Conócete a Tí Mismo

Bismillahir Rahmanir Rahim

Hoy tenemos algunos invitados a quienes conocemos por primera vez. No sé si están interiorizados. No sé si conocen nuestro camino.

En la vida es difícil pasar veinticuatro horas diciendo sólo lo que pensamos.

Si algún día decidiéramos hacer eso tendría que ser un día en el cual el contacto con los demás seres humanos sea mínimo, y un día en que el mundo no nos atraiga y atrape.

Generalmente si no somos conscientes de nosotros mismos, nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestras acciones pueden llegar a ofender a mucha gente.

Si hacemos un análisis al final del día y recordamos todo lo que hicimos durante las horas que hemos estado despiertos, concluiremos que en general si no somos seres conscientes, seres que están presentes en el ahora, en todo momento, veremos que gran parte de nuestro día fue malgastado en conversaciones que verdaderamente no tienen mucho sentido.

En el pasado, en las escuelas de Pitágoras, en la entrada había un cartel con una inscripción que decía lo siguiente: “Conócete a ti mismo”. Y esto es lo que los historiadores nos han transmitido.

Lo que dejaron, lo que ignoraron, es que dicha inscripción decía: “Conócete a ti mismo en todo lugar”.

En otras palabras, necesitamos observarnos en todo momento y estar siempre aquí, en el presente, en el ahora.

El sufí, el dervish, es el hijo del ahora.

Cuando usamos palabras, generalmente las decimos, salen y no les prestamos mucha atención.

Pero las palabras tienen un efecto porque van con nuestra esencia hacia la o las personas hacia las cuales nos dirigimos.

Si en un momento de enojo decidimos hablar con una persona, posiblemente le transmitiremos ese enojo con nuestras palabras y nuestra esencia. Además es posible que recibamos lo mismo como todo intercambio.

Por ello, si adoptamos la actitud de estar conscientes y estar presentes, muchas de esas reacciones no existirían nunca. Porque vamos a  tener extremo cuidado, no solamente con aquello que entra en nuestras bocas como musulmanes, sino también lo que sale de esas bocas como musulmanes y como derviches.

En una oportunidad vivía una mujer muy devota, y para cosa que hacía decía: “Bismillah”, “En el nombre de Allah”.

Cuando se sentaba decía Bismillah, cuando se paraba decía Bismillah, cuando iba a tomar agua decía Bismillah, cuando iba a comer decía Bismillah, y así con todo lo que hacía.

Ella sentía dedicar cada acto a nuestro Creador.

Pero su esposo, que no tenía el mismo nivel de fe que tenía ella, se sentía un poco cansado de que su esposa dijera Bismillah para todo cuanto realizaba.

Entonces el esposo pensó: “Yo voy a enseñarle, le daré una lección”.

Así es que un día llega a su casa tras una jornada de trabajo, saca una pequeña bolsa que contenía unas monedas de oro y se la da a su esposa y le dice: “Esposa mía, por favor, toma y guárdame esto hasta que yo te lo pida. Guárdalo allí en la alacena y cuando te lo pida, por favor, me lo entregas.” Y ella le dijo: “Bismillah”. Tomó la bolsa, la colocó en la alacena y continuó haciendo sus tareas diarias.

Esa misma noche se van a dormir, y él espero a que ella estuviera totalmente dormida. Se levantó, fue hasta la alacena, sacó la bolsa con las monedas de oro, salió de su casa, la tiró en el aljibe y volvió a dormir.

A la mañana siguiente comienza el nuevo día, le esposa se levanta y empieza a decir: “Bismillah esto, Bismillah lo otro”. Y a todo esto el esposo no decía nada.

Van a hacer el salat, toman su desayuno, se prepara él para irse y le dice a su esposa: “¿Me podrías dar la bolsa con las monedas de oro que te di para que la guardes en la alacena?” Ella le dice: “Cómo no. Bismillah”. Se levanta, abre la puerta de la alacena, con la mano toma la bolsa con las monedas de oro empapadas en agua y se la entrega al esposo. Cuando recibió la bolsa, la miró, vio que estaba mojada y no tuvo más remedio que decir Bismillah con todo su ser.

