Nur Muhammedi

Bismillahir Rahmanir Rahim.

 Como muchos de ustedes saben, el día jueves por la mañana, el maestro Tosun Baba Bayrak Al-Yerrahi Al-Halveti, retornó a Su Señor.

Tosun Baba tuvo un rol muy particular aquí en América.

Salvó la vida, y le ruego me disculpen si me emociono un poco, pero salvó la vida de muchos, incluyendo la mía.

Es decir, a través de sus enseñanzas fue posible transformarnos en quienes somos hoy.

Quizás la mayoría de nosotros no somos el ejemplo que él hubiera deseado. Pero sin ninguna duda, la opción de no haber entrado en este camino, hubiese sido mucho peor.

Si bien mis Sheikhs fueron, Muzaffer Efendi (ra) y Sefer Efendi (ra), Tosun Baba fue mi maestro, en los primeros quince años de este camino.

A todos les he contado en una oportunidad u otra la historia de mi comienzo en este camino. Y eso ocurrió a principios de mil novecientos ochenta, en el mes de enero, cuando llegué a una de esas viejas casas de madera, que existen en la costa este.

Estas construcciones están relacionadas con los materiales que existían, cuando llegaron los primeros hombres a esta zona de los Estados Unidos.

Y los primeros fueron los holandeses, que llegaron a Manhattan, en el siglo XVI, y les compraron la isla a los indios pertenecientes a la tribu de Manhattan, por unas cositas de vidrios que no se conocían en América y que a ellos les parecía algo extraordinario.

Los holandeses entonces se establecieron. Y como ustedes saben, por aquella época de la historia, Holanda se convirtió en un país muy poderoso, a nivel comercial y demás.

Los holandeses, a medida que continuaban arribando y estableciendo colonias y pueblos, utilizaban lo que existía en esta zona: rocas y árboles. Y así construyeron las casas.

Por supuesto, después fueron desarrollando ciertas técnicas, con medidas y demás, pero estas casas que ustedes ven están hechas con maderas. Tienen dos pisos y todo el esqueleto es de madera. Lo único que tienen de piedra son los cimientos. Los cimientos entran en la tierra con una profundidad de un metro, metro y medio, porque en invierno, cuando se congela la tierra, sucede por medio metro. Entonces, si los cimientos no ocupan ese metro y medio de profundidad, se parten y comienzan los problemas con la construcción.

Bueno, yo llegué a esas viejas casas de madera en mil novecientos ochenta, en un pueblo que en aquel momento se llamaba Spring Valley, es decir, el “valle de la primavera”, situado enfrente de una escuela.

No tenía idea de cuánto iba a transformar mi vida.

En esa escuela, un año más tarde, mi hija comenzó a atender. Una escuela del sistema Steiner. Allí en Buenos Aires la tienen, están en Ballester, Maschwitz y también en Olivos.

No sé si en Chile existen las escuelas Steiner, pero es un sistema muy interesante de enseñanza. Y me alegro enormemente de que mi hija haya sido bendecida al tener la posibilidad de atender y aprender ese sistema, y hoy en día ella es maestra y enseña a los niños a través de este sistema en una escuela pública, en California.

Cuando entré a ese dergah, en mil novecientos ochenta, vi a un hombre grande, tenía el típico bigote turco con las puntas hacia arriba y con un gorrito como este (taqiyya). Y lo vi a él con unos cuantos más, todos sentados en el piso, como ustedes, y dije: “Esto es un poco raro. ¿De qué se trata?”

Y bueno, las palabras, los rezos, la enseñanza me robó el corazón instantáneamente.

Karina, mi hija, tenía cinco años y creció en esto.

Hace poco les envié unas fotos en las que ella está sentada en el regazo de Muzaffer Efendi (ra) en mil novecientos ochenta, cuando tenía cinco años.

En cierta ocasión un sheikh, estaba caminando con el único derviche que tenía. El derviche se llamaba Husein. No sé si está vivo o no. Los conocí a ambos.

Y caminaban por aquí, por uno de los bosques, y de pronto Husein (suponiendo que está vivo) es egipcio, mira y ve una luciérnaga. Y quedó totalmente sorprendido con esa luciérnaga. Dijo: “¿Eso qué es? ¿Qué es?”

Este sheikh le explicó lo que era, pero él preguntaba: “¿Pero cómo produce la luz? ¿Qué es lo que le pasa, cómo sucede? ¿Cómo puede un insecto proyectar esa luz?”. Y es muy interesante pensar en eso, cómo se produce esa luz. ¿Qué le sucede al insecto cuando esa luz está pasando por su cuerpo? ¿Cambia algo? Sin duda, es diferente de cuando no proyectaba esa luz.

Eso es similar a cuando nosotros sentimos esa luz, en algún momento, en nuestros rezos, nuestro dhikr, nuestros sueños y nuestra conexión con el Creador. Ése es el Nur, el Nur Muhammedi, la Luz Primordial. La luz a partir de la cual todo fue creado. Y, cada uno de nosotros tiene dentro, chispas de esa luz.

