El Sello de la Profecía

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Cuando alguien en nuestro camino, esta es nuestra tradición, hace la Shahada, los cielos están de fiesta porque, sin ninguna duda, el acto de realizar la Shahada, es un acto de sumisión al Creador. Uno Le promete ser musulmán. En otras palabras, uno Le promete un acto de sumisión en el cual se entrega todo el ser al Creador.

Islam es el final del camino, no es el comienzo. En realidad, es así en todos los caminos. Los hombres hemos decidido ponerles nombres a esos caminos, pero el camino en verdad es uno solo, porque el Creador es uno.

Quiero hablar acerca de los nombres y el por qué de los nombres en nuestra tradición.

Hay hadices que ponen énfasis en la cuestión del nombre en nuestra tradición. Hz. Muhammad (saws) dice en uno de ellos: “En el Día del Juicio Final seremos llamados por nuestros nombres y el nombre de nuestros padres. Entonces mantengan sus buenos nombres.” Pueden nombrar a sus hijos con los nombres de los Profetas. En Islam cuánta gente se llama Muhammad y cuánta gente se llama Ahmed. Pero lo nombres que a Allah (swt) más le agradan son ‘Abdallah y ‘Abdrahman. Ustedes notarán que está ‘Abd está antes que Allah y antes de Rahman, y así hay una extensa cantidad de nombres. ‘Abd significa “Siervo de Dios”. Todos somos ‘abd, todos somos siervos de Dios, lo queramos o no, no es una elección. Pero cuando hacemos la Shahada y cuando rezamos, en un momento levantamos el dedo y decimos: “Ash-hadu an La ilaha illa Allah”, Soy testigo de que nada existo sólo Allah. Las palabras en castellano no pueden contener el significado de esa frase. Es algo que, si lo repetimos, con el tiempo, Insha’Allah, crecerá en nuestros corazones. Y decimos: “wa Ash-hadu ana Muhammadan abduhu wa rasuluhu.” Doy testimonio de que Muhammad es Su Siervo y Mensajero. Y fíjense que la palabra siervo está antes de mensajero, tal es la importancia de ese concepto en nuestro camino.

Les doy un ejemplo de la importancia de los nombres. Cuando el Profeta Abraham (as) comenzó en este camino su nombre era A-B-R-A-M, en nuestra lengua. Y cuando él declara su estación espiritual, se convirtió en Abraham, lo que significa “El padre de muchas naciones”. Y ese fue su destino. La religión judía, la religión cristiana, la religión islámica provienen de su descendencia. Él tuvo con su esposa Sara a Isaac (as), y con su esclava, que luego fue su esposa también, a Ismael (as).  De Isaac (as) descienden los judíos, hasta que llega Hz. ‘Isa (as) y el cristianismo luego de eso. Así que él tiene una importancia fundamental en las religiones monoteístas a las que nosotros tanto conocemos en occidente.

Allah (swt) está con los más puros (y esto es algo que saben aquellos que han transitado por más tiempo este camino), con los creyentes, con aquellos que entrarán al Paraíso y disfrutarán de los beneficios de esa residencia en el Más Allá. Todos los que estamos aquí somos convertidos y esto es extremadamente interesante. El noventa y tantos por ciento ha sido gente invitada a recorrer este camino. Y en algún momento de la vida, ese deseo, esa necesidad, se ha convertido en una realidad. Por eso me gustaría hablar hoy del Sello de la Profecía, la Luz de los Cielos y la Tierra, Hz. Muhammad (saws).

Nosotros nos valemos de palabras para comunicarnos, y hay un hadiz que Muzaffer Efendi (ra), usaba con unas pequeñas alteraciones para describir a Hz. Muhammad (saws). Recordemos que el Sheikh Muzaffer Efendi (ra) fue mi primer maestro. Fue quien trajo nuestra hermandad a occidente. Nosotros estamos juntos en verdad gracias a su obra. Él decía que describir a Hz. Muhammad (saws) es imposible, que las palabras son como una gota en el océano de la realidad, que si todos los cielos y la tierra fueran papel, si todos los océanos fueran tinta, que si todos los árboles de la Tierra y todos los bosques se convirtieran en lápices, y usáramos todo eso para describir a Hz. Muhammad (saws), toda la tinta se acabaría, todos los papeles se acabarían, todos los lápices se acabarían, quedarían en desuso antes de poder describir quién era él.

Allahu Ta’ala dice en un Hadiz Qudsi: “Yo era un tesoro escondido y deseaba ser conocido, y por ende he creado el universo. Esta es una traducción aproximada de lo que significa ese hadiz.

Su tesoro, el tesoro del cual habla, era Hz. Muhammad (saws). Allah (swt) creó de su primera luz, la Luz Primordial, y dijo: “¡Kun, Muhammad!” (¡Sé, Muhammad!) Y de esa Luz Primordial, de Ahmad, del Nur Muhammadi, todo el resto de lo creado desciende.

Cuando esa Luz fue creada dijo: “La ilaha illa Allah”, y el Creador respondió: “Y Mi Mensajero es Muhammad.”

