El retorno del alma

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Debemos comprender que cada ser humano, cualquiera sea el lugar donde se encuentre, cualquiera sea la edad que tenga, cualquiera sea su posición, gira alrededor de la necesidad y está íntimamente ligado a ella. Todas nuestras respuestas y acciones tienen que ver con la necesidad. Esa necesidad está más cerca nuestro que nuestra propia madre y que nuestro propio padre. Es como una cadena, como las riendas que le ponemos a un caballo, y uno sabe que cuando tira de esa rienda, el caballo no tiene más remedio que continuar.

Debemos entender cuáles son los niveles de necesidad que tenemos, porque reitero, un comisario o un policía persiguen a los ladrones. Y espero que entiendan el simbolismo de esto que estamos hablando. Sería muy interesante ver, como decía Hz. Rumi (ks): “Los ladrones persiguiendo al comisario”.

Hz. Beyazid (ks) fue un gran santo que vivía en Khorasán, en Asia Central, y estaba muy cerca de Allah (swt), que le preguntó: “¿Qué es lo que quieres, Beyazid?” y Hz. Beyazid (ks) respondió: “Quiero dejar de querer”.

Para el ser humano existen dos posibilidades: querer o no querer. La cualidad de dejar de querer no es una característica del hombre, no es humana, y a eso se refería Hz. Beyazid (ks), porque aquel que se ha vaciado de sí mismo, es aquel que ha dejado de querer. Es decir, ha dejado de existir. Esta es la manera de hablar de los sufís, que muchas veces hemos oído: “Morir antes de morir”.

Generalmente oímos estas palabras con los oídos, y las comprendemos con un nivel intelectual que puede llegar a significar esa experiencia de “morir antes de morir”, es decir, estar vacíos, dejar de existir. Es algo que puede tardar toda una vida y ese es el objetivo de la búsqueda. Cuando uno ingresa a una Tariqa, lo que hace es ponerse en manos de un Sheikh, quien ayuda a caminar al bebé y lo lleva de la mano en sus primeros pasos. Y aquí debe quedar algo muy claro: el Sheikh nos ayuda a caminar, pero cuando adquirimos el uso de la razón en este momento espiritual, la búsqueda debe continuar con nuestras propias fuerzas, y es una relación íntima y absoluta entre el Salik, el buscador y Allah (swt). No hay intermediarios, no hay Sheikh, no hay nadie. Es el ser humano con Su Creador. Tampoco hay garantía de éxito. Algunos llegan, otros no, pero esa es la decisión de Allah (swt). Sin embargo, uno sabe que está en el camino, cuando esta posibilidad importa más.

“¡Ya, Allah! Danos la fuerza de sentir esto verdaderamente en nuestro corazón, de estar en el camino hacia Ti y que nada importe. Sólo Él importa”.

¿Por qué este es el camino del amor? No es una opción. Este es el camino del amor por una sola razón: Allah (swt) creó toda la Creación para nosotros, para servirnos a nosotros, y a nosotros nos creó para Él. Ese es el primer acto de amor.

Cuando Allah (swt) crea las almas y las envía al Paraíso de las Almas, en el malakut, les permite a las almas que Lo vean. Las almas observan a Allah (swt), y lo ven como se ve la luna llena de noche, de ese tamaño. Pero cuando la luz del sol sale, la luna y las estrellas desaparecen. Cuando el Nur de Allah (swt) aparece, todo el resto deja de existir, y las almas que hoy habitan dentro nuestro, alguna vez estuvieron allí viéndolo a Él. Al estar en Su Presencia, el éxtasis es instantáneo y permanente, a tal punto que el alma no tiene concepto de su propia existencia. Es por eso que Allah (swt) envía las almas a la Tierra. Ese es el segundo estado de amor.

Mientras el alma habite en este cuerpo sólo deseará volver a Él. Es todo lo que sucede. Las angustias, las alegrías, las tristezas, las emociones son cosas efímeras, pasajeras. El hombre jamás va a ser feliz mientras el alma no regrese a ese estado de éxtasis absoluto. Y eso es lo que el alma busca.

Si esa transformación se logra a través de Su Gracia, entonces el alma regresa a ese estado de unión, de éxtasis, que es cuando el ser humano dice ser musulmán. Eso es Islam. El estado de sometimiento absoluto. Incluso es un estado superior al de Islam, porque ahí ya no somos. Eso es lo que Hz. Beyazid (ks) pedía con sus palabras.

Es por eso que el camino del Sufismo es llamado el “Camino del amor”. Para querer amar a Él primero debemos aprender a amar a Su Creación. Y allí es cuando la Tariqa cumple su tarea, para convertirse en un taller donde aprendemos a mirarnos a nosotros mismos, donde aprendemos a observar aquello que debemos dejar atrás. De a poco y con mucha, mucha paciencia. Paciencia, Sabr, dicen aquellos que saben, que es el cincuenta por ciento de la fe.

