La Shari’ah y el Tasawwuf

Bismillahir Rahmanir Rahim

Me agrada muchísimo y los felicito, por el empeño que la mayoría de ustedes tienen en aprender la esencia de nuestro camino que es la Shari’ah.

Tal vez les resulte sorprendente ese comentario de mi parte, pero para entenderlo deberíamos regresar a la década del ochenta, cuando Muzzafer Efendi (ra) llegó a Estados Unidos con sus derviches a traer el maravilloso e irremplazable mensaje de Tasawwuf.

Para los americanos y los no-americanos como este faqir que vivían aquí en esa época fue algo que realmente encendió nuestros corazones, y nos atrajo de una manera que no pudimos rechazar.

No puedo decirles qué hubiera ocurrido si lo opuesto hubiese sido presentado, con la Shari’ah, las regulaciones, las condiciones y demás.

Hay gente que ha llegado a este camino como nuestro hermano Abdul Ghafur, de la manera normal: primeramente la Shari’ah y luego tratar de comprender Tasawwuf.

Muzzafer Efendi (ra) adoptó una política de total apertura hacia aquellas almas que estaban sedientas, sin saber cuál era la causa de ésa sed. Estaban en la búsqueda.

Muchas veces les dije que ése fue exactamente mi caso también.

Durante casi dos décadas estuve buscando un camino. Probé muchos junto a mi esposa, y ninguno llenaba eso que yo estaba buscando, aunque no sabía exactamente de qué se trataba.

Lo único que sí sabía es que el día que llegara a ese camino de alguna manera yo estaría informado que ése era mi destino.

Y así sucedió cuando llegué al dergah de Spring Valley, a unos quince o veinte kilómetros de aquí.

Al entrar a ese lugar mi corazón quedó allí para siempre, Alhamdulillah.

Y ese fue el mensaje de Muzzafer Efendi (ra) de los primeros cinco años de la década del ochenta.

En mil novecientos ochenta y cinco Allahu Ta’ala tomó su alma de regreso y Sefer Efendi (ra) fue su sucesor.

Tasawwuf fue la puerta de entrada, el umbral. La Shari’ah siguió.

Ustedes dirán ¿Cómo es posible que alguien haga algo así? Pues bien, quizás deberíamos recordar el ejemplo de Hz. Muhammad (saws) en los comienzos de nuestra religión cuando él se establece en Medina. Y la mezquita, el lugar donde los musulmanes se reunían a rezar en aquélla época, constaban solamente de tres paredes y un techo de hojas secas de palmeras, como los que hay en México, las palapas, el mismo tipo de techo.

No tenían una cuarta pared: la cuarta pared era el lugar por donde la gente entraba.

Los beduinos, hijos del desierto, no tenían idea de lo que era el adab: la conducta, la forma en que debían comportarse. Y en algunos casos muchos de ellos, lo crean ustedes o no, hacían sus necesidades en medio de la mezquita.

Por supuesto, los compañeros del Profeta (saws) se enojaban, se ponían violentos con ellos, pero Hz. Muhammad (saws) no permitía que fueran a castigarlos, sino que fueran a enseñarles.

Ellos, al aprender lo correcto, con el transcurso del tiempo llevaban la palabra del Islam a sus tribus y a otras tierras.

Le comentaba ayer o antes de ayer a alguien que un dervish de nuestra rama, de nuestra silsila, fue quien llevó Islam a Indonesia, el país de mayor población islámica en este momento en la Tierra.

Fue uno el que llevó este mensaje y así se multiplicó.

Algunos de ustedes están preocupados por lo que sucede durante el transcurso de esta búsqueda, en este camino de retorno al Señor.

Primero debemos entender que en nuestra vida diaria todo nos afecta.

Nosotros somos una fábrica química que absorbe y transforma todo lo que nos rodea. Es decir, nuestros alimentos nos afectan, nuestras costumbres, nuestros hábitos, dormir mucho, dormir poco, lo que sucede alrededor nuestro: las miradas, las palabras, los gestos de otro.

Nuestro trabajo consiste en aprender a ver.

Hay dos maneras de ver: una con lo que Allah (swt) ha puesto en nuestra frente. Y otra con lo que Allah (swt) ha puesto aquí, en la mitad de nuestro pecho.