Hay muchos otros ejemplos en nuestro maravilloso camino, en nuestra religión, que nos acerca al Creador. Y ése es el motivo por el cual lo estamos transitando.

Le pregunté a mi hermano Frank si era musulmán y me dijo que sí. Y cuando me dijo que sí, y lo digo en muy buen sentido, me dio un poco de envidia porque lo digo de corazón, a mí también me gustaría ser musulmán. Pero el verdadero sentido de la palabra musulmán: aquel que se ha sometido con todo su ser al Creador. Ése es mi objetivo e insha´Allah, Allah (swt) me otorgue ese regalo como se lo ha otorgado a Frank, y pueda llegar a ser aquel que se sometió. Y eso es un regalo que el Creador le otorga a quien a Él le place.

También decimos insha´Allah, tenemos que imitar a Hz. Muhammad (saws) de la manera en que él nos mostró cómo ser un musulmán.

Insha´Allah significa: “Si Allah lo desea”.

Hz. Muhammad (saws) como todos los profetas fue maltratado.

Hoy en día para todos nosotros profesar una religión, si nos parece bien lo que la gente habla, dice, compartimos, nuestro corazón está contento, vamos hacemos la shahada y comienza nuestro camino.

Tenemos que preguntarnos qué les sucedió a aquellos que trajeron ese mensaje.

A Hz. ´Isa (as) por ejemplo, fue crucificado. Sus seguidores eran arrojados a los leones.

La gente iba a los anfiteatros a ver cómo sucedía eso. Cómo los comían, cómo los mataban, cómo los destrozaban.

Ambos lados de nuestra parte animal, con una gran diferencia: el animal mata por hambre. Nosotros no matamos por hambre, pero matamos.

El faraón destruyó a la gente de Moisés (as). Luego Allah (swt) lo destruyó a él y a sus ejércitos. ¡Pero cuántos años de suplicio tuvieron que vivir bajo el dominio de los faraones, en Egipto, hasta que llegó el momento del Éxodo!

Al profeta Noé (as) le rompieron la mandíbula. A Hz. Muhammad (saws) intentaron envenenarlo.

Ustedes saben lo que les sucedió a aquellos que lo seguían, los suplicios y las torturas a los cuales los Quraysh sometían. Inimaginables hoy en día.

A él, Hz. Muhamad (saws) lo echaron de Meca, por sus actos, sus acciones, y finalmente fue bienvenido en Medina Al-Munawarah.

Ahora bien, recordemos que todos los años en el mes de Ramadán subía a la cueva donde él meditaba en Meca. Y pasaba días enteros meditando y suplicando.

Cuando llegó el momento el arcángel Gabriel (as) aparece y le dice: “¡´Iqra!”. Y recuerden que él (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah) era analfabeto de acuerdo a los estándares humanos. Y él dijo: “No puedo leer”. El arcángel Gabriel (as) le ordena nuevamente: “¡´Iqra!” Y Hz. Muhammad (saws) dice: “¿Qué es lo que debo leer?”

Esa transmisión descendió sobre un período de veintitrés años.

Y es lo que nos guía hoy en día: el Corán i-Karim, la palabra de Allahu Ta´ala y los actos (Sunnah) de Hz. Muhammad (saws).

Nosotros no podemos decir (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah) “lo hago como”… Hz. Muhammad (saws) porque no podemos hacerlo como lo hizo él.

Podemos imitar lo que él hacía, y roguemos a Allah (swt) que ÉL acepte nuestras imitaciones, y nos permita morir, cuando llegue ese momento como musulmanes.

En una oportunidad estando Hz. Muhammad (saws) todavía en Meca, los Quraysh van donde un grupo de judíos que eran considerados gente de mucho conocimiento, y les piden que piensen en tres preguntas para hacerle a Hz. Muhammad (saws) para comprobar si realmente era quien él decía, el Mensajero de Allahu Ta´ala, del Único Dios.

