Una sola Existencia

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim.

 

Estuvimos hablando la vez anterior de la Surah Al-Fatiha, y de su significado.

Sabemos que es, esencialmente, y de una manera increíble, una conversación entre el Creador y el creyente.

Si estudiamos Al-Fatiha como debe ser estudiado vamos a descubrir que esa conversación ocurre cada vez que hacemos el salat.

Allah (swt), el Día del Juicio Final será el juez, el que dirigirá todo lo que va a suceder. Veremos la razón, la manera, en que hemos utilizados todos Sus regalos, ya sea positiva o negativamente.

Nos preguntará qué hemos hecho con estas manos, con estos pies, qué hemos cultivado en la tierra de este cuerpo. En otras palabras, cómo utilizamos eso que Él nos dio durante el tiempo que nos asignó en esta tierra.

Nos preguntará si hemos descubierto el tesoro que nos dejó escondido. El tesoro que escondió dentro de nosotros es Él.

Nos regaló para mirarlo, para descubrirlo dentro de nosotros, dos cosas: el Corán i-Kerim, y a Hz. Muhammad (saws).

Hz. Muhammad (saws) es la descripción viviente del Corán i-Kerim.

Si nosotros prestamos atención a este camino, que llamamos en su comienzo Shari’ah, la parte de la religión en sí, la Tariqa (el camino sufí) y Haqiqa, la Verdad Divina, vemos que son tres aspectos de este camino que están escondidos dentro de Al-Fatiha.

Bueno, ¿cómo se representa la Shari’ah dentro de Al-Fatiha? Entonces decimos: “Sólo a Ti te adoramos.” Sin embargo, al decir eso estamos manifestando que existen dos: Él y nosotros, pues nosotros lo adoramos a Él.

Entonces ahí está Él y aquí estoy yo. Es decir, lo adoramos con nuestro nafs, con nuestro ego, que nos impulsa a creer que nosotros existimos de una manera separada del Creador.

Estar en la Tariqa significa los siguiente: cuando estoy solo y no existo. Es decir, yo no soy nada, yo hago mi trabajo de servir a Su Creación, simplemente, por amor y porque entiendo que hay una sola existencia, y esa es la existencia del Creador. Ése es el significado de La ilaha ila Allah. ¿Cuántas veces repetimos eso? Y cuando lo repetimos ¿estamos conscientes de lo que significa? ¿o tomamos el tasbih y repetimos La ilaha ila Allah para cumplir con lo que se nos ha dado?

El derviche es hijo del momento, del ahora, y tenemos que estar conscientes de ese ahora, de este momento, de lo que nos rodea, e Insha’Allah, llegar a ver todo lo que está alrededor nuestro y no ver nada más que a Él.

Cuando llegamos a ese momento en el cual nada más que Él existe, estaremos en la tercera estación de Haqiqa, de la Verdad Divina.

No podemos imaginar al Creador, nuestro intelecto no posee esa capacidad. Lo que podemos hacer es imaginar una figura o algo. Y no podemos, de ninguna manera, identificar a Allah (swt) con nada de lo creado. Él es Eterno, está más allá de esos conceptos.

Hz. Ibn Arabi (ks) decía que la lengua es la representante de todos los elementos que componen nuestro cuerpo. La lengua es la vocera, la que habla, la que describe al ser que la contiene.

Así pues, Allah (swt) si ve que no somos sinceros en nuestras devociones, si ve que no somos conscientes de estar en Su presencia cuando lo adoramos, nos preguntará: “Sí lengua, tú dices que me adoras a Mí, me envías tus alabanzas, pero el cuerpo en el cual vives, las manos, no ayudan al necesitado. Los pies no están en el camino correcto, los ojos miran y observan aquello que no deben. Entonces, oh lengua, o tú estás mintiendo o tú quieres representar algo que desearías que así fuera.” Todo esto va a suceder en el Día del Juicio Final.

Y esto me recuerda a una historia, que se encuentra en uno de los libros que tenemos publicados, y Muzaffer Efendi (ra) siempre la contaba.

