El Amor es la Esencia

Bismillahir Rahmanir Rahim.

Como ustedes he tenido la bendición de estar con Sami Baba y su esposa Yumna, una semana que finalizó anoche cuando los dejé en el aeropuerto. Retornaron a Turquía y han llegado hoy por la tarde a Istanbul.

Ha sido una semana intensa, llena de emociones, experiencia y lindos momentos.

Fue hermoso ver qué es lo que sucede cuando alguien puede dar, hablar y expresar amor a través  de sus acciones. Eso es lo que Sami Baba con su música y sus actos, lo mismo que Yumna, daban y entregaban en cada instante.

Ellos, sin duda, tienen esa gran enseñanza que les dejó Sefer Efendi (ra) y han dejado para todos y cada uno de ustedes sus Salams, amor y un abrazo. Y dijeron que Insha’Allah nos verán en noviembre.

El tema del amor es la esencia de nuestro camino.

Es lo que nos permite existir. Por eso ha sido creado todo esto. Y es la esencia de nuestra existencia.

Es aquello que nos atrae, nos cubre y toma posesión de nuestro ser, de manera consciente o inconsciente, no importa. Hay aquellos que lo ve, lo sienten y otros que no. Pero todos estamos sujetos a esa influencia.

Si no aceptamos que esa es la condición por la cual existimos, nuestra vida carece de objetivo, no tiene razón de estar en este mundo.

Los otros días hablamos de Hz. Rabi’ah Al-Adawiyah (ra) y hay algo que realmente me emociona e impresiona en ella: la pureza total y absoluta de su muhabbat, de su amor divino. La manera en que vivió, la manera en que enseñó.

Quiero repasar un poco el comienzo de su vida. Y esto es un regalo para todos y cada uno de ustedes, en especial para Aida.

Porque las mujeres tienen algo que es superior al hombre. Tienen muchas cosas, pero algo en especial.

Ese algo es que “dan vida”.

Ese estado potencial, realizado o no. Es decir, realizado a través del nacimiento o no.

Dicho estado les permite a las mujeres ser, espiritualmente hablando, la conexión sutil entre Ya Latif  y esta existencia terrenal.

La mujer también tiene la posibilidad de alcanzar estados espirituales muy altos, más rápidamente que el hombre. Y lo opuesto a esto es que también caen más rápidamente que el hombre.

Sin embargo, aquellas que son constantes en su búsqueda, llegan a estos que nosotros no podemos llegar siquiera a imaginar.

Así fue el caso de Hz. Rabi’ah (ra) un ejemplo para toda la humanidad.

Ella fue considerada, en muchos círculos, la primera santa sufí del Islam.

No se sabe exactamente cuándo nació, algunos dicen en el año setecientos doce de la era cristiana, otros dicen en el año setecientos diecisiete (d.C.)

Hay hechos que son reales y otros que, quizás, sean leyenda.

Lo que sí es importante es lo que sucedió al comienzo, cuando ella estaba en el vientre de la madre.

Y como les dije, recordarán, que su familia era muy pobre.

Tenía varios hermanos y hermanas, y le dieron el nombre de Rabi’ah porque fue la cuarta: el cuarto bebé en nacer en esa familia.

Así es que cierto día se habían quedado sin nada. Y la madre de Rabi’ah (ella aún no nacía) le pide al esposo que vaya a pedirle aceite al vecino. En cambio su esposo era de esos hombres que no le pedían nada a ningún ser creado.

Entonces él salió simulando que iba pedir al vecino, y regresó diciendo que no había tenido éxito. Tal fue el caso que esa noche, como muchas otras, no comieron.

Y esa misma noche su padre tiene una visión en un sueño del Profeta Muhammad (saws) que le dice: “Mañana irás a ver al emir, al gobernador de Basra y le escribirás una carta en la que le dirás que nosotros sabemos (el Profeta Muhammad hablando en plural) que él reza cien salawats todas las noches y cuatrocientas salawats durante el día, pero que como no pudo hacer eso el pasado jueves, te debe entregar cuatrocientos dinares de oro”.

El hombre al otro día se levantó, recordó el sueño, escribió la carta tal como le había sido dictada y va a ver al emir, con un poco de temor porque no sabía cómo reaccionaría este último cuando él iba con un conocimiento tan privado.

