Acercarse al Creador

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Como ustedes saben me gusta empezar los sohbets con alguna pequeña anécdota.

Tosun Baba (ra), quien fue mi maestro por muchos años; él comenzó este Camino en un encuentro fortuito en un tren con una mujer ya entrada en años, y estoy hablando de la década del setenta. Estaba viajando dentro de Turquía. Había tomado un tren y se encuentra con una dama de la aristocracia otomana y esta dama era derviche Mevleví, era miembro de la Orden fundada por Hz. Rumi (ks) y seguía sus enseñanzas.

Tosun Baba (ra) estaba con su esposa Yamile Baci en el tren, los tres entablan una conversación. Tosun Baba (ra) y su esposa hacía ya muchos años que formaban parte de una escuela de George Ivánovich Gurdjieff, aquí en New York. Y comienzan a hablar de todo un poco y, en fin, la dama le sugiere a Tosun Baba (ra) que vaya a Karagümrük y conozca a Muzaffer Efendi (ra). El resto de la historia ustedes la conocen.

Todo tiene una cadena. Todos ustedes y este faqir estamos en deuda con esa mujer, porque fue a través de ella que Tosun Baba (ra) conoció a Muzaffer Efendi (ra), a quien él invita, junto con los derviches y Babas del dergah de Karagümrük, a venir al dergah de New York. Y tuve la bendición de conocer a Muzaffer Efendi (ra) cuando llega a New York en enero de mil novecientos ochenta. Un par de semanas más tarde tomé mano con él. Pero al punto que quería llegar es que a esta dama de la aristocracia otomana todavía vivía en un palacete en la parte asiática de la costa del Bósforo. Eran hermosos esos lugares. No eran opulentos en absoluto, en cambio tenían una elegancia exquisita en la simpleza. Quiero hacerles saber que no eran lugares modestos tampoco, pero tenían un equilibrio muy fino, muy típico de esa cultura otomana.

Cuando fui a Istanbul Tosun Baba (ra) me invitó a quedarme en Kanlıca junto con mi esposa, y una mujer nos lleva visitar a la dama que vivía en el palacete. Tuvimos la bendición de conocerla. Cuando termina la visita Tosun Baba (ra) pide permiso, deja a Yamile Baci con ella, con esta dama, y me invita a ir a un baño turco, ahí mismo, en ese pequeño pueblo. Dicho lugar no sé cuántos cientos de años tendrá, y no están separados uno del otro, son toda una continuación. Como, por ejemplo, uno va de la Capital Federal a Vicente López, de allí sigue y está en Olivos y de allí a La Lucila, etc. No están separados, son pueblos que tienen cientos de años.

En fin, fuimos al baño turco, toda una experiencia. Quizás algunos lo han disfrutado, y a los que no han vivido esa experiencia les recomiendo que cuando vayan a Istanbul disfruten, aunque sea una vez, de estos baños turcos. Hay unos pequeños cubículos donde se deja la ropa, nos dan unas toallas para cubrirnos y vamos a los baños. Algunos tienen cientos de años, construidos todos de mármol, hay una cúpula, y en el medio hay una plataforma redonda en donde los hombres se sientan a hablar, a charlar mientras comienzan a transpirar. Luego de eso llegan unos masajistas y nos llevan a unas habitaciones donde hay muchas pequeñas piletas, cada visita se va sentando y ellos vienen con unas esponjas, jabones y demás, van pasando eso sobre la piel y es muy interesante cómo las células muertas salen como enrolladas en todo el cuerpo. De ahí se pasa a un baño, uno se ducha, deja las toallas que ya están empapadas y se pone una bata, vuelve a un cuarto donde tiene su ropa, y allí pide un té y se queda por espacio de media hora o cuarenta y cinco minutos hasta que la temperatura vuelve a la normalidad, porque si sale, luego del baño, uno puede resfriarse o enfermarse.

Es muy interesante usando esto del baño turco como analogía, quizás pensar en el Creador. Cada pensamiento, cada idea que nos llega, proviene de Él, y lo interesante es que no Lo podemos ver. Es como razonar y decir: “Bueno, ¿de dónde vienen los pensamientos? ¿de dónde vienen las ideas?”, y uno sabe que para que eso se materialice en nosotros lo que Allah (swt) nos da es la razón, y ¿podemos ver a la razón? Sin ninguna duda que no.

