La Pasión y el Ego

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Hoy ha sucedido allí, en el dergah de Murillo algo extraordinario, cuya verdadera dimensión sólo la podremos apreciar en el Más Allá.

Aquellos que tienen ojos para ver la realidad más allá del mundo  que nos rodea quizás puedan sentir esa diferencia.

No sé por qué pero ha llegado muy fuertemente a mí la experiencia de mi primer Hajj. Tiene que ver con el tema de hoy que deseo charlar con ustedes.

En mil novecientos ochenta, cuando finalmente Allah (swt) me envía al dergah de Spring Valley, en el estado de New York, aquí a media hora de donde vivo.

Durante años, desde la adolescencia estaba buscando mi camino, y de alguna manera sabía que el día que lo encontrara, y les ruego me disculpen por usar tanto este pronombre “mi”; yo iba a saber que había llegado. Que había llegado al comienzo de una etapa que sabía  consumiría el resto de mi existencia terrenal.

Busqué por años, desde mi adolescencia en Buenos Aires, Argentina, cuando por primera vez llegó a mis manos una revista llamada Planeta, que tenía un nivel fabuloso de castellano, y allí leí sobre George Ivánovich Gurdjieff, continué buscando en Argentina. Hasta que a los veinticuatro años viajé a los Estados Unidos, y continué buscando.

Vivía aquí, en la parte este de los Estados Unidos, luego por razones de trabajo me trasladaron a la zona oeste, en San Francisco, y allí tenía un territorio que iba desde el borde de Canadá hasta el borde con México, tres estados. Y buscaba y buscaba en mis horas libres de trabajo, buscaba aquello que abriría esa puerta que yo no sabía cuál era.

Hasta que encontré un libro escrito por Idries Shah, un afgano intelectual que sé que mudó a occidente, y que escribió entre otras obras un libro titulado “Los Sufís”.

Cuando encontré ese libro yo estaba en un grupo que seguía las enseñanzas de Gurdjieff.

Estaba con mi esposa, leí el libro y se lo entregué a ella cuando terminé de leerlo, y le dije: “Esto es lo que he estado buscando toda mi vida”.

Como les comenté tantas veces, abrí la puerta del dergah de Spring Valley conozco a mi maestro que fue primeramente Tosun Bayrak Baba, y Muzzafer Efendi, dos o tres semanas después, quien se convirtió en mi primer sheikh.

Con toda la inocencia de aquel que no sabe nada, con toda la inocencia, quería aprender lo máximo posible en la menor cantidad de tiempo.

Vuelo a Istanbul con mi esposa e hija, Karina tenía cinco años, y pasé Ramadán en Istanbul.

A todo esto llega el momento del primer Hajj, que fue a comienzos de mil novecientos ochenta, a comienzos de octubre.

Para ustedes principios de  octubre es una época muy hermosa en Buenos Aires. Aquí es otoño, también una época muy hermosa, pero comienza el frío. No así en Arabia Saudita.

Arabia Saudita es un desierto enorme con muchísimo calor.

Por motivos económicos tomamos un avión y fuimos a Ammán en Jordania. Y ya salir de New York, donde yo vivía desde mil novecientos sesenta y nueve, y esto que les cuento fue en mil novecientos ochenta, casi doce años después. Llegar a Ammán, Jordania, es viajar a otro mundo, la Jordania de mil novecientos ochenta.

Allí Tosun Baba contrató a un iraní con un ómnibus que nos llevó a través del desierto del sureste de Jordania, y así ingresamos a Arabia Saudita.

Y bueno, allí todo cambiaba más, nos encontramos con todo aquello que nos separaba aún más del mundo de occidente, de todo aquello a lo que estábamos conectados.

Llegamos, entramos a un pequeño lugar a tomar té. Hacía un calor increíble. Y ahí encontramos un lugar que tenía solamente tres paredes, nunca supe el por qué. La pared del frente no existía. Era así nada más. Tres paredes.

Seguimos, y llegamos ya bastante sucios a Medina.

Imagínense hayyis norteamericanos, con pasaportes norteamericanos. Era una novedad enorme en aquella zona de la tierra.

