La historia del Sufismo

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Arabia Saudita, en los comienzos del Islam, era un lugar muy particular porque allí está ubicada la Ka’aba.

Los árabes de aquella región descendían de Ismael (as), uno de los hijos del Profeta Abraham (as), quien reconstruyó la Ka’aba por orden de Allah (swt).

Con el pasar de los siglos, aquella religión monoteísta establecida por Abraham (as), se desvirtúa por muchas razones y la población comienza a incorporar ídolos, que fueron denominados como “Hijos e hijas de Allah (swt)” y con otros nombres.

Meca era también una región comercial muy importante, por donde pasaba la famosa ruta de las especias, y los peregrinos llegaban allí para comercializar y cumplir con sus deberes religiosos, lo cual daba una vida muy próspera a sus habitantes.

Pero también habitaba allí un grupo de personas que rechazaban este politeísmo y deseaban regresar a aquella religión monoteísta. Nuestro Profeta (saws), desde el comienzo, se sintió atraído por el concepto del Dios Único.

El profeta Muhammad (saws) comienza su vida en Meca, aunque su padre muere antes de que él nazca. Pocos años después muere su madre, Aminah (ra), y crece bajo la protección de su abuelo paterno y luego de su tío. Esa era la manera con la que obraban las tribus en ese entonces.

Creció siempre con ese deseo de la exploración interior y, mientras tanto, trabajaba acompañando a su tío en las caravanas por el desierto. Su actitud, su honestidad, lo hicieron famoso entre los guías de las caravanas, hasta tal punto que una señora de la tribu de los Quraysh, Jadiyah (ra), le pide que sea él quien guíe sus caravanas y comercialice sus mercancías. Al cabo de un tiempo, Jadiyah (ra) le pide casarse con él. Durante veintiséis años de matrimonio y luego de que muriera, habló de ella con muchísimo amor, y de esa unión nació Fatimah (ra).

El Profeta (saws) acostumbraba aislarse durante un mes, generalmente en el mes de Ramadán, para hacer retiros espirituales. Iba a una pequeña cueva ubicada en las afueras de Meca, en una colina llamada Hira, donde practicaba meditaciones.

A los cuarenta años, realizando uno de estos retiros, oye una voz que no provenía de ningún lado y a su vez venía de todos lados, que le dice: “¡Lee!”, ¡Lee!, ¡Lee!”. Al salir de la cueva, para distinguir de dónde provenía esa voz, se encuentra a un ser con aspecto de hombre que cubría el universo entero y quien se presenta como el arcángel Gabriel (as). Le dice que traía el mensaje del Creador y comienza a trasmitirle un verso con esa información.

El Profeta (saws) desciende muy asustado de la cueva y le comenta lo sucedido a su esposa Jadiyah (ra), quien reconoce inmediatamente la naturaleza de aquel mensaje y lo lleva a visitar a un pariente de ella. Este hombre era un religioso que conocía muy bien la Toráh y los Libros revelados, y al oír el relato, reconoce la similitud con lo sucedido al Profeta Moisés (as). Y reconoce también que Muhammad (saws) era el Mensajero esperado, que Allah (swt) había elegido.

Luego de que el Profeta (saws) se convence de la veracidad de su experiencia, comienza a transmitir su enseñanza a la gente más cercana que lo rodeaba. Primero a la familia inmediata, y a quien primero acepta la religión, su esposa Jadiyah (ra), seguidamente de su sobrino ‘Ali (ra), siendo el tercero un esclavo liberado llamado Zaid. Luego, otras personas comienzan a aceptarla entre los que se encontraba el primer khalifa del Islam, Abu Bakr As-Siddiq (ra).

Los habitantes de Meca, en su mayoría, se oponen a esta religión pues veían que peligraba todo el comercio que circulaba alrededor de los ídolos. Existían muchos ídolos y no aceptaban que alguien viniera a cambiarles la religión de sus padres. Comienzan los conflictos que llevan al Profeta (saws) a emigrar hacia Medina invitado por los habitantes de la ciudad.

La noche de la partida, el Profeta (saws) y Abu Bakr (ra) se esconden en una cueva, y mientras los soldados de Meca lo buscaban por toda la región y lo persiguen para matarlo, una araña tejió su telaraña en la entrada de la cueva y una paloma puso allí su nido. Quienes buscan por allí, observan los detalles y concluyen que no es posible que alguien haya podido esconderse en la cueva y continúan su camino convencidos de que no había nadie.