La razón, el espíritu, el alma, constituyen junto con el cuerpo lo que llamamos vida. Sin embargo, toda esa parte no la podemos ver, no la podemos tocar, ni podemos encontrarle un lugar, en cambio sin eso no estaríamos en este mundo. Lo mismo ocurre en ese baño turco, por eso usé la analogía del baño. Nosotros estamos en el baño transpirando, pero no hay agua en ese lugar, solamente calor. Ese calor no lo vemos, pero sabemos que está, de la misma manera que sentimos el calor de la razón, el calor del espíritu, el calor del alma en nosotros, pero no lo podemos ver ni tocar. ¿Y qué sucede? No damos cuenta de que hay calor y que el mismo proviene de algún lado. Solamente podemos ver ese calor cuando salimos del baño, nos tomamos un muy rico té al final, con la bata, relajados, tranquilos. La piel queda como cuando teníamos muy pocos años. Lo mismo para las mujeres, hay baños turcos para las mujeres también.

Uno sale del baño turco y se da vuelta y ve gente que está tirando leña en ese lugar en que las llamas calientan los mármoles donde el ser humano se sienta.

Y de la misma manera que no podemos ver el calor, sino que estábamos disfrutando de su efecto, así también no podemos ver la razón, el espíritu, el alma en este mundo, pero sí los vamos a ver en el Más Allá cuando, lamentablemente, todo lo que hayamos hecho aquí ya no pueda ser corregido.

Allah (swt) es quien invita y Allah (swt) es quien desinvita. Entre nosotros hay gente que hace muchos años, veinte años, veinticinco años en este Camino y, ¿dónde está esa gente hoy? Y si alguien se excusa diciendo: “No voy porque estoy cansado”, no debería pensar así. Debería pensar en que rezar, el acto de adoración, es lo que Allah (swt) nos pide, y es el acto más grande de devoción que podemos llegar a realizar. Y si no lo hacemos no se debe a que estamos cansados, porque tenemos sueño o porque estamos ocupados. No lo hacemos porque Él no nos permite estar en Su Presencia por algo que hemos hecho y que no es de Su agrado. Y lo más básico y lo que siempre ocurre es que nos olvidamos de Él.

¿Uno quiere acercarse al Creador? Bueno, quiero decirles que debemos mirarnos en el espejo. No hay santos entre nosotros, entre este grupo que me está mirando y escuchando a través de una pantalla electrónica y a quienes por el mismo medio también veo. Lo que hay es seres humanos que tienen una necesidad y el único camino que podemos tomar para acercarnos a Él, es el incremento continuo de adoración. Tampoco pasar veinticuatro horas rezando, porque ninguno de nosotros tiene capacidad para hacerlo de ese modo. Pero sí tenemos capacidad para acordarnos de Él diciendo: “Bismillah”. Voy a tomar esto y digo: “Bismillah”, voy a tomar lo otro y digo: “Bismillah”, voy a acariciar a un niño y digo: “Bismillah”, y así, y de a poco, lentamente nuestros parámetros de existencia cambian. Y de a poco, lentamente, no queremos regresar a ser quienes éramos antes de encontrar un camino hacia Dios.

Hablando de mí mismo me encuentro vacío, ¿y por qué me encuentro vacío?

Nuestro hermano Sefer Baba ha tenido la bendición de visitar lugares hermosos, únicos en Islam. Uno de esos lugares es la ciudad de Samarkanda, en Asia Central. Esa ha sido zona invadida por diferentes grupos constantemente. En unas de esas invasiones, en Samarkanda, esto lo relata Hz. Rumi (ks), él estaba allí. Y vio o se enteró que había una joven de una increíble belleza, en todo aspecto, físico y espiritual. Y esa joven que pasaba sus días dedicada al Creador, y dice: “¡Oh, Allah (swt)! No permitas que yo caiga en las manos de esos incrédulos.” La mayoría de los habitantes de la ciudad, incluyendo las damas de compañía de esta joven cayeron en manos de los invasores, no ella. Nadie le tocó un pelo, ni siquiera a un hombre que fuera de su familia le fue permitido verla. Eso es fe, por eso me veo vacío.

Un viejo derviche tenía un hijo, y cuando estaba creciendo le dijo: “Hijo mío, todo lo debes hacer en Nombre de Dios: ‘Bismillah, Bismillah, Bismillah.’ Incluso cuando tengas dolor, porque estás lastimado o enfermo: ‘Bismillah.’” Y así ese hijo creció.

Un día, sus padres se van, el niño tenía hambre y, antes de que éstos regresaran, el pequeño suplica: “¡Oh, Allah (swt)! Me gustaría comer un poco de guiso, si fuera posible.” Un plato de guiso apareció, su hambre fue satisfecha, y cuando los padres regresan y le dicen: “Hijo, te vemos muy contento, estábamos muy preocupados porque nos demoramos y no te hemos dejado nada para comer.” Y el niño les dice: “Padre, tú me has enseñado a tener total dependencia del Creador. Él me envió la comida.” Ustedes dirán: “No sabemos si eso es posible.” Siempre está la duda que nos queda acerca de este tipo de situaciones y si realmente ocurren.

