Sobre la Luz

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

La palabra luz se remite al concepto de “aparición”. Si no hubiera luz en la habitación donde nos encontramos, nada se vería. Alguien enciende la luz y lo que está allí aparece. Por lo tanto, la aparición de las cosas es algo relativo, es decir que una cosa le es permitida ver a un hombre y a otro no. Es algo que a la vez está manifiesto y oculto. Pero la aparición está relacionada íntimamente con la facultad de percepción y para nosotros esa facultad está relacionada con los sentidos. Y entre todos los sentidos, al sentido de la vista.

Ahora bien, en relación al sentido de la vista, las cosas se dividen en tres partes o aspectos:

1- Están aquellas cosas que no son visibles por sí mismas.

2- Están las cosas que son visibles por sí mismas, pero no iluminan a ninguna otra cosa u objeto: los cuerpos celestiales, las estrellas, una brasa.

3- Están aquellas cosas que son visibles por sí mismas, y que a su vez iluminan a otros: el sol, la luna, una lámpara, las llamas.

 

Y es a este tercer aspecto se le da el nombre de luz, y la luz es aquello que se difunde a partir de la intervención de estos cuerpos luminosos que la emiten.

La luz designa lo que es visible por sí misma y lo que torna visible a otra cosa, como el sol.

La naturaleza de la luz y la percepción del acto de iluminar, en el hecho de ser aparente para la percepción, están relacionados con la fe en el caso del Nur. Está subordinada a la existencia de la luz en sí y a la habilidad del ojo dotado de vista. Es decir que estos tres elementos tienen que existir para que la luz tenga existencia en el mundo que la rodea. La luz es lo aparente, lo que se hace ver y lo que hace aparecer.

No obstante, para el ciego no hay luz o algo que hace aparecer, pues no puede percibirlo. Entonces el organismo viviente dotado de la vista posee un elemento necesario para la percepción de la luz y es lo que lo lleva a percibir, y la percepción se opera por él. La luz no tiene percepción, es decir que el acto de la percepción se hace en la presencia de la luz.

En consecuencia, podemos decir que la luz es el nombre que merece ser más aplicado al acto de percepción que a la luz en sí.

En la percepción visual se emplea comúnmente la palabra luz en referencia al ojo, por eso es que se dice, por ejemplo, de los murciélagos o de alguien que tiene problemas en la vista, que “la luz de sus ojos es débil”. O cuando se habla del ciego, se dice que “ha perdido la luz de su vista”.

Del mismo modo que se dice que la pupila hace posible la percepción y Allah (swt), en Su Sabiduría, creó las pestañas negras y las puso alrededor del ojo para concentrar el rayo de luz hacia la pupila. Todo tiene su función para permitir que la percepción ocurra.

Llegamos a entender que el término luz, en este caso, debe ser más correctamente aplicado al acto de percepción y al órgano que permite que ese acto exista, que a la luz en sí. Con estos ojos que tenemos en el cuerpo, tenemos una visión que está llena de imperfecciones, sin quitarles mérito, ya que estos ojos son el principio del concepto divino de la percepción. Si no tuviéramos esta visión, no tendríamos concepto de lo que es ver, no tendríamos concepto de la luz ni de su función y todo para nosotros sería oscuro, como lo es para un ciego que no puede ver. Pero esta visión externa es imperfecta y posee los siguientes niveles:

  • No se puede ver a sí misma.
  • No alcanza a ver aquello que está lejos o separado de ella.
  • No alcanza a ver aquello que está detrás de un velo, de una barrera.
  • Ve el exterior de las cosas, pero no el interior.
  • Ve algunos seres y a otros no. Podemos ver aquello que nos rodea, pero no lo que está en otras dimensiones con estos ojos.
  • Podemos ver aquello que está limitado, que tiene forma, espacio, pero no podemos ver aquello que es ilimitado.

 

En el mismo acto de la percepción, muchas veces nos engañamos con lo que vemos. Hay cosas que nos parecen que están muy cerca y en realidad están lejos, sobre todo si es algo que estamos viendo bajo el agua. Hay cosas que nos parecen más grandes y son pequeñas o viceversa. Algo que se está moviendo y está inmóvil o viceversa. Todos estos son elementos inherentes al ojo externo, es decir aquello que se encuentra aquí en la cabeza, y que nos permite funcionar en este mundo de una manera más eficiente que si no los tuviéramos.

En cambio, ¿qué sucedería si existiera otro ojo, el cual no tuviera ninguna de todas estas imperfecciones o limitaciones? Existe en nuestro ser algo que está en nuestro corazón (qalb) y es el Ojo Divino (‘ain) que posee ese tipo de perfección. Se le llama qalb, se le llama espíritu humano, se le llama alma humana. Llamémoslo como queramos y olvidémonos de esos nombres, porque simplemente esos nombres nos mueven del punto al cual debemos llegar para entender la función de este ojo que no tiene ninguna de las limitaciones que mencionamos anteriormente.

Así dejamos establecido algo que tiene que ver con nuestro estado actual y el concepto básico terreno de la luz.

Allah (swt) habla de Nur en el Corán i-Kerim, debemos tratar de entender el objetivo de esta charla, que tiene como motivo llegar a discernir que en realidad sólo Allah (swt) es Luz. Sólo Él existe y es a través de Su Magnificencia, de Su Luz que todo esto existe y se nos es permitido transitar este Camino de regreso hacia Él.

Recuerden que todas las dimensiones visibles e invisibles, sólo han sido creadas para favorecer y permitir nuestra existencia. Y nosotros fuimos creados para Él. No sé si alguna otra cosa u otro concepto puede llegar a llenar nuestro corazón de más alegría. Una vez que este concepto se haga carne en nosotros, una vez que realmente lleguemos a creer que es así.

“Todo lo que existe fue creado para nosotros, para favorecer y perfeccionar nuestra existencia, y nosotros fuimos creados para Él”.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “La Luz. An-Nur”  2017