Cuando al shaytan Iblis se le ordena que se postre ante la forma humana de Hz. Adam (as), se negó. Y dijo: “No. Yo soy superior a él, ¿por qué me voy a postrar? Él está hecho de arcilla y yo estoy hecho de fuego.” No conforme con todo esto, luego siguió hablando. Allah (swt) lo había expulsado del Paraíso. Iblis continuó diciendo: “La culpa sigue sin ser mía (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah), porque si Tú no hubieras querido que yo hiciera esto, yo no la habría hecho.” ¿Y nosotros no hacemos lo mismo que Iblis, cuando culpamos a otros de nuestros errores o de nuestros problemas?

Esta historia la relató Muzaffer Efendi (ra). En una ciudad, un pueblo, había un joven que era increíblemente devoto.

El diablo quería, de alguna manera, atraparlo y convertirlo en su discípulo. Y pensaba: “¿Cómo hago?” Y recuerda que en ese pueblo existía una vieja arpía que era de lo más malo, de lo más malo que podía llegar a existir.

A esa vieja arpía la gente le tenía miedo, la evitaba. Entonces el diablo la visita y ella le dice: “¿Así que tú quieres que ese joven se convierta en tu discípulo? Yo te puedo ayudar, pero quiero algo a cambio.” El diablo le preguntó: “¿Qué es lo que quieres?” La vieja arpía le dice: “Quiero un par de zapatos rojos”. El diablo la miró, y le dijo: “Sí, por supuesto. Hecho”.

Entonces, el joven que iba continuamente, para cada uno de sus rezos a la mezquita, al finalizar se va y se encuentra con la vieja arpía, quien lo veía venir. Así que suelta algunas de sus gallinas (ella tenía varias gallinas), sale corriendo y le dice al joven: “¡Por favor, Por favor! Ayúdame, dame una mano, ayúdame a juntar las gallinas que se me han escapado.” El joven le dice: “Sí, cómo no señora.” Así que van y juntan las gallinas, las llevan adonde debían estar. Ella lo empieza a alabar: “Tú eres un joven muy devoto, muy puro, en tus devociones, etc.” El joven la miraba y le sonreía. Ya estaba a punto de irse, y la vieja le dice: “Necesitaría pedirte un favor más.” El joven accede a su pedido nuevamente, y la vieja le dice: “Arriba tengo una hija que está muy enferma, y estoy segura de que, si tú subes y rezas por ella, se curará.” El joven dice: “Cómo no. Con todo gusto.” Así pues, va el joven a la habitación de arriba, entra y queda boquiabierto al ver a una muchacha joven, hermosísima. La vieja, mientras tanto, subió, le echó cerrojo a la puerta, de manera que él no pudiera salir. Y desde afuera de la habitación le dice al joven: “Tienes tres opciones. Hay una botella de vino, el mejor que se pudiera llegar a conseguir. Había un bebé en una cuna. Y estaba la hermosa muchacha durmiendo. Tienes que tomar el vino, matar al bebé o violar a mi hija.” El joven dijo: “No, no voy a hacer nada de todo eso.” Y la vieja arpía le dice: “Si no haces algo de todo eso, saldré y gritaré a los vecinos que te has metido en mi casa para violar a mi hija, y que estás a punto de hacerlo.” En tanto, el joven se quedó pensando: “¿Cómo hago para salir de esto?”

Finalmente, el joven dijo: “Bueno, de todas estas opciones, la menos complicada es tomar el vino.” Fue y se tomó todo el litro de vino. Se emborrachó. Al emborracharse miró a la joven, le parecía aún más hermosa que antes, hizo lo que no debía. El bebé al oír los gritos de la mujer, se levantó, empezó a llorar, y el joven le pegó un manotazo y lo mató.

La vieja arpía sabiendo lo que sucedió, empezó a los gritos, salieron todos los vecinos, buscaron al joven y lo ahorcaron, por borracho, violador y asesino.

El shaytan llegó bastante más tarde, luego de todo lo sucedido, con los zapatos rojos que le había pedido la vieja arpía, atados a la punta de un palo, y le dice a ella: “¡Toma, toma, toma! Ahí están tus zapatos. No quiero que te acerques ni un metro más hacia mí”.

Ustedes dirán: “¿Qué tiene que ver todo esto con la historia?” Tiene que ver con el aspecto de que el ser humano tiene la capacidad para ambas cosas: ser discípulo del diablo o ser discípulo del Profeta (saws).

Cuando nosotros hemos recitado Al-Fatiha, y estamos allí arrodillados, nos toca continuar recitando unas frases más, el verdadero creyente dice: “Allah (swt) me debes mantener en el camino correcto”.

