Sohbet Sheikh Orhan Baba – Sábado 24-09-2016 – La historia de Jalamudin y Hadrat Al-Khidr (as)

Bismillahir Rahmanir Rahim.

Quisiera relatarles una historia, si me permiten.

En Afganistán tocan un instrumento llamado rabab, similar al laúd. Un instrumento de cuerdas, de forma redondeada, pero en este caso rabab tiene una parte con cuerdas bien largas y produce un sonido muy dulce.

Ustedes saben que muchos instrumentos orientales tienen una media octava más. Suena de una manera increíble a nuestros oídos.

El músico de esta historia se llamaba Jalamudin, y era depresivo por naturaleza, tenía ese tipo de personalidad.

Su guía, su consejero espiritual, le decía que debía rezar. Pero claro, es difícil comprender eso ¿no es cierto?

Los musulmanes debemos rezar cinco veces por día, y si hacemos únicamente los fards del salat, en las dieciséis horas que aproximadamente estamos despiertos, los cinco rezos pueden llegar a sumar, entre todos, veinte minutos. Pero si es tan simple, ¿por qué no los podemos hacer? ¿Por qué cuando llega el momento de rezar encontramos mil razones para demorarlo o, para simplemente, no hacerlo?

Jalamudin tenía ese problema. Él pensaba: “¿Por qué voy a andar diciendo todo el tiempo Allah, Allah, Allah? ¿Para qué?” Y una noche estaba particularmente deprimido y empezó con eso de: “¡Allah, Allah, Allah!” hasta que empezó a llorar, como muchas veces, estoy seguro, nos ocurre a nosotros en ciertos momentos de nuestras vidas. Y es hermoso que eso ocurra, porque la lágrima es la ablución del alma. Es la única manera en que el alma puede tomar ablución.

Y Jalamudin estaba llorando, hasta que sus labios se tornaron morados de tanto decir: “¡Allah, Allah, Allah!” De pronto se le apareció el diablo. Y le dijo: “¿Por qué no dejas de hacer ese sonido? ¿Qué estás diciendo? ¿Qué te pasa? ¿Qué es lo que quieres lograr? ¿Acaso cuando dices Allah, Allah, Allah oíste que te diga ‘aquí estoy’?” Jalamudin dijo: “No”.  El diablo replicó: “¡Entonces idiota estás rezando a algo que no existe! (¡A´udhu billahi minash shaytanir rayim!) ¿Por qué estás malgastando tu aliento, tu saliva y tu tiempo y todos tus esfuerzos? ¡Deja de hacer todo eso!”

El otro entendió lo que le decía el diablo, y en ese momento de depresión estuvo de acuerdo, y dejó de rezar.  Miró para todos lados y estaba solo en la habitación. Totalmente deprimido, sumido en sus pensamientos, se quedó dormido.

De pronto se despierta en un sueño que estaba teniendo. Quería  moverse y no podía, debido a unas cadenas muy pesadas que estaban atadas a sus piernas. Y dijo: “Estoy increíblemente sediento, necesito tomar agua”. A pesar de las cadenas se puso de pie, salió y fue hasta donde se hallaba una vertiente muy pura, muy fría, hermosa, que corría cerca de su casa. Aunque quería tomar agua y no podía, porque además de las cadenas en sus piernas tenía otra cadena, atado a ésas, que le habían atado a su lengua y labios. No podía hacer absolutamente nada. En tanto vio su reflejo en el espejo del agua, y por supuesto, comenzó a llorar nuevamente.

Estaba llorando y ve una figura, proveniente de lo invisible, que comienza a formarse en esta dimensión de materia. Y era un hombre alto, con una hermosa barba, llevaba puesta una capa, y Jalamudin lo mira y lo reconoce, era Al-Khidr (as). Todos ustedes imagino que saben quién es Al-Khidr (as) “El verde”, es un Profeta que ha vivido por muchísimo tiempo.

Entonces Al-Khidr (as) le pregunta a Jalamudin: “¿Por qué te has quedado dormido sin hacer tu salat?” Jalamudin quería responder pero no podía, pues estaba amarrado con las cadenas, como a veces estamos nosotros cuando queremos decir cosas que carecen de sentido. Y a pesar de las cadenas lograba apenas articular costosamente las palabras, y responde: “¡Cada vez que digo Allah, Él nunca me responde: ‘Aquí estoy’!” Al-Khidr (as) lo miró muy enojado y dijo: “A´udhu billahi minash shaytanir rayim ¿Acaso no has leído lo que Allah nos dice?¿Acaso no has leído lo que Él dice? que Cada vez que dices Allah, tú dices Allah porque yo te permito hacerlo, porque yo te invito a que menciones Mi nombre y paralelamente a ese Allah se encuentra ‘Aquí estoy’. ¡Lo estás diciendo porque lo permito, porque es mi invitación, que menciones mi nombre!”

