Bismillahir Rahmanir Rahim
Todas las experiencias que nos llegan nos son transmitidas por todos aquellos que han transitado este Camino de Regreso hacia Dios en vida, y lo único que podemos hacer es trabajar en nosotros mismos siguiendo las explicaciones que ellos nos dan.
Los maestros del camino han dividido al monoteísmo en cuatro etapas. Pero primero entendamos que el monoteísmo al cual ellos se refieren no es el de creer que hay un sólo Dios únicamente. Eso es un concepto intelectual, que luego se vuelve un concepto de fe, que luego se hace carne; y asumo que todos lo tenemos porque sino no estaríamos aquí reunidos hablando de Dios.
El monoteísmo al cual los maestros se refieren es aquel en el que “todo lo que no es uno” es removido de nuestro interior, y debido a esto se habla de las cuatro etapas.
La primera se produce cuando comenzamos en este camino y debemos repetir: “La ilaha illa Allah”, y uno lo repite sin convicción, sin entenderlo mucho, como si fuera un concepto vacío, muy cercano a la hipocresía, ya que estamos repitiendo algo en lo que aún no creemos.
“La ilaha illa Allah” es la llave, ya que por algún punto debemos comenzar a transitarlo.
La segunda etapa, es comenzar a repetir: “La ilaha illa Allah” con el convencimiento interior de que tiene un significado que va mas allá de un concepto intelectual que, hasta este momento, es lo que nos domina. Ese concepto intelectual lo repetimos, sale de nuestros labios, hablamos, pensamos o deseamos trabajar sobre nosotros mismos, pero no estamos motivados para llevar adelante esa convicción.
Lo hacemos o pensamos en ello cuando tenemos tiempo. Ese es el estado de la mayoría de los musulmanes en general, que en algún momento nos reunimos para recitar: “La ilaha illa Allah”, para hacer el salat, pero se nos escapa la esencia de todo esto.
Si al mismo tiempo que repetimos: “La ilaha illa Allah” practicamos los aspectos básicos de la religión, pero no hay convicción interior de ese significado o aún no es fuerte en nosotros – pese a que no quitamos mérito en su repetición – esa falta de convicción puede hacer la diferencia entre la posibilidad de un castigo eterno en el infierno, o abrirnos las puertas del Paraíso.
¡Hermosa religión la nuestra! Pero seguimos diciendo que es algo que debemos purificar y llevar más adelante.
En la tercera etapa, la etapa de la luz, en que el Nur Muhammedi empieza a brillar en nuestro interior, esa luz se convierte en lo dominante de nuestra existencia. Esto sucede cuando vamos llegando a la raíz de la existencia y al comienzo de la no existencia.
Por ejemplo, la luz rompe todas las cadenas, nada nos ata a la tierra, y no significa que dejamos de existir, sino que nuestra existencia se convierte en algo casi invisible. Si vemos chispas o luces en el firmamento, sabemos que, si sale el Sol, esas luces desparecerán en esa intensidad de la luz del ser. No son más visibles.
En el cuarto nivel, esa luz emana de una manera tan intensa que absorbe todo lo que existe, y el peregrino (nosotros) no vemos nada más. No podemos ver otra cosa. El Hajj es ir hacia la Ka’aba y cumplir, por Amor a Allah (swt), y visitarla una vez en la vida si las condiciones nos son favorables (salud, dinero, fe). Y es una obligación absoluta para cada uno de nosotros. Hablamos de esa manifestación de la luz en el cuarto nivel.
Cuando nos miramos al espejo, nuestra atención es absorbida por la imagen que aparece en el espejo, nos olvidamos en ese momento de la existencia del espejo, lo cual no significa que el espejo ha dejado de existir, no significa que la reflexión se ha convertido en el espejo o viceversa. En ese momento, estamos absortos en mirar esa imagen que está reflejada en el espejo.
En Sufismo, ese concepto, cuando por gracia de Allah (swt) llegamos a ese estado de absorción en Él, es llamado “Absorción en el monoteísmo”, porque todo desaparece, y ese es el significado real de monoteísmo: “Todo desaparece, sólo lo vemos a Él.”
El cuarto nivel es posiblemente el más difícil de todos los niveles iniciales, porque no podemos llegar a ese nivel sino es por Su Gracia y a través de Su Gracia. Es el nivel más importante, porque debemos tener la mano del maestro guiándonos en ese laberinto. Es el más difícil, y es donde mucha gente se ha extraviado. Nosotros hemos tenido la experiencia de tener a uno de estos Sheikhs. Y si hay un momento en Sufismo donde debemos tener un Maestro, es en el cuarto nivel.
De todas maneras, no debemos preocuparnos demasiado, ya que equivale a un nivel universitario cuando en realidad nos encontramos en la primaria inferior.
Algunos peregrinos en el camino espiritual alcanzan ese estado en un momento de éxtasis, otros lo alcanzan unas horas por mes, otros unas horas por semana y otros, simplemente, están en todo momento totalmente absorbidos por ese estado.
En esos estados simplemente Allah (swt) viene y nos toma de la mano, y nos lleva hacia Él. Así dicen los que saben. Allí, uno pierde conciencia de que está absorbido, de que está buscando a Dios, porque si tuviésemos conciencia indicaría que estamos aún separados. Cuando uno se funde en Dios, es cuando nuestro ser se funde en Él, y a pesar de que estamos fundidos en Él, continuamos siendo Su Creación. Eso es monoteísmo. Perder la conciencia de que estamos unidos a Él es unidad.
Allí no hay fórmula, no hay ceremonia, no hay Paraíso ni infierno, nada existe porque no tenemos mas conciencia de nuestra propia existencia. Es allí cuando “La ilaha illa Hu”, toma forma de concepto totalmente revelado. En ese momento nos convertimos en esa repetición. Nos fundimos en Él.
Esto es Tawhid, monoteísmo.
Insha’Allah que las palabras de aquellos que han transitado este camino nos sirvan de herramienta en nuestro transitar. El dergah es necesario para entender que trabajar en nosotros mismos es una tarea de paciencia, imposible de completar si no tenemos la muleta que nos permita caminar cuando estemos cojeando, cuando nos golpeemos, cuando no podamos rezar, etc. Esa muleta son los hermanos.
Los santos se han caído muchas veces, y no se sorprendan si conocen a alguno y les dice: “Me he caído setenta veces, y recién en la setenta y uno no me he caído más.” Es normal y humano caerse, pero lo importante es que nunca jamás nos desviemos del camino.
Utilicen al dergah como lo que es: un taller de trabajo, donde al mirar a otro que está a nuestro lado y vemos un defecto en esa persona (porque todavía seguimos viviendo en ese concepto de la dualidad de ellos y nosotros), recordemos que ese defecto lo vemos porque existe en nosotros. Y lo que vemos en el otro no es más que a nosotros mismos bajo las condiciones de ese defecto.
El dergah es un ambiente donde uno trabaja, y cuando uno está herido se apoya en una muleta, y esa muleta es el compañero del camino a nuestro lado. Para eso sirve el dergah. Esa es la única función que cumple.
As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh
Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Las cuatro etapas.” Sábado 4-11-2009