Mientras tanto ellos comienzan un intercambio espiritual. El Profeta (saws) le enseña a Abu Bakr (ra) la definición de La ilaha illa Allah, que significa: “Nada existe sino Allah”. Como estaban siendo perseguidos, le dice que pronuncie tres veces esa frase en silencio y finalmente, cuando llegan a Medina, se convierte junto a ‘Ali (ra), en las personas espiritualmente mas cercanas al Profeta (saws).

El Profeta (saws) dijo: “Yo soy la Ciudad del Conocimiento y ‘Ali es la Puerta a esa Ciudad”.

Las Órdenes y Hermandades Sufíes descienden, por supuesto, del Profeta (saws), pero a través de estos dos santos, Abu Bakr (ra) y ‘Ali (ra).

Una Tariqa desciende de Abu Bakr (ra) y el resto de las Tariqas descienden de la transmisión del conocimiento a través de Hz. ‘Ali (ra). Existen hoy en día muchos conceptos sobre Sufismo, algunos indican que se puede ser sufí sin ser musulmán y toda clase de pseudo-sectas.  Pero sólo transmito lo que he oído y aprendido: No hay ninguna diferencia, Sufismo es parte de Islam.

El Camino Sufí está única y absolutamente basado en el Coran i-Kerim y en los hadices del Profeta (saws). Existen maestros que nos ayudan a entender esos hadices, a tratar de transitar este Camino de regreso hacia Allah (swt) entendiendo el por qué de lo que estamos haciendo.

El sufí trata de regresar al Creador en una búsqueda interior. Trata de encontrar la Ka’aba en su corazón. Es un trabajo que dura toda la vida y no hay garantía de éxito, pero vale la pena intentarlo.

Al camino espiritual lo llamamos Tariqa, que significa camino y creemos que es el camino más directo y corto hacia Allah (swt). Está basado primordialmente en reconocer que el conocimiento y la aplicación del conocimiento, o sea la práctica son uno en este camino. La puesta en práctica del conocimiento es fundamental para poder avanzar.  Es un camino donde tratamos simplemente de purificar el corazón, de saltar los obstáculos que la vida cotidiana nos presenta para esa conexión con Allah (swt) y tratar de regresar a Él.

Llega un momento en que el sufí siente a su corazón derretirse a la mención del nombre Allah (swt). Llega un momento en que todo su ser desaparece en ese océano del amor de Allah (swt).

Existen personas que dicen que eso no es posible. Pero existen santos, entre ellos Ibn Arabi de Murcia (ra) que nació por el 1160 DC, y que es uno de los mentores más prolíficos de este camino, y él decía:

“Si uno pronuncia con sinceridad La ilaha illa Allah, Nada existe sino Allah entonces en ningún momento partimos hacia ningún lado. Nunca dejamos de estar donde estamos”.

Nosotros en nuestro estado no podemos llegar a concebir la dimensión de ese comentario intelectualmente.

Cuando el místico llega a esos estados se dice que: “Contempla la dimensión de los Ángeles” (Malakut). Oye la voz de los Profetas y de los Santos, recibe y se beneficia a través de sus consejos.

A través de ese esfuerzo personal, que puede durar toda la vida, llegan a esa fusión en el Amor de Allah (swt). Quién llega a ese punto pierde su nombre.

Para llegar a estos estados, antes debemos entender la voz de la profecía, que es lo que dice el Corán y los ejemplos del Profeta (saws).

Este es el propósito de la existencia de las Hermandades y Órdenes Derviches.

Las Órdenes han existido desde el comienzo de Islam, al principio sin nombre pero luego comienzan a organizarse, simplemente porque llegaban Maestros para una gente, un tiempo y una región del mundo en particular.

Las Órdenes son algunas ramas o divisiones de una Orden principal, por ejemplo, nuestra orden Yerrahiyyah desciende de la Khalwatiyyah.

Los Halvetis (Khalwa) eran los seclusos, ya que ellos practicaban unos retiros específicos por un período determinado de tiempo.

En el siglo XVIII, en Estambul, nace Hz. Pir Nureddin Al-Yerrahi (ks), quien era un abogado religioso (Qadi) recibido a muy temprana edad, y el Gobierno Otomano lo envía a estudiar a Egipto. La noche de su partida se encontraba del lado asiático y una tormenta le impide partir, por lo que debe alojarse en casa de su tío, quien al ser derviche Halveti, lo invita a ir a la dergah.