De esa luz, Nur Muhammadi, todo lo que existe fue creado: Su Trono, Su Paraíso, Su infierno, Sus ángeles, la sabiduría, y todos los mensajeros, lo santos, y Su Creación. Entonces, cuando el primer hombre aparece Hz. Adam (as), él se convierte en el padre de nuestra carne y Muhammad (saws), aparece como el padre de nuestra alma, de nuestro espíritu.

En el Corán i-Kerim nosotros leemos que Allah (swt) enseñó a Hz. Adam (as) todos Sus nombres, y Adam (as) al adquirir esa sabiduría, al recibir esos secretos, se convierte en la fuente del conocimiento del mundo, sobre cosas del mundo.

Adam (as) conoció Al-Sifat Allah, los Atributos Divinos, sus manifestaciones, pero el alma sin límites de Hz. Muhammad (saws) conocía la esencia del Creador. He ahí la abismal diferencia entre uno y otro. Y eso se materializa con el Muhammad histórico, cuando el cuerpo y el ser de Muhammad (saws) aparece en el siglo VII, en lo que es hoy en día Arabia Saudita.

Alguien le preguntó al Profeta (saws): “Rasulullah, ¿cuándo fue que supiste que eras Profeta?” Y Hz. Muhammad (saws) respondió: “Yo era Profeta cuando Adam (as) estaba entre la arcilla y el agua”.

En el Paraíso, Adam (as), ruega al Creador que él quería conocer el amor. Ustedes saben que en esa dimensión no existen formas corpóreas, la carne no existe. Y Allah (swt) le dijo: “Oh Adam, tú no puedes tener la experiencia del amor en el Paraíso, porque para recibir amor uno necesita felicidad y lágrimas”.

El amor, todos los amores, necesitan de esos dos aspectos: la felicidad y las lágrimas. Porque el que ama, llora; y la mayoría de las veces llora por la separación entre él y el Amado. Y también disfruta de la felicidad de la reunión. Aquellos que alcanzan esos estados durante la vida terrenal, mientras habitan la carne, conocen esas experiencias en este mundo. La mayoría de nosotros experimentará la alegría de la reunión en el Más Allá. El alma estará totalmente consumida por la alegría de ver al Creador, como lo hacía antes de ingresar al cuerpo.

Adam (as) comió del árbol prohibido, como ustedes saben, y Allah (swt) lo envió a la Tierra. Algunos dicen que fue por culpa del diablo, de la debilidad humana. Nosotros sabemos, en este camino, que nada ocurre sin que Allah (swt) sepa que va a ocurrir. Si fuera diferente y le diéramos poder al diablo, entonces tendríamos dos seres para adorar (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah), y eso no existe ni es posible. Es decir, todo lo que le ocurre a Adam (as) y a Eva (as) en el Paraíso, fue un regalo que Allah (swt) les hizo a ellos y a todos nosotros para que ellos pudieran descender al mundo. Y el deseo de Allah (swt), de ser conocido, fue ese: la realización de nuestra humanidad aquí. Y el tesoro del cual Él habla es Hz. Muhammad (saws).

Como ustedes saben, Adam (as), deambuló por la Tierra durante trescientos años, pidiendo perdón, llorando. Pero al final de ese período él recuerda que cuando Allah (swt) le otorga el regalo de la sabiduría y le da Su aliento, y el comienza a vivir en su forma humana, lo primero que vio escrito en los cielos fue, “Muhammad”.

Finalmente, Adam (as) pide a Allah (swt) que lo perdone en el nombre de Muhammad, de quien él sabía que sería uno de sus descendientes. Y así ocurrió con el correr del tiempo, el perdón, la tercera parte en el trece, la otra tercera parte en el día catorce, y la última tercera parte, el perdón final ocurrió en el día quince. Algunos de nosotros celebramos esto en esos días del calendario islámico.

Ustedes saben que en nuestra tradición nadie le hace una promesa a otra persona. Nuestra promesa es con el Creador. Por eso cuando uno ha meditado sobre todos estos aspectos y hace su Shahada, se debe recordar que es un momento de una importancia total y absoluta. La dimensión de esa decisión se verá en el Más Allá. Y cuando se concluye esa breve, simple, maravillosa frase, uno se encuentra como cuando salió del vientre de su madre: inmaculado, sin un trazo de impureza en su ser. Por ello nosotros abrazamos y besamos las manos de aquellos que hacen la Shahada, porque no hay nada más puro en ese momento, en nuestra presencia que la persona que así lo hace.

Espero que esta experiencia de la shahada sea algo que valoramos más que nuestras vidas, en el sentido que jamás podremos cambiar o regresar de donde venimos. No negamos ni desechamos quiénes éramos, solamente queremos un cambio, un cambio que nos convierta en personas más puras, más limpias, que nos permita purificar la casa del Creador que está dentro de nosotros y que nos permita servir a Su humanidad con amor, con generosidad, ¡Ya Karim! ¡Ya Karim! ¡Ya Karim! y que nos perdone las faltas que esta carne trae consigo.

Ruego que Allah (swt) acepte todos vuestros rezos, vuestro dhikr, vuestras devociones y que, simplemente, los convierta en Sus verdaderos servidores.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Shahada. El significado de los nombres. El Sello de la Profecía, Hz. Muhammad (saws).” Jueves 29-01-2015