Los cuatro estados del siervo

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Echarle la culpa a otro, o buscar problemas fuera de nuestro ser, realmente es una pérdida total de tiempo.

El que se casa y hace una promesa la hace a Allah (swt). Cuando uno toma mano, el acto de bayat, tampoco tiene que ver conmigo. Nunca les permití que me llamaran Sheikh, y existen muchas razones. Pero la primera, más básica y primordial es que me siento un cable, y les ruego que crean eso. Soy algo que los conecta a ustedes con la usina que produce la electricidad. Soy un cable, no más que eso.

Cuando uno toma bayat lo hace porque quiere estar conectado a esa usina que envía lo que es necesario para iluminarnos.

Cuando alguien me dice: “Mi padre no me quiere, mi madre no me quiere, mi esposa no me quiere, mis hijos no me quieren. No sé quién me quiere en el mundo.” Bueno, no le voy a decir una barbaridad, pero algo de culpa existe y las consecuencias de esas acciones que uno ha cometido han causado estas reacciones en otros seres humanos, creados por el mismo Creador que nos creó a cada uno de nosotros. Nadie es mejor que nadie, estamos hechos de los mismos elementos. Todos tenemos un poquito de esa Luz Primordial del Creador, del Nur Muhammadí, y todos, excepto los Profetas, tenemos esa mancha en nuestros corazones. Una mancha que, si la tocamos con nuestra mente, con nuestras intenciones y demás, nos lleva a realizar cosas que no son aceptables para el Creador.

Un derviche es un hijo del presente, es un hijo del ahora, es un hijo del momento. Porque ese segundo que ya pasó se fue, y el que viene no sabemos si lo vamos a ver en este mundo.

Un gran santo fue a ver a su maestro y él era santo, pero no lo sabía en ese momento. Es más, estaba en contra de los sufís. Era un gran intelectual y había estudiado durante muchos años todas las ciencias religiosas, menos una, la ciencia del corazón, la ciencia del Tasawwuf.  Se llamaba Ibn ‘Ata Allah Al-Iskandari (ks). Vivió en el siglo XIV de la era cristiana y fue, cuando sus maestros pasaron al Más Allá, el tercer Gran Sheikh de la Shadhiliyyah, esa gran Orden Sufí del norte de África.

Fue su maestro, Hz. Abu Al-Abbas Al-Mursi (ks), quien fue el segundo Gran Sheikh de la Shadhiliyyah él lo fue a ver con cierta ignorancia, como la primera vez que ingresamos en el dergah: “¿Qué es un dergah? ¿qué significa eso? ¿qué hacen esos hombres allí sentados con un gorrito blanco? ¿por qué se comportan de modo diferente?” Y así fue, pero cuando comenzó a escuchar las palabras, las enseñanzas de Hz. Al-Mursi (ks), su corazón se derritió. Se fue a su casa esa noche y no pudo dormir. Al día siguiente le pidió permiso al Sheikh para volver a verlo, y cuando eso sucedió le dijo: “¡Oh, maestro! Por Allah (swt) te amo.” El maestro lo miró y le dijo: “Que Allah (swt) Te ame tanto como tú dices amarme a mí.” Entonces comenzaron a tener una conversación. Hz. Al-Inskandari (ks) le comentó a su Sheikh las dudas, los problemas que le habían impedido llegar antes a este camino, y el Sheikh le respondió de esta manera: “Hay cuatro estados para el siervo. Son muy básicos y hermosamente claros. Son las bendiciones, las pruebas, la obediencia y la desobediencia. Si uno está bendecido lo que Allah (swt) requiere de esa persona es agradecimiento. Si uno es sometido a pruebas, entonces lo que Allah (swt) requiere de esa persona es paciencia. Si somos obedientes, entonces Allah (swt) requiere de nosotros que seamos testigos. Y si somos desobedientes lo único que Allah (swt) requiere es que roguemos por Su perdón”.

El derviche, el aspirante a derviche, aquel que tomó mano debería desear sólo una cosa: estar en el Círculo de los Amantes. Si no están en dicho círculo, les ruego encarecidamente que no le echen la culpa a nadie. Es Allah (swt) quien no los invitó a estar allí presentes, porque no hay nada más hermoso para un derviche que estar en el Círculo del Amor, en el círculo del dhikr.