Trabajar en sí mismo es transformarnos en la piedra filosofal del alquimista. Cuando el creyente trabaja en sí mismo y adquiere fe, se transforma. El ser entero se transforma. El creyente siempre hace lo que Allah (swt) designa.

Cuando uno se hace musulmán promete cumplir con sus obligaciones. Cuando uno ingresa a la Tariqa, además de esas obligaciones, promete servir a Su Creación. ¿Por qué? Porque uno desea imitar al Profeta (saws), cuando se dice: “wa Abduhu wa Rasuluhu”, en donde decimos Siervo antes de Mensajero. Esa es la importancia de servir a la Creación de Allah (swt), como un siervo. Cuando uno adquiere eso, se da cuenta que hasta un perro es superior al ser humano.

No es un camino fácil, requiere mucha paciencia, tiene momentos muy hermosos y momentos muy tristes. Pero esos momentos tristes suceden cuando de pronto nos miramos al espejo y vemos aquello de nosotros que no nos gusta, que en realidad estuvo siempre allí, pero que no lo pudimos ver y, de pronto, se nos presenta. Y uno dice: “¡Yo no soy ello!”

Mi santo padre, cuando comenzó este camino, estaba una vez en Nueva York escuchando a nuestro Sheikh Muzaffer Efendi (ra), quien estaba dando un discurso acerca de la hipocresía. De pronto, mi padre, me dice: “¡Yo no sé por qué Efendi está diciendo eso! ¡Yo no soy hipócrita!” Él pensaba que le estaba hablando y, por supuesto, no tenía esa característica, pero cada uno de nosotros tiene un poquito de todas esas características.

En esa conexión con su Sheikh, la pequeña parte de él que tenía que ver con la hipocresía, salió a la luz y le causó dolor. Vio esa parte de sí mismo que el alma desea eliminar. Él no podría haber reconocido la hipocresía si no la hubiera tenido.

Si alguien nos dijera mañana: “Ve y hazle una lobotomía a alguien”, por supuesto que uno no lo podría hacer porque no sabe, ya que no es cirujano, no sabría cómo hacerlo. Así es nuestra capacidad como seres humanos. Si reconocemos algo, es porque ese algo, ese conocimiento, está dentro de nosotros.

En el Corán i-Kerim, en el Surah 17, “El viaje nocturno”, dice:

“Y di: Ha venido la Verdad y se ha disipado lo falso. Lo falso tiene que disiparse”.

Es Allah (swt) hablándonos y diciéndonos que cuando la verdad entra, lo que no es verdad sale.

Nuestra obligación es limpiar nuestro ser, que en los jóvenes está mucho más limpio, ya que no han tenido tanto tiempo para pecar como los más viejos, como nosotros, ¡Alhamdulillah!

Recordemos esto, si comenzamos en este camino y luego lo dejamos, la pérdida que se produce es más grande que la ganancia. Y digo esto porque esa promesa de comenzar en este camino, uno no se la está haciendo al Sheikh, no se la está haciendo a otro, sino que se la está haciendo a Allah (swt). No hay nada más maravilloso para el ser humano que esta búsqueda, no hay nada de mayor importancia, no hay necesidad más grande: la de encontrar a Allah (swt) en la Ka’aba que está aquí dentro, en nuestro corazón. ¡Maravillosas recompensas nos esperan!

Hay una historia que me gusta repetir.

Una vez, un Sheikh decide invitar a comer al dergah a toda la gente más importante del pueblo. Todos los derviches estaban un poco celosos de un hermano en particular, de nombre Abdullah. El Sheikh envía a cada uno de sus derviches a buscar un ramo de flores para adornar las mesas, pero sin que nadie los viera. Todos se van muy contentos por poder colaborar de una manera positiva en esta cena, y cada uno recoge un ramo más grande que otro para darle placer a su Sheikh. Van trayéndolos, de manera que las mesas parecían bajadas del Paraíso, con los dulces, las carnes, el té, las flores, etc. Pero Abdullah no llegaba. Al rato, al ver que demoraba, los derviches comenzaron a sonreír, comentando la tardanza y comentando entre ellos que Abdullah no había podido cumplir con el pedido del Sheikh. De pronto, Abdullah llega con las manos vacías y todos largan una carcajada al verlo parado en la puerta sin el pedido. El Sheikh le dice: “¡Oh, Abdullah! ¿Por qué has venido sin nada? ¿Acaso me has desobedecido?”. Y Abdullah responde: “¡Oh mi Sheikh! Usted nos dijo que recogiéramos esas flores sin que nadie nos viera y yo, en cada lugar que miraba, veía a Allah (swt) observándome”. El Sheikh sonrió y los demás entendieron por qué Abdullah era su favorito.

Insha’Allah cada uno de nosotros alcance el estado de Abdullah. Que hacia donde miren vean a Allah (swt) y nada más.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “La transformación del creyente.” Martes 4-05-2009