La separación y la unión

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Todos los que están aquí reunidos se merecen, Insha’Allah, un palacio en el Más Allá. Simplemente porque estando aquí presentes construyen este edificio, que es el dergah. Y lo que están construyendo no es solamente un edificio, sino esa otra mezquita en el corazón de cada uno de ustedes. Allahu Ta’ala está con los más puros, con los creyentes, con aquellos que desean entrar en Su Paraíso; y con los que logran el máximo placer que se puede tener en esta tierra haciendo cosas que sean de Su agrado. Y, sin ninguna duda, construir una mezquita es algo que le agrada a Allah (swt).

Allahu Ta’ala creó a Hz. Muhammad (saws) como la luz de los cielos y la Tierra. Muzaffer Efendi (ra) solía utilizar un concepto que decía: “Si todos los cielos y la Tierra fueran papel, si todos los océanos fueran tinta, si todos los árboles de todos los bosques se convirtieran en bolígrafos, y toda la humanidad se pusiera a escribir sobre los atributos del Profeta Muhammad (saws); la tinta se acabaría y no habría suficiente papel para escribir sobre sus atributos.”

Cuando Allah (swt) dice, en ese famoso Hadiz Qudsí, que tanto utilizamos los sufís: “Yo era un tesoro oculto y deseaba ser descubierto, por eso He creado a la creación.” El tesoro escondido al cual se refiere es Hz. Muhammad (saws). Él creó esa luz, el Nur Muhammedí, de Su propia luz; y de esa luz el resto de la creación se enciende. Si pensamos en el primer hombre, Hz. Adán (as), podemos verlo como el padre de nuestro ser carnal, porque de él descendemos. Pero Hz. Muhammad (saws) es el padre de nuestras almas. Allah (swt) le enseñó a Hz. Adán (as) todos Sus nombres y Atributos Divinos; y al recibir esa enseñanza se convirtió en el transmisor de ese conocimiento. Muchos siglos después Hz. Muhammad (saws), que arribó a Arabia en el siglo VII de nuestra era, trajo ese conocimiento para nosotros; para la Creación de Allahu Ta’ala. Y, Alhamdulillah, aquellos que fuimos bendecidos con Islam, heredamos ese conocimiento, aceptamos a Hz. Muhammad (saws) como Mensajero de Allah (swt) y el Libro que le fue revelado con la palabra de Allah (swt).

Hz. Adán (as) habitaba en el Paraíso, una dimensión sutil, enteramente diferente a esta. Pero él deseaba conocer el amor, aquello que permeaba a través de todo lo creado, de todo lo que percibía en el Paraíso. Cuando le pide a Allah (swt) conocer el amor, en respuesta le dijo: “¡Oh, Adán! uno no puede experimentar sentir amor en el Paraíso, porque para que el amor exista deben existir otras dos cosas: felicidad y lágrimas. Se deben experimentar las lágrimas de la separación y conocer el placer y la alegría de la unión. Entonces así se aprende a conocer el amor. Pero para que esto suceda debes irte del Paraíso.” Hz. Adán (as) comió del árbol prohibido y descendió a esta dimensión. Lloró por trescientos años pidiéndole perdón a Allah (swt), hasta que cierto día, realizando una plegaria en busca del perdón, dijo: “¡Oh, Allah (swt)!, ¡Oh Creador de todo lo que existe! ¡Perdóname en nombre de Muhammad, quién será de mis descendientes!”

Muchos se preguntarán cómo conocía Hz. Adán (as) el nombre del Profeta Muhammad (saws). Cuando Allah (swt), le reveló a Hz. Adán (as), todos Sus nombres y todos Sus Atributos. Entre ellos le reveló el nombre de Hz. Muhammad (saws), quien sería la fuente de todos los Profetas. Históricamente la persona física de Hz. Muhammad (saws) llega posteriormente a todos los demás Profetas que pasaron por esta vida terrenal, pero todos y cada uno de los Profetas mencionaron su nombre y sabían que sería el Sello de todos los Mensajeros.