Cuando abre la puerta, el Sheikh, quien no estaba informado que iban a asistir, lo recibe diciéndole: “¡Bienvenido, mi hijo Nureddin!” y el corazón de Hz. Pir (ks) fue inmediatamente atrapado por el del Sheikh. Nunca más se fue de allí.

Años más tarde se le pidió que iniciara su propio dergah, en la parte occidental de Estambul, en el Barrio de Karagümrük. Hoy está enterrado allí junto a los veinte Sheikhs que lo sucedieron, de los cuales conocí a dos: Muzaffer Efendi (ra) y Safer Efendi (ra).

La compañía para aquellos que buscan el motivo de nuestra existencia a través de Islam y del Sufismo, es la del místico que está envuelto en esa búsqueda.

Para entender como es el camino espiritual, los estados de los que hablamos antes no se pueden expresar en palabras, porque están más allá de nuestra compresión y de nuestro intelecto. Aunque hay gente que dice que esto no es posible.

Cuando el ser humano nace, nace vacío, sin conceptos. Tiene el cuerpo y el alma, pero el bebé no tiene concepto ni de espacio, ni de tiempo ni de lugar. Aprende a relacionarse con el mundo a través de los sentidos y el primer sentido que aparece es el del tacto. Pero el tacto no le permite apreciar ni formas ni colores. Y así se van sumando el resto de los sentidos hasta que el bebé aprende a relacionarse con el mundo a través de ese tipo de percepciones. Eso continúa, se desarrolla su mente hasta que alrededor de los siete años aparece lo que llaman la “Edad del discernimiento”, aparece la razón de otros conceptos que lo llevan mas allá de ese mundo que estaba maquinado por estos sentidos.

Luego el ser humano agudiza el intelecto que le abre otras puertas a las cuales no se le estaba permitido llegar a través de la aplicación de la razón y mucho menos de los sentidos básicos. Y es a través del Intelecto que vemos lo que es posible y lo que no es posible.

Pero hay otro nivel que es el de los Profetas. Es un don especial que Allah (swt) les da a ellos que les permite entender el futuro. Y aquí quisiera dejar claro una cosa: el destino de cada cosa creada sólo lo sabe Allah (swt), pero a veces Allah (swt) les permite a estos seres ver cosas a través de lo que llamamos una conciencia suprarracional, que está más allá del ser común.

¿Cómo podemos nosotros llegar a entender que eso es una realidad? Una semejanza ocurre si miramos el mundo de los sueños. Muchos de nosotros hemos tenido, quizás, sueños premonitorios, y algunas veces estos sueños son claros y otras veces son simbólicos.

Imagínense si nosotros tenemos que explicar esto a alguien que nunca ha soñado, que no tiene el concepto del sueño y que no sabe como es. Y le tenemos que explicar a esta persona que alguien que entra en un letargo, que pierde la conciencia, que pierde la visión y el oído junto al poder de usar esos sentidos y que ve algo que es invisible.

¿Son los sueños reales o irreales? Aquel que ha pasado por esa experiencia, sabe que son reales en esa dimensión de los sueños y son tan reales como lo que nos está sucediendo en este mismo momento, en el estado de vigilia que supuestamente estamos.

Esa persona que nunca tuvo un sueño diría: “Es imposible, no es cierto”.

Un día le preguntaron a nuestro Sheikh acerca de cuál es la capacidad del hombre, si es Allah (swt) quien conoce el destino de todos los seres, y todo está bajo su control y todo es creado y nada existe sino Él, entonces cuál es en realidad la capacidad del ser humano, la voluntad que posee y cómo la podría definir.

El Sheikh miró a la persona que lo estaba interrogando, y solamente abrió y cerró sus ojos. La capacidad es solamente la de ver o no ver.

Tenemos que entender que estamos compuestos de estos dos elementos básicos que son el cuerpo y el alma, que tenemos una obligación espiritual. Esa obligación espiritual, si creemos en el alma, es saber que esa alma y ese cuerpo han sido creados por Un Creador y que debemos, ciertamente, llegar a conocerlo, la obligación de obedecer lo que Él nos dice y lo que Él nos ordena.

Si esta situación se presenta en algún momento en alguno de ustedes, consideren lo que estamos tratando porque lo único que puede alimentar a la parte espiritual es la oración, las devociones y, por sobre todas las cosas, el servicio a la Creación de Allah (swt).

El nivel más alto que puede alcanzar el ser humano es el de Siervo de Allah (swt). Y el que alcanzó ese nivel mas alto fue el Profeta Muhammad (saws). Cuando nosotros hacemos la Declaración de nuestra fe (Shahada), decimos:

“As-Shadu An La Ilaha Illa Lah Wa As-Shadu Muhammadan Abduhu Wa Rasuluhu.”

