Hadrat Rabia Al-Adawiyya (k.s)

Bismillahir Rahmanir Rahim

Estuve pensando mucho en mi madre. Pero por sobre todas las cosas en el increíble esfuerzo que hacen las mujeres para traernos al mundo.
Pienso, en especial, en esa increíble conexión que existe durante nuestros nueve meses en el vientre de la madre, de nuestras madres, y la conexión con ese ser que nos permite crecer y estar listos para entrar al mundo.
Yo no creo que los hombres podamos llegar a imaginar o concebir tal cosa en este mundo. Está más allá de nuestra comprensión. No tenemos los elementos ni la experiencia de esa conexión entre dos seres humanos.
Y si bien no somos uno con nuestras madres, y nuestras esencias están separadas pero unidas al mismo tiempo, jamás podríamos terminar de agradecer lo que ellas hacen por nosotros.
Hablo de esto por nuestra relación con este camino y el concepto de amor. ¿Qué podemos saber o comprender los hombres sobre el amor? Sin ninguna duda, mucho menos, que cada una de las mujeres que en este momento están ahí escuchando esto que estoy diciendo.
A fines de 1.974 y principios de 1.975 mi esposa y yo vivíamos en una granja estudiando la escuela de Gurdjieff, en el noroeste de New Jersey.
Yo tenía un trabajo fuera de la granja, y ella no, ella vivía allí, y mezclaba aceites haciendo perfumes que la granja vendía.
La granja vendía estos perfumes, y además allí se criaban caballos de raza árabe, y de ese modo se mantenía la granja.
Durante unos meses, tres o cuatro meses, con ella asistíamos a un pueblo que quedaba a unos 30 km de donde vivíamos a tomar cursos que me permitirían participar y ayudar en el parto.
Cuando llegó el momento de que mi hija naciera, por haber tomado ese curso me permitieron estar dentro de la sala de parto, tomando a mi esposa de la mano. Ayudando con respiraciones, con esto y lo otro. Y pude ver, sentado a un costado de ella, cómo Karina, mi hija, salía al mundo.
La destreza de los doctores, cómo hicieron para que todo ese parto tuviera éxito, y Alhamdulillah ella estuviera en el mundo como está en este momento.
La miraba a Kevser, y quería yo imaginarme, conectarme de alguna manera con lo que estaba pasando en su ser, y no podía hacerlo, no había manera posible de romper esa barrera de tamaño momento, de sacrificio, de dolor, de amor, de alegría, lágrimas.
La mujer es algo especialísimo en este mundo. Nuestra existencia es posible gracias a ellas que están aquí.
No quiero de ninguna manera minimizar el rol del Creador en todo esto. Pero Él lo creó así, y les ha dado a ellas, sean madres realizadas o no, hayan tenido o no hijos, les ha dado el potencial de esa increíble tarea.
Y la imagen de mi madre, Allah esté complacido con su alma, ha estado presente hoy en todo el día.
Nuestro camino, Tasawwuf, al comienzo, fuera de ese círculo tan íntimo alrededor de Hz. Muhammad (saws) tampoco podemos comprender o conocer los estados espirituales que han alcanzado al estar al lado de lo mejor de la Creación de Allahu Ta´ala.
A medida que nuestra religión se fue extendiendo, han aparecido personas, místicos, que querían esa conexión íntima con el Creador, más allá de lo que estaba permitido en la Shari´ah .
Durante los primeros años, las primeras décadas, la relación era una: entre querer saber más y obedecerlo a Allah (swt) para que lo perdone y poder el Paraíso.
Es decir, lo mismo que un comercio, en cierta manera. Recompensa o castigo. Nada equivocado, es mejor hacer eso que no hacer nada.
Pero este camino tiene cosas muy tenues. Tenemos que aprender a ver.
Cuando algo nos sucede, y nos encerramos a nosotros mismos, y nos encerramos en nuestras casas, y acusamos al resto del mundo por lo que nos sucede, simplemente estamos ciegos, no podemos ver.
Alguien me dijo los otros días: “Baba, alguien me cobró dinero que no debió haberme cobrado”. Pero esa misma persona en ningún momento me dijo: “Del dinero que salió de mi bolsillo yo no soy el dueño. El dueño de ese dinero decretó que saliera de mi bolsillo. Yo estuve correcto en darlo, y la persona que demandó sin merecerlo hizo algo incorrecto”. Mi pregunta a esa persona es, ¿Ha encontrado lugar en su corazón para perdonar a quien cometió ese acto? Y esa persona tendrá que responder eso al Creador. De la misma manera que Allahu Ta´ala nos perdona a cada instante que vivimos sin recordarlo.
La unión con Allahu Ta´ala requiere algo muy especial.
Repito, al comienzo, las primeras décadas de nuestro camino eran, para los místicos, un comercio: hacer lo que correspondía, acercarnos al Creador para lograr Su amor pero queríamos el Paraíso. Queríamos escaparnos del infierno, hasta que llegó una mujer, Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya, que Allah esté exquisitamente complacido con su alma.
Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) trajo esto de lo que estoy hablando: el amor. Pero el amor no por comercio.
De la misma manera que la madre no se queda embarazada para ganar algo. Se queda embarazada porque fue algo, en el 99% de los casos, una unión por amor y un ser que misteriosamente comienza a crecer en su interior.
Y lo ama porque sí, porque está ahí.
Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) trajo el concepto de amor por Allahu Ta´ala, simplemente por eso, por amarlo. Y negaba el problema del Paraíso y el infierno.
La historia de su vida muchos de ustedes la conocen, pero para quienes no la conocen voy a dar algunas indicaciones.
Cuando ella estaba por llegar a este mundo, su familia era extremadamente pobre, no tenía ni siquiera un pedazo de tela para cubrir su cuerpito.
La madre le pide al padre de ella: “Por favor, ve hasta la casa de algún vecino a pedir algo para poder cubrirla”. El padre le dice: “Lo lamento pero no puedo. Hace ya tiempo que hice una promesa, de no pedir jamás aquello que Allah había decidido enviar para nosotros. Lo que llegue, así será. Y si no llega, así será”.
A través de este ejemplo podemos ver que hay cosas que descienden sobre lo que nos siguen, basados en nuestra enseñanza, en nuestra creencia, nuestra fe, la limpieza de nuestro ser.
Esa noche, su padre muy entristecido, porque su hija iba a nacer y no tenían con qué cubrirla, soñó con Hz. Muhammad (saws) y en el sueño le decía al padre: “La niña que va a nacer mañana será una mujer de elevadísima estación espiritual. Cuando ella esté en este mundo setenta mil de mis seguidores van a querer aprender de ella”.
Ruego a Allahu Ta´ala que este faqir sea considerado uno de esos setenta mil e insha´Allah para algunos de ustedes, los que estén inclinados a saber más sobre el amor en este camino, que también se conviertan en uno de esos setenta mil. Amin.
En ese sueño Hz. Muhammad (saws) le dice: “Escríbele al Emir (al rey) y dile que si él envía, todos los días cien salawats para mí, y los viernes envía cuatrocientos salawats, pero como el viernes pasado no lo hizo, porque siempre lo hacía, que envíe cuatrocientos dinares para tu familia”.
El padre de Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) escribió la carta, la envió, y el emir quedó totalmente sorprendido respecto de que alguien como él supiera lo que rezaba, y le ordenó a su visir: “Envíen dos mil dinares a esa familia. Y díganles que me disculpen, que yo no puedo darles audiencia, porque hacerlo sería deshonrarlos. A alguien que sabe de estos temas, el que debe visitarlos y pedir audiencia soy yo, y les pido que me la otorguen”.
Así llegó Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) a este mundo.
El padre le puso el nombre Rabi´ah, que significa “número cuatro”.
Pobreza y muerte envió a la familia a diferentes lugares.
Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) ya adolescente estaba sola, un comerciante de esclavos la vio y se dispuso a atraparla. Ella corrió, quiso escaparse, se cayó y se quebró la muñeca. Y se dio vuelta y dijo: “Oh Allah, yo soy como tú sabes, tu sierva, y estoy a punto de convertirme en esclava. Pero nada de eso importa. Lo único que quiero saber es ¿Estás Tú contento conmigo?” Y la voz de Allah (swt) le dijo: “No te preocupes Oh Rabi´ah, que en el Día de la Resurrección tu estación espiritual va a ser tan alta, que los compañeros del Profeta (saws) van a preguntarse quién es ese ser que tiene un estado espiritual mucho más alto que el de ellos”.
Mientras era esclava, ella encontraba tiempo para rezar por la noche y no dormía.
Hacía ayuno durante el día y se pasaba la noche rezando. Estamos hablando de entrega.
Y una noche el dueño de ella, el mercader de esclavos, el que la había comprado, mira por su ventana, de noche, porque había una luz afuera. Miró a ver qué pasaba en el patio de su casa, y la ve a Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) rezando. Pero sobre su cabeza, en el aire, había una lámpara, y nada la sostenía. Esa lámpara iluminaba todo el patio de la casa, y entraba a través de las ventanas. Él no pudo creer lo que estaba pasando, lo que había visto. Y se quedó sentado en su cama hasta el amanecer en que ella entró. Y cuando entra él le dice: “Rabi´ah, he visto lo que sucedió anoche. Tienes tu libertad. Te pido, si puedes, que te quedes aquí conmigo”. Ella lo miró, le sonrió y le dijo: “Muchas gracias, pero no me puedo quedar”. Tomó sus pertenencias, nada, lo que tenía puesto, y un par de pequeñas cosas más. Salió de la casa, salió del pueblo, salió de toda esa zona y se internó en el desierto para rezar a Allahu Ta´ala.
Hay muchas otras historias sobre Hz. Rabi´ah Al-Adawiyya (ra).
Una de ellas es que hizo la intención de realizar el peregrinaje (Hajj) y por un motivo u otro, dificultades le impedían llegar. Hasta que en un momento, hay gente que lo dice, y esto es increíble, la Ka´ba fue hacia ella.
Ustedes me dicen: no puede ser. Bueno, sí, yo sé que no puede ser.
Pero un día Hz. Abdul Qadir Al- Jilani (ks) estaba dando un sohbet, es uno de los cuatro qutubs que mencionamos en el dhikr. Mientras estaba dando el sohbet, se queda un momento prestando atención, y él tenía unas chinelas de madera, y una de ellas que estaba al lado de él, era suya, la levantó y la tiró en el aire. La encontraron años después en otro país.
La chinela había volado por los aires y cayó en la cabeza de alguien que estaba por violar, en otro país, a cientos de millas de distancia, a un miembro de su cofradía, a una mujer.
El famoso Hz. Ibrahim Hatem (ra), ustedes conocen la historia de él, hizo la intención de ir al Hajj, y tardó catorce años en llegar a Meca. Porque se detuvo en cada tumba o lugar sagrado, entre el lugar donde él vivía, en Asia Central hasta llegar a Meca y hacía rezos especiales.
Entonces llega finalmente a Meca, va la mezquita, mira y no ve a la Ka´ba. Y dice: “¡Allahu Ta´ala qué pasó con la Ka´ba!” y una voz le dice: “La Ka´ba fue a visitar a Rabi´ah”. Por lo tanto él va hacia donde estaba ella y le dice: “Mujer ¿qué es lo que has hecho? ¿Qué es esta locura de que la Ka´ba te venga a visitar a ti?” Y ella responde: “Más locura es la tuya, que tardaste catorce años en llegar a acá. Yo, con mi rezo interno, estoy aquí”.
Una última historia de Rabi´ah Al-Adawiyya (ra) y un comentario para ustedes.
Su práctica a través de su vida, ella vivió setentaiséis o setenta y siete años, consistió en ayunar, rezar y no dormir.
Algunos dicen que no durmió durante años. Otros dicen que eso de no dormir se refiere a su parte espiritual. Que nunca dormía.