Ahora bien, si nosotros no creemos en estas cosas, vamos a encontrar mil razones para no hacer el salat: un partido de fútbol que no podemos perder, un match de tenis que es único, o esas novelitas, como la que se llama “Narcos” que están haciendo furor, con respecto a esas familias de Colombia. ¡Claro, hay que ver todas esas cosas! ¡No hay que rezar!

Prosiguiendo con la historia, Jalamudin empezó a entender, y demostraba con gestos que estaba muy desesperado por tomar agua. Al- Khidr (as) le dice: “Ya sé, ya sé que estás muy sediento y demás. Pero te voy a contar una historia”. En su sueño, Jalamudin no tenía otra opción, y se sienta a escuchar la historia.

Al-Khidr (as) comienza entonces su relato: “La historia trata de un hombre que estaba preso. Se encontraba así, cerca de una pared muy alta, de la cual no podía bajar ni podía moverse, no podía ir a ningún lado. Y él veía, oía desde allá lejos una hermosa corriente de agua, que corría pero el hombre no podía calmar su sed. Y decía: “¿Cómo haré para calmar mi sed?” y Jalamudin empezó a agitarse y exclamaba, amordazado como estaba: “¡Ésa es mi historia! ¡Ésa es mi historia!” Al-Khidr (as) ignoró esos gestos y le dijo: “En un momento el hombre desesperado por la sed, y queriendo tomar de esa vertiente, tocó la pared y encontró que un ladrillo estaba flojo, entonces tomó el ladrillo y lo arrojó a la vertiente. El sonido del agua era como mil de esos rabab, como mil de esos instrumentos musicales que pasaban por sus oídos. Su sed se incrementó pensando en cuán delicioso sería beber de esa fuente”.

Ésa fuente, para todos nosotros, está a la vuelta de nuestra casa.

Jalamudin continuaba con la boca medio cerrada. En su desesperación el prisionero que estaba arriba de la pared, pensó muchas veces en tirarse y suicidarse, pero tomó otro ladrillo y lo tiró. De pronto empezó a sacar ladrillos, los tiraba, y por supuesto, la pared comenzó a decrecer en altura. Y continuó arrojando ladrillos. A la vez que pensaba y oía todo eso, sentía el sonido del agua que cada vez estaba más cerca de sus oídos, como esos instrumentos, vuelvo a repetir, sonidos como del rabab o como el laúd, con una suavidad, con un mensaje que estaba más allá de las palabras.

Al-Khidr (as) continuaba describiendo toda esta historia, y le decía a Jalamudin que el sonido del agua era similar al de la lluvia en el desierto, como el ruido de llaves para un prisionero. Y Jalamudin escuchando la historia estaba cada vez más desesperado, a todo esto Al-Khidr (as) lo mira y le dice: “Jalamudin, la llave es el salat, pero no el que dices con tus labios y con tu lengua. Es el salat del cual el mensaje proviene del corazón. Es decir, cuando rezas con ambas cosas, ese mensaje llega a Allahu Ta´ala. Y Él está, lo digas solamente con los labios o con el corazón. Cuando dices ¡Allah! es porque Él nos permite mencionar su nombre”. Al-Khidr (as) dijo esto y desapareció.

Jalamudin se arrodilló y empezó a decir: “¡Allah!” y cuando dijo “¡Allah!” los ganchos de su boca desaparecieron, las cadenas también: estaba libre. Libre de sí mismo, libre de la prisión que él había construido alrededor de su ser. Y eso es para todos y cada uno de nosotros, y si no creen eso comiencen a ver, comiencen a pensar, comiencen a meditar sobre todas esas barreras que nos ponemos. Y la solución es muy simple: una ablución, salat con la boca y con el corazón.

Se terminó el sueño y Jalamudin se despierta, era muy temprano en la mañana y ya se apreciaba la claridad del sol asomándose, salió de su casa y fue donde esa vertiente que corría tan cerca, tomó la ablución y comenzó a hacer su salat.

Ruego que el salat, si les queda algún salat por recitar o el que tengan que hacer mañana o el dhikr, abran esas puertas para todos nosotros insha´Allah.

 As Salam ´alaykum wa rahmatullahi wa barakatuhu.