Nombramos al Profeta como Siervo primero y luego como Mensajero.

La palabra Islam significa sumisión. Nosotros cuando hacemos esta declaración de Islam, pensamos que ya somos musulmanes. Es verdad que pertenecemos a la religión musulmana, sin ninguna duda, pero ser musulmanes es quizás el último paso porque significa que hemos logrado, a través de la Gracia de Allah (swt), una completa sumisión.

Es en ese momento que únicamente podemos llamarnos musulmanes.

Esta creación y todo lo que nos rodea existe por el amor de Allah (swt), y es a través de ese amor que podemos llegar a Él. Si Él nos ama nosotros lo podemos amar. Es un camino con muchas espinas y hay seres que lo transitan.

Una vez, un derviche había declarado la Profesión de la Fe, y luego de varios años de práctica al lado de su maestro, sus compañeros tenían celos de esa relación que ambos tenían. Entonces el maestro decide poner a prueba a sus derviches, y les pide a todos que fuesen a buscar una gallina, que la sacrifiquen y la traigan, pero con la condición de que nadie los viera.

Al poco tiempo, todos los derviches comienzan a regresar con sus gallinas muertas menos uno, el que era muy cercano al Sheikh. El resto de los hermanos, al ver que no llegaba, comienzan a murmurar y a burlarse, diciendo: “¡Seguro que se perdió! ¡Estará pensando en otra cosa!” Pero el derviche no aparecía.

Finalmente, aparece con las manos vacías y todos se echan a reír. El Sheikh le pregunta: “¿Qué te ha pasado? ¿Por qué me has desobedecido? ¿O no has comprendido cuáles eran las condiciones de traer una gallina sacrificada sin que nadie te viera?”

El derviche le responde: “No mi Sheikh! Lejos estaría yo de desobedecerlo, el problema era que en cada lugar adonde miraba estaba Allah (swt) observándome y no pude matarla”.

Este es el trabajo del ser humano.

En el Corán i-Kerim, en el “Surah Yusuf”, el Profeta José (as), era el menor de varios hermanos, y sus hermanos tenían celos de él porque era el preferido de su padre. Ellos se querían deshacer de Yusuf (as) y por eso lo llevan en un viaje, abandonándolo en un pozo de agua seco.

Al tiempo, una caravana lo encuentra y lo vende como esclavo. Con el pasar de los años, debido a su carácter, llega a Egipto y comienza a servir en la Corte del Faraón Putifar.

Todos los Profetas han sido los hombres más hermosos de su época, poseedores de una belleza muy particular. Nosotros conocemos la descripción física de nuestro Profeta (saws).

El Profeta Yusuf (as) era increíblemente hermoso y llega a la corte como funcionario de la casa del Faraón. El Faraón estaba casado con Zuleika, que también era muy hermosa. Zuleika conoce al Profeta Yusuf (as), e inmediatamente se siente atraída y hechizada por su belleza, y desde aquel momento su vida se detiene, y su corazón vuela hacia él. Tal era el amor que ella sentía por Yusuf (as), que con el pasar del tiempo pierde toda su fortuna compuesta por palacios, sirvientes y setenta camellos cargados de oro, plata, esmeraldas y piedras preciosas.

Cuando comienza a ser mal vista su actitud y comienza a ser reprochada por regalar sus joyas y oro a quien hubiera visto a José (as), e incluso por intentar muchas veces llevárselo a su lecho, invita a todas las damas de la alta sociedad a una gran comida, y en el momento de servirse la fruta hace entrar al Profeta Yusuf (as) al salón, e inmediatamente todas se quedan estupefactas con su belleza, a tal punto que se cortaron las manos con los cuchillos con los que pelaban la fruta sin siquiera darse cuenta.

Transcurre el tiempo y el Faraón, al no soportar más la situación y al perder ella toda su fortuna, la echa de la casa. Pasan los años, y luego de la reconciliación del Profeta con sus hermanos encuentra a Zuleika entrada en años, deambulando por las calles. Yusuf (as) le pide a Allah (swt) que le devuelva la belleza que la había caracterizado en sus años de juventud. Allah (swt) se lo concede y se casa con ella.