Recuerden que cada profeta traía un mensaje del Creador ¿por qué? Porque la gente se había desviado del mensaje que cada profeta había recibido anteriormente a ellos, ya desde Hz. Adam (as).

Habían transgredido las normas y habían adoptado a ídolos como dioses y demás.

Los ´alims judíos entonces dicen: “Bueno, háganle tres preguntas. Díganle que ustedes quieren saber cuál era el significado de la historia de los jóvenes que dejaron su pueblo. En segundo lugar pregúntenle el nombre de aquel que viajó extensamente del este al oeste.” Y finalmente la tercera pregunta que piden formular es una cuestión acerca de la que ellos mismos querían saber la respuesta. Y dicen: “Pregúntenle ¿qué es el espíritu?”

En tanto, cuando van a hacerles estas preguntas que eran para hacerle una especie de test o examen para ver si Hz. Muhammad (saws) recibía revelaciones divinas ¿no? Porque las respuestas a estos interrogantes no estaban inscriptos en algún lugar de la Arabia Saudita del siglo VII.

En fin, Hz. Muhammad (saws) estaba esperando cuando le estaban formulando estas preguntas para que alguna inspiración descendiera, y nada sucedió.

Entonces les dice a sus interlocutores: “Regresen mañana y les daré las respuestas”.  

Al día siguiente regresan y él no había recibido nada. Y les dice: “Vengan mañana”. Y así pasaron catorce días.

Finalmente, él muy preocupado, pregunta al arcángel Gabriel, Yibril (as) qué es lo que había pasado, cuál era la respuesta que él necesitaba dar. Y que debía demostrar que él estaba en contacto con el Creador y que Yibril (as) era el mensajero que llevaba las preguntas y traía las respuestas.

A todo esto Yibril (as) respondió: “Siempre has dicho que vengan mañana, que vengan mañana, que vengan mañana. Pero en ningún momento dijiste Insha´Allah. Has dicho que ibas a tener las respuestas pero nunca dijiste insha´Allah”.

Cuando Yibril (as) le dijo eso, por la noche Hz. Muhammad (saws) durmió e insha´Allah al día siguiente, cuando retornaron a verlo, él había recibido las respuestas.

La historia de los jóvenes que dejaron su pueblo es la de los “Jóvenes durmientes” de Éfeso.

Ustedes recordarán que Éfeso está en la parte asiática de Turquía. Y Éfeso competía en una época con Atenas, en todo.

Era un centro cultural, un centro de poder, y gozaba de idéntico prestigio que Atenas.

Lo que sucede es que las costumbres de las gentes de aquella época se habían desviado enormemente, de la religión que adora a un solo Dios, el Único que existe. Y tenían ídolos y dioses de esto y dioses de lo otro, y demás.

Los jóvenes mencionados creían en un solo Dios.

Por eso estos jóvenes se encierran en una cueva y se acuestan a dormir.

Ellos tenían un perro que se queda a cuidarlos. Ellos duermen por trescientos años y luego despiertan.

Allah (swt) me otorgó el regalo de poder visitar ese sitio. Se sitúa en las afueras de la ciudad de Éfeso. Lo que queda, pero es la cueva donde ellos vivieron.

Hz. Muhammad (saws) no solamente les dio esta respuesta sino también les dijo quiénes eran, cómo eran físicamente, y cómo estaban acomodados en la cueva, en los lugares en donde dormían.

Lo que queda de esa cueva hoy en día es como en la antigüedad se hacían los sarcófagos, de piedra. Con roca los hacían. Y allí durmieron estos jóvenes durante trescientos años. Y todavía están esos sarcófagos hechos de roca, dentro de la cueva.

