Bismillahir Rahmanir Rahim
Ustedes recordarán que hace un par de semanas les dije que quería entrar en una etapa de silencio, pero por supuesto, esto no es posible para todos, pues cada uno debe cumplir una función como tal, cuando me gustaría no hablar más, y dedicar mis energía a otras cosas puedo ver que Allah (swt) no me ha creado para eso.
Es importante entender el concepto de sonido y de silencio en nuestra dimensión.
Generalmente nosotros pensamos o concebimos que el sonido y el silencio son dos cosas opuestas. Y para el ser humano, en general, es así. En cambio, si analizamos un poco esos conceptos, veremos en realidad que no se oponen, sino que uno es continuación del otro.
El sonido, por ejemplo, el acto de hablar, en este momento, es audible y algo que nosotros podemos percibir: Es el sonido de lo conocido. Sin embargo, el silencio representa el sonido que no oímos, pero que existe: Es el sonido de lo desconocido.
Llamamos desconocido a aquello que en nuestro camino, nuestra realidad, nuestra búsqueda, hace referencia a “Hu”. Y entenderlo así es muy particular de la espiritualidad islámica.
“Hu” es el sonido que he emitido recién, y es también, como ustedes saben, uno de los nombres de Allahu ta´ala, asimismo se dice que es la esencia de los nombres. Es la vibración más básica que existe en el Universo, ése “Hu”. Más aún, es el primer sonido que nosotros percibimos en el vientre de nuestras madres, porque todo en nuestro cuerpo emite ese sonido, ése “Hu”.
Para todos aquellos que no cree que esto es así, los invito, simplemente, a que se ausculten la pierna. Verán que la sangre que corre por las venas de la pierna emite ese sonido: “Hu”. Y es el mismo sonido que acabo de mencionar que los bebes escuchan en el vientre de la madre. Por ello, cuando el bebe se encuentra agitado, llora, por una u otra cuestión, empezamos a tocarlo muy suavemente (esto nadie lo hace mejor que las madres) y comenzamos a recitarle reiteradamente el sonido “Hu”, y verán que el bebé se calma, tiende a dormirse pues encuentra la calma, la protección, encuentra el calor, encuentra el sonido, con el cual nosotros asociamos su existencia en el vientre de la madre.
Es el sonido más mínimo, esencial, que se produce al moverse una cosa.
No obstante, la otra parte, el sonido de lo desconocido: el silencio.
La palabra en sí, su significado, es la total ausencia de sonido. Más, si pensamos cómo está compuesto el universo, tenemos que entender que todo está en movimiento. Incluyendo a aquella minúscula parte de la creación que es el átomo. El núcleo de éste comprende los electrones, que están continuamente girando en torno a ellos. Y aunque no podamos oírlo, producen sonido al moverse y girar. Es decir, que el silencio en realidad no existe en la creación.
Entonces, cuando decimos que queremos estar en silencio, en realidad, lo que buscamos es sumergirnos en ese nivel de la conciencia que nos permita oír el sonido del alma.
Porque el alma emite sonido y ése sonido es el “Hu” de la creación, puesto que el alma desea regresar al estado en el cual existía, antes de que le fuera ordenado descender a este nivel de la creación. El alma desea estar frente al creador, observándolo, adorándolo, en el estado de total y profundo éxtasis en el cual se hallaba.
Y como ustedes saben, el alma, en esa dimensión, lo veía al creador de la misma manera en que nosotros miramos hacia el cielo y vemos la luna, por supuesto esto es sólo a modo descripción.
El alma no desea estar en este cuerpo, desciende porque (swt) lo ordenó, que habite en la octava semana, desde el momento de la concepción. Allah (swt) ordena al alma que descienda y entre al embrión. En consecuencia, a partir de ese momento, el embrión que habita en el vientre de la madre, finalmente, se convierte en un ser humano. Hasta ese momento era sólo una masa de tejido reproduciéndose a una velocidad vertiginosa, comenzando a formar así las partes que hacen que seamos seres humanos.
El sonido, entonces, como lo conocemos, representa un mensaje. Es la transmisión de información que existe entre dos seres: La persona que emite el sonido y aquel que lo recibe. ¿Le damos la importancia que tiene al sonido? Yo creo que la mayoría de nosotros no lo hacemos.