En la “Surah Ali ‘Imram”, en el Corán i-Kerim, se habla de los padres de la Virgen María (ra): ‘Imram y Ana. Ellos querían tener descendencia, entonces Ana le pide al Creador: “¡Oh, Allah (swt)! Si me das el regalo de un descendiente te pido que a ese niño lo hagas un servidor de Tu Creación y que no permitas que sea tocado por el shaytan.” Entonces Allah (swt) les envió a la Virgen María (ra). Ana, al quedar embarazada, creyó que tendría un varón, y nació la Virgen María (ra). Pero Ana había hecho una promesa: ese niño iba a servir al Creador. Algunos de ustedes son padres, allí hay hijos, niños, y no puedo hablar por una madre y lo que ésta siente por un hijo, por un descendiente, hijo o hija, pero es algo increíble lo que sucede. Y Ana, como había hecho una promesa, llevó a la Virgen María (ra) siendo una bebé, al templo y les dijo a los sacerdotes que la dejaría allí al servicio del Creador, y la dejó y se fue. El sacerdote con más autoridad y prestigio en ese templo era Zacarías (as), quien estaba casado con la hermana de la madre de la Virgen María (ra), llamada Isabel. Cuando ven que estaba el bebé allí, Zacarías (as) pide el derecho a ocuparse de ese bebé. Y la manera en que se decidían las cosas en aquella época consistía en que cada uno tomara un pedacito de rama y lo arrojaban al agua. Aquel cuyo pedazo de rama quedaba flotando en el agua recibía el derecho y el privilegio de cuidar de esos seres dedicados a Allah (swt). Y fue la rama de Zacarías (as) la que quedó flotando, y él es elegido. Zacarías (as) es considerado en Islam como un Profeta, junto con Juan, El Bautista (as), Jesús (as) y Elías (as) en el Corán i-Kerim, en la misma línea. Era un hombre ya muy entrado en años, quería un descendiente, y le pide al Creador que por favor le otorgue el regalo de un descendiente, pero no solamente para él, sino para el servicio a la Creación de Allah (swt). Dicen que él tenía noventa y dos años y su esposa, muy entrada en años, más allá de los años en que la mujer puede traer hijos al mundo y queda embarazada. Zacarías (as) en su rezo pedía: “¡Oh, Señor! Mis huesos están en decadencia, mis cabellos están blancos, sin embargo, al hacerte este pedido quiero dejar en claro que nunca me he sentido privado de nada, pero temo por mi descendencia cuando me vaya al Más Allá, y mi esposa ya está muy entrada en años. Por eso te pido un sucesor. Él será un heredero mío y heredero de la casa de Jacob (as). Y hazlo que sea obediente contigo Señor.”

Así es que Allah (swt) envía a Juan, El Bautista (as) al mundo, descendiente de Zacarías (as) y el nombre que le da era uno que jamás había sido otorgado a otro ser humano. Allah (swt) ordena que lo llamen Yahya. Y Allah (swt) le dice: “Te damos las buenas nuevas de que Yahya descenderá al mundo y es un nombre que nunca antes le fue otorgado a nadie.”              

De acuerdo al Corán i-Kerim, Zacarías (as) fue el guardián de la Virgen María (ra). Y recuerden el pedido de la madre de María (ra) de que no fuera tocada por el shaytan. Hay un hadiz que dice que los dos únicos seres que jamás fueron tocados por el shaytan fueron la Virgen María (ra) y Hz. ‘Isa (as).

Zacarías (as) llevaba comida para el bebé todos los días al templo. Ese bebé creció y ya todos conocemos la historia de la Virgen María (ra) con el correr de los años. Pero cada vez que él llevaba comida veía que en un rincón del templo había un plato, y cuando él le preguntaba de dónde había venido esa comida, ella le decía: “La comida viene de Quien te ha creado a ti y a mí y a todo lo que existe.” Así creció la Virgen María (ra). Así, por ser un ser tan especial, pudo dar a la luz milagrosamente a un ser como ‘Isa (as), sin el contacto con ningún hombre. Eso es fe. Quien tenga menos que eso quizás se sienta tan vacío como se siente este faqir.

Y sugiero, nada más, que en los momentos (y nos va a ocurrir) en los que nuestro corazón se estreche y tengamos necesidad de dejar, o pensemos en dejar los rezos, la adoración al Creador, recordemos el ejemplo de estos seres que nos precedieron y que vinieron al mundo para mostrarnos cómo se hace, cómo debemos vivir. Y quizás podamos hacer lo que dice el Corán i-Kerim, recordar a Allah (swt) parados, sentados o recostados; porque es, después de todo, nuestra obligación como seres humanos.

 

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba “La razón, el espíritu, el alma.” Jueves 19-02-2015