Sobre este mundo y el Más Allá

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

El derviche trabaja para este mundo como si fuese a morir mañana, y trabaja para el Más Allá como si fuese a vivir eternamente.

Este mundo es temporal, dura poco. Si uno quiere cosas de este mundo, Allah (swt) le envía cosas de este mundo. Si uno quiere el Más Allá, Allah (swt) le envía cosas hacia el Más Allá, es decir que permite hacer cosas que son enviadas al Más Allá.

En la casa del Profeta Muhammad (saws) y de su familia vivían de manera muy humilde. Él cosía su propia ropa, ayudaba a cocinar, a limpiar y en todos los quehaceres, pero sobretodo comían de manera muy humilde.

Entre las cosas que hacía, estaba compartir la comida con los pobres. Un día le regalaron un qurban (cordero), cosa que los llenó a todos de alegría, porque hacía días que comían muy poco. Prepararon la mesa para el Profeta (saws) y en el momento que se sentó, alguien llamó a la puerta para pedir algo de comida. El Profeta (saws) se dio vuelta y les dijo a los miembros de su familia: “Denle todo y dejen la cabeza para nosotros.” En ese momento Hz. ‘Aisha (ra) le dijo: “¡Oh, Profeta! ¡Realmente no nos queda nada para nosotros!”, y el Profeta (saws) le respondió: “¡No, al contrario ‘Aisha, no te queda nada para el estómago, pero has enviado ese cordero al Más Allá!”

Debemos ser conscientes de esto. Cuando Allah (swt) creó el mundo, dicen los hadices, que de Su Misericordia envió una parte con la cual sobrevive toda la Creación en este nivel. Las otras noventa y nueve partes son para el Más Allá, para el día del Juicio Final. Con esas noventa y nueve partes Su Misericordia perdonará a Su Creación por todo lo que enviamos al Más Allá que no corresponde.

Somos increíblemente afortunados de pertenecer a la Comunidad de Muhammad (saws), porque Allah (swt) ha sido inmensamente generoso al permitir que Muhammad (saws) sea el único Profeta al cual le estará permitido interceder por su ‘Ummah (Su comunidad).

Nadie más intercederá por ninguna otra persona. Las madres van a desconocer a sus hijos, los hijos a sus padres, y cada persona va a tratar de salvarse a sí misma. Es lo que está dicho, lo que está escrito y lo que pasará.

Hz. Muhammad (saws) con la dulzura, la gentileza, con el amor más inmenso que pueda llegar a sentir el ser humano, reunirá con su ‘Ummah y tratará de llevarlos al Paraíso. Algunos no pasarán y estarán donde Allah (swt) los envíe para pagar por sus faltas.

Entre la Comunidad de Muhammad (saws) hay tres clases de musulmanes que no van a pasar por el Juicio Final. Los ángeles van a llamar al primer grupo que son los virtuosos y, cuando comiencen a caminar por el puente Sirat Al-Mustaqim, les preguntarán qué es lo que han hecho para recibir tal regalo, y ellos responderán: “Nuestra virtud ha sido la de perdonar a aquellos que nos han hecho mal por Amor a Allah (swt).” Luego, los ángeles les dirán: “¡Adelante! ¡Oh virtuosos!” Y ellos se dirigirán hacia sus moradas, en el Paraíso.

El segundo grupo de creyentes será el de los pacientes. Son aquellos que, al llegarles su destino o alguna calamidad, lo aceptaron con total paciencia y sumisión, porque saben que les fue enviado por Allah (swt).

Allah (swt) dice en el Corán i-Kerim: “Aquellos que digan que Me aman, su fe va a ser probada”.

Para que cuando digan: “¡Oh, Mi Amado!, ¡Oh, Allah, te amo!, ¡Ya, Rahman! ¡Ya, Rahim! ¡Ya, Wadud!”, no sea solamente un ejercicio vocal, sino que sea realmente del corazón. Y aquellos que estén contentos con lo que les ha tocado, sea lo que fuera, entrarán al Paraíso.