Ellos querían simplemente agasajarnos. Lo que no les dije es que nosotros al llegar al límite entre Jordania y Arabia Saudita tuvimos que esperar un día entero, veinticuatro horas por una razón, el chofer del ómnibus era iraní, y los iraníes dos años antes habían realizado un ataque tipo guerrilla en la Ka´aba y demás. Tantos conflictos que han existido siempre en esa zona del mundo.

Entonces, un ómnibus con un chofer iraní y lleno de norteamericanos (norteamericanos porque teníamos ese pasaporte) haciendo el Hajj. Era algo muy extraño para los árabes de Arabia Saudita.

Y entonces a medida que avanzábamos en ese desierto, allí no había refrigeración, no había aire acondicionado, no había nada de las cosas a las cuales estamos acostumbrados.

Nosotros con sandalias y unas jilabas blancas, no habíamos llegado al punto de cambiarnos entre las dos piezas de los hayyis. Y teníamos agua en botas de vino.

Las botas de vino las habíamos comprado para poder tener agua permanentemente, porque el agua es algo muy precioso, y uno ve la importancia de ello en esos lugares del mundo donde no hay agua.

Y así tomamos el agua tibia.

Vamos a la Universidad de Medina, y este era un lugar con un lujo increíble, con aire acondicionado, galones y galones de agua fría con cubitos de hielo, comida que hacía cuatro, cinco días que no veíamos. Nuestro ego estaba muy contento en esa sala de la Universidad de Medina.

Habíamos empezado a comprender mejor las cosas, habíamos quitado el punto de relación con todo lo que nos rodeaba, porque no conocíamos nada. Y el ego tampoco reconocía nada de todo eso.

Entonces el ego estaba comenzando a entender que ya no podía dominarnos más, y así llegamos a Medina, a la universidad y disfrutamos el almuerzo.

Después de eso salimos, nos cambiamos las ropas del Hajj, y éste Hajj fue algo maravilloso cuya dimensión la pude ver mucho tiempo después.

No abundaré en mayores detalles, pero en el camino de regreso ya nos sentíamos diferentes.

Algo habíamos dejado en ese rito religioso tan antiguo como es el peregrinaje de los musulmanes.

Después todos recuerden, que lo que hacemos el Hajj de Islam es la travesía que hizo el  Profeta Abraham (as) tres mil años antes con su hijo Isma´il (as) como el nombre de nuestro hermano allá en Perú.

Y eso es lo que hacemos, lo que imitamos.

En el camino de regreso nos sentíamos totalmente diferentes.

Finalmente llegamos a Ammán, Jordania. Recuerdo que estábamos en el hotel Sheraton y yo miraba todo, algo que era totalmente extraño, algo que no reconocía. Por un momento duró eso.

¿Y qué fue lo primero que pedí?  Un expreso. Extrañaba el café porque en Arabia Saudita no sirven café. Lo que ellos llaman café está hecho con cardamomo. Es una cosa verde.

¿Y por qué estoy hablando de esto?

Nosotros llevamos una parte de nuestra humanidad que se llama el ego.

El ego es una realidad, no es un atributo. Pero los atributos del ego son, sin ninguna duda, perceptibles.

El Profeta (saws) decía: “El más grande de nuestros enemigos es el ego. Que está en nosotros, en los dos lados.” Refiriéndose a que se encontraba situado entre el pecho y la espalda. En todo el cuerpo.

Cuando uno comienza a reconocer lo que el ego hace con nosotros, fíjense que estoy hablando como si fueran dos entidades diferentes, separadas, lo cual no es así por supuesto.

Lo que debemos hacer es considerarlo un perro feroz al que hay que domesticar. Y la manera de domesticarlo es a través de disciplina espiritual.

Si esa disciplina espiritual no existe somos sus esclavos.

Dentro de los atributos del ego hay uno que creo todos reconoceremos inmediatamente: es la lujuria.

En castellano la palabra lujuria la relacionamos con temas vinculados al sexo y ese tipo de cosas.

Les pido que dejen esa concepción de lado y acepten el concepto de pasión. Pero no pasión centrada solamente en uno de los aspectos de la pasión.