El emir no sólo le agradeció enormemente, sino que distribuyó mucho dinero entre los pobres, y le dio al padre de Rabi’ah (ra) los cuatrocientos dinares de oro.

El sueño también incluía un comentario del Profeta que revelaba que el bebé que iba a nacer sería un líder entre los demás seres humanos, y que llevaría a muchos de regreso al Creador a través de sus enseñanzas.

El emir estaba enloquecido ¿Y por qué estaba enloquecido de alegría? Porque simplemente el Profeta Muhammad (saws) había mencionado su nombre. Y para él nada más era necesario escuchar.

Hay una famosa historia de un maleante que había cometido los actos más horribles durante toda su vida.

Hacia el final de su existencia manda a llamar con su banda de ladrones y asesinos, al ‘alim, al sabio del pueblo, y lo traen ante su presencia.

El maleante le dice: “Necesito que te comuniques con el Creador y le preguntes cuál será mi destino en el Más Allá”.

Esa noche el sabio hizo istighfar, porque temía por su propia vida, y le llega la respuesta. La misma es que el maleante había cometido cosas tan horribles que el perdón total no era posible.

En el sueño le dicen lo siguiente: “Dile a ‘Ali que su destino está en el infierno”.

Al otro día regresa el ‘alim a decirle a ‘Ali lo que había escuchado. Y comienza diciendo simplemente: “El Creador me dijo que le diga a ‘Ali que…” en ese momento ‘Ali le dice: “¡Basta! ¡Detente! ¡No me digas más nada! Allah (swt) mencionó mi nombre y eso es suficiente para mí”.

Hz. Rabi’ah (ra) y sus hermanos quedaron huérfanos a una temprana edad.

En la ciudad de Basra, en aquella época, hubo una gran sequía y falta de alimentos. Fueron momentos muy difíciles. La familia fue separada, y ella fue vendida como esclava, por cinco dinares, por nada.

Así pasó años muy duros, porque la hacían trabajar en cosas extenuantes.

Sin embargo una noche, su dueño oyó una voz que le decía: “¿Por qué haces trabajar tanto a Mi sierva?” Y cuando mira hacia los aposentos de Rabi’ah (ra)  vio que ella estaba haciendo su salat. Había una luz intensísima que flotaba sobre ella. Y allí él  pudo darse cuenta de que Rabi’ah (ra) era un ser especialísimo.

Dicen que los milagros son otorgados a los Profetas como parte de su mensaje, de su estación espiritual. Pero para los santos cuando ese poder les es otorgado se trata simplemente de una prueba.

Hz. Rabi’ah (ra) ignoraba que todos los regalos que le fueron otorgados a ella estaban relacionados con la habilidad de hacer milagros.

Fue la primera que puso tanto énfasis en la unión con el Creador.

Ella no tuvo murshid como tantos otros santos: su maestro fue Allah (swt).

Cuando su dueño, el que la había comprado la liberó, ella se  fue al desierto a buscar al Creador dentro de sí misma, aún con mayor anhelo con que lo había hecho durante todos esos años de esclavitud.

Decían que pasó su vida con las mínimas posesiones: un jarrón roto, una manta de esterilla que la usaba para dormir y para rezar, su almohada que era un ladrillo y la ropa que llevaba puesta.

No permitió nunca que nada interfiriera en su contacto con el Creador.

Vivía solamente para eso.

¿Podemos nosotros siquiera imaginar a alguien ese estado? Porque quiero dejar en claro que ella no se hizo ermitaña, no se escondió en una cueva.

Ella sirvió al Creador porque enseñaba a aquellos que buscaban, realmente al Creador.

Hay muchas historias que sucedieron entre ella y Hz. Hasan Al-Basri (ks).

Hz. Hasan Al-Basri (ks) como ustedes saben está en nuestra silsila.

De acuerdo a esto, solamente cien años la separan a ella de la época en que Hz. Muhammad (saws) estuvo en este mundo.

En una de esas tantas ocasiones muchos santos quisieron casarse con ella, a lo que ella siempre se negó, entre ellos Hz. Hasan Al-Basri (ks).

Hz. Rabi’ah (ra) decía: “Me casaré con el hombre que pueda responder tres cosas:

  • ¿Qué dirá el Juez de Todos los Mundos cuando yo esté en el Más Allá? ¿Me aceptará como musulmana o no musulmana?
  • Cuando esté en la presencia de Munkar y Nakir, los dos ángeles que nos preguntarán cuando nuestra alma abandone el cuerpo. Y me pregunto si les responderé satisfactoriamente o no.
  • En el Día del Juicio Final, cuando estemos todos presentes frente al Creador, ¿En qué mano será puesto el libro de mi vida? ¿Lo pondrán en mi mano derecha o en la izquierda? Y ella misma dice, de modo concluyente, que ninguna de esas preguntas puede ser respondida por ser humano alguno”.

Y por ello no podría dedicar ni un segundo, ni un instante de su vida, a nadie que no sea el Creador.

Hago estos comentarios para que nos sirvan de guía.

La ablución del alma es la lágrima, si no hay lágrimas el agua que usamos para purificarnos exteriormente limpia sólo eso, nuestro exterior. Es obligatorio, debemos hacerlo, Allah (swt) así lo ordenó.

Mas la verdadera ablución es la del alma, y para esa ablución hacen falta las lágrimas de aquel que se arrepiente y desea ser perdonado.

Es interesante que esté diciendo esto, porque especialmente, hace veinte minutos atrás me llamó mi hermano que quiso saludarme, y me hizo recordar algunas cosas de nuestra juventud que yo las había totalmente olvidado. Cosas que no hubiera querido recordar jamás.

Este es el último relato que les hago de la historia de Hz. Rabi’ah (ra).

En una oportunidad ella se encontraba durmiendo en una casa muy humilde, y entra un ladrón que quería llevarse lo único que había allí, al costado de ella, que era un chador, con el cual se cubren las mujeres.

Lo alcanza con la mano el ladrón y quiere salir e irse con eso.

Cuando intenta salir la puerta no se abrió. Él empujaba reiteradamente y la puerta no se abría. Deja el chador en el piso, empuja nuevamente y la puerta se abre. Entonces vuelve a recoger el chador para intentar salir, y la puerta no se abre. Y así sucedió varias veces.

El ladrón oyó una voz que provenía de un rincón oscuro de la casa y que le decía: “Tú, que deseas llevar algo que no te pertenece, pero que le pertenece a un amante del Creador, ¿Tú crees que cuando ese amante duerme nadie más la vigila a ella?”

Hay una enorme cantidad de información en estos comentarios y en estas historias para aquellos de nosotros que piensan “yo hago y decido”, yo siendo cada uno de nosotros “yo esto, yo lo otro”.

Les pido que piensen en cada una de estas historias, para recordar quién realmente dirige nuestros destinos.

Ella, al final de su vida, enferma gravemente.

Uno de sus estudiantes, uno de sus discípulos la ve y le dice: “Oh Rabi’ah, sé que el Creador está allí contigo, permanentemente. Pídele que te cure.” Y ella responde: “¿Cómo podría yo, pedirle algo a Él, que no me ha otorgado? Lo que desciende sobre mí es Su voluntad, y cuando Su voluntad sea que esto ha de cambiar, así será. Y si no desea que cambie, así será”.

Por último. En otra oportunidad alguien le preguntó si ella odiaba al shaytanir rayim, y su respuesta fue: “Mi amor por el Creador me ha poseído de manera tal que no queda en mí lugar para pensar o sentir nada que no sea amor por Él”.

Ruego que el Creador nos otorgue a todos y cada uno de nosotros la habilidad para entender cómo es que todo ocurre en esta Creación. Incluyendo el acto de arrepentimiento. Porque si nos fue permitido arrepentirnos, significa que Él nos ha otorgado un regalo y, quizás, en ese instante deberíamos estar tan contentos como lo estuvo el gobernador de Basra, cuando el padre de Hz. Rabi’ah (ra) le llevó la carta, mencionando que el Profeta Muhammad (saws) lo había nombrado.

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuhu.

 

Sohbet Hayyi Orhan Baba – 10 de Mayo de 2012 – El Amor es la Esencia de nuestro camino y de nuestra existencia. Hz. Rabi’ah Al-Adawiyah (ra)