Servir a Allah

Bismillahir Rahmanir Rahim.

Mi hermano me ha pedido que escribiera sobre mis comienzos en tasawwuf, cuando conocí al sheikh Muzzafer Efendi (ra) y a un maravilloso grupo de derviches, a comienzos de mil novecientos ochenta. Y también acerca del primer Hajj, el primer peregrinaje que hice con mi esposa, y con esos derviches también en mil novecientos ochenta.

Ustedes conocen todo eso: el ímpetu, los deseos de conocer y saber sobre este camino lo más rápidamente posible.

Nosotros deseamos conocer a Allahu Ta´ala, sin ninguna duda. Muchas veces conscientemente, y la mayoría de las veces inconscientemente. 

Esa necesidad es provocada por el alma que desea regresar al estado en el cual se encontraba antes de descender a nuestro cuerpo. Y eso nos impulsa como seres humanos a buscar toda la vida.

Muchas veces no sabemos qué. No tenemos conciencia de esa búsqueda.

Otras veces, como es nuestro caso, Allah (swt) nos envía la bendición de entender el propósito de nuestra existencia en la tierra. Es así que comenzamos una búsqueda consciente hacia adentro.

Debemos aprender a mirarnos y a conocernos. Porque una vez que logramos ese conocimiento podremos conocer a nuestro Señor.

Este cuerpo es una bendición. Cada uno de nosotros es una bendición. Cada ser creado es una bendición.

Una vez alguien me preguntó, un musulmán. Estábamos conduciendo y pasábamos por un cementerio, y yo recité Al-Fatiha. ¿Por qué recité Al-Fatiha? Porque vi a mis maestros hacerlo también.

Este musulmán me preguntó por qué hacía eso. Al-Fatiha, me dijo, se reza solamente por los musulmanes. Y mi pregunta fue ¿Acaso aquellos cuyos cuerpos están en este cementerio no fueron creados por quien te creó a ti y a mí? Ahí terminó la conversación, y agradezco que haya sido así.

Pero eso no es excusa para no conocernos. Para no entender lo que Allah (swt) ha creado.

Este cuerpo es un milagro.

Tenemos dos ojos que están separados por unos centímetros uno del otro. Y con ellos podemos mirar hacia el espacio, y ver estrellas que están a millones de kilómetros de distancia. Y al mirar hacia allá estamos mirando hacia el pasado. Porque esa distancia que nos separa es el tiempo que tardó esa luz en llegar a la tierra, para que la podamos ver.

De modo tal que estamos mirando algo que no sabemos si existe.

Allah (swt) nos ha dado ese regalo. Nuestra formación, nuestra nariz, que está colocada sobre la boca; de manera que podemos oler lo que vamos a comer y saber si eso es aceptable o no desde ese punto de vista.

Allah (swt) ha formado nuestra boca con siete incisivos para cortar, y las muelas para deshacer la comida. Y con la saliva hacer el bolo alimenticio que desciende y nos alimenta. Es un proceso químico en un cuerpo orgánico, que a su vez el alma le ha dado vida y se puede mover.

Allah (swt) no les dio todos los regalos que le dio al ser humano al resto de la Creación.

Distribuyó esos regalos pero de otra manera, pero nadie tiene lo que tenemos nosotros.

Sabemos, por ejemplo, que los nombres de Allah (swt) son infinitos.

Pero los noventa y nueve nombres son más conocidos, Sus atributos.

En la palma de la mano, en árabe, tenemos el número dieciocho. Y si lo miramos de la otra manera es ochenta y uno. Por lo tanto, tenemos el número noventa y nueve escrito en nuestras manos.

Esas mismas manos que vamos a utilizar para ganarnos el sustento en este mundo o hacer cualquier otra cosa.

Y cuando hagamos, y no usemos estas manos, para lo que han sido creadas, recordemos que Él nos recuerda el número de Sus atributos más conocidos, aquí en el cuerpo.

Allah (swt) ha dejado huellas de Su esencia en todo lo que existe, especialmente en nosotros, para que podamos conocernos.

Una pequeña historia.

En una casa vivía un hombre muy pudiente, había colgado del techo de su casa una soga, y le había hecho un nudo como para colgar o ejecutar a alguien.

El hijo lo mira y le pregunta al padre: “¿Padre, para qué está una soga colgando del techo en medio de la sala? ¿Cuál es el propósito?” Y el padre le dijo: “Ten paciencia. Ya lo sabrás. Yo te lo diré”.

Así pasó el tiempo y pasaron los años; y un día el padre muere pero la soga continuaba en el mismo lugar.

