Sohbet Sheij Orhan Efendi – Jueves 19-05-2016 – Historia de Hadrat Pir Sultan Sheij Tayfur ibn Isa ibn Adam ibn Sarusan Abu Yazid Al-Bistami (qs) Beyazid.

Bismillahir Rahmanir Rahim.

Hablaremos acerca de lo que nos ocurre cuando tenemos malos deseos en nuestro interior. ¿Qué le sucede a nuestra alma, a nuestro ser, cuando dejamos que esos pensamientos nos dominen?

Son estados que debemos curar, dominar; que tenemos de alguna manera que lograr que disminuyan su influencia en nosotros. Y esa manera, sin ninguna duda consiste en llevar a cabo rezos adicionales, y ayunar. Especialmente en aquellos  días o en momentos  en que estamos atravesando por situaciones duras, difíciles, o que nos parece que son duros.

¿Y por qué nos parece que son duros? Pues porque fallamos en ver la herramienta que Allah (swt) pone frente a nosotros para que podamos conocernos. Para que podamos apreciar qué es lo que ocurre cuando un mal pensamiento o algo externo a nosotros nos influencian.

Con respecto al ayuno, creo que todos han oído, para para aquellos que no lo han hecho, hablaremos sobre esto.

Cuando Allah (swt) creó al ego, le preguntó a éste: “¿Quién es tu Señor? o ¿Quién eres tú? Y el ego lo miró y le respondió: “Tú eres tú y yo soy yo”. Entonces Allah (swt) lo envió un millón de años al fuego. Transcurrido el millón de años, lo sacó al ego del fuego y le preguntó nuevamente: “¿Quién eres tú?” y el ego volvió a responder: “Tú eres tú y yo soy yo”. Allah (swt) lo tomó y esta vez lo envió por otro millón de años al infierno de hielo. Así pues, Allah (swt)  llamó al ego una vez más y le preguntó: “¿Quién eres tú?” a lo que el ego reitera su respuesta. “Tú eres tú y yo soy yo”. Allah (swt) lo miró y sonrió y dijo: “Muy bien. Ahora harás treinta días de ayuno”. Y lo puso a ayunar. Al final de los treinta días, lo llamó y le preguntó: “¿Quién eres tú?”, y el ego respondió esta vez: “Tú eres tú, y yo soy Ti”.

El ayuno cuando está hecho con la intención de adorar al Creador, adquiere una dimensión especial. Y hace que esas influencias, nombradas con anterioridad, disminuyan enormemente.

Aquel que no tiene control sobre ese aspecto de su persona, debería preguntarse: “¿Qué es lo que voy a hacer el día en que me encuentre frente al Creador y deba responder por lo que he hecho?”. Pues en ese momento será muy tarde ya para realizar algún cambio.

En el siglo IX, en Bistam, región del noreste de la antigua Persia, próxima a Asia Central. Allí vivió un santo llamado Beyazid (qs), proveniente de una familia de zoroastrianos, ya que los persas originalmente eran adoradores del fuego. La adoración del fuego fue una de las primeras religiones organizadas, que tuvo lugar en sociedades humanas. Su abuelo era un alto sacerdote entre ellos. Y cuando llega Islam a esas tierras, el abuelo del santo Beyazid (qs), tomó esta religión y tuvo tres hijos. Entre ellos Adam, ´Ali y  Tayfur. Todos ellos muy devotos. Los persas ya tenían, por naturaleza, inclinación a las devociones místicas. Y la continúan teniendo en la actualidad.

El padre de Beyazid (qs) se llamaba Tayfur, que era el hijo que había nacido en el medio, entre el hermano mayor y el menor, quien desde muy temprana edad comenzó en este camino. Es más, él confirmó algo que su madre sostenía que le había ocurrido a ella, cuando él estaba en su vientre. Es decir, cuando iba a comer algo que tenía un origen dudoso, Beyazid (qs) daba vueltas en su vientre, con tanta intensidad que hasta que su madre no se deshiciera de ese alimento de origen dudoso, él no dejaba de moverse. Ella aprendió a entender a qué se debían esos movimientos  tan intensos en su vientre.