La segunda pregunta acerca del nombre de la persona que había viajado del este al oeste que es Dhul Qarnayn, y cuando da la respuesta Hz. Muhammad (saws) no solamente le dijo lo que sabían los ´alims judíos, sino también les contó de lugares que Dhul Qarnayn había visitado en esas aventuras que ellos no conocían.

Y finalmente, la tercera respuesta, acerca del espíritu, Allah (swt) había indicado que era algo que provenía de Él y que eso era suficiente saber para el ser humano.

Dice en el Corán i-Karim: “que si todos los árboles que existen, la madera de todos los árboles que existen, si pudieran hacer con esa madera cálamos y si el agua de los siete océanos fueran tinta, y si pudiéramos escribir todo lo que el Corán i-Karim transmite, ni la madera ni la tinta nos alcanzaría”. Tal es la dimensión del Corán i-Karim.

Las palabras que salen de nuestras bocas tienen inmenso poder.

El Sheikh Muzzafer Efendi (ra) relató que uno de sus maestros era sheikh en Yugoslavia, y hablo de Yugoslavia con el nombre moderno de esa zona de los Balcanes.

Y su sheikh iba a una mezquita que había allí. En esa mezquita el imam era un ser muy puro, increíblemente devoto, y hablaba y daba consejos a los musulmanes de cómo mejorarse, cómo acercarse al Creador.

Hermano Darío, allí en Salta, la única manera de acercarse al Creador en la religión y en el camino que esté escrito en su destino para usted, es el de la entrega total. Y la entrega comienza ahora, en este momento. Ya.

Comenzó cuando llegamos a esta Tierra. Si no fuimos conscientes de ello, este es el mejor momento para comenzar.

Retomando la historia, este imam, a los que lo oían (transcurría el mes de Ramadán) les dice que cada cosa que hacían debían decir Bismillah, “En el nombre de Allah”.

Entonces el que fuera sheikh de Muzzafer Efendi (ra) dice: “Eyvallah. Yo haré lo que el imam dice”.

Y él era un hombre humilde, y la mezquita estaba al borde de un lago. Él tenía que caminar dos horas para llegar a su casa que estaba del otro lado del lago.

Es así que ese día que escucha el jutba del imam dice: “En lugar de caminar dos horas si cruzo es mucho más corta la distancia. Estaré así mucho más pronto en casa.” Y dice: “Bismillah.” Cruza el lago, mira hacia abajo y sus zapatos no se habían mojado. Dice nuevamente: “Bismillah”. Da otro paso y no se hunde.

Diciendo: “Bismillah, Bismillah, Bismillah”, llegó al otro lado con los pies secos y pudo estar con su familia mucho más rápido.

Esta historia la relató Muzzafer Efendi (ra).

Entonces al otro día se levanta muy contento para hacer el Salat Al-Fayr. Pudo dormir un poco más porque ya no tenía que hacer dos horas como antes alrededor del lago. Diciendo otra vez: “Bismillah, Bismillah, Bismillah”. Cruza el lago y llega a la mezquita para el Salat Al-Fayr. Y muy sonriente le dice al imam: “Ya imam. ¿Podría usted venir a mi casa esta noche para el iftar?” Y ustedes saben que en el mes de Ramadán si un musulmán nos invita a romper el ayuno en su casa debemos ir. El imam dice: “Cómo no. Con todo gusto”.

A todo esto el hombre va a trabajar, regresa para hacer el salat. Hacen el Salat Al-Maghreb, rompen brevemente el ayuno con dátiles y un poco de agua. El hombre le dice al imam: “Ahora vamos a casa a comer”. El imam le responde: “No, no. Dos horas es imposible. Yo debo estar aquí de vuelta para el Salat Al-Isha, no puedo ir.” El hombre insiste: “Sí. Vamos a mi casa, comemos y retornas nuevamente”. El imam dice: “Pero para ir a tu casa tardamos dos horas para ir, tenemos que comer, y tardamos dos horas más en regresar. Para el momento en que regrese sería ya la hora del Salat Al-Fayr.” El hombre dice: “No, no. Imam, vamos caminando, decimos Bismillah y en unos minutos estamos en mi casa”.