Ambas cosas requieren de mucho trabajo y mucho esfuerzo.

Sin ese esfuerzo no podemos llegar absolutamente a nada.

Si no me equivoco alguien me contó en un e-mail, un miembro del dergah, que cuando esa persona para tratar de calmar su interior hacía diez respiraciones profundas, muchas veces se producía momentos de tremenda claridad, en los cuales podía ver lo que sucedía alrededor. Esa persona llamó a esos momentos “momentos de luz”, una hermosísima expresión.

La Shari’ah es la base, la Shari’ah es el árbol, las ramas son la tariqa, las hojas son la haqiqa, y los frutos ma’rifa.

Si quieren regar ese árbol el mismo se riega con las lágrimas de ablución, y con el salat, con adoración, con el dhikr, con la remembranza.

En el mundo hay muchos ejemplos de las cosas que no debemos hacer, entre ellos, en nuestra propia religión.

Sefer Efendi (ra) decía que uno de los trabajos más difíciles que existe es hacer musulmán a un musulmán.

En una oportunidad Muzzafer Efendi (ra) estaba en Turquía, y fue en una noche de Laylatul Qadr, durante el mes de Ramadán.

Él fue a la mezquita de Hz. Eyüp Sultán (ra).

Muchos de ustedes conocen la historia, así que simplemente permítanme mencionarla para aquellos que no la conocen.

Hz. Eyüp Sultán (ra) fue uno de los compañeros de Hz. Muhammad (saws).

Hz. Muhammad (saws) cuando estaba hablando de las cosas que sucederían antes del fin del mundo, en una de las muchas oportunidades en que se refirió a este tema, habló de seis de ellas que sucederán: de las tentaciones para los musulmanes, de las luchas, de todo ese tipo de cosas. Y dijo: “La sexta cosa que sucederá es la conquista de una ciudad”. Y cuando le preguntaron ¿cuál ciudad?, él respondió: “Bizancio”.

No mucho tiempo después, cuando Islam se había expandido por toda la Península arábiga y seguían llevando el mensaje a otras tierras, Hz. Eyüp Sultán (ra) que vivió muchos años después que Hz. Muhammad (saws) estaba con las fuerzas que estaban por conquistar Istanbul. Istanbul hoy en día, Constantinopla en aquella época. Y murió, fue martirizado en esa batalla.

Finalmente, setecientos años después Mehmed II conquista Constantinopla (Istanbul).

La tumba de Hz. Eyüp Sultán (ra) quedó allí cubierta por los siglos, durante setecientos años.

Hz. Shamsuddin (ks) el sheikh de Mehmed II “El Conquistador”, que Allah (swt) tenga en Su gloria a ambos, era sheikh de la Bayramiya. Es decir que Mehmed II “El Conquistador” era un dervish bayrami. Y fue él quien descubrió el lugar donde fuera enterrado Hz. Eyüp Sultán (ra).

¿Por qué Hz. Eyüp Sultán (ra) es tan querido por los turcos? Por un motivo muy simple.

Cuando Hz. Muhammad (saws) es invitado a Medina y llega, todos los que lo invitaron querían que él fuera a vivir en sus casas hasta que pudiese conseguir un lugar donde pudiera vivir o le iban a construir un lugar.

Y al ver todo ese despliegue de amor y de deseos de agasajarlo, Hz. Muhammad (saws) dijo: “Les agradezco a todos esto, pero voy a establecerme en el lugar que mi camello se detenga”.

El camello comenzó a caminar entre esas casas, calles de arena, y se detuvo frente a la casa de Hz. Eyüp Sultán (ra) y allí residió Hz. Muhammad (saws) en sus comienzos de Medina.

Y esta es la importancia que tiene Hz. Eyüp Sultán (ra) para todos nosotros.

Muzzafer Efendi (ra) la noche de Laylatul Qadr se dirige con sus derviches a la tumba de Hz. Eyüp Sultán (ra) y van al cuarto de los muecins.

Mientras estaban hablando podían ver muy cerca, ellos veían a toda la gente que estaba en la mezquita y visitando la tumba, y había una cantidad enorme de mujeres que querían llegar.

