La Hermandad en la Tariqa

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Cuando dos personas pertenecen a una cofradía uno tiene derechos sobre el otro. Tiene derechos sobre su propiedad, sobre su persona, sobre su lengua y tiene derechos sobre su corazón. Y si no entendemos esto, no entendemos lo que es este camino.  Sin eso este camino no existe.

Los derechos que un hermano tiene sobre otro son: derecho al perdón, a sus rezos, a sinceridad, a lealtad, a ayuda y consideración.

Hay cuatro niveles de estos tipos de derechos, pero el primero de todos es el material.

Cuando a Hz. Muhammad (saws) le preguntaron cómo son dos hermanos, él respondió: “Como dos manos.” ¿Por qué usó ese ejemplo? ¿Alguno de nosotros se puede lavar una mano sin ayuda de la otra? Podemos dejar correr el agua, pero sin ninguna duda, ese lavado que hacemos con una sola mano dejando que el agua corra, agregando jabón y demás, va a ser imperfecto, porque la parte superior de la mano no la podemos tocar, necesitamos dos.

Ahora bien, ¿Por qué Hz. Muhammad (saws) usó el ejemplo de ambas manos y no el ejemplo de una mano y el pie? La razón es muy simple. Ambas manos actúan juntas así que hay un beneficio mutuo, con un objetivo en común. Así son dos hermanos.

Estas son situaciones ideales, pero no lo estoy diciendo yo, lo está diciendo nuestro Profeta Hz. Muhammad (saws).  Y si entre nosotros no sentimos que uno es la mano del otro, es decir, que entre dos hacemos cosas que son de beneficio mutuo y con el mismo objetivo, entonces no hay hermandad, o es posible que nuestro interior esté impuro.

Entiendan esto: hermandad no existe si ese objetivo en común, que incluye estos derechos que tenemos unos sobre otros, no se cumple.

Por ejemplo, la propiedad de uno. Cualquiera de ustedes tiene derecho sobre mi propiedad. Y hay tres niveles al respecto.

Si yo los trato a ustedes como esclavos, es decir que pongo las necesidades de ustedes al nivel de un siervo, de un sirviente que tengo, alguien que trabaja para mí, y doy la ayuda de lo que me sobra. Éste es el nivel más bajo de ayuda.

Obligar a alguien. Si yo los obligo a ustedes que me pidan  ayuda, sin saber yo lo que ustedes necesitan, es la manera más baja, el nivel más inferior de ese sentido de hermandad.

El segundo nivel es aquel en el cual los pongo a la misma altura que mi persona. Es decir, que yo estoy contento de que ustedes tenga derecho a lo mismo que yo. Por ejemplo, se instalan en mi casa, me piden la chequera y hacen lo que tienen que hacer.

En la época del Profeta Muhammad (saws) los menos agraciados compartían todo, incluso los más humildes, como aquellos que tenían una sola tela sobre su jelaba. Si algún hermano no tenía, el que apenas tenía una trataba de compartirla, de modo tal que le alcanzara para cubrir dos cuerpos. Uno dice: “¡Ah, qué pavada!” Sí, hasta el momento que tenemos necesidad de esa pavada.

El nivel más alto es cuando uno pone la necesidad de su hermano antes que la nuestra: todo es para él. Es el nivel del Siddiq.

En una oportunidad, en la época de Hz. An-Nuri (ks), como ocurre tantas veces en Islam, empezaron a dar malas opiniones acerca de una tariqa. Así que fueron llamados frente al ‘ulama y al sultán para ser juzgados, y la ley los encontró culpables de sacrilegio y los condenaron a todos a muerte.

Cuando estaban a punto de ejecutarlos, Hz. An-Nuri (ks), salió corriendo al ver que a uno de sus hermanos le iban a cortar la cabeza al igual que a él, y pidió: “¡No, no, no! ¡Yo quiero ser el primero!” Le preguntaron: “¿Por qué quiere ser usted el primero?” Y él respondió: “Así él puede vivir un minuto más.” Es un caso verídico.

Pienso si estuviéramos en un caso así qué haríamos.