El hombre, se sonríe y le dice al imam: “Pero usted dijo que dijéramos Bismillah en todo lo que hacíamos. Si nuestra intención era sincera, nuestros deseos, de ser buenos para nosotros serían inmediatamente otorgados”.

En tanto, el hombre va con el imam hasta el lago y, este hombre, que luego fuera el sheikh de Muzzafer Efendi (ra) decía: “Bismillah, Bismillah, Bismillah”. Y empieza a caminar sobre el agua, avanza unos metro, se da la vuelta y ve que el imam se había quedado en la orilla. Así es que le dice: “¡Venga! ¡Diga Bismillah y cruce conmigo! ¡Venga! ¡Tómeme la mano! A lo que el imam dice: “No, esto no es posible. Es posible para ti, pero no así para mí”.  El hombre le dice al imam: “Bueno, no se preocupe. Súbase a mis hombros.” Y diciendo: “Bismillah, Bismillah, Bismillah”. Así cruzó el lago.

Pudo cenar, y pudo regresar a tiempo para el Salat Al-Isha.

Si lo que decimos y hacemos, lo hacemos con sinceridad, con amor por el Creador, y con el objetivo de acercarnos a Él, Allah (swt) nos otorga ese y otros regalos.

Es importantísimo conocernos, y si hacemos eso, jamás saldrá de nuestras bocas algo que pueda herir a otra persona. Lo único que saldrá es aquello que mi hermano Suleyman Baba llama “perlas”.

Insha´Allah, Baba, así sea para todos nosotros.

Una última historia y los dejo. Esto es nada más en honor de nuestro hermano Darío.

Ustedes saben que los Yerrahis tenemos unos cuantos regalos que Hz. Pir (ks) pidió para sus derviches.

Uno de ellos es la posibilidad de pedirle a Allah (swt) que cure ciertas enfermedades, la ictericia entre ellas.

Hz. Pir Nureddin Al-Yerrahi (ks), fue el santo fundador de nuestra Orden Derviche. Él vivió a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, durante un período de veinticuatro años.

Y en aquella época el sultán que reinaba era el sultán Ahmed III, y la hija del sultán había enfermado y los demás no encontraban médicos a pesar de tener los médicos más prestigiosos, los mejores.

El Imperio Otomano de aquella época eran lo que los griegos fueron, luego los Romanos, etc. Lo más avanzado, lo mejor de la civilización humana se encontraba en el Imperio Otomano, y entre ellos los médicos que se encontraban en el palacio del sultán.

Los médicos no podían curar la enfermedad que la hija del sultán padecía. Así es que el sultán lo manda a llamar a Hz. Pir (ks).

Hz. Pir (ks) llega y los médicos lo miran, y fuera de la presencia del sultán le empiezan a hacer bromas. Y le dicen con tono de burla: “¿Así que tú sabes de medicina? ¿Y qué es lo que vas a hacer?” A lo que él responde: “No, medicina no es mi fuerte.” Los médicos le dicen: “¿Y entonces qué le darás a esta niña que ya no le hayamos dado nosotros?” Hz. Pir (ks) responde: “Mencionaré el nombre de Allahu Ta´ala y soplaré diciendo Hu sobre ella. Con eso bastará para curar la enfermedad que ella padece”.

A los médicos les agarró un ataque de risa. Y decían a Hz. Pir (ks): “¿Tú crees que con las palabras basta y que con eso se curará?”

Imagínense en una reunión de argentinos lo que podría llegar a pasar en ese caso. Y eso fue lo que sucedió en el palacio del sultán.

De modo que Hz. Pir (ks) les dijo a los médicos, en tono de admonitorio: “Díganme, ustedes, asnos. ¡Ustedes no saben nada!” Al decir esto los médicos se enojaron terriblemente, estaban rojos de la ira, porque este religioso se había atrevido a insultarlos a ellos, médicos imperiales que vivían atendiendo al sultán y a su familia.