Es muy tradicional entre los turcos hacer un tawaf alrededor de la tumba de los santos y luego en la mezquita hacen un par de rakats y le piden a Allahu Ta’ala lo que ellos desean.

Este hombre, un hombre grande, muy barbudo, trataba a las mujeres de una manera muy ruda. Gritaba para que se movieran, para que unas entraran y otras no.

Muzzafer Efendi (ra) lo observó unos minutos y les pidió a sus derviches que lo llevaran ante su presencia. Dos hermanos fueron y buscaron al hombre.

Ante todo, Muzzafer Efendi (ra) era un hombre de una altura bastante importante. Era grande. Tenían una voz imponente, que ustedes habrán oído en los tapes. Impresionante era verlo a Muzzafer Efendi (ra). Y más impresionante era verlo hacer el dhikr, porque parecía que todo ese peso se convertía en una pluma girando en el dhikr, cuando él giraba en el medio del círculo.

Bueno, lo llevan al hombre barbudo ante la presencia de Muzzafer Efendi (ra) y le pregunta: “¿Eres el imám de la mezquita?” Aunque él sabía que no lo era pero se lo preguntó de todos modos. Y el hombre respondió que no. Le preguntó si era muecín y el hombre dijo que no. Le preguntó una vez más: “¿Tienes un cargo especial en esta mezquita?” y el hombre respondió nuevamente que no. Muzzafer Efendi (ra) le dice: “¿Entonces por qué estás tratando a esas mujeres así?”

Le  habló de una manera muy fuerte, a tal punto, que este hombre que sea creía el centro del mundo, se desinfló y dijo: “No. Lo que sucede es que a algunas se le ve el cabello, se les cae por un costado del pañuelo o a otras se le ven las medias.” Muzzafer Efendi (ra) le dijo de todo y además: “Esas mujeres vienen a rezar. Nadie tiene derecho a echar a una persona de una mezquita o de un dergah. Si quieres retar a una persona acá nomás hay una playa muy cerca, y allí están todas las mujeres en bikini. A ésas tienes que decirles algo.” Y el hombre se fue.

Ésta es la mala interpretación de la Shari’ah, de las reglas de la Shari’ah.

Regresemos un poco en el tiempo, a Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) quien fuera sheikh, enseñó durante muchos años en Baghdad y allí dejó su cuerpo.

Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) enseñaba un modo de Tasawwuf que se denominaba “Tasawwuf sobrio”.  Pues él no permitía que nadie, en el dhikr, se dejara ir y entrara en otro estado. No lo permitía. Decía que podíamos sentir eso pero que debíamos controlarlo, para tener conciencia en todo momento de lo que estaba ocurriendo. Algo increíblemente difícil de hacer.

Finalmente, en una de sus charlas y dhikrs y demás, un derviche no podía más y empezó a gritar: “¡Allah, Allah, Allah!”.

Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) al terminar el dhikr llamó al derviche y le dijo: “La próxima vez que hagas lo que hiciste aquí no dejaré que regreses con nosotros”.

Por supuesto, el hombre se contuvo y pasó el tiempo.

Pero una vez en uno de esos dhikr no pudo más y gritó: “¡Allah!”. Y ése fue su último aliento, y allí quedó en el piso. Con ese “¡Allah!” entregó su alma al Creador.

¿Por qué estoy hablando de estos extremos? Porque en el medio existe un trabajo que debemos hacer para insha´Allah llegar a algo similar.

Ustedes recordarán esta historia de otra manera, pero el que inició a Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) en Tasawwuf fue el hermano de su madre, Hz. Sirri Al-Saqati (ks) y él tomó la responsabilidad de entrenar a Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) cuando éste contaba apenas con siete años.

Su padre murió cuando era muy joven y este tío comenzó a enseñarle.

Lo envió a las mejores escuelas, con los mejores juristas del Baghdad de aquella época. Y con el correr del tiempo él adquirió esa característica similar a la que estuve describiendo de Muzzafer Efendi (ra) y de Sefer Efendi (ra). Un carisma especial para enseñar el camino, y aquellos que lo conocían simplemente querían beber más de la sabiduría que emanaba de ese ser tan especial.

Los sheikhs, como todos los seres humanos, a veces tienen preferencias por algún derviche, hombre o mujer, más que por otros. Se sienten más cercanos con el corazón.

Así es el caso con un derviche joven de Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks).

Ustedes han oído historias similares en otras circunstancias.

Él no tenía muchos derviches. No creía en las grandes comunidades. Incluso se negó a enseñar durante muchos años, porque decía que no podía hacerlo mientras su maestro Hz. Sirri Al-Saqati (ks) estuviera vivo.

Santos vivientes, treinta de ellos, le fueron pidiendo sucesivamente que enseñara y él se negaba.

Una noche va a dormir y sueña con Hz. Muhammad (saws) quien le ordena enseñar. Él se levanta enloquecido porque Hz. Muhammad (saws) se había dirigido a él, no podía dormir y esperó a que fuera la hora del salat Al-Fayr.

Él vivía en la misma propiedad que su tío y maestro, Hz. Sirri Al-Saqati (ks) y va a hacer el salat Al-Fayr con el tío. Pero algo ocurrió.

Por un instante él pensó que cuando Hz. Muhammad (saws) se apareció en su sueño, eso indicaba que su estado espiritual era superior al de su maestro.

¿Y saben una cosa? Es muy humano que eso suceda y sucede todos los días. Nosotros jamás debemos pensar que es así.

El maestro enseña en nombre de Allahu Ta’ala. Y enseña porque Allah (swt) lo puso en ese lugar, sin el menor deseo o necesidad de crédito. Nada más.

Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) tuvo ese pensamiento. Entonces va y hace el salat Al-Fayr con su maestro. Cuando termina Hz. Sirri (ks) lo mira y le dice: “Tú, no has escuchado las palabras de tu sheikh cuando te pidió que enseñaras. No escuchaste las palabras de los treinta otros sheikhs que te pidieron que enseñaras. Tampoco las palabras de tus hermanos que te pidieron que enseñaras. Y ahora, porque Hz. Muhammad (saws) te lo ordenó, vas a hacerlo”.

Él estaba totalmente sorprendido con esta situación y dice: “¿Cómo? Si Hz. Muhammad (saws) se me apareció anoche en un sueño”. Y Hz. Sirri (ks) le dice: “Porque Allahu Ta’ala me habló a mí también y me dijo que había enviado a Hz. Muhammad (saws) a hablarte a ti”.

¡Las sutilezas del camino!

Una última historia.

Estaba su grupo de derviches y todos celaban de alguien en particular.

Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) les pide a todos que traigan pollos vivos al dergah.

Los derviches cumplen, aparecen con los pollos, incluido el derviche más jovencito. Y les dice a todos: “Esta noche voy a invitar a la gente más importante del pueblo a cenar. Vamos a hacer un guiso de pollo y arroz. Necesito que lleven los pollos a un lugar donde nadie los vea, los matan y me los traen ya desangrados para poder hacer el guiso.” Todos dijeron: “¡Eyvallah, Eyvallah, Eyvallah!” Se fueron y al rato regresan todos con los pollos muertos, menos el derviche preferido.

Entonces Hz. Junaid Al-Baghdadi (ks) le dice al joven derviche: “¿Por qué has desobedecido mi orden? ¿Por qué no has traído el pollo ya desangrado para incluirlo en el guiso?” El joven derviche responde: “¡Oh maestro, luz de mi vida! Jamás desobedecería una orden tuya. Al contrario, la obedecí totalmente”. Y le pregunta su maestro: “¿Cómo es eso?” El derviche responde: “Tú nos ordenaste que vayamos a un lugar donde nadie nos viera y matáramos a los pollos, y en todos lados donde yo miraba veía a Allahu Ta’ala. Aquí está el pollo”.

Le ruego me disculpen, estoy celoso del estado de ese derviche, y quiero y ruego para todos y cada uno de nosotros que Allah (swt) nos permita lograr ese estado de sumisión y ese “momento de luz” que mi derviche me describió en un hermosísimo e-mail, hoy. Y que ese “momento de luz” se convierta en un estado permanente para ella, quien describió ese momento, y para todos y cada uno de nosotros.

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet Hayyi Orhan Baba – Sábado 29 de Julio de 2017 – El amor. La noble Shari’ah. Hadrat Sheikh Hz. Junayd Al-Baghdadi (ks)