Pero luego del casamiento, Zuleika comienza a poner excusas para no ir al lecho junto a él. Y llegó un momento en el que Yusuf (as) le dice: “¡Oh, Zuleika, cuando era ilícito para mí compartir tu lecho, hubieras dado cualquier cosa para estar conmigo y ahora que estamos casados legalmente me rechazas! ¿Cómo puede ser esto?” Y ella le responde: “Sucede que siempre amé a Allah (swt) y no lo sabía hasta que el último velo fue removido y vi el verdadero objeto de mi amor.” Y dedicó el resto de su vida a adorar a Allah (swt).

Esta historia verdadera ocurrió y vemos que, Insha’Allah, si se remueven esos velos en nosotros, podremos llegar a tener, si fuese posible y si somos invitados a ello, la Visión de Allah (swt).

Muchas veces, cuando nos referimos al mundo, pensamos que debemos abandonarlo, alejarnos del mundo para servir a Allah (swt).

Pero cuando el derviche decide iniciar este camino, sólo intenta regresar a Allah (swt) y lo demás deja de tener importancia. Lo cual no significa que debemos hacernos los faqires, abandonando todas las obligaciones que este mundo requiere (familia, pagar las deudas, trabajar) y escondernos en una cueva imaginándonos que servimos a Allah (swt). No quiere decir eso.

La Orden Yerrahi desciende de la Halvetiyyah, que eran aquellos que practicaban los retiros. Pero esa seclusión en esos tiempos era una práctica guiada por el Sheikh, que consistía en quedarse en un cuarto de dos por dos, durante cuarenta días. Dormían muy poco y sólo tenían agua y una pequeña galleta que disolvían en el agua para no perder tiempo y adorar a Allah (swt). Únicamente salían de ese pequeño cuarto para hacer los Salat en Congregación, y luego regresaban a recitar los Nombres de Allah (swt).

Una vez, por supuesto, alguien le preguntó al Sheikh Muzaffer Efendi (ra) por qué no lo hacemos hoy en día, y él respondió: “En épocas más cercanas al Profeta Muhammad (saws), que fue la mejor de todas las épocas, los hombres practicaban su religión con mucha más devoción de lo que lo hacemos hoy en día. Entonces la seclusión servía para aquellos que necesitaban corregir cosas y no podían hacerlo afuera. Actualmente el retiro (khalwa) para los derviches es estar en el mundo, pero no pertenecer a él”.

Este es el retiro más difícil que existe, no porque pasemos cuarenta días sin dormir, sino porque estamos constantemente bombardeados por las cosas del mundo. Y debemos, en alguna medida, tratar de frenar esas influencias.

En las cortes de los Sultanes generalmente había alguien con problemas psicológicos, y en la Corte del Sultán Harún Al-Rashid había un hombre que decía que era medio hermano de él. Estaba la mayor parte del tiempo fuera de sí, pero el Sultán le tenía muchísimo cariño y lo dejaba deambular por cualquier lugar del palacio.

Un día, abre la puerta del salón del trono y, al no ver a nadie, se sienta en el trono del Sultán. Los guardias que cuidaban la sala lo ven y lo sacan de allí a palazos, pero el loco comienza a gritar del dolor.

El Sultán oye los gritos, y al reconocer la voz del loco, entra en la sala ordenándoles a los guardias que se detengan. Lo dejan tranquilo y mientras tanto, el loco continúa gritando como si continuasen los golpes contra él.

El Sultán le dice: “Ya no están pegándote más, he ordenado que te dejen, ¿por qué continúas gritando?” El loco le responde: “¡Ah, mi Sultán! ¡Hay una razón! Yo me he sentado dos minutos en ese trono y mira la paliza que me han dado. Y tú que has estado sentado toda la vida, ¡fíjate la paliza que te espera en el Más Allá!”

Así es el mundo, y el tiempo de estadía en él es limitado.

Había un Sultán en la zona de Asia Central, y una noche oye ruidos en el techo del palacio. Alguien golpeaba, y el Sultán extrañado se asoma al balcón y ve a una persona entrada en años armando una carpa en el techo. “¿Qué es lo que estás haciendo?”, pregunta el Sultán. El hombre le responde: “¿No lo ves? Estoy armando una carpa.” El Sultán le dice: “Pero, ¿cómo vas a hacer eso? ¿No sabes quién soy?” Y el hombre responde: “¡Sí! Sé quién eres. Eres el Sultán y estoy armando la carpa para dormir.” El Sultán dice: “¡Pero esta es mi casa!” El hombre responde: “¿Esta es tu casa? ¡Yo pensé que era un hotel!” El Sultán le dice: “¿Y por qué has pensado que esto era un hotel?” Y el hombre responde: “Dime, por favor, ¿dónde están los que habitaban esta casa antes que ti?” “Pues mi padre, quien ya falleció, vivía antes que yo. Y anteriormente vivió mi abuelo, que también falleció”, respondió el Sultán.