Después que dicen toda clase de cosas, Hz. Pir (ks) los mira y con una sonrisa les dice: “¿Ven? Ustedes no creen en el poder de la palabra. Yo con una palabra, llamándolos asnos a ustedes les cambió todo el metabolismo, empezaron a transpirar, la presión de la sangre subió por todos lados, la ira los dominó. Y si unas palabras de insulto logran tales cambios en vuestro cuerpos, físicamente ¿No creen que mencionando la palabra del Creador y mencionando Su nombre Hu podemos llegar a curar en el nombre de Allah lo que esa niña tiene?”

Así sucedió y la niña fue curada.

La otra frase favorita de todos los musulmanes, y de nosotros en especial, es “Lā ‘ilāha ‘illā-llāh Muhammadun Rasūlu-llāh”.

En una oportunidad el Profeta (saws) estaba en su camello con un compañero que se llamaba Mu´adh que iba sentado detrás y el Santo Profeta (saws) delante. Iban cabalgando.

El Profeta (saws) en un momento dice: “¡Ya Mu´adh!” Y el compañero responde: “Sí, Mensajero de Allah.” Responde él desde atrás. Hz. Muhammad (saws) se quedó en silencio y continuó.

Al poco tiempo Hz. Muhammad (saws) dice: “¡Ya Mu´adh!” y Mu´adh le dice: “¡Sí Mensajero de Allah! ¡A tu servicio!” Nuevamente Hz. Muhammad (saws) hace silencio y continúa.

Finalmente Hz. Muhammad (saws) dice: “¡Ya Mu´adh!”  Entonces éste responde: “¡Sí Mensajero de Allah! ¡Aquí estoy!” y Hz. Muhammad (saws) le dice: “Debes saber esto: quien diga Lā ‘ilāha ‘illā-llāh y en su interior, en silencio, repita Muhammad Rasūlu-llāh, será perdonado por todo lo que haya hecho en su vida”.

Mu´adh estaba en un momento de total éxtasis, y dice: “¡Ya Rasūlu-llāh! ¡Qué increíble noticia! ¿Puedo compartir esto con mis hermanos?” Y Hz. Muhammad (saws) le dijo: No Mu´adh, debes mantenerlo para ti. Porque si los demás empezarán a demorar sus salats o no hacerlos. Dejarán que el mundo los absorba, porque saben que si luego dicen Lā ‘ilāha ‘illā-llāh, y hacia adentro Muhammad Rasūlu-llāh, Allah (swt) los perdonará, y es mejor que eso no suceda”.

Así fue. Mu´adh guardó ese secreto, y sólo lo reveló en su lecho de muerte y así se convirtió en un hadith.

¡Dhikrullah, Dhikrullah, Dhikrullah! compañeros de camino.

Ruego que Allah (swt) en este mes, el del de Allahu Ta´ala, nos otorgue todo aquello que es mejor para nosotros.

Ustedes saben que nuestros hermanos Sefer Baba y Yemal Baba están tratando de negociar la compra de un lugar para un nuevo dergah insha´Allah en Murillo. Porque el que tenemos no es suficientemente grande.

Acabo de encontrar aquí entre mis cosas, una tela, que es la tela que cubre la Ka´bah. Me la dieron hace unos quince años, y creo que vino de parte del Imam Muhammad Siddiq (ra).

Este es la tela que cubría la Ka´bah, y todavía conserva su perfume después de quince años.

Este es un regalo para el nuevo dergah insha´Allah.  Y también tengo el trozo de un mármol de la mezquita de Meca.

Insha´Allah ese edificio se haga realidad, sea el que están tratando de obtener ahora o lo que Allah (swt) tenga destinado para nosotros en el futuro.

 

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Hayyi Orhan Baba – sábado 15-4-2017 – Conócete a ti mismo en todo momento y en todo lugar. Conócete a ti mismo y conocerás a tu SEÑOR.