Al final de la historia el sultán al ver eso, se dio vuelta y le dijo al ‘ulama: “¿A ustedes les parece que esta gente no representa al camino de Hz. Muhammad (saws)? Ustedes son los que están equivocados, ellos están libres.” Y los dejó ir a todos.

Segundo es atender las necesidades que tiene nuestro hermano sin que tenga que pedirlas. Por supuesto, el nivel más bajo es ayudar a alguien que lo necesita cuando tenemos mucho para compartir y esa persona pide ayuda.

El nivel más alto es ayudar  antes que la persona abra la boca, incluso antes de que esa persona sepa que tiene una necesidad, nosotros ya corremos a satisfacerla.

Un santo fue a ayudar a una persona, y esta persona muy agradecida regresó con un regalo. El santo le preguntó a esta persona: “¿Qué es eso? ¿Qué es lo que me traes? ¿Crees que yo merezco el regalo que estás haciéndome? Todo lo que hecho fue en Su nombre, por Él, por ti como manifestación de Él. Más aún, si alguna vez alguien a quien le pides ayuda te la niega lo que debes hacer es recitar los cuatro takbir que se recitan en el salat de los difuntos, y míralo como si estuviera muerto”. 

En la antigüedad los moteles que existen hoy en día, eran esas estructuras de dos pisos, con puertas que se abren a un patio en común, debido a las caravanas que colocaban a los camellos en el centro y la gente lo hacía un círculo alrededor para defender las mercaderías. Con el correr del tiempo alguien empezó a construir piezas, una alrededor de la otra.

En fin, el gran bazar de Istanbul fue eso en sus comienzos. Una parte del bazar, no todo. Las caravanas iban y venían y allí se detenían, entonces comenzó siendo un motel de dos pisos. Habitaciones arriba, una al lado de la otra. Y se abren a una galería al aire libre.

En una de esas habitaciones vivía un Sheikh y su discípulo. Al lado un borracho. Eran todos musulmanes.

Una noche el borracho se pescó tal borrachera que se equivocó de habitación. Abrió la puerta de la habitación de ellos y como no estaban vio una cama y se tiró, vomitó todo, ensució todo, y se quedó desmayado.

Más tarde llegan el discípulo y el Sheikh.  Y cuando el discípulo ve que el borracho se había acostado en la cama del Sheikh que era una colchoneta tirada en el piso, lo quería sacar a patadas afuera. El Sheikh le dijo a su discípulo: “¡No, no! ¿Acaso no ves que está enfermo? ¿A ti te parece que una persona que no está enferma haría esas cosas? Lo vamos a lavar, vamos a cambiarle sus ropas, cambiaremos la ropa de la cama y lo dejaremos dormir allí hasta que se pueda despertar”. Cuando terminaron de cambiarlo el Sheikh le pidió al discípulo: “Toma el dinero. Ve a comprarle una botella de raki.” Y el discípulo le dijo: “Mi Sheikh ¿Usted dijo raki?” El Sheikh responde: “Dije raki.” Nuevamente el discípulo replica: “Pero el raki contiene alcohol.” El Sheikh le explica: “Sé que el raki contiene alcohol y también sé que es un borracho. Ve a comprar el raki.” El otro salió y no sabía dónde podía conseguir la bebida porque estaban en una ciudad islámica. No podía comprender lo que sucedía, pensó que su Sheikh se estaba volviendo loco.

Finalmente llegó con la botella de raki, el Sheikh la puso al lado de la cama del borracho, y se acostaron a dormir.

En medio de la noche el borracho se despierta, mira el techo, ve que estaba en un cuarto con inscripciones en árabe, surahs del Corán, y dice: “Allah, Allah, me he muerto y fui al Paraíso.”  De pronto se da cuenta que no estaba en el Paraíso, estaba en la habitación de al lado, tenía su ropa limpia, y eso le causó un quebranto emocional absoluto, por la vergüenza y el arrepentimiento. Se da la vuelta y ve la botella de raki, se quedó allí sentado hasta que el Sheikh y su discípulo despertaron, y no sabía qué hacer para disculparse. Y le pidió al Sheikh: “Oh Sheikh por favor enséñame el camino de la gente de la derecha.” El Sheikh con una sonrisa lo abrazó, realizaron el bayat, y así comenzó a aprender.