El hombre le dice: “¡Ah! ¿Has visto? ¡Tengo razón, si los que estuvieron antes aquí ya no están, entonces esto es un hotel!”

El mundo es un hotel.

Se dice que los buscadores de Allah (swt) estuvieron y existieron siempre. El Sufismo como lo conocemos es Islam, es parte de Islam y no existe ninguna separación. El conocimiento se transmite de Sheikh a Sheikh, y de Sheikh a discípulo. Es una cadena de transmisión del conocimiento basado en el Sagrado Corán y los hadices.

Gente que busca a Allah (swt), existe desde el comienzo de la raza humana y el alma desea volver a Su Creador. Desea estar en ese estado que disfrutaba antes de entrar en el cuerpo.

Las almas fueron creadas en algún momento y están en el Paraíso de las Almas, observando a Su Creador. La visión de Él es tan poderosa que no tienen conocimiento de su propia existencia. Es por eso que Allah (swt) creó la Creación. Hace descender al alma desde esa dimensión a nuestro cuerpo, la cual entra ocho semanas después de la concepción. Y el alma estará en el cuerpo el período que Allah (swt) le asignó.

En la antigüedad, nos dicen que los hombres como el Profeta Nuh (as), tal como lo dice el Corán i-Kerim, vivió un milenio menos cincuenta. Así que a medida que pasa el tiempo, evidentemente, vivimos menos.

Pero esa alma que desciende al cuerpo, lo único que desea es volver al estado en que estaba antes de descender. Vino del mundo etéreo de luz a este mundo oscuro. Por eso es imposible la felicidad en este mundo si no trabajamos en nosotros mismos. Y esa felicidad comienza a manifestarse una vez que comenzamos el camino de regreso, trabajando en corregir lo que hay en nosotros y pasando a través de las etapas de este viaje.

Aquellos que saben hablan de siete etapas muy evidentes. Las cuatro primeras son reconocibles, e incluso intelectualmente, podemos comprender sus estados. Pero las últimas tres están más allá de las palabras y del intelecto. Es posible realizarlo y existen seres que hablan de ese trayecto, de cómo es, sus detalles y cómo sucede. El que busca llega a estas estaciones espirituales y avanza hasta el cuarto nivel, que es el nivel de contentamiento, de felicidad, donde se está absolutamente contento con lo que Allah (swt) envía, sea malo, sea bueno, sea lo que sea se está contento con ese estado. Nada mueve al buscador de su remembranza y observación.

Los demás estados son un regalo de Allah (swt).

Islam se ha dividido, en cierto momento, en dos grandes ramas: el Sunnismo y el Shiísmo. Nosotros somos Sunnitas y practicamos la religión de acuerdo a una de las cuatro Escuelas de Jurisprudencia: Hanafi.

El sufí simplemente trata de ver y de percibir más de lo que hace la mayoría de los musulmanes. Es simplemente y de manera muy correcta, obedecer lo que Allah (swt) nos ordena a diario.

Pero existe un paso más que es posible realizarlo de la mano de aquellos que lo han transitado. Nuevamente, nadie puede decir: “Yo soy sufí y no soy musulmán.” No es posible decir eso.

En la mayoría de las Órdenes, estas etapas son en esencia iguales, sobretodo en el resultado final. Se dice que cuando el alma de aquel que muere parte sin hacer prácticas religiosas, el retiro del alma de ese cuerpo es increíblemente doloroso. En cambio, para el alma de aquel creyente que muere y parte hacia su Amado, el retiro de ésta es tan suave como quitar un pelo de un pan de manteca, con esa suavidad.

Cuando uno empieza en este camino, nos advierten que tengamos mucho cuidado con tres partes nuestras:

Lo que sale de nuestra boca, lo que tocan nuestras manos y lo que tenemos entre las piernas. Si uno se olvida de estas tres partes puede desencadenarse un desastre.

El problema con este camino es que uno debe estar muy seguro de lo que hace, porque si no continúa, la pérdida es más grande que la ganancia. Si se retira de un camino no regresa al punto donde comenzó, sino que regresa aún más atrás.

El derviche desea limpiar su propia casa, que es su corazón, para recibir al Más Grande de todos los huéspedes, Allah (swt).

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Islam y Tasawwuf.” Martes 3-02-2009