Sobre el Amor

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Mi hermano ha pedido, y encuentro esto muy interesante, que hablara del compromiso con esto que llamamos Tasawwuf e Islam. Y lo mismo me han pedido, separadamente, otras dos personas.

Mi respuesta ante estos pedidos fue que sólo puedo hablar de aquello que me llega como una especie de inspiración.

Y deseo hablarles, realmente, de lo único que sé, de lo único que me atrajo desde un primer momento a este camino: el amor.

Cuando era un adolescente, tenía como dieciséis o diecisiete años en Buenos Aires, estaba con un grupo de gente amiga, y sepan disculpar los detalles pero esto fue realmente algo muy importante porque cambió mi vida en un momento.

Siempre estuve interesado por la filosofía, especialmente por los filósofos alemanes de finales del siglo XIX, principios del siglo XX, y los conceptos que ellos tenían sobre la vida, la existencia, el tiempo.

El hermano que fui a visitar a Florida, Rodolfo es su nombre, también estaba interesado en estos temas. Por supuesto, no hablábamos de esto con nuestros amigos porque éstos estaban en otra cosa y nosotros teníamos que disimular un poco el interés por dicha filosofía.

Y un día viernes traigo una revista que se llamaba Planeta, entre ustedes, los mayores de edad quizás la hayan leído, estaba muy bien escrita y hablaba de todos estos temas.

Al abrir esa revista veo la foto de Gurdjieff, George Ivánovich Gurdjieff. Se trataba de una foto muy interesante, pues no importaba desde qué ángulo uno mirase la misma, los ojos es como que giraban y nos siguieran. No sé cómo él logró eso, aparecer así en esa foto. Inmediatamente me atrapó.

Lo interesante es que en esa revista hablaban de los derviches de Hz. Rumi (ks). Leí el artículo aunque no me detuve en él, en cambio sí en lo de Gurdjieff. Allí comenzó una búsqueda que duró muchos años, hasta que llegué a Estados Unidos.

Finalmente, luego de conocer a mi esposa y casarme, ambos decidimos buscar a un grupo que siguiera las enseñanzas de Gurdjieff, y lo encontramos. A unos dos horas y media de aquí, en auto. Hasta tal punto que nos mudamos a una granja donde vivía este grupo. En esa granja se criaban caballos árabes y también se recolectaban yerbas para vender, las que son para hacer remedios medicinales, no de las otras que andan dando vueltas por el mundo.

Un día, estando ya en esa granja y mi esposa embarazada, ambos le preguntamos a quien era el maestro, le digo: “En todo este proceso, ¿cuándo se habla del amor?” Y el maestro me respondió: “Esa no es un área que nosotros investigamos.” En ese momento una puerta se cerró para mi esposa y para mí.

Habíamos leído un libro cuyo título era “Los sufís”, de Idries Shah, habrán oído hablar de él, Allah (swt) esté complacido con su alma.

Al recibir entonces dicha contestación decidimos mudarnos. Y la búsqueda del amor como propósito de nuestra existencia fue lo que dominó nuestra vida, la de mi esposa Kevser y la mía. Así encontré en sufismo, en Tasawwuf la respuesta.

Algunos me mirarán y se preguntarán: “¿De qué está hablando?” Pero estoy hablando de que sin amor, esto que nosotros llamamos mundo, todo lo que existe alrededor nuestro no existiría, porque Allah (swt) nos creó por amor y para que pudiéramos descubrirlo a través del amor.

Sin compromiso, es decir, sin amor este camino no existe.

El ejemplo de lo que es amar debemos quizás buscarlo entre esos primeros virtuosos khalifas de Hz. Muhammad (saws).

Hace un año les hablé de este mismo tema.

La manera en la que ellos amaban a Hz. Muhammad (saws) es algo inconmensurable, algo que ni siquiera podemos llegar a imaginar.

Sin embargo Hz. Muhammad (saws) presentaba a Hz. ‘Umar (ra) como un ejemplo, y decía: “‘Umar es ghayur.” Ghayur es celos, pero de una forma muy especial. Es el tipo de celos que uno siente por el Amado y que no permite que nada más exista, sólo ese amor. Y es tan poderoso que todo lo que existe deja de existir por ese amor.

Hz. ‘Umar (ra) amaba a Hz. Muhammad (saws) de esa manera. Es el famoso estado de fana’ fi-llah en el caso de sentir eso por el Creador. Fana’ fi rasul, en el caso de Hz. ‘Umar (ra) por lo que sentía por Hz. Muhammad (saws).

Un amante suplicaba a Allah (swt): “¡Oh Allah!, cuando yo llegue a Ti haz que todos los demás sean ciegos, de manera tal que yo sea el único que pueda verte. ¡Oh Allah!, por favor, hazme ciego a mí también, así no tengo celos de mí mismo por verte, así nada me puede distraer de Ti”. Espero que entendamos la sutileza de ese rezo.

El Profeta (saws) decía: “’Umar es ghayur pero yo soy más ghayur que él, y Allah es más ghayur que toda la suma de Su creación”.

Es así como Hz. ‘Umar (ra) amaba ese camino: la conexión, Islam, estar al lado del Profeta (saws) y acercarse, a través del Profeta (saws), al Creador.

Ese estado de fana’ fi rasul no es posible a menos que tengamos ese amor por alguien, o fana’ fi-llah, si podemos llegar a tener ese amor por el Creador.

Hz. ‘Umar (ra) estaba tan absorto, totalmente absorbido por este camino, que en un momento le dice a su hijo, ‘Abdullah (ra), otro ejemplo para nosotros en el camino: “Oh ‘Abdullah, ¿cómo podrás saborear esta religión en toda su plenitud si antes no has pasado como yo y has tenido el sabor del kufur?”

Muchas veces nos enojamos con nosotros mismos, por lo que sentimos, por las cosas negativas de nuestra mente que asumimos que están mal, que no deberían suceder. Pero todo existe por un motivo, todo tiene un balance. No podemos conocer algo, si no conocemos también lo opuesto de ese algo. ¿Cómo vamos a saber lo que es el amor si alguna vez no hemos sentido odio o ira o rechazo? No podemos aprender si esos dos elementos, el sí y el no, no están en la ecuación.

Entre los nombres de Allah (swt) está Ya Latif, que es el nombre más alto de todos los nombres que le han sido otorgados a nuestra Tariqa. Quien llega a recitar Ya Latif, es porque el Sheikh se lo dio y llegó al nivel más alto. Es uno de los veintiocho nombres. Lo opuesto de Ya Latif, El Sutil, es Ya Qahhar: El Dominante, el Subyugador, El Reductor, El que tiene una fuerza irresistible.

Lo opuesto de Yalal es Yemal: Meca y Medina. Dos aspectos de este nombre que podemos apreciar, y para aquellos que hayan estado quizás lograron sentir esa diferencia al visitar ambas ciudades.

Ahora bien, todos nosotros supuestamente hemos saboreado el estado de kufur, el estado de no creencia. Pero, ¿es eso verdad?

La Yahiliyyah antes de Islam. Ustedes recordarán que era una tierra a la que llegó el Profeta Abraham (as) con su hijo Ismael (as) y la madre de éste, miles de  años antes de la época en que vivió  Hz. Muhammad (saws). Ellos construyeron la Ka’aba y llegaron con el mensaje de un Dios Único.

Todo se edificó con el correr de los tiempos. Y antes de la llegada de Hz. Muhammad (saws) a este mundo era una tierra en la cual todo valía, una tierra de libertinaje. ¿Es verdad que hemos vivido en estado de no creencia? ¿Estábamos conscientes de existir en ese estado? Estoy hablando de nosotros, y si éramos conscientes, al tomar la shahada, de comenzar el camino de retorno hacia Allah (swt), porque recuerden lo que significa Islam. El musulmán es aquel que se somete.

Pero como dijimos tantas veces, Islam no es el comienzo del camino, es el final. Porque aquel que se sometió, llegó, y si llegó se olvidó de su propia existencia. Es decir, el objetivo es Islam, sometimiento al Creador. Por ello debemos hacernos unas preguntas, ¿realmente hemos cruzado el umbral del arrepentimiento? Si hubiéramos hecho eso en lugar de buscar compromiso, como generosa y amorosamente buscan algunos que están presentes, en vez de estar en un boliche las personas deberían estar en el dergah rezando, pero eso ocurre solamente si tenemos consciencia de nuestro estado. Si la necesidad no surge, el corazón no nos envía a esos lugares.

Si rezar, si conectarnos con el Creador fuera tan importante, jamás perderíamos un rezo. Y si no podemos hacer un rezo, recordar que lo deberíamos haber hecho y cuando menos  hacer un Al-Fatiha por ello.

Si uno está en la oficina atendiendo gente, como es el trabajo de Suleyman Baba, o ustedes los que tienen shops y negocios, no pueden simplemente en occidente decir: “Cierro el negocio porque tengo que ir a rezar.” Nadie entendería todo eso.

La primera vez que estuve en Meca, en mil novecientos ochenta, luego de hacer el Hajj fuimos a Medina, y caminábamos por un lugar donde había negocios, queríamos comprar algunas cosas, pero de pronto se oyó el Adhan y comienzo a oír como toda la ciudad entera bajaba las persianas, se cerraron todos los negocios y todo el mundo a rezar. Nos dejaron ahí parados, y aunque nosotros también  fuimos a rezar, me sorprendió ese cambio, ese estado.

Para nosotros, los occidentales, no es posible tener fe si no hemos saboreado, conscientemente, kufur, ese estado de no creencia, porque el alma, el corazón necesita de lo espiritual, ese es el alimento del alma. Si esa parte no es satisfecha, aunque sea con pequeños esfuerzos, vivimos el resto de nuestra existencia como animalitos. Pero no fuimos creados para ser animales, sino para ser seres humanos.

Si no hemos realizado mentalmente, psicológicamente, emocionalmente, ese estado de no creencia, es muy difícil llegar a tener fe. ¿Por qué? Porque una vez que uno lo incorpora teme perder lo que le ha sido otorgado. Cada cosa se convierte en un tesoro. Esta es nuestra corona, la taqiyya. Para las mujeres el pañuelo verde. La combinación  de ambos forma el turbante, y es el turbante de Hz. Pir (ks). Así que cada uno tiene partes.

Alguien preguntó: “La luz de la fe, el estado de fe pura, la salvación ¿cómo es posible adquirirla?” Y el Profeta (saws) dijo: “Nosotros somos una fruta cubierta con una cáscara compuesta de cuatro capas.” La primera son los sentidos básicos: la vista, el olfato, el gusto, el tacto, el oído. Dentro de esa capa está la capa de la imaginación. Dentro de la imaginación está la capa de la inteligencia, y dentro el corazón, que coexiste con el espíritu. Viajar hacia adentro.

A Hz. Ibn Arabi (ks), ya mayor de edad, viviendo en Damasco, le preguntaron: “Oh amado padre, desde que tú has comenzado, ¿Cuántos caminos, cuántos lugares has conocido, cuánta gente? ¿Cuán difícil es? ¿Cuánto hay que viajar?” Y él les respondió: “Ustedes están equivocados, yo nunca me moví del punto de partida, aún estoy ahí.”

Hay que atravesar esas cuatro capas para saborear la nuez.

Allah (swt) dice: “Ni los cielos ni la tierra pueden contenerme pero sí habito en el corazón del creyente.” ¿Acaso estamos preparados para esa visita? ¿Hemos limpiado la casa como corresponde? Esa es la casa de Allah (swt) en nosotros y habita en cada uno.

Alguien se enamoró de una hermosísima mujer, todas estas historia tienen carácter simbólico. Y podemos usar el ejemplo opuesto también. Una mujer se enamoró de un hermoso hombre. Imagínense ustedes al hombre que más les gusta, al actor de televisión o cine que les parezca increíblemente hermoso, y visualicen que se han enamorado de ese hombre y simplemente quieren estar al lado de él o de ella.

En la historia este creyente hizo de todo para acercarse a esa mujer. Insistía, la miraba, le enviaba flores, con gente conocida le mandaba mensajes, etc.

Finalmente, después de mucho tiempo, ¿ustedes recuerdan a Sami Baba? Él cortejó durante tres años a Yumna. Yo soy testigo de eso, porque Sami Baba para ganarse el corazón de Yumna que vivía en el centro de este país, viajaba desde Turquía, llegaba aquí, a New York, y yo lo tenía que acompañar junto con mi esposa a Indianápolis, para que él pudiera hablar con ella. Tres años tardó en conquistar a Yumna.

Esta historia, en una parte, muy bien puede llegar a ser la de ellos.

Muchas veces la gente me pregunta: “Baba, ¿usted por qué quiere tanto a Suleyman Baba?”  Ante todos los derviches de Hz. Pir (ks) él nos comparó a un racimo de uvas, y dijo: “Tomé ese racimo de uvas, lo apreté  e hice jugo con ellas.” Es decir, todos somos parte de ese jugo y no hay ninguna diferencia, hay simplemente unicidad, hay uno. Dejemos eso en claro, ante todo.

Pero mi hermano Suleyman Baba es aquel que a través de los años ha recibido golpes de todo tipo, y él es como esas varas flexibles, que les pegan, van hacia un lado y regresan. He conocido pocos seres humanos con ese ejemplo de constancia. Y de esto que estoy hablando es una excepción porque no corresponde halagar a nadie, pero él es el ejemplo de constancia para todos nosotros.

Volviendo a la historia, esta bellísima persona le responde a la que lo buscaba: “¡Oh tú, que me amas sin límites, esta noche es la noche de la unión! ¡Ven hacia mí esta noche!”

Si a Suleyman Baba le hubieran dicho eso, hace diez o quince años, él habría escalado una pared de diez metros sin escaleras para poder llegar.

Cuando él llega donde ella estaba e iba a golpear la puerta un pensamiento lo detuvo, dijo: “Si ella pregunta: ‘¿Quién eres?’ Y Yo respondo: ‘Soy yo’ ella me diría: ‘¿Qué tengo que ver yo con alguien que está separado de mí que es otro?’ En ese caso ella podría llegar a decirme: ‘Yo es suficiente para ti. ¡Vete!’. Y si respondo: ‘Yo soy tú’, ella me respondería: ‘Yo ya estoy conmigo misma, y por lo tanto no te necesito a ti’”.  Totalmente descorazonado el amante se retira sin unirse con su amada. Así que va donde su Sheikh a contarle: “Oh mi Sheikh, esto es lo que sucedió.” El Sheikh le dice: “Tú imaginas imaginas que la amas, porque si la amaras y la quisieras de verdad no habría barrera en este mundo que pudiera detenerte. Habrías destrozado cualquier cosa que te separara de ella y te hubieras lanzado a sus brazos.” Insha’Allah que ese regalo nos sea otorgado a todos nosotros un día en este camino.

Hz. ‘Umar (ra) rompió todas las barreras que lo separaban de Hz. Rasulullah (saws) y llegó.

Muzaffer Efendi (ra) una vez dijo: “Si yo tuviera la autoridad para poder elegir un libro sagrado, luego del Corán i-Kerim, y por supuesto La Biblia, y los hadices de Hz. Muhammad (saws), hubiera elegido el Masnavi como libro sagrado”.

Y allí hay muchas de estas historias.

Había un joven de una extraordinaria belleza llamado Ayaz, y Hz. Rumi (ks) comparaba en las historias la belleza de Ayaz con la belleza del Profeta Yusuf (as).

Ayaz vivía en la corte de Mahmud Al-Ghazni, quien fue un personaje real, un rey, un sultán, que vivió a fines del siglo X y primera mitad del siglo XI. Reinó por espacio de treinta y tres años, desde el año novecientos noventa y siete de la era cristiana hasta el año mil treinta de la misma.

Era hijo de un soldado esclavo de origen turco, de los que provenían de Asia Central. Vivían en la parte sureste de lo que hoy en día es Irán. Durante su reinado conquistó todas las tierras de lo que actualmente es el este de Irán, Afghanistán, Pakistán y el norte de la India.

Si en aquella época gobernó durante treinta y tres años era, sin ninguna duda, alguien muy inteligente, muy capaz, posiblemente muy buen guerrero.

Un día estaba Ayaz en la corte, él lo mira y le dice: “Ayaz, dime ¿Quién es más hermoso? ¿Tú o yo?” Ayaz lo mira y le responde: “Señor, espero me disculpes, pero yo soy más hermoso que tú.” El sultán le dice: “Ayaz me tienes que explicar cómo has llegado a esa conclusión. ¿Acaso te has mirado al espejo?” Ayaz le dice: “Yo llegué a esta conclusión de otra manera. Porque los espejos mienten. Un espejo no refleja la verdad. Cuando uno se mira al espejo ve una imagen que lo mira a uno. Pero en esa imagen lo que es mi hombro izquierdo es mi hombro derecho, así que no está reflejando una realidad. El espejo miente.” Mahmud le pregunta: “¿Y a dónde vamos? Porque yo necesito una respuesta para saber cómo llegaste a la conclusión de que tú eres más hermoso que yo.” Ayaz le dice: “Señor esta verdad la encontré cuando miré en el espejo de mi corazón.” Mahmud le pregunta: “¿Cómo en el espejo de tu corazón? Explícame.” Ayaz le propone: “Vamos a mirarnos nuevamente en el espejo de nuestros corazones a ver si podemos determinar quién es el más hermoso”.

Y así pasaron unos días, y el sultán Mahmud Al-Ghazni le pregunta  a Ayaz: “Bueno, ¿cuál es la respuesta?” Ayaz le responde: “Señor discúlpeme, pero yo continúo siendo más hermoso que usted.” Tenía coraje Ayaz porque en cualquier momento podían cortarle la cabeza. Entonces el sultán le dice: “Explícame cómo es que has visto eso.” Y Ayaz explica: “Señor, yo miré en el espejo de mi corazón, y en él te vi a ti, que eres de una belleza total, indescriptible, que ninguna palabra humana podría describir, y por eso sé que yo soy más hermoso.” En otras palabras, Ayaz había desaparecido. Él se había reflejado en la imagen de este ser a quien él amaba, así como Hz. ‘Umar (ra) amaba a su Profeta (saws).

Este es el compromiso que tenemos con este camino. Eso es lo que debemos comprender.

Si un día tenemos que elegir entre el asado y el dergah, y elegimos el asado, bueno, eso sirve para mostrarnos en dónde estamos. Lo importante no es no ir al asado, lo importante es ver, es saber, lo importante es la disciplina que nos ayuda a levantarnos cada vez que nos caemos. Y para eso, cada uno de nosotros, somos la muleta del que está al lado y se cayó.

Insha’Allah esa unión que nuestras almas desean se concreten antes de que lleguemos al Más Allá.

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba

Jueves 15-01-2015