Generalmente hemos tenido que defender estas ideas cuando hablamos con otras personas en esta tierra, pero nuestro Creador, que tiene poder sobre todo lo creado, nos envió mensajes escritos como el Corán i-Kerim y un ejemplo vivo como fue la vida de nuestro amado Profeta (saws). Nos dice que así fue y, entonces, así es.

Nosotros descendemos de Hz. Adán (as) quién desobedeció a Allahu Ta’ala comiendo de la fruta del árbol prohibido, pero de acuerdo a nuestras creencias los Profetas no tienen voluntad propia. Todo lo que hacen y piensan es a través de la voluntad de Allah (swt). Ellos son como un cable que transmite lo que el Creador desea que Su Creación aprenda y oiga. Hz. Adán (as) pecó, pero fue obligado a pecar. Existe una gran diferencia entre los pecados de los Profetas y nuestros pecados. Algunos dicen que fue influenciado por shaytan el maldito; aunque sabemos que shaytan fue sólo un instrumento, pues no puede actuar por voluntad propia. Si Allah (swt) desea que alguien peque, y el diablo con todas sus maquinaciones quisiera hacer lo opuesto, en realidad no podría hacer nada para evitarlo, ya que el Creador ordena exactamente lo que ocurre en cada instante de Su Creación, en lo visible y lo invisible.

Muzaffer Efendi (ra) explicaba, cuando le preguntaban sobre la voluntad del hombre: “Supongamos que nos encontramos en un avión, volando hacia un punto en la Tierra. Todo lo que podemos hacer es movernos dentro del avión, nada más, pues no podemos salir, aunque lo deseemos.” Alguien dijo: “Pero en ese caso, hemos elegido estar dentro de ese avión.” Efendi (ra) respondió: “Es verdad, en el caso del avión, pero ¿y si consideramos al mundo un avión? Entonces por qué no nos preguntamos si estamos en este mundo por nuestra propia voluntad o no. Hemos sido traídos a este mundo, pero no por nuestra propia voluntad.” No hay comparación entre lo creado y Su Creador. Nosotros somos simplemente el resultado de Su voluntad.

Nimrod le pidió al Profeta Abraham (as) que explique la naturaleza de Allah (swt): “Allah (swt) es aquel que da vida y también la retira”, respondió. Nimrod dijo: “Yo también puedo dar vida y quitarla.” Ordenó traer dos prisioneros que estaban sentenciados a muerte. A uno le otorgó el perdón, y para el otro pidió que sea ejecutado en ese mismo momento. Al ver que Nimrod no comprendía el significado de sus palabras, el Profeta Abraham (as) dijo: “Allah (swt) es aquel que hace que el sol se levante en el este y se ponga en el oeste.” Somos seres orgullosos, somos seres que, en las pequeñas cosas de nuestra vida, en aquello que nos rodea, nos consideramos superiores o mejores a otros. No vemos la mano y la huella de Aquel que también los ha creado. El último y el mejor de toda la creación en su forma humana llegó y partió, como es el destino de todo lo creado. Después del Profeta (saws) no hay nadie más hermoso, más piadoso, más devoto que Hz. Muhammad (saws).

Allah (swt) nos ha creado en la mejor de todas las formas, y todo lo que existe fue creado para nosotros. Pero nosotros fuimos creados para Él.

Hz. Muhammad (saws), reveló en uno de su hadices que Allah (swt) le dijo al Profeta David (as): “El hombre (ser humano) es la joya del universo.” Cuando hablemos de otros seres humanos recordemos lo que somos y para Quién fuimos creados. Quizás la humildad en ese momento se arraigue en nuestros corazones.