Hz. Adam (as) estaba en el Paraíso y él quiso descender a esta dimensión, pero recuerden: él no tenía cuerpo. Quiso descender a esta dimensión para conocer el amor y la pasión. Él vio eso allá.

Su cuerpo descendió, sabiendo Allah (swt) que esto iba a suceder, a lo que Allah (swt) ya había formado: el cuerpo de un ser humano.

La pasión no existe sin el cuerpo. Sin todo esto que es nuestra herramienta de trabajo. ¿Por qué? Algunos dicen que la lujuria es uno de los aspectos del ego. Y hay, por supuesto, opiniones diferentes.

Otros dicen que es un instinto natural controlado por el ego. De la misma manera que el alma es controlada por la inteligencia.

El alma que no está controlada por la inteligencia es un alma débil.

El ego que no está estimulado por la lujuria, por la pasión es débil.

El ser humano está constantemente en esa disputa entre la inteligencia por un lado, y la lujuria por otro.

Si la inteligencia es más fuerte que la lujuria, que la pasión, ése es el humano que va a triunfar, porque podrá transitar el camino de la espiritualidad. En el camino que le corresponda, en el camino que le asignó Allahu Ta´ala.

Aquellos  en los cuales la pasión y la lujuria son más fuertes que la inteligencia, aunque traten de caminar por senderos espirituales, siempre regresarán a ese punto de inicio y no podrán avanzar.

Y hay ejemplos entre nosotros de gente que está sentada como hace dieciocho años cuando nos conocimos, y no pueden ver que es así.

En algún momento hay que comenzar. Jamás es tarde.

En algún momento tenemos que decirle que no a aquello que nos aferramos demasiado del mundo y decirle que sí a la espiritualidad.

Mis hermanos Sefer Baba y Suleyman Baba que han recibido la Dalla  Arakiyye son ejemplos de ello.

Para Sheikh Suleyman Baba hoy fue la confirmación de todo el esfuerzo que ha puesto desde que lo conocí.

La diferencia del Suleyman Baba de mil novecientos noventa y ocho, realmente fue en mil novecientos noventa y siete cuando nos conocimos, y el Suleyman Baba de hoy es que son dos personas totalmente distintas. ¿Por qué? Porque él ahora sabe. Como dicen en inglés, “Now he knows”.

Él no puede negar aquello que aprendió. Puede llegar a no aceptarlo algún día.

Entre nosotros hay gente que se va y viene, se va y viene. Y hay otros que se quedan sentados sin trabajar.

Los sheikhs dicen que aquellos que aceptan la preponderancia de la inteligencia sobre la pasión son aceptados, se aniquilan, se funden en el océano de amor de Allah (swt). En tanto que quienes no aceptan esto siguen siendo esclavos de sí mismos.

Musulmán es aquel que hace la shahada porque acepta la invitación del Creador y sabe que Islam es el final del camino. ¿Por qué? Pues porque el que llega es quien se ha sometido totalmente al Creador, y para poder llegar hay que aniquilar la manera en la que la lujuria nos domina.

El ego no puede ser aniquilado porque es parte de nuestra esencia. Es una herramienta que tiene dos lados: aquel que usemos es el que dictaminará cómo nuestra vida va a transcurrir en este mundo y también dictaminará cómo nuestra vida continuará en el Más Allá.

Hz. Ibrahim Hawwas (ks) era un santo de la Persia del siglo IX de nuestra era.

Quizás el momento más puro, maravilloso, de nuestra religión, de nuestro camino sin duda fue cuando Hz. Muhammad (saws) apareció en forma humana en esta Tierra.

Y luego ello continuó.

La transformación fue total, absoluta, increíble. Un grupo de árabes que lo único que tenían consistía en camellos y algunas armas llevaron una religión en trescientos cincuenta años a los confines del mundo: desde España hasta la India.

Hz. Ibrahim Hawwas (ks) relata una historia de un monje cristiano, originario de la ciudad de Rum, que vivió en total soledad durante setenta años.

Hz. Ibrahim Hawwas (ks), sin ninguna duda, impresionado por el esfuerzo que había hecho ese ser humano, de aislarse del resto del mundo y dedicar su vida al Creador, decide visitarlo.