En algunos momentos esa luz sale. Sale cuando sentimos esa íntima conexión con el Creador. Sentimos ganas de llorar o como me dijo uno de mis hijos, en un e-mail: “Baba, hoy me desperté llorando, pensando en usted.” Que Allah (swt) lo bendiga.

Y son momentos así, que nos llegan y a eso se debe esa transformación de la cual estoy hablando.

El trabajo del sheikh es ver a quien entra por esa puerta.

Todos llegamos a este camino con la lamparita que debería proyectar esa luz, pero sucia. ¿Sucia por qué? Por el mundo. ¿Por qué? Porque nosotros estamos mucho más atados esas pantallitas electrónicas, que llevamos en la mano todo el día o a la televisión de noche o cuando sea, con las cosas del mundo y dejamos poco tiempo para el verdadero trabajo.

Ustedes saben que los osos aman la miel. Y saben que a los osos les interesa muchísimo. Buscan por todos lados los panales. Y cuando los ven, la mayoría de ellos, mete la mano, las abejas vuelan, los pican por todos lados: las patas, la cara, etc. Pero a pesar de todo esto, el oso pone la miel en su boca y la disfruta.

Claro, hay toda clase de osos, como hay también toda clase de seres humanos.

Hay otros osos, muy inteligentes, que toman el panal y lo tiran al agua. La abeja madre al ver eso dice: “Yo me voy a morir.” Huye y todas las demás abejas la siguen. Entonces el oso  se acerca al agua del río, y come y toma la cera y la miel.

Ahora bien, ¿A quién no le gusta la miel de Allah (swt)? Pero la miel de Allah (swt) no viene gratis. Tenemos que trabajar en nosotros mismos.

Quizás venga el sheikh, tire el panal al río, hasta que se vayan las abejas, e Insha’Allah logre reducir el dolor de poder disfrutar de esa miel.

No obstante el trabajo es en nosotros, lo que es necesario remover la costra del mundo, para poder, simplemente acercarnos y ver ese Nur. Disfrutar de ese Nur. Tenerlo con nosotros, que sea parte de nuestra vida. De lo contrario ocurre lo que sucedió hoy, la vida pasa. Y en algún momento la próxima etapa se acerca. ¿Por qué? Porque morir no es un desastre, es simplemente el paso siguiente para vivir. Vamos a morir porque vivimos. Pero no es fácil recordar la muerte.

Recuerden la historia de Hz. ‘Isa (as) que cierto día andaba por un camino y se encontró con un rebaño de ovejas. Entonces, se acerca a una de ellas, y le dice algo al oído y se va.

A los pocos días vuelve Hz. ‘Isa (as) a pasar por ese camino, pero en ese momento estaba el encargado del rebaño, y mira a la oveja a la cual le había susurrado algo al oído. Ve que estaba allí, dando vuelta, desmejorada. El encargado del rebaño le dice a Hz. ‘Isa (as): “¿Qué le pasa a esa oveja? No sé lo que le pasa. Los otros días, yo desde lejos vi que un hombre se acercó, susurró algo y continuó caminando”.

Indudablemente el cuidador del rebaño no reconoció a Hz. Jesús (as) que era la misma persona. Y desde ese mismo momento, esa oveja, dejó de comer. Dejó de alimentarse.

Hz. Jesús (as) le dijo: “Yo soy quien le susurró algo a la oveja.” Y el cuidador le preguntó: “¿Y qué le dijo?” Hz. ‘isa (as) le respondió: “Le dije, simplemente, recuerda la muerte”.

No quiero sonar lúgubre. El paso al Más Allá es una transición e Insha’Allah, viviremos allí de acuerdo a cómo hemos vivido esta vida en la Tierra.

Si el Nur Muhammedi, la Luz Primordial se manifiesta en nosotros por el trabajo que hacemos, nuestra estadía en el Más Allá será, seguramente, muy placentera.

Pero si nosotros entramos a este camino y nos acordamos de Allahu Ta’ala de vez en cuando,  durante el día o los jueves o los sábados; si no amamos a Su Creación, y decimos: “Allah, yo te amo.” Muy bien, pero después salimos a la calle y vemos a un mendigo que pide dinero y miramos para la vereda de enfrente. O alguien que necesita cruzar la calle, anciano o anciana, no puede hacer mucho y seguimos de largo, porque estamos apurados.

Si no amamos a aquel que está por ahí, que es feo o fea, si no sentimos esa conexión con la Creación, entonces no hemos amado a Allahu Ta’ala. Porque para quererlo a Él, necesitamos amar a Su Creación.

Los sufís usan la escoba de la negación, “La ilāha”, “No existe”…, para barrer, quitar de nosotros, lo que nos tienta de este mundo.