El dhikr es un fuego que no se queda ni se expande. Si se entra dentro de una casa y dentro de la misma se escucha el sonido de La ilaha ila Allah, y hay leña en esa casa, la prende fuego e ilumina. Si hay oscuridad en esa casa, se convierte en luz. Y si ya hay luz en esa casa, se convierte en luz sobre luz.

En un e-mail que recibí hace tres o cuatro días atrás se describe al último dhikr en el dergah como un círculo de luz, es lo que esta persona, un miembro del dergah vio. Vio todo el círculo iluminado. Y me decía que: “Esa sensación tan especial de estar y no estar vivió en mí por horas luego del dhikr, y luego se va cuando sale el sol de la mañana siguiente.” Hermosas palabras y una mucho más hermosa experiencia.

El dhikr remueve de nuestros cuerpos todas las sustancias tóxicas que son causadas por el exceso de comida por comer aquello que no es halal y todo otro exceso en el cual hayamos incurrido en nuestras actividades diarias. Y si encuentra en ese cuerpo que la comida que ha ingresado es halal y en la medida en que Hz. Muhammad (saws) indicó que debemos ingerir, una tercera parte, no la toca. Así que el dhikr remueve aquello que es tóxico y lo que es bueno, halal, lo que es productivo, deja intacto para que gocemos de ese beneficio.

El hombre, el ser humano, es una combinación de elementos nobles y de sustancias que son absolutamente comunes: polvo, arcilla, aire, gas, fuego. Y tenemos también todo lo que existe entre la Tierra y los cielos.

Cuando damos vuelta en el círculo del dhikr, y esos sonidos adorando al Creador y glorificándolo, son emitidos por nuestras lenguas nuestro ser se une con esos sonidos, aunque no los podamos ver, nuestra esencia se convierte en uno con las alabanzas que hacemos al Creador. Dicha unión es irreemplazable y no puede ser producida en ningún otro lugar. Hay una excepción para esto: cuando uno alcanza ciertos niveles espirituales, cuando tiene necesidad de adorar al Creador cada vez más, entonces comienza a cobrar una gran importancia ese hadiz de Hz. Muhammad (saws) que dice: “El dhikr que hacemos, silencioso, separados de otra gente vale setenta veces más que el que hacemos de manera audible con todo el mundo”.

Tenemos todas las herramientas en nuestras manos, tenemos acceso a ellas, para realmente alcanzar el secreto de la alquimia y transformar nuestro ser de un corazón de plomo al de un corazón de Siervo de Dios. Eso, lejos del dhikr, en este mundo, especialmente en occidente no es posible. Si estuviéramos en Istanbul las cosas serían, quizás, un poco diferentes. Porque cinco veces por día oiríamos ese infinito sonido sagrado que es el llamado al rezo, y estaríamos respirando el aire de una ciudad que Muzaffer Efendi (ra) dijo que, si a él le hubiera sido otorgado el poder de calificar a ciudades en el mundo de acuerdo a su importancia espiritual, por supuesto, serían Meca, Madinah Al-Munawwarah, Jerusalén, y luego estaría Istanbul.

Una última historia y los dejo para que lo piensen.