Cuando Beyazid (qs) llega al mundo, desde muy pequeño, comenzó a tener una vida de asceta. No salía a jugar en la calle. Se quedaba en su casa, pero invitaba a chicos de su edad y, cuando iba creciendo, a gente de mayor edad para hablar sobre Islam, a hablar sobre el camino de regreso a Allahu Ta´ala. Cierto día fue a la escuela (las escuelas en aquellas épocas enseñaban Islam, era una manera de vivir, una forma de vida) y el maestro toma la “Sura de Luqman”, donde Allah (swt) dice: “Sírveme a mí, y luego a tus parientes (padres)”. Beyazid Al-Bistami (qs) se quedó intensamente sensibilizado al oír esas palabras y le pide permiso al maestro para ir hasta su casa. Él regresa a su casa y su madre lo ve llegar muy temprano, y le pregunta: “¡Oh hijo de Tayfur! ¿Por qué has llegado tan temprano a casa? ¿Qué ocurrió? ¿Te has portado mal? ¿Te han hecho un regalo? ¿Por qué?”. Y Beyazid (qs) le responde: “Vengo a casa porque estoy muy preocupado por un tema. Yo no puedo servir en dos casas diferentes. Nadie puede servir en dos casas diferentes. Basado en lo que dice  “Sura de Luqman”. ¿Debo servir a Allahu Ta´ala o debo servirte a ti? Y deseo que me digas, madre, qué es lo que debo hacer. Si te debo servir a ti, pídele permiso a Allahu Ta´ala y dedicaré el resto de mi vida a ser tu siervo. Si debo servir a Allahu Ta´ala me debes eximir de esa responsabilidad frente Él y dedicaré mi vida a servirlo”. La madre le contestó: “Hijo, ve, y sírvelo a Él, porque eso es lo que les corresponde a los seres humanos”. Y Beyazid (qs) dice: “Muy bien madre. Voy a dedicar el resto de mi vida a hacer esto”. Por lo tanto, se va de su hogar y deambula por el mundo durante treinta años, viviendo de lo que podía, trabajando para sus necesidades mínimas, haciendo meditación, haciendo khalwat, vale decir, se encerraba en lugares por un período de tiempo. Y se cuenta que durante estos treinta años tuvo más de cien maestros. Hasta que en un momento, al final de dicho período, él se encontraba con quien era su maestro en ese entonces, y el maestro se da vuelta y le pide: “Por favor, tráeme ese Corán que está en la ventana”. Y Beyazid (qs) lo mira y le dice: “¿La ventana? ¡Oh mi sheikh! ¿Cuál ventana? No he visto ninguna ventana”. Él hacía ya tres años que estaba aprendiendo con este sheikh. Y el le replica: “¿Cómo es posible que no hayas visto la ventana?”. Y Beyazid (qs) responde: “Porque cuando entré aquí, lo hice para servirte a ti y tú te has convertido en el centro de mi existencia. Y nadie más existe. Sólo Allahu Ta´ala y tú, a quien estoy sirviendo”.  El sheikh le dice: “Muy bien. Estás listo para regresar a Bistam, pero cuando estés allí visita a fulano de tal”. Y le da el nombre de un maestro sufí. Obedeciendo a lo que su sheikh le indicó, Beyazid (qs) pasa por la casa de este sheikh. Y mientras estaban hablando, el sheikh decide caminar un poco con él y, en tanto estaban caminando, el sheikh se da vuelta y lanza un escupitajo. Lamentablemente lo hizo en dirección a La Meca. Sin decir nada acerca de esto Beyazid (qs) se dio la vuelta y se despidió: “As salam ´alaykum”. Y se marchó.

En tanto, Beyazid (qs) reflexionaba en voz alta: “Si durante treinta años he estado buscando maestro y me envían a este que debía enseñarme y él no tiene control de su propio ego y escupe en dirección hacia La Meca, es decir, no está consciente constantemente, no puede ser mi maestro”.

En una oportunidad Beyazid (qs) decide hacer el Hayy, y le lleva doce años ir de Bistam a la Meca. Porque en cada lugar que pasaba y había sitio para rezar, él ponía su sayyada y hacía dos rakat´s. Éste era un mundo musulmán. Había una cantidad inimaginable de lugares para rezar.

En cierta oportunidad Beyazid (q.s.) pasaba por un pueblo, la gente lo ve y se empieza a reunir a su alrededor, pues su fama había cruzado fronteras. Y él les pregunta: “¿Quiénes son, por qué me siguen, qué hacen?” No quería que nadie lo siguiera, pues no se sentía preparado para comenzar a enseñar. En una ocasión se da vuelta y les dice: “Oh compañeros míos, de ahora en más cuando vayan a rezar, yo me pondré delante de ustedes, porque yo soy Dios. No deben preocuparse más por dónde tienen que dirigirse para rezar. Pueden rezarme a mí”. Había cientos y cientos de personas que lo seguían. Cuando él dijo eso, todos, sin excepción, se marcharon pensando que había enloquecido.

Beyazid (qs) continuó solo hasta llegar a La Meca, hizo su Hayy y regresó a Bistam. Recién allí comenzó a enseñar, y así transcurrió el resto de su vida. Él vivió setenta años y murió en esa misma ciudad.

Retomando la cuestión del ego, (y cada uno de nosotros debemos pensar dónde estamos con respecto a eso). Tenemos que recordar que Allah (swt) nos dice: “Ni los cielos ni la tierra me pueden contener, pero yo vivo en el corazón de mi siervo”.