Tosun Baba me enseñó, y nos enseñó, esas cosas.

En una oportunidad estábamos en el palacio de Topkapi, en Istanbul; él se detuvo en la puerta y besó el umbral de la entrada.

Y desde ahí abajo, se dio vuelta, me miró y me dijo: “Orhan, yo quiero ser ese umbral.”  Y, desde ese momento, yo deseo ser lo mismo. Ése umbral.

Al umbral lo pisan, lo ignoran, no importa. Pero está ahí. Para entrar hay que atravesarlo. Hay que dar ese paso a ese lugar interior. Así como entré a ese dergah, en Spring Valley. Una vieja casa, que hoy está en un lugar mucho más hermoso.

Mañana, después del Salat Ad-Dhuhur, harán los dos rakats que corresponden, y el cuerpo de Tosun Baba será enterrado.

En enero de mil novecientos ochenta, en ese dergah nos juntamos, por decreto de Allah (swt), una cuantas almas semiperdidas.

Éramos de la generación que se llamó “The Flower Child”, aquí en Estados Unidos. Generación que había experimentado con muchas cosas de la vida. Y estaban rompiendo los lazos con una sociedad de la posguerra, muy conservadora, que dominó las dos décadas, desde que terminó la guerra hasta la década del sesenta.

Algunos de los que llegaron tenían el cerebro bastante quemado con ácido lisérgico. Y así.

Tienen que verlos hoy en día. Ese Nur del que hablo se refleja en sus rostros. Hicieron un cambio total. Hubo un antes y un después.

Insha’Allah esa experiencia se vea reflejada en todos y cada uno de ustedes.

Que ese antes y el después exista. ¿Por qué? Porque Allah (swt) está dentro de nosotros, y lo reconocemos y lo vemos.

Un día, un hombre de gran talla, quería hacerse un tatuaje en la espalda.

Los tatuajes no están permitidos en Islam. Se los digo por si alguno tiene la idea de hacerse uno. Es mejor que no lo haga, y si lo tiene, Eyvallah, pasó antes. No agreguen más.

Bueno, este hombre va donde un artista de tatuajes. El tatuador ve que se trataba de un tipo de enorme talla. Éste se quita la camisa y le dice al artista: “¿Ve esta espalda?” El tatuador le responde: “Sí.” El hombre le pide: “Quiero que me tatúe un león.” El artista le pregunta: “¿Por qué quiere tatuarse un león tan grande en la espalda?” El hombre responde: “Porque yo trabajo en el campo, y cuando hace calor me saco la camisa y quiero que todos, a la distancia, miren y me reconozcan cuando vean al león. Así, cuando vean al león, sepan que soy yo”.

El artista lo invita entonces a acomodarse y empieza a trabajar. El hombre de gran talla se quejó: “¡Ah! ¿Qué pasó? ¿Por qué dolió tanto? ¿Qué parte del león está haciendo? El artista le dice: “La oreja.” El hombre le reclama: “Bueno, haga un león sin orejas.” El artista sigue con su trabajo y el hombre vuelve a quejarse: “¡Ah! ¿Y ahora qué pasó? ¿Qué parte del león está tatuando?” Le responde el artista: “La cola.” “Bueno, haga un león sin cola”, reclamó el hombre. Así, el artista continuaba con su trabajo y, a medida que avanzaba, el hombre se quejaba y pedía que el tatuaje del león fuera sin ojos, sin boca, etc. Finalmente, el artista ya notoriamente enojado, le dice: “Mire, usted lo que quiere es disfrutar del placer del resultado, sin pagar el precio para llegar a eso”.

Dunia es así. Pero Dunia es un trabajo hecho por el Creador. Y está perfectamente bien hecho. Somos nosotros los que ensuciamos la lamparita. Y después necesitamos de alguien que venga y nos limpie para permitirnos ver al Creador.

Nosotros podemos recibir inspiración leyendo el Corán i-Kerim, leyendo los libros de hadices o las enseñanzas de los maestros, que también fueron escritas, para que podamos aprender.

Un maestro enseña a través del ejemplo. Insha’Allah que aquellos que están encargados de ustedes sean ese tipo de personas.

La universidad del derviche es la noche. Como poco, duerme poco, y habla poco. Ya lo ven, yo no estoy en ese club, pero muchos de ustedes sí lo están.

En la universidad de la noche uno se comunica con el Creador, como muchos de ustedes hacen. Y en esa comunicación hay una cierta hora, en la última tercera parte de la noche, en la cual el Creador escucha y otorga, aquello que le es pedido si es lo mejor para nosotros, Insha’Allah.

Saleh Baba tiene el Nur de este camino. Mírenlo, ahí está.

Que Allah (swt) escuche y ayude a remover todo eso que oscurece la lamparita que produce el Nur Muhammedi, en todos y cada uno de nosotros.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuhu.

Sohbet Hajji Orhan Baba – Sábado 17-2-2018