Por último, el tercer grupo estará formado por aquellos que se amen los unos a los otros por Allah (swt). He aquí la importancia de despertar estos sentimientos, y cuando surjan sentimientos de ira hacia otra persona, recordémoslo.

Una vez, un gran santo musulmán se enteró que el Polo (qutub) de su tiempo se había ido al Más Allá y que la corona del qutub había quedado suspendida en el aire, sin que a nadie perteneciera. Entonces deseó tener la corona y comenzó a estirar su cuello para poder colocársela sobre la cabeza. Mientras estaba haciendo esto vio que otro hombre pasó rápidamente con su cuello estirado, y la corona se posó sobre él. El santo comenzó a averiguar quién era esta persona entre los ‘abdals, entre los siete y entre los cuarenta, y si lo conocían. Finalmente, le preguntó a un pobre derviche que estaba sentado en una esquina, y el pobre derviche también le preguntó: “¿Para qué quieres saberlo?” Y el gran santo musulmán le contó lo que había sucedido. El derviche le respondió: “¡Ah, sí! ¡Es fulano de tal!” El hombre era un cristiano que tenía una profesión de herrero. Al enterarse el santo de quién era, comenzó a gritar: “¡No puede ser! ¡Realizo todos mis rezos, todas mis obligaciones, soy un hombre consciente, conozco quién es el qutub porque Allah (swt) me ha regalado esa estación!, ¡Y la corona se la han dado a esta persona!”

Entonces comenzó a buscarlo, a averiguar que había hecho aquel hombre para recibir tal regalo. Finalmente, llegó hasta su lugar de trabajo y lo encontró llorando. Al verlo le hizo la pregunta que lo inquietaba, recibiendo por respuesta lo siguiente: “¡Oh, hermano! ¡He llorado toda mi vida pidiéndole a Allah (swt) que perdone a toda Su Creación!” Este santo había alcanzado tal estación de su ser, que había logrado sentir y pedir el perdón de Allah (swt) para toda Su Creación.

Generosidad, sinceridad y perdón, son tres cosas que jamás deben dejar nuestro corazón, en el orden que deseen, porque ese orden cambia de acuerdo a la situación en la que nos encontremos viviendo.

Una vez, Hz. ‘Umar (ra), el segundo khalifa, del cual el Profeta Muhammad (saws) dijo: “¡Si fuera posible que Allah (swt) envíe un Profeta luego de mí, yo propondría a ‘Umar (ra)!”

Estaba caminando junto a sus hijos. De pronto, pasaron por una casa y oyeron a una joven que estaba ordeñando una vaca mientras su madre le decía: “Ahora, cuando acabes, ponle un poco de agua”, a lo que la hija le respondió: “¿Cómo voy a cortar la leche con agua? ¿Cómo voy a hacer una cosa así? ¡Imagínate si se entera el Khalifa ‘Umar!” Entonces la madre le objetó: “¿Cómo se va a enterar el Khalifa si no te ha visto? ¡A menos que tú le vayas a contar!” La hija le respondió: “¡Madre! Quizás el Khalifa no se enterará, pero Allah (swt) sí se va a enterar y de ninguna manera voy a aguar la leche”.

Hz. ‘Umar (ra), al oír esto, se dio vuelta y le dijo a uno de sus hijos que pidiera la mano de esta joven. Nadie la había visto, pero sin ninguna duda apreció el alma de este ser. Uno de ellos, Abdallah, aceptó y pidió la mano de esta joven. Eventualmente, de esa unión nació ‘Umar, quien a su vez se casó con una de las hijas de los Muawiyah, y de esa unión nació uno de los dos grandes Sultanes de la dinastía de los Muawiyahs. Y de toda esa dinastía hubo dos que fueron los “Sultanes Puros”. Y uno de ellos nació de la descendencia de esa joven que no quería ponerle agua a la leche.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca de este mundo y el Más Allá”.