El único que no puede amar en este mundo es shaytan el maldito. Aquel que no puede amar a todo lo creado sufre, simplemente, influencias satánicas. El amor se manifiesta en cada uno de nosotros de acuerdo al carácter de nuestra persona. En el nivel más bajo de ad-dunya, nefsi ammara, predominan las cualidades animales de nuestro ser acompañadas por todos los deseos, necesidades y asociaciones con este mundo. Debemos recordar que el amor es como un vaso, como una botella donde el agua asume la forma y el color de ese recipiente. El amor, tomando la forma de nefsi ammara, se manifiesta esencialmente como deseo sexual, pero si ese vaso toma la forma de Insan i- Kamil, del ser humano perfecto, entonces la forma de ese amor es el del amor perfecto. El amor es como la lluvia, si desciende sobre desperdicios dará mal olor, si desciende sobre pétalos de rosas oleremos el exquisito aroma de esas rosas.

Insha’Allah que Allahu Ta’ala nos permita observar el amor con esos ojos. En la poesía sufí, el vino representa al amor. El Sheikh es el que distribuye el vino y el dergah es la taberna donde se sirve ese vino. Y la copa donde el vino es depositado es el ser del derviche. Cada uno ve el mundo de acuerdo a los anteojos que está utilizando, si los anteojos tienen cierto color, el mundo va a tomar ese color.

Un campesino de Turquía poseía un burro al cual no le gustaba comer la paja cuando esta estaba seca y amarillenta. Preocupado por la salud de su burro y la falta de fuerza que lo perjudicaba para trabajar en la próxima cosecha, buscó en diferentes sitios unos anteojos que tuvieran los cristales de color verde. Se los puso al burro y, delante del animal, colocó un montículo de paja amarilla. El burro miró la montaña de paja, que tenía un hermosísimo color verde, y se la comió toda. Insha’Allah podamos ver el mundo sin anteojos, como realmente es.

Muchos de nosotros sentimos curiosidad sobre cómo será el estado del hombre perfecto, pero aquellos que saben dicen que, si una persona estuviera constantemente en ese muy alto estado espiritual, se destruiría. Es necesario mirar como si estuviéramos en un péndulo que se mueve. En algunos momentos nos encontraremos en estados de éxtasis y en otros nos encontraremos en estados más espiritualmente oscuros (la mayoría de ellos auto causados), pero todos son necesarios para tener balance.

Hz. Adán (as) pecó por designio de Allah (swt), por lo que ese pecado estuvo automáticamente perdonado. Aun así, Hz. Adán (as) al ser un creyente, se auto culpó. El Insan i-Kamil es consciente de ese estado, y al igual que Hz. Adán (as) si peca, se culpa a sí mismo.

Cuando Hz. ‘Ali (ra) y Hz. Muhammad (saws) entraron en Meca, el Profeta (saws) le pidió a Hz. ‘Ali (as) que se parase sobre sus hombros para derribar la estatua de un ídolo. Hz. ‘Ali (as) se negó rotundamente, pues no se atrevía a posarse sobre los hombros de su amado Profeta (saws) y le suplicó que lo hicieran al revés. El Mensajero de Allah (saws), le dijo: “Oh, ‘Alí (ra), tú no podrías soportar mi peso sobre tus hombros.” Muchas veces, el Profeta (saws) le pedía a su esposa ‘Aisha (ra) que lo hiciera hablar, para de esta manera, regresar al mundo. Y otras veces, le pedía a Hz. Bilal (ra) que, por favor, recitara el Corán. Aún en el nivel de nuestras estaciones espirituales, el hecho de que estén aquí reunidos significa que todos y cada uno de ustedes está tratando de acercarse a Allah (swt), pero muchas veces nuestros corazones parece que en lugar de ablandarse se están endureciendo. Y esto nos provoca, en muchas oportunidades, desconsuelo. Pero el ejemplo del péndulo es lo que tenemos que tener en mente, no podemos sentir amor si algunas veces no experimentamos las lágrimas de la separación. Pero la alegría de la unión supera mil veces esas lágrimas.  Esto es ser Siervo del Creador.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Las lágrimas de la separación y las lágrimas de la unión.” Viernes 2-04-2010