Había dos mercaderes, y cada uno de ellos tenía quinientas mulas y carros detrás, y ambos querían ir a la misma ciudad a vender sus mercaderías, e ir por el mismo camino, y habían decidido ir al mismo tiempo. Uno de los mercaderes era un hombre sabio, y el otro era un idiota. Entonces el sabio le dice al idiota: “Tenemos que pensar un poco en esto. El camino es largo por el desierto. No creo que haya suficiente alimento y agua para mil mulas y vamos a competir por los mismos recursos naturales. Por ello es mejor que uno vaya primero y el otro después.” Y le pregunta el sabio al idiota: “¿Quieres ir tú primero o quieres que vaya yo primero?” El idiota pensó: “Si salgo yo primero voy a encontrar pasto para mis mulas, lo poco que haya, la poca agua que exista, todo eso lo voy a poder utilizar. Voy a poder llegar primero a esa ciudad y podré vender mis mercaderías al precio que se me antoje, porque no tendré competición y el otro estará esperando.” Entonces agregó: “¡Yo voy primero! ¡Yo voy primero!” Y el sabio, cuando el otro dijo eso, se puso a pensar: “Si él va primero sus animales comerán todo el pasto duro, y para el momento, Insha’Allah, que yo cruce por esa ruta ya habrá nuevos brotes en el pasto y mis animales comerán lo mejor de ese pasto. Si él no encuentra agua tendrá que cavar y buscar agua en algún lado e indudablemente nosotros podremos aprovechar eso. Y lo mejor de todo es que ellos en el desierto dejarán huellas, van a apisonar el camino con sus patas y sus ruedas, y permitirán que sus animales transiten por un lugar mejor. Y cuando llegue a la ciudad él ya habrá establecido los precios, así que no tendré que negociar con nadie. El que quiera más mercadería va a tener que comprarla al precio que él estableció para mí también, sin darse cuenta.” Así que ya los dos de acuerdo, uno se queda, el otro sale. Y cuando salen el shaytan los estaba esperando en el desierto muy hambriento. Y veía que había quinientos conductores de bueyes, ayudantes. Y dice: “¿Cómo hago ahora para engañarlos de alguna manera?” Se viste entonces como un soberano, con mucha riqueza, crea siervos, pajes que lo ayudaban, un carruaje muy especial, y se moja él y hace que aparezcan todos sus ayudantes mojados, todo su carruaje mojado, y tenía flores que crecen en las aguas. Se acerca a la caravana y el idiota lo saluda, y le dice: “¿Cómo está señor?” Y el idiota antes de encontrarse con el diablo se había detenido en un lugar donde había agua, un pequeño oasis. De manera que había hecho cargar todo con suficiente agua, de modo tal que tenía más de lo necesario para llegar a la ciudad de destino sin problemas. Y el diablo le dice: “¿Cómo estás? ¿Hacia a dónde vas?”, y el idiota le dice: “Pero señor. Veo que usted está con toda la ropa húmeda, tiene flores que crecen en el agua, ¿de dónde salió todo eso?”, el diablo le dice: “Más allá de esas colinas hay gran cantidad de lagos. Hay suficiente agua para todos. ¿para qué va a hacer sufrir a todos sus animales de aquí hasta allá con esa carga? Tire toda el agua que tiene y cuando lleguen allá podrán tomar toda el agua hasta que se sacien, y podrán cargar toda el agua que necesiten.” Así pues, el idiota hizo tirar toda el agua. Y el diablo le dice: “Yo lo encuentro allá, en el primer gran lago.” El idiota llega, pero nunca apareció ningún gran lago. Sólo había desierto y más desierto y nada de agua. Finalmente, los animales y la gente colapsaron y murieron. El desierto se llevó todo.

Al tiempo sale el hombre sabio, el diablo lo estaba esperando, y lo mira y le cuenta la misma historia, que deje el agua, que había lagos, etc. El hombre sabio le dice: “¡Vete de aquí! ¡No te quiero ver!” Y se lo dijo con tanta fuerza, con la fuerza de un corazón que recita La ilaha ila Allah, que el shaytan salió corriendo con miedo. Los trabajadores le reclamaron: “¿Por qué echaste a ese rey? ¡Él habló de agua y todo lo que tenía!”, el hombre sabio les dijo: “Ustedes son gente de esta tierra, ¿alguna vez oyeron de un país con lagos en estos desiertos? ¿alguna vez vieron a alguien que haya sacado flores de la arena? ¿entonces cómo pueden creer en él? ¡No ven, acaso, que es el shaytan!” El hombre sabio siguió y más adelante se encontró con esa caravana destruida, y se dieron cuenta de la realidad del dunya.

Es mi deseo y mi ruego que todos aquellos que escuchen estas palabras se despierten del mundo de la imaginación y regresen al dergah a hacer el dhikr y a vivir como verdaderos derviches si han tomado bayat. Es un deseo y un pedido, y no significa que, si alguna vez en el futuro nos encontramos y ellos, a pesar de estas palabras deciden no regresar, los abrazaré y besaré como si los hubiera visto el día anterior, porque son mis hermanos en el Camino. Pero sería mucho más hermoso si ese encuentro sucediera allí, en ese dergah, y puedan caminar de la mano con el resto de ustedes que hacen dhikr y reciben todos los beneficios por esa remembranza.

 

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh    

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “El compromiso tomado con el Creador.” Jueves 1-03-2012