Hz. Muhammad (saws) decía que, cuando uno termina de rezar y se queda arrodillado diciendo los últimos saludos al Profeta (saws), en ese momento no había ninguna separación entre él y el Creador. Está hablando de su Mi’raj, está hablando del momento en que él estaba frente a Allah (swt). Y esa experiencia la llevó todo el resto de su vida en esta tierra.

Insha’Allah, que todos y cada uno de nosotros, podamos llegar a encontrar esa unión con Allahu Ta’ala.

Los rezos que continúan luego de recitar Al-Fatiha, tienen el significado místico de llevar a la experiencia de todo el cuerpo, de todo nuestro ser, el estar frente a Él.

Allah (swt) sin hablar nos pregunta: “Te he traído al mundo, te he dado intelecto, ¿qué es lo que tú me has traído a Mí?”   

Hz. Rumi (ks) (por eso estoy hablando de algunas de esas frases de ese libro, porque han inspirado a muchos a través de los siglos), interpreta eso de la siguiente manera: “Adónde y por quién has derramado lágrimas? ¿cómo has pasado tu vida? ¿qué has hecho con tu vida? Te he dado manos y pies para que plantes semillas en la tierra de este cuerpo, en la arcilla de la cual estás hecho, ¿y qué has cosechado en los años que has estado en la tierra?” En respuesta a eso nosotros decimos: “Subhana Rabbi Al-‘Adhim, Subhana Rabbi Al-‘Adhim, Subhana Rabbi Al-‘Adhim”.

Con la primera repetición decimos que Allah (swt) estás más allá de los atributos que le son dados. Con la segunda decimos que Allah (swt) está más allá de todo lo que nosotros podemos llegar a concebir sobre Su presencia, sobre Sus manifestaciones. Y con la tercera decimos que no hay nada que se compare, y que no hay nada que sea diferente a Él en Su Creación, porque Él es todo.

Al oír esto el Creador nos ordena: “¡Párate!” y de la postura de ruku nos volvemos a parar. Estamos en la forma de Adam (as), la forma erecta, en la presencia del Creador, y decimos: “Rabbana Lakal Hamd.” Es decir: “Todas las alabanzas son sólo para Ti, Oh Allah”.

Pero es tan poderosa esa frase que, Él nos ordena que hagamos la postración, y recitemos: “Subhana Rabbi Al-‘Ala”. Es decir: “Todas las alabanzas son para nuestro Señor, Elevadísimo”.

Nuevamente, la primera repetición es anunciando lo incomparable que es el Creador, no podemos imaginarlo, no podemos compararlo con Su Creación, está más allá de todo eso. En la segunda decimos que Él está más allá de toda la belleza que nosotros podemos llegar a imaginar. Y en la tercera decimos que Él está más allá de todo lo que nosotros podemos llegar a comprender.

Es un estado de devoción altísimo. Si pudiéramos tener conciencia de lo que estamos recitando y por qué lo estamos haciendo. Es maravilloso.

El resto de los rezos, como les dije antes, son salawats para el Profeta (saws) y agradecimiento, porque a través de él nosotros hemos recibido el Corán i-Kerim y este camino ha sido trazado para nosotros.

Les ruego que, en la medida de lo que puedan, practiquen eso que he dicho tantas veces, acerca de vaciar nuestro interior, aunque sea antes de rezar, antes de hacer el dhikr, antes de hacer el salat, antes de recitar el tasbih, antes de leer el Corán i-Kerim. Vaciarse del mundo, sacarlo, en un momento de meditación, ya que nos demos cuenta o no, tengamos conciencia o no, porque estamos haciendo lo que Él nos ordenó. Y si pudiéramos, simplemente, pensar: “Allah estoy en Tu presencia. Rabbana Lakal Hamd”; cuán diferentes serían nuestros rezos, y correríamos a hacerlos. Entonces el Día del Juicio Final, quizás tengamos menos cosas negativas que reportar, Insha’Allah.

Es mi deseo, y ruego que así nos sea otorgado, Insha’Allah.

Que el usul y el dhikr que hayan hecho o vayan a hacer sea aceptado, y que Allah (swt) continúe elevándolos. Ya nos ha bendecido con este camino, el camino de la Tariqa, el camino de la Shari’ah.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. Sábado 26-1-2019