Alguien que se había convertido en uno de los discípulos de Beyazid (qs), atendió una de estas reuniones, y este hombre era un intelectual muy reconocido en toda la región, y continuamente asistía a los sohbets de Beyazid Al-Bistami (qs) a escuchar y adquirir sabiduría. Cierto día le dice, dirigiéndose a Beyazid (qs): “Oh maestro, yo por varias décadas, he estado ayunando durante el día, rompiendo mi ayuno, y pasando mis noches en rezos. Haciendo todo tipo de rezos supererogatorios para complacer a Allahu Ta´ala y nunca he podido alcanzar los niveles que tú describes en tus sohbets. Por favor yo necesito saber qué es lo que debo hacer”. Beyazid (qs) lo mira y le dice: “Yo deseo decirte que aunque ayunes por trescientos años y hagas rezos supererogatorios por otros trescientos años, jamás alcanzarás estos estados”. El intelectual le pregunta: “¿Por qué?” a lo que Beyazid (qs) responde: “Porque tu velo es tu ego. Eso es lo que te separa del Creador, y hasta que eso no esté resuelto, hasta que no conviertas a tu ego en un creyente, no podrás alcanzar esos estados”. El intelectual insiste y dice: “Maestro dígame por favor lo que debo hacer, por favor, yo haré lo que usted diga”. Beyazid (qs) le dice: “Bueno, muy bien. Esa ropa que tienes, turbante y demás. Te pido que vayas al baño, que te las quites y te pongas unas ropas muy pobres que están colgadas en una percha, en el baño, con agujeros, sin turbante, y llenes una taza con nueces y te dirijas al mercado central donde la gente te conoce, y digas a los chicos que a cada uno que te dé una bofetada le regalarás una nuez. Y a aquel que te golpee en la nuca y te haga caer al suelo, a ese le darás tres nueces”. El intelectual lo escuchaba boquiabierto y le dice: “Bueno, como usted sabe, yo tengo una reputación, no podría jamás hacer algo así. Pues en qué quedaría, sería humillado”. Y el maestro le dice: “Justamente eso es lo que necesitas para cambiar a tu ego: humildad. Humilla al ego para que puedas obtener acceso a la humildad. El día que comprendas lo que es ser humilde, ese día tu ego dejará de tener tanto dominio sobre ti mismo. Y ya lo ves. No puedes alcanzar ninguno de estos estados que he descripto”.

Roguemos que Allah (swt) nos permita, a través de nuestros esfuerzos, lograr alcanzar esos estados.

Al-Misri (el egipcio) fue un santo, contemporáneo de Beyazid (qs) y fue quien desarrolló el concepto de ma´arifa, es decir, desaparecer en el amor de Allahu Ta´ala. El estado de ma´arifa es el más alto que se puede llegar a alcanzar en este camino y muy pocos lo logran. Hz. Beyazid Al-Bistami (qs) cuando estaba en su lecho de muerte, tenía un poco más de setenta años. En eso, alguien le pregunta acerca de cuándo había alcanzado ese estado. Él responde: “Yo he sido derviche por cuatro años”. El otro sorprendido le dice: “¿Cómo por cuatro años? ¡Si has estado enseñando por mucho más tiempo!” y Beyazid (qs) responde: “Porque sólo hace cuatro años puede remover al velo que constituía mi ego”. Es decir, que pudo eliminar a su ego: lo hizo musulmán. Y no interfirió más, entonces, en su relación con el Creador.

Nosotros vivimos en una sociedad no islámica. Tratamos de estar en un estado de seclusión aunque sea mental, a fin de evitar todas esas tentaciones del mundo que nos rodea. Y ayunaremos insha´Allah dentro de dieciséis o diecisiete días, pues comienza el mes de Ramadán, por treinta días, en medio de esa sociedad. Tendremos que trabajar ayunando. Si no nos preparamos para el ayuno, es decir, si no limpiamos el hígado los dolores de cabeza esos primeros días de Ramadán son muy intensos. De modo tal que sugiero que limpiemos el cuerpo, antes de que comience el mes de Ramadán.

Si podemos hacer estas cosas, si podemos aislarnos, si podemos estar en estado de seclusión, en estado de khalwat, en el medio de la sociedad, podremos continuar funcionando como miembros útiles de esa sociedad. Para los que son nuevos, ése es el consejo. Usen esas herramientas para ver qué es lo que nos pasa, para auto-observación. Para lograr ver qué es lo que tanto hace cambiar a ese ego nuestro. Es solamente no darle de comer, no poner nada en la boca por una cantidad determinada de horas.

Insha´Allah que Allah (swt) nos dé las fuerzas para poder continuar, para cumplir con lo que le complace al Creador.

As salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuhu.