La Luz de la Fe

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Una mañana en un Salat Al-Fayr, apareció un hermano y, como es costumbre en las pequeñas congregaciones, se sirve té y un poco de comida, dando lugar a un espacio para preguntas. Este hermano preguntó: “¿Aquel que es musulmán, cuando alcanza la edad de la razón, debe confirmar su religión?”

A primera instancia nos provocó un poco de sorpresa, ya que eso nos recuerda los ritos de otras religiones donde uno debe confirmar su religión. Pero este hermano citó a Hz. ‘Aisha (ra), diciendo que en un momento ella afirmó su religión. Nunca había escuchado aquel comentario y tampoco me fue posible corroborar en la información que inspeccioné, en qué momento sucedió, cuáles fueron las condiciones y el motivo por el cual ella expresó esas palabras. Aparentemente, esa confirmación fue hecha en su pubertad. Nuestro hermano estaba exteriorizando algo que estaba en su corazón. Se refería a la afirmación de la fe con el corazón, que en realidad sucede al menos cinco veces al día para todo aquel que es musulmán practicante de su religión.

No debemos ni podemos olvidar que hay una Luz que nos precede y esa Luz es el Corán i-Kerim, y la Luz de los hadices del Profeta Muhammad (saws). Aquel que es creyente tiene una luz adicional a su derecha que es la Luz de la Fe, y al abrir la mano, se mezcla con la Luz del Corán y la Luz del Mensajero, el Nur Muhammadi.

Hablamos de esta Luz que fue la primera Creación de Allah (swt). De este camino con el cual tantas veces tenemos tantas dificultades, en el que tantas veces nos tropezamos y caemos, y en algunos casos no tenemos las fuerzas para levantarnos y continuar caminando, y precisamos tomar un descanso. A veces, inclusive, cometemos la estupidez de alejarnos. Tan débil es nuestra fe. Pero nada es posible en este camino hacia Allah (swt) si no tenemos en nuestro corazón amor por el Amado de Allah (saws). Sabemos que este camino no es posible si no tenemos amor por el Profeta (saws) en nuestro corazón.

Muzaffer Efendi (ra) afirma que hay dos tipos de gente: La Gente de la Felicidad y la Gente de la Miseria. Las Gentes de la Felicidad son aquellas a quienes se les ha dado el regalo de la fe. Encontraron en su corazón la afirmación de la fe y en ese momento, afirman la manifestación de la fe. Esa manifestación ocurrió, en algún momento, en otra dimensión cuando Allah (swt) preguntó a toda la Creación: “¿No soy Yo vuestro Señor?” Y todo lo creado respondió al unísono: “¡Sí!”

De acuerdo a Muzaffer Efendi (ra) existen varias características que tiene y posee la Gente de la Felicidad:

1-La Gente de la Felicidad, los creyentes, afirman y creen que la vida en el Más Allá es superior a la vida de este mundo. Están contentos con su vida diaria, son agradecidos y a pesar de estar contentos por ello, tienen ese deseo y esa ansiedad simplemente porque, como todos sabemos, la vida de este mundo es temporaria y es fugaz, es perecedera, y tiene un fin. Mientras que la vida en el Más Allá, es eterna.

2- El creyente es sincero en todos sus actos de adoración. Constantemente lee el Corán i-Kerim y lo recita de la mejor manera que puede, con su lengua y con su corazón.

3- El creyente evita todo aquello que no tiene sentido, todo aquello que es estúpido. Evita palabras innecesarias, y sin ninguna duda no participa en conversaciones en las cuales se habla de otras personas que no están presentes, con respecto a cosas de este mundo. Si no puede decir algo que vaya a ayudar y a enseñar, cierra su boca.

4- El creyente, por supuesto, realiza todas sus obligaciones espirituales, sin falta, todos los días, con calma, con humildad, en el momento correcto, y en congregación todas las veces que le sea posible.

5- Evita todo aquello que es haram y por las dudas, también aquello sobre lo que hay dudas si es haram o no. Esa actitud es tanto pública como privada, aun cuando ningún otro ser lo vea, pues sabe que hay alguien de Quien no puede escapar. Allah (swt) dice: “Si no fuera por aquellos piadosos creyentes que practican Su religión, que Lo aman y que aman a Su creación, nada hubiese crecido en esta tierra. Todo lo que existe, existe por esos seres tan particulares y tan puros”.

6- Los creyentes mantienen la compañía y la amistad de los creyentes, y se alejan de aquellos que no lo son, en todo lo posible. Sin ninguna duda, la compañía de gente que es amoral está prácticamente prohibida para aquel que cree en Allah (swt).

7- Poseer humildad, ya que la arrogancia es el estado del no creyente.

8- Tener generosidad. Todos los Profetas y Mensajeros han sido increíblemente generosos. La rama de la generosidad es una rama que desciende desde el Paraíso hacia la Tierra, y quien se tome de esa rama, la rama lo elevará y lo llevará al Paraíso.

9- Compasión hacia todo lo creado. Si nosotros tenemos compasión por todo lo creado aquí, en esta vida, los habitantes del Paraíso tendrán misericordia con nosotros cuando vayamos al Más Allá.

10- El musulmán debe tener especial cuidado en respetar y observar los derechos de los no creyentes, porque todo es la Creación de Allah (swt). Este respeto por los derechos de los demás también se extiende a los animales.

Estas son las características de los creyentes.

¿Recuerdan aquella historia que sucedió en la época del Sultán Abdullah ibn Tahir? En ese tiempo, había una banda de feroces bandidos, despiadados, que habían cruzado todas las barreras posibles hacia lo inmoral, lo perverso y lo malo.

Hubo un invierno muy duro y estos bandidos se habían refugiado en una cueva. Un día, mientras disfrutaban de los tesoros que habían obtenido, aparece una bella y hermosa joven, quien entra en la cueva para pedir ayuda. Cuando le preguntaron qué deseaba, ella respondió que era una descendiente directa del Profeta Muhammad (saws), que se había extraviado y que, al no estar preparada para soportar un frío tan intenso, deseaba, si era posible, que le dieran refugio, comida y algo de dinero para continuar su viaje. También manifestó que, al ser descendiente del Profeta (saws), tenía prohibido aceptar caridad, y sólo podía aceptar regalos. Los bandidos la escuchaban y la miraban, pero por supuesto, con intenciones muy diferentes a las que ella tenía en sus pedidos.

Al entrar en la cueva comienzan a atacarla, y la joven mujer comienza a gritar. Los gritos llegan a los oídos del jefe de la banda, quien se acerca y preguntando qué pasa, ve que los hombres estaban intentando abusar de esta mujer. El jefe los detiene y le pregunta a la mujer quién era, y ella nuevamente vuelve a explicar quién era y le cuenta sus necesidades. A todo esto, el hombre inmediatamente enrojeció y con un enojo inmenso se vuelve al grupo, diciendo: “Hasta este momento, nosotros hemos cometido toda clase de delitos, lo que quisimos lo hemos hecho, ¿pero vamos ahora a cometer uno de los más aborrecibles? ¿Vamos a abusar de un miembro de la familia del Profeta (saws), quien es nuestra única esperanza en el Más Allá, quien es el único que puede interceder por nosotros en el Mas Allá?” El jefe de los bandidos, en medio del torbellino de su vida tuvo un momento de paz, levantó a la mujer y le pidió mil disculpas por todo lo que habían hecho con ella. Le obsequió todo lo que necesitaba y la envió a un lugar donde podía estar sana y salva, de sus compañeros y del mal tiempo.

Mientras tanto, el Sultán averigua dónde se encontraba ubicado el refugio de estos bandidos y con sus tropas rodean la cueva provocando la rendición de todos ellos que, al verse totalmente cercados, deponen sus armas y se entregan. Los bandidos fueron llevados a la corte, enjuiciados rápidamente y condenados a muerte. La ejecución iba a tener lugar la mañana siguiente, luego del Salat Al-Fayr.

Aquella noche el Sultán se va a dormir, y en su sueño se le aparece el Profeta (saws), que le dice: “¡Oh, Abdullah! ¡Deja libre al jefe de la banda!” El Sultán despertó sorprendido y aterrorizado, y pensó que era un sueño del cual no estaba seguro si había sido o no real. Aunque sí sabía que aquel que sueña con el Profeta (saws), aquel que lo ve en sueños, está teniendo realmente un encuentro con él (saws), porque la figura del Profeta (saws) y la figura de una oveja son las dos formas que shaytan el maldito, no puede adoptar. Pero no estaba muy seguro y, por supuesto, le preocupaba tener que perdonar a alguien que había cometido tantos y tan terribles delitos, por lo que resuelve volver a dormir. Cierra los ojos, cae en un sueño profundo, y nuevamente se le aparece el Profeta (saws), quien le dice: “¡Oh, Abdullah! ¡Deja libre al jefe de los bandidos!” Esta vez se levantó rápidamente y sin dudar llamó a sus guardias, quienes lo llevaron donde estaban los calabozos. Luego les ordenó que el jefe de los bandidos fuera dejado en libertad. Cuando éste sale de prisión, el Sultán le preguntó qué era lo que él había hecho para tener la intercesión directa del Profeta (saws), de qué manera había logrado esto. El bandido lo escuchó, se puso a pensar, y le dijo: “¡Señor! ¡Yo solamente he cometido delitos! No recuerdo haber hecho alguna cosa buena en mi vida”, y mientras decía esto, de pronto, recuerda la situación con esta mujer descendiente de la familia del Profeta (saws) y se lo cuenta al Sultán. “Sólo esto, imagino, pudo haber causado alegría al Profeta y por lo que haya ordenado que sea liberado”. Pudo darse cuenta que un sólo hecho de bondad, de compasión por un miembro de la Familia del Profeta (saws), le había otorgado la libertad en este mundo, ¿podemos nosotros imaginar cuán maravilloso puede llegar a ser el obtener esa intercesión en el Más Allá, sin las ataduras de la carne y de nuestra pasión?

Este es nuestro camino. Lo único que necesitamos es tener mucha paciencia, anchas espaldas y, sobretodo, mucho amor. Sin olvidar que el ingrediente que cataliza y hace posible todo esto es la fe, la cual es un regalo y no puede ser adquirida, debemos preservarla simplemente obedeciendo los mandatos de Allah (swt), e imitando a Su Profeta (saws). Por lo demás, sólo podemos pedir y esperar.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca de la fe.” Viernes 1-05-2009