, esto que estuve relatando ocurrió. Y un día el Sultán estaba caminando por la ciudad con un grupo de su corte, y lo ven a Hz. Hüdayi (ks). Y el Sultán, con el amor del derviche por su maestro, baja de su caballo y le pide por favor que monte su caballo frente al resto de la corte. Hz. Hüdayi (ks) aceptó, se subió al caballo, estuvo un rato y luego pidió permiso para bajarse, el Sultán se lo permitió y volvió a hacer lo que debía frente al resto del mundo. Pero el Sultán estaba inquieto, le preguntó: “¿No te gustó mi caballo, la montura? ¿Hay algo que tenga que cambiar para que te sientas más cómodo y continúes?” Hz. Hüdayi (ks) le dijo: “En absoluto mi Sultán. Cuando usted me invitó recordé la frase de despedida de mi maestro, y para que eso se cumpliera subí como ya había anticipado, y ya me bajé”.

Si logramos ese estado de sumisión, del resto, del futuro no debemos ocuparnos en absoluto. No seamos faquires. El concepto de faqir es aquel que es pobre pero no de cosas materiales. El derviche, el faqir, es pobre porque nunca tiene lo suficiente del amor de Allahu Ta’ala.

Cuando Hz. Muhammad (saws) relizó el Mi’raj, Allah (swt) le preguntó: “¿De quién es todo esto?” Y el Profeta (saws) le responde: “Todo esto es Tuyo.” Allah (swt) nuevamente preguntó: “¿De quién es el Trono?” Hz. Muhammad (saws): “El Trono es Tuyo mi Señor.” Otra vez Allah (swt) le preguntó: “¿De quiénes son los cielos?” Hz. Muhammad (saws): “Los cielos son Tuyos mi Señor.” Allah (swt): “¿Las estrellas y los planetas?” El Profeta (saws): “Todo es Tuyo mi Señor.” Finalmente, Allah (swt) preguntó: “Y tú, Muhammad, ¿de quién eres?” Hz. Muhammad (saws) hizo lo que hicieron ustedes en ese momento: bajó su cabeza bendita con total humildad y no pudo responder.

Ruego y pido a Allahu Ta’ala que nos permita imitarlos a estos santos, y en especial a Hz. Muhammad (saws).

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh     

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Amor del uno por el otro. Tasawwuf como esencia del Islam”. Jueves 3-12-2015