“Cuando yo estaba llegando adonde él vivía  (cuenta Hz. Ibrahim Hawwas) el monje cristiano abre una ventana y me dice: Oh Ibrahim, yo sé por qué tú has venido aquí a visitarme. Yo estoy aquí encerrado, no porque viva totalmente absorbido por la vida de un asceta. Es ése perro tan feroz que no lo he podido dominar y decidí encerrarlo aquí para que no moleste a otros.”

(A´udhu billahi minash shaytanir rayim)

Hz. Ibrahim Hawwas (ks) en ese momento hace un rezo y en el mismo le dice a Allahu Ta´ala: “Oh Creador de todo lo que existe, ¡Qué increíblemente poderoso eres! En todos estos años no le has mostrado el camino de la verdad a este infiel”.

El infiel oyó eso y dijo: “Oh Ibrahim, ¿Por cuánto tiempo andarás buscando aquello de los hombres? Ve y búscate a ti mismo. Y cuando te encuentres a ti mismo, guárdalo, protégelo de la lujuria que viene vestida con trescientas sesenta y cinco túnicas diferentes. Se viste así para engañar a la humanidad y llevarla de ese modo a la destrucción”.

El shaytanir rayim, el maldito diablo… hablamos y lo insultamos y le decimos todas estas cosas, pero nos olvidamos que él vive en nuestra sangre. Y si él vive en nuestra sangre llega a los lugares más íntimos de nuestro ser. Justamente tiene un enorme control sobre nosotros, precisamente a través de eso.

En la lujuria hay dos niveles:

  • La necesidad de comer, y comer lo mejor. De vivir, y vivir de la mejor manera. Y tener sexo con aquellas personas que amamos o que nos gustan.
  • Es el nivel del poder y la riqueza. ¿Por qué un derviche no puede ser un político? Porque este segundo aspecto de la lujuria es increíblemente poderoso y destruye al ser humano que lo practica.

Recuerden esta muy breve definición de eso que llamamos pasión.

En unos días, exactamente en siete días, vamos a comenzar el mes de Ramadán.

Para todos los musulmanes eso significa que durante el período que dure, sean veintiocho o veintinueve días del mes lunar, no podemos introducir nada en nuestras bocas, desde veinte minutos antes del alba. No del amanecer sino del alba hasta el momento del Magrib. Eso es para todos los musulmanes.

Para el derviche insha´Allah como mínimo, durante todas esas horas, veinte minutos antes del alba hasta la hora del Magrib, no debe salir nada de la boca que hiera o cause daño o interfiera en algo negativo con otro ser humano y con la Creación.

De la misma manera que nos cuidamos durante el Hajj, de no matar a nada, de no pisar a nada. Si hay un mosquito lo dejamos, y lo soplamos para que se vaya pero no lo matamos durante el Hajj. ¿Por qué? Porque durante el Hajj se supone que estamos muertos y renacemos el día noveno, cuando terminamos con ´Arafat. ´Arafat algunos dicen es el Hajj. Pero el Hajj es todo. El Hajj comienza con la intención de hacerlo.

De la misma manera en Ramadán tratemos de hacer lo mismo que en el Hajj: cuidemos a todo lo que Él ha Creado.

Otro santo vio caminar a un derviche sobre el aire, no me pregunten si esto existe o no, si lo dice así es.

El santo le preguntó: “¿Me puedes explicar cómo has hecho para poder caminar sobre el aire?” El derviche le responde: “Allá, ¿ves? Allá dejé mi pasión”.

Espero comprendan el simbolismo.

Ruego a Allahu Ta´ala que aquellos que están más cerca del Creador continúen sirviendo como ejemplos, como luces en el camino para los que vienen buscando.

Sheikh Sefer Baba, Sheikh Suleyman Baba, Yemal Baba, Samia Bayi, ´Uzman Baba, ´Ali Baba,  Aliyye Bayi, lámparas en el camino de retorno al Creador. Y que continúen ayudando a aquellos que necesiten caminar en esta trayectoria de regreso.

 

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet Hayyi Orhan Baba – 20 de Mayo de 2017 – El ego, la pasión.