Nosotros sabemos que hay gente en el lejano oriente que puede pasar largos períodos sin dormir. Pero no dormir nunca no sé si es posible.
En uno de estos ciclos de ayuno y vigilias, estuvo siete días ayunando y sin dormir.
Finalmente, alguien le trae un bol con comida y una jarra con agua. Ella lo agradece y deja las cosas que estaban ahí porque oscurecía, era la hora de romper el ayuno, va en busca de una lámpara de esas con aceite para poder iluminarse, y cuando regresa se da cuenta que un gato que había dando vueltas por su casa tiró el bol con la comida. Entonces ella dijo: “Tomaré agua, nada más.” Cuando va a tomar la jarra con agua, la levanta, se le resbala de las manos, cae al suelo y se rompe en mil pedazos.
En ese momento dijo: “¡Oh Allah, Allah, Allah! Tú has visto todos estos días, ¿Qué es lo que sucede?” Y una voz le dijo: “Oh Rabi´ah, si lo que quieres es el mundo, dímelo, y en un instante llenaré tu ser de todos los placeres que puedas llegar a imaginar de este mundo. Pero en ese instante también voy a quitar todo aquello que tú has construido dentro de ti para Mí. Tú tienes tus deseos y Yo tengo los míos. Los dos no se mezclan, los dos no pueden estar en el mismo lugar”.
¿Por qué estoy haciendo hincapié en todo esto? Primero me estoy hablando a mí mismo, en este día, en que recuerdo de una manera muy íntima a mi madre.
Pero además a todos y a cada uno de ustedes.
Todos vivimos en un lujo que es envidiable. Pero van a decir: “Baba, a mí no me alcanza el dinero para llegar a fin de mes o esto o lo otro, de aquí y de allá”. Yo entiendo todo eso.
Pero si quieren ver cuán diferente es el mundo, enciendan la televisión y miren lo que está ocurriendo en otros lados. Y pregúntense, si en lugar de encerrarnos en nuestras casas y culpar a otros por lo que nos pasa no podríamos empezar a dar un poco de todo lo que recibimos.
Hay miles y miles de chicos huérfanos en Siria y en Irak. ¿Hemos levantado algún dedo para ayudar? ¿Hemos hecho algo para ayudar a alguno? Y si lo hemos hecho Alhamdulillah, mil felicitaciones. Yo no conozco, nadie me dijo que hayamos hecho nada.
El Centro Islámico en Buenos Aires está ayudando a familias a establecerse y demás.
Hay algunos de nosotros que no tienen hijos. ¿Alguno pensó en adoptar a estos chicos? Nada es fácil. Ni tampoco va a ser fácil criar a alguien que quedó huérfano a través de una guerra que no pueden comprender. Donde hermanos matan a hermanos. Una monstruosidad que sólo el ser humano es capaz de hacer.
¡Sí! ¡Nosotros somos los monstruos! ¡Y no crean ustedes que porque no lo hicimos no somos capaces de hacer lo mismo! El ser humano tiene esa dualidad. Allah (swt) ha puesto ambas cosas dentro de nosotros.
Utilicemos lo que es bueno en nosotros, y levantemos un dedo aunque sea, no sé, a ayudar a alguien, a adoptar un niño, ayudar a alguna familia a establecerse, con trabajo, con comida. Por favor, consideren eso.
Hemos tenido un mes de alguien que trajo el aroma y el espíritu de Istanbul. Y les habló del amor, y les habló del espíritu, les enseñó ilahis, y compartió con ustedes historias de nuestra tradición. Muy bien. Ahora pongamos eso a trabajar insha´Allah.
Agradezcamos a esos seres, a nuestras madres, que han hecho posible nuestra venida al mundo, por favor. Porque, nuevamente, nosotros los hombres no podemos comprender lo que una mujer tiene que hacer para que una vida en este mundo sea posible.

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet Sheij Orhan Baba – Sábado 3-12-2016 – La Jerarquía de la Mujer en la Creación, en nuestra religión y en nuestro camino. Hadrat Rabia Al-Adawiyya (k.s)