La Unicidad

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Es muy interesante lo que está sucediendo en nuestro dergah, porque sin ninguna duda, Allah (swt) está escuchando lo que ustedes hacen y permite que nuestros actos de adoración sean la conexión entre nosotros y Él, pero de una manera poco común.

Cuando nosotros miramos hacia la Ka’aba, si miramos el objeto en sí es, simplemente, un rectángulo de piedra. Sin embargo Allah (swt) nos ordenó que rezáramos en esa dirección.

Y si pensamos y podemos llegar a concebir que todos los musulmanes, donde sea que se encuentren en el mundo están enfocados en ese punto, y en realidad lo que ocurre es que estamos mirándonos los unos a los otros, sin importar dónde estemos nuestras miradas se unen en ese punto que es la Ka’aba.

La Ka’aba debería ser para nosotros la cara del Creador, por supuesto no lo podemos imaginar, saber cómo Él es. Y la semana anterior, recordarán ustedes, que estábamos diciendo que es necesario para nosotros, para nuestro estado, para el lugar en que estamos de esta dimensión, que exista la dualidad para que podamos concebir la unicidad.

Cierta vez, a una mujer muy iluminada, un maestro sufí le dijo: “¿Y tú por qué rezas? ¿No ves que al rezar estás hablando de otro?” Él sabía que ella tenía una conexión muy íntima con el Creador. Y nosotros tenemos que concebir a Allah (swt) como la frase La ilāha illa lah: Nada existe sino Él.

Es decir, él le está diciendo a ella que ella ya debería estar en ese estado de unicidad. Así pues, ella con una sonrisa y muchísimo amor le dijo: “Sí, es verdad.” Dándole la razón al maestro acerca de que cuando uno reza lo está  haciendo al Creador,  hablando de dos: de Él y de nosotros.

Y la mujer continúa diciéndole al maestro sufí: “Cuando me estabas dando esta explicación he visto lágrimas en tus ojos que mojaban tu mejilla.” Él dijo: “Sí, es verdad.” Ella agrega: “¿Por qué esas lágrimas? ¿Acaso son lagrimas por ti mismo, tú te quieres a ti mismo o esas lágrimas caían porque estabas pensando en el Creador?”

Necesitamos de la multiplicidad de la Creación para concebir al Uno.

Hz. Ibn Arabi (ks) decía que Allah (swt) se manifiesta a través de los seres humanos, pero que para que esa manifestación ocurra debe existir en nosotros el lamento que dice: “Yo soy Tu siervo.”

Es decir, tenemos que tener conciencia de que somos algo creado, algo que Él creó. Ese estado, ese pensamiento en sí mismo es un rezo.

Cuando hablamos de salat nos referimos a lo más importante que existe para nosotros en los estados en los cuales nos encontramos en este momento.

Para algunos de nosotros es como decía un santo sabio cuando le preguntaron: “¿Cuándo se debe tomar ablución?” Y este sabio miró a quien le hizo la pregunta y le dijo: “¿A qué te refieres? ¿A cuando tú debes tomar ablución o a cuando yo debo hacerlo?” Quien formuló la pregunta dijo: “No, me refiero a cuando yo debo tomar ablución.” Entonces el santo sabio le explicó las condiciones en las cuales debía tomar ablución. El que preguntaba agrega: “Noté que estableciste una diferencia: “Y en tu caso, ¿cuándo debes tomar ablución?” Y el santo sabio respondió: “En cada instante en que me olvide de Él”.

Algunos de ustedes, en los últimos viajes que hicieron a Turquía, visitaron Konya, y recordarán que allí mismo vivió Hz. Rumi (ks) e inició la Orden de los Mevlevíes. También recordarán que les comenté que Hz. Pir Nureddin Al-Yerrahi (ks), nuestro Pir, el creador de la Yerrahiyya, todas las noches realizaba cien rakats. Es decir, recitaba el qunut y ya era tiempo de la oración de la mañana, salat Al-Fayr.

Hz. Rumi (ks) también rezaba todas las noches; a veces se quedaba postrado por tan largo tiempo, que cuando hacía mucho frío, en Konya, y dado que tenía una barba muy larga, quedaba pegada al piso por el mismo frío. Entonces, para poder levantarse de la prosternación, debían buscar agua caliente así podían derretir el hielo y que levante su cabeza nuevamente, Alhamdulillah.

Hay muchísimo para pensar en esa historia.

Allah (swt) ama la estabilidad y ama el compromiso.  El salat está hecho para que tengamos esa estabilidad y ese compromiso con Él.

En Sura Al-Fatiha, en el Basmalah, en la primera letra del Bismillahir Rahmanir Rahim, dicen que todos los nombres de Allah (swt) están contenidos en esa primera letra. Y dicha letra se refiere al cuerpo físico de Hz. Muhammad (saws).

Debajo de esa letra, en el punto de la ba (ﺏ) está la estación espiritual de Hz. ‘Ali (ra), y decían que el punto es el comienzo del conocimiento. A través del punto empezamos a hacer otro y otro, y comenzamos a hacer las letras y comenzamos a comunicarnos y comenzamos a transmitir sabiduría.

Cuando pronunciamos Bismillahir Rahmanir Rahim, abrimos las puertas en Sura Al-Fatiha, luego decimos: “Alhamdu Lillahi Rabbil ‘Alamin”, y uno de los tantos secretos de Sura Al-Fatiha está escondido en esta frase.

Porque nosotros comenzamos a hablarle al Creador con una alabanza: “Al-Hamd.”

En esto está implícito como un ruego, un pedido: “¡Enséñame a alabarte, Ya Allah!” y esa enseñanza nos elevará, Insha’Allah, a una estación en la cual siempre estaremos contentos, sin importar lo que nos afecta.

Si permitimos que temas del mundo nos separen de Él, Al-Hamd, deja de tener esa propiedad en nosotros.

Alabanza es un estado superior al de gratitud. Consiste en estar contentos con lo que Él nos envía: penas, dolores, problemas, recuerdos, sentimientos (muchos de ellos negativos).

El que realmente se para frente al Creador con sinceridad, con gratitud y desea alabarlo con todo su ser, con toda su esencia, se olvida de todo lo que viene; por el contrario, se siente agradecido con lo que le ocurre porque sabe que es Allah (swt) quien ha enviado eso.

Y recuerden, ahí mismo, en esa frase, el nombre con el cual Allah (swt) se presenta, Rab: el Señor, nuestro Señor.

El estado de cercanía al Señor no es algo que podemos lograr con nuestros esfuerzos. Es algo que nos es otorgado a medida que nuestro corazón se va puliendo con las alabanzas que le enviamos.

Él nos recompensa con el estado de gratitud y nos permite no saborear aquello que tiene feo gusto en la vida; por el contrario, lo cambia.

Vale decir, cuando llegamos al estado de postración es como si estuviéramos postrados en el estado de Adam (as), que corresponde al de Insan I-Kamil, el de Perfecto Ser Humano.

En ese estado el Nafs Al-Ammara, no existe, lo hemos dejado atrás en algún lado, e Insha’Allah, cuando podamos saborear algunos de esos estados a través de lo que Allah (swt) ama, como lo dije al principio, que es estabilidad y compromiso en lo que nos corresponde hacer como creyentes, como musulmanes, como derviches, que esos estados se conviertan en estaciones y podamos ver a la Creación con ojos de gratitud y libertad.

Hz. Muhammad (saws) rezó siempre, hasta el último instante de su vida. Él nunca dejó de hacerlo, y esa es, simplemente, nuestra obligación.

En la Shari’ah decimos: “Yo soy yo y Tú eres Tú”. En la Tariqa: “Yo sé que no soy nada”; pero nada más que eso. Lo sé intelectualmente. Y deseo que esa se convierta en mi estación.

Ese pensamiento, Insha’Allah, si podemos llegar a saborearlo, nos lleva a la esencia de nuestra persona, para evitar que en el Día del Juicio Final, nuestro Maestro nos vuelva a revivir y estemos presentes para ser juzgados, y nos diga: “Ustedes mintieron. Con la lengua decía que Me adoraban, pero con el resto de su cuerpo hacían lo opuesto. En lugar de acariciar al que necesitaba, le quitaban algo. En lugar de caminar a la mezquita, caminaban al bar”.

Allah (swt) nos dice que llegará un momento  en que en la Creación un rakat de namaz tendrá el mismo valor que un día de adoración de los sahabas. Tanto nos costará estar frente a Él.

Nosotros tenemos este regalo. En las mujeres el pañuelo es verde, en nosotros es así (la taqiyah). Si juntamos la taqiyah con el pañuelo verde formamos el turbante de Hz. Pir (ks). Así que estamos compartiendo esa corona.

Recordemos aquello: acariciemos a quien necesita ayuda, amemos a la Creación de Allahu Ta’ala.

Debemos entender que somos nada. Debemos entender que todo viene de Él.

En una oportunidad un sultán paseaba por su ciudad, ve a un hombre de edad  que estaba plantando una palmera, y le pregunta: “¿Para qué plantas una palmera, si para cuando dé frutos, posiblemente, no estés más en esta tierra?” El hombre ya entrado en años, le responde: “¿Así que yo debo estar entre los desagradecidos? Alguien plantó las palmeras que han producido los dátiles que yo he comido, así pues yo hago lo mismo para la Creación de Allahu Ta’la.” Al sultán le agradó la respuesta y le arrojó una bolsita de oro al hombre.

El campesino, que era por supuesto un místico, tomó la bolsita de oro y le dijo a los que miraban como plantaba: “¿Ven? Recién la planté y ya dio frutos.” Fue del agrado del sultán también esto que dijo el campesino y le arrojó otra bolsita llena de oro.  Se da vuelta el sultán y les dice a los que lo acompañaban: “Vámonos porque si sigo con este hombre me quedo sin dinero”.

Que Allah (swt) nos otorgue esa pureza de pensamiento, de manera que cuando llegue el momento de estar en el Más Allá, podamos decir: “Hicimos nuestras adoraciones con amor por Ti”.

Recuerden que cada día, en cada instante, estamos preparando nuestras valijas para el Más Allá. Y las valijas para el Más Allá tiene dos cosas: nuestras intenciones y nuestros actos, nada más. Eso es lo que estamos depositando.

Ruego que Allah (swt) acepte vuestras adoraciones y que la estación de cada uno de ustedes se transforme en algo más alto, más cercano al Creador.

Laytul Bara’a es la noche en que Allah (swt) les dice a sus ángeles todo lo que ha de suceder en los próximos doce meses en Su Creación. Anuncia quién llega, quién va a nacer, quién se va, y todo lo que sucede en la vida. Así que es un muy buen momento para estar presente con el Creador. Dicen que luego de Laylatul Qadr esta es la segunda noche más importante para todos nosotros, Insha’Allah.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

 

Sohbet Hajji Orhan Baba. “Unicidad, Salat, Tawhid.” – Sábado 28-4-2018 –