En una oportunidad, había un grupo de ranas que estaba yendo por el bosque, saltando, moviéndose de un lugar a otro, y de pronto dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás, al ver lo que sucedía, se detuvieron colocándose a los lados del pozo, y las que habían caído trataban de saltar cada vez más alto para poder salir. Las otras, que miraban desde arriba, empezaron a gritar: “¡No salten, paren el dolor, paren toda esta tontería! ¡No ven que no podrán salir! ¡Entréguense, entréguense!”. Una de las dos, lo hizo, se entregó, quedó en fondo del pozo y murió: Entregó su alma. La otra, no. Saltaba de desesperación, y cada vez saltaba más alto, y las que estaban mirando, que se habían convertido ya en espectadores, le decían: “¡Renuncia, como renunció la otra! ¡Renuncia, que no podrá salir! ¡Por qué tienes tanto dolor, tanta ansiedad! ¡Entrégate!” La otra no se entregó y finalmente dio un salto, el más largo de todos y pudo salir. Cuando preguntaron las otras, a la rana que salió: “¿No oías lo que te estábamos diciendo?” Entonces la rana que logró salir, de alguna manera les hizo entender que era sorda y no oía nada de lo que le estaban diciendo.
Por lo tanto, el significado de esta historia, como ustedes pueden saber, es el poder de la palabra, el poder del sonido. Si no oímos lo que decimos a la creación, en algunos casos, podemos cometer el error de alguien haga algo negativo, como lo es el acto de dejarme morir. Y en otros casos, como corresponde a los derviches, si podemos acariciar la cabeza del huérfano o de la persona que está necesitada, como hacen ustedes cuando van a entregar comidas o como insha’allah harán ustedes pronto, respecto de ir a un hospital. Vale decir que ésa es la verdadera manera de comunicarse.
En el primer paso del desarrollo espiritual, el mensaje es el llamado hacia el Creador. Todos nosotros, y no sé si entre ustedes hay alguien de visita que haya nacido musulmán, pero el resto de todos los que están escuchando, hemos oído ese llamado. El primer llamado que dice: “Oigo y obedezco”. ¿Pero nosotros dijimos eso, lo vocalizamos? No. Respondimos a un llamado que carecía de sonido. Ese llamado que nombramos como lo desconocido. Sin embargo, ese llamado despertó dentro de nosotros una necesidad espiritual, sin sonido y produjo un cambio fundamental en nuestras vidas, y éste mismo se encuentra establecido en una sola cosa: El juramento que le hicimos al Creador cuando tomamos la shahada. Y eso cambió nuestro destino para siempre, en esta existencia y en el Más Allá. Porque en ese momento hicimos una promesa. Nadie no empujó, nadie nos obligó, fue simplemente nuestra alma: El alma del niño ¿Y porque decimos el alma del niño?
Porque el niño, en este caso, representa, la pureza del alma.
Los niños tienen gran dificultad de pecar, actúan con impulso, pero no con premeditación y pensando y haciendo todas las cosa que luego, como adultos, nosotros sí hacemos.
Cuando el bebé nace, en nuestra tradición, le recitamos el adhan, en un oído y qad iqama en el otro. ¿Y por qué hacemos eso? Bueno, pues estamos siguiendo nuestro camino, nuestra religión. Pero esto en realidad responde al deseo de los padres de ese niño que anhelan que lleve una vida virtuosa espiritual.
Esos sonidos son una manera de hacerle recordar al bebé el mismo sonido que oyó en el vientre de la madre. Es una manera de hacerle recordar a ese bebé, del mismo modo que nosotros no comprendemos de dónde vino en el momento que ocurre. Ahora, ya adultos, sí lo entendemos. Pero en el momento que ocurre, hasta hacer la shahada, ¿Qué es lo que hay, de dónde viene eso, cómo se despierta esa necesidad en nosotros? Por supuesto, es un deseo de cambio, un deseo de mejorarnos como seres humanos, un deseo de seguir un camino virtuoso. Pero para todos nosotros ese es un recuerdo de nuestro origen. El alma desea recordar su origen.
Se encuentra en esta etapa transitoria, en la tierra, durante la cual habita en este cuerpo. Éste es sólo un vehículo; del mismo modo que; del mismo modo que, por ejemplo, nosotros fuéramos un alma y vamos en un avión, este último sería el vehículo del alma. Así, el cuerpo es el vehículo del alma en la tierra.
Sin embargo, la influencia de la carne en el alma, determinará cómo nos comportamos en este mundo. Es decir, que en algún momento de nuestras vidas no intentamos llegar a ese estado de silencio, a ese estado de buscar en el interior el sonido del alma, ese “Hu” celestial. Si no hacemos esto, nuestras vidas simplemente serán como la vida de un animal, que se levanta y tiene necesidad de comer, de realizar sus menesteres biológicos, que tiene necesidad de procrear y tener y adquirir cosas, que tiene necesidad de amar ¿Pero sabe el ser humano el verdadero sentido del amor, que no está relacionado con l parte sexual? Y yo digo que para la mayoría de los seres humanos, no.
La melodía es una forma de sonido. Se encuentra conectada a la memoria. Como esas canciones que quedan en nosotros. Y en algunos casos nos recuerdan a la juventud. Todas esas melodías nos recuerdan situaciones del pasado.
En aquel lugar que me encontraba, en aquel momento cuando esa canción estaba de moda, o la situación que fuese: una persona, un recuerdo, un lugar, un momento.
Por lo tanto, la melodía también, si lo pensamos, está conectada a esa otra dimensión cuando nosotros simplemente éramos átomos, en el cuerpo del primer hombre, Adám (as). Como cuando estábamos allí, frente al creador, y veíamos lo que era esa dimensión.
Y me dicen que no teníamos ojos, no teníamos esto, no teníamos lo otro. Yo comprendo todo eso. En cambio, hay que entender que todo esto nos ha sido dado a todos nosotros para poder comprender esta dimensión. Es decir, en esas otras dimensiones la manera de entender y comprender no requiere el uso de estos sentidos básicos. Del mismo modo que llegar a ese estado de silencio, a poder oír el “Hu” requiere que nos retiremos del mundo corporal y tratemos de entrar en el mundo espiritual.
Hay una voz dentro de todos nosotros, que es la voz del alma, ese “Hu”, al que me refiero. Y para entender estos conceptos quizás podamos verlos expresados de otra manera.
Cuando alguien va a escribir algo, por ejemplo, la palabra “Amor”, y está solo, escribe precisamente eso: Amor. Ahora bien, esa palabra escrita tiene un sonido, sólo que está en silencio, escondido en las letras. Y cuando la verbalizamos, esa palabra se eleva a otra dimensión, y lo que estaba escondido sale a la superficie. Lo mismo ocurre con el camino espiritual. Si podemos encontrar esa relación, entre lo que Allah (swt) nos presenta en su creación para que podamos aprender y podamos llegar a verbalizar espiritualmente lo que significa, y después nos sentamos a meditar sobre eso que apareció, que hemos aprendido, y escuchamos la voz del alma; el derviche puede llegar a niveles insospechados para el ser humano.
Retomamos los niveles nuevamente, y esta historia la he relatado varias veces.
En una oportunidad había cuatro personas, uno era persa de Siria, otro árabe, otro turco y otro era griego. Y llega un hombre con una pieza de oro y les dice: “Aquí está esta pieza de oro para que compren lo que ustedes gusten”. El persa la miró y dijo: “¡Uy, genial! ¡Lo que voy a comprar es ankur!” El árabe le dice: “No, no. Un minutito, lo que haremos con eso es comprar ‘Anab.”. El turco dice: “¡Qué inap, qué angur! ¡Olvídense de todo eso! Vamos a comprar ūzūm”. Y el griego dice: “¿Ustedes hablan solos? ¿Creen que tienen derecho a poseer esa pieza, y comprar lo que se les ocurra a ustedes? ¿Tres cosas diferentes? ¡No señor! Vamos a comprar stafylia”. Y como no se podían de acuerdo, comienzan a pelear. Y el hombre que le había regalado eso dice: “¡Un momento, un momento, un momento! Aquí hay una manera. Si los cuatro toman uno y lo convierten en cuatro, todos pierden, porque no se puede uno convertir en cuatro. Pero si los cuatro desean convertir esos cuatro en uno, eso sí es posible. En cambio lo más interesante de todo es que cada uno de ustedes, en su lengua, mencionó lo que quería: Uvas. Todos querían comprar uvas”. Obviamente cada uno se expresó en la lengua del país que habitaban.
Tenemos que buscar la otra lengua. La lengua del interior. La lengua del alma. La lengua de ese “Hu”.
Deseo y pido a Allaahu ta’ala que en el dhikr, que en los rezos, cuando digan “ALLAHU AKBAR” sitúen al mundo y todos sus habitantes fuera de ustedes. Y la segunda vez que digan “ALLAHU AKBAR” que se olviden del Más Allá, de los premios del Más Allá. Que se olviden del paraíso y se olviden del infierno. Que eso desaparezca. Que cuando digan “ALLAHU AKBAR”, por tercera vez, que se olviden de todo y que un solo pensamiento exista aquí y acá, que sea el pensamiento del creador. Y por fin, la cuarta vez que pronuncien “ALLAHU AKBAR” ruego a Allah (swt) que nos eleve a ese estado a todos y cada uno de nosotros, olvidemos todo aquello que habíamos pensado. Caminemos nuestra propia existencia, que sólo estemos con el “Hu” en el silencio. Amín.
As salam ‘alaykum wa rahmatullahi wa barakatuhu.