El hijo hereda la fortuna del padre.

Empieza a hablar con gente, con sus amigos, contándoles lo que tenía, y por ende la cantidad de amigos se multiplicó. ¡Y claro! Todos querían estar con él para compartir esa riqueza. Y él gastaba su fortuna en todo lo que se puede gastar en el mundo.

Muy pronto esa fortuna se acabó, y también los amigos lo dejaron.

Este joven que pensó que era alguien apreciado y querido por esta otra gente, se deprimió muchísimo.

Estaba un día sentado en el living de su casa, mira hacia arriba, ve la soga y se dice: “Sí, es mejor terminar con esta vida que no tiene ningún sentido. He sido un estúpido. De rico ahora pasé a ser pobre. No tengo ningún amigo, nadie se preocupa por mí, nadie me invita a ningún lado. Deseo acabar con todo esto”.

Entonces se subió a la silla, se colocó la soga alrededor del cuello, pateó la silla y se colgó.

Cuando se cuelga, se desmorona la soga con su cuerpo y un pedazo del techo cae al piso. Cuando cae al piso también cae una cantidad de dinero, de monedas de oro, de riqueza que el padre había puesto allí.

Entre esas cosas encontró una carta que decía: “Querido hijo, sabía que cuando yo me fuera al Más Allá, tú heredarías todo este dinero. Ibas a tener cantidad de amigos que ni sabías que tenías. También sabía que iba a llegar un momento en el cual tus amigos te iban a dejar, en cuanto el dinero se acabara. Ahora has encontrado la segunda parte de mi fortuna. Espero que la uses de manera sabia para servir a la Creación de Allahu Ta´ala”.

Por supuesto, todos los amigos que tuvo cuando se enteraron que tenía dinero nuevamente aparecieron.

Lo trataban de una manera increíble. Tomaban el dinero de él y salían a divertirse.

Cierto día, con su dinero van al mercado, compran carne de cordero y le dicen: “Vuelve a tu casa a cocinar. Cuando nosotros terminemos de hacer esto que estamos haciendo iremos a tu casa a cenar. Ten toda la cena preparada”. Y le estaban diciendo que haga todo eso con su dinero. Le estaban ordenando cómo debía vivir.

A todo esto el joven se encontraba en su casa cocinando, pues decidió hacer todo lo que los amigos le pedían: estaba necesitado de amor ¡pobre hombre!

En eso apareció un gato en la casa y le comió toda la carne.

Cuando llegan los amigos vieron que no había cena y se empezaron a pegar, sopapo va, sopapo viene. Entonces el joven les dijo: “¡Momento, esperen por favor, les quiero mostrar algo!”.  Les dijo que el gato se había comido la carne, pero ellos no le creyeron.

Entonces el joven sube al altillo de la casa y baja con una espada hermosa, vieja, oxidada, a la cual le faltaban trozos.

A todo esto los demás miran y dicen: “Pero esta es una hermosa espada, una antigüedad, debió tener mucho valor en su momento, ¿Por qué está así, carcomida?” El joven respondió: “Porque una rata que vive en el techo la fue destrozando así”. Los demás exclamaron: “¡Oh!” Y él les dijo: “¿Ustedes qué creen? ¿Que una rata puede hacer esto? Lo más posible es que crean eso y no que un gato pueda comer la carne. ¡Váyanse de mi casa!”.

Y decidió, a partir de ese momento, usar lo que le quedaba de manera sabia, sirviendo al Creador.

Tenemos que entender que con la belleza hay dolor.

Allah (swt) creó la más hermosa de todas las flores: la rosa. Pero le puso espinas para defenderla de todos aquellos que quieran comerla, dañarla; animales, por supuesto.

Lo mismo ocurre con nosotros en este camino.

Para encontrar la rosa de nuestra esencia debemos entender que vamos a sufrir. Porque vamos a ver la realidad de nuestro ser en el proceso.

Y vamos a encontrar muchos temas que no nos gustan de nosotros mismos.

Deben ser pulidos, deben ser removidos.

Un sufí pasó frente a un hospital psiquiátrico, y ve que en una ventana había un médico, recostado, pensativo.

Y lo mira y le dice: “Doctor, dígame. ¿Usted ha encontrado la manera, el tratamiento para mejorar a todos los que viven ahí, en ese lugar?” Y el médico lo mira y le dice: “No, para nada. No he podido encontrar la manera de curar  a esta gente”.

En otra ventana, estaba uno de los pacientes y dice: “Yo puedo contestar, si ustedes me permiten, la pregunta”.

Y este paciente dice: “En la farmacia de Allah, en una receta, escrita por el Profeta Muhammad (saws) uno toma las raíces del arrepentimiento, y hace mucha, mucha, mucha fuerza y la remueve de la tierra, de nuestra tierra interior. Y ustedes saben que cuando una raíz es removida de la tierra, la planta no vuelve a crecer. Y con esa raíz del arrepentimiento y las hojas de la conciencia, las ponemos en el mortero de nuestro corazón y las molemos juntas. El líquido que usamos son las lágrimas de arrepentimiento. Hacemos un tamizado con nuestra inteligencia, cocinamos todo eso con el fuego de nuestro corazón, del amor por el Creador y Su Creación; lo probamos con una pequeña cuchara y comenzamos a comer esa receta”. Y el loco les dice: “Si ustedes hacen eso todos los que están aquí van a estar curados. El hospital es el mundo, todos somos pacientes en ese hospital. A menos que hagamos esto que recién hablamos”.

Una última historia.

Ustedes han oído hablar de Hz. Al-Bistami (ksf) quien fue un gran sheikh sufí. Él fue un Pir, como nuestro Hz. Pir. Un hombre de increíble conocimiento. Lo llamaban Qutub Al-´Arifin, que es un pilar central de sabiduría, de conocimiento.

Un día se dirige hacia una mezquita, porque era la hora de hacer el salat y llegó unos minutos antes. Claro, hoy en día tenemos canillas que se abren, el agua sale y corre y todo es mucho más fácil.

En el pasado había canillas, pero antes de eso, en los lugares de la ablución había unos jarrones hechos de barro, que alguien se encargaba de llenarlos con agua. Entonces uno iba a tomar ablución, el que estaba al lado lo ayudaba, echaba agua para que uno pudiera tomarla, y cuando uno terminaba tomaba el jarrón y ayudaba a la otra persona a tomar su ablución. Así se hacía en aquellas épocas.

Pero Hz. Al-Bistami (ksf) mira y ve a un viejo, un anciano, y nadie lo estaba ayudando. Este hombre hacía lo que podía con el jarrón para echarse un poquito de agua aquí, y un poquito de agua para allá y así poder tomar su ablución.

Hz. Al-Bistami (ksf) lo mira al viejo y le dice: “Tú eres un hombre anciano. ¿Qué es lo que has hecho en tu vida, en tu larga vida que no tienes un amigo, no tienes una persona que te ayude a tomar ablución?” El hombre lo mira y le dice: “Aquellos que sirven son servidos. Si yo no hubiera servido a Allah y a Su Creación, lo más probable es que el Qutub Al-´Arifin, un hombre del más alto conocimiento no hubiese venido aquí, a servirme a mí”. Amin.

Los dejo con esa historia.

Recuerden que en el mundo hay muchos de estos seres, generalmente escondidos, y están para servirnos y para ayudar. No solamente los derviches. No nos inflemos con esas cosas.

Están para servir a la Creación. Es el gobierno de Allah (swt) en el mundo, nunca sabemos quién.

Sirvan a Allah (swt) por amor, nada más, absolutamente nada más. Como lo hacía Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) ella decía que no le importaba adónde Allah (swt) la iba a enviar en el Más Allá, hacia el Paraíso o el infierno. Sólo le importaba que Allah (swt) le permitiera continuar adorándolo, porque ella quería hacer eso nada más: Amarlo. Y ése es el verdadero amor. No el amor por negocio, no el amor que espera una acción recíproca, aquel que espera un “gracias” cada vez que abrimos una puerta o ayudamos a alguien.

El más alto nivel de amor es aquel que no espera nada de nadie. Estar sólo satisfechos sabiendo que Allahu Ta´ala ha observado lo que hicimos. Y nada más. Y tener agradecimiento, decir ¡SubhanAllah! Por lo que me has dado.

Les deseo una hermosa celebración insha´Allah este sábado de año nuevo.

No coman mucho. El que sirve a Allah (swt) duerme poco, come poco.

Hz. Al-Bukhari (ksf) la mayor parte de su vida adulta dormía una hora por día, y era a la mañana, cuando se preparaba para ir a hacer sus actividades.

No es como nosotros que dormimos un montón de horas. Soñamos y soñamos novelas, nos ponemos contentos porque pensamos que estamos recibiendo una revelación.

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet Sheij Orhan Baba – jueves 29-12-2016 – La verdadera transformación del ser humano. El servicio a nuestro Creador