Seis meses más tarde le dio el tash para enseñar.  Pero mientras todo esto ocurría el derviche, que había servido a este Sheikh, estaba cada día más furioso con todo lo que pasaba porque no entendía nada.

El Sheikh le dio el tash y le dijo: “Ahora ve a llevar la palabra de Allah a otros corazones”.

Este Sheikh fue quien hizo construir la mezquita que está ubicada en la ciudad de Edirne, en el límite con Bulgaria, del lado europeo de Turquía.

El derviche que lo había servido durante tantos años al Sheikh le dijo: “Mi Sheikh, yo no entiendo. Este hombre ensució su cama, usted me mandó a comprar raki cuando se supone que nosotros no le damos alcohol a nadie, seis meses después le da el tash lo envía a enseñar a la gente.” El Sheikh se dio vuelta y le dijo: “Sí Suleyman, lo envié a enseñar a la gente, porque cuando lo vi en la cama leí su destino y dicen que nuestro destino está escrito aquí, en la frente, para quienes tienen ojos y pueden verlo, y vi que le faltaba una botella más de alcohol para completar lo que Allah había decretado para él en toda su vida. Esa botella es la que yo compré. Eso era todo lo que él tenía en su corazón, todo lo que lo manchaba. Una vez que salió de ese ciclo y comenzó a aprender su alma era pura. En cambio tú hace veinte años que estás conmigo, hace veinte años que saco cosas del lado izquierdo y las pongo en el derecho, pero tú las vuelves a tomar del lado derecho y las pones en el izquierdo.”

En este contrato de hermandad, la tercera regla, es la de la lengua.

Quiero decirles esto para que nos entendamos. No digo que no tienen razón en algunas de las quejas que han expresado.

Me pregunto lo siguiente, si tuviera que buscar un musulmán, Sheikh o no Sheikh, sufí o no sufí, que no tuviera una falta para decir: “¡Ah!”, me pasaría el resto de mi existencia buscándolo, porque no existe.

Nosotros nos encontramos con un hermano en el camino. Nuestra responsabilidad es sonreírle, preguntarle cómo está y hablarle de cualquier cosa, sin preguntarle a dónde iba y sin decirle hacia dónde íbamos nosotros.  Hasta ese punto debemos  llegar a tener delicadeza en nuestra relación del uno con el otro. Porque quizás el hermano no nos quiera decir a dónde va, y tal vez tenga que decir una mentira. No debemos criticar a los que están cerca de él, a su familia. No debemos llevarle malas noticias, debemos tratar de no ver lo que está mal, pero esto no significa que no debamos corregir o ayudarlo a corregir algo.

Ustedes conocen la historia de Hind, quien se comió el hígado de Hz. Hamzah (ra). Luego, cuando Hz. Muhammad (saws) conquista Meca ella se hizo musulmana, junto con otro hombre que también comió del hígado de Hz. Hamzah (ra). Cuando llegó el momento del salat en congregación la gente no quería que estos entraran a la mezquita por lo que habían hecho.  Y Hz. Muhammad (saws) les dijo: “¿Qué derechos tienen ustedes a decirles si pueden o no rezar? Lo único que les pido es que no los ubiquen delante de mí o en la misma línea, porque al mirarlo recordaré a mi tío y tendré dolor en mi corazón.” En otras palabras, él no quería que nada lo distrajera al estar en la presencia de Allah (swt). Quería que todos sus pensamientos, todo su ser estuviera concentrado en su acto de adoración.

Él reconocía su humanidad, que era un ser humano, que podía fallar y que podía sentir bronca o dolor, y no quería que sucediera. Entonces les pidió, nada más, que se corrieran un poco hacia atrás.

Ellos habían cometido un acto de total irrespetuosidad, un acto de total salvajismo y, a quien seguimos, Hz. Muhammad (saws), no los rechazó.

Debemos elegir cómo continuamos.

Si no encontramos en nosotros mismos los propios defectos, esos defectos que nos permitan ser tolerantes  con los defectos de otros, es el momento ahora de recapacitar y pensar en dónde estamos y qué hemos logrado estos años.

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba