El Intelecto

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim.

 

Hablábamos de la importancia de tener acceso a la percepción y de las limitaciones de la percepción, a la cual llamamos luz por la función que cumple. Hemos nombrado también las imperfecciones del ojo:

1-No se ve a sí mismo.

2-No puede ver aquello que está muy lejos ni muy cerca de él.

3-No puede ver aquello que está detrás de un velo.

4-Percibe la forma exterior de las cosas, pero no el interior.

5-Ve algunos seres, pero no a todos los seres.

6-Ve aquello que es limitado y no lo que es ilimitado.

 

Nos hemos referido también a otro elemento en el ser humano, el qalb, al cual llamamos alma, espíritu; y al cual se le designan diferentes nombres, sin embargo, es la suma de las características internas del ser humano.

Al mencionar la palabra interna, no estamos hablando de limitaciones porque en realidad, para el intelecto, no hay limitaciones. Estamos hablando de la parte interna desde la acepción común de la palabra, es decir, donde vemos al cuerpo como algo exterior, material, y al resto de las cosas con nuestra parte espiritual.

El intelecto, por su grado espiritual más alto, no está limitado por estas imperfecciones.

Este intelecto, este ojo interior y todo lo demás está relacionado con el concepto de nur. Es lo que nos separa del niño, de los animales, de los locos, del resto de la creación. Es un aspecto de la Creación de Allah (swt), que existe en su expresión más pura en otra dimensión: la dimensión de los ángeles.

Lo que aparenta ser una carga para el ser humano, como el cuerpo, en realidad es el vehículo mediante el cual Allah (swt) nos somete a la prueba que es esta vida terrenal. A pesar de la tremenda influencia que tiene la carne en nuestra vida diaria, (reacciones, emociones, etc.) tenemos la posibilidad a través de ese qalb, de ese intelecto, de esa alma, de ese ‘ain, de superar espiritualmente a la carne.

Si llegamos a dominar esos estados y, si podemos regresar a Él en vida, en realidad nuestro estado espiritual potencialmente podría ser superior al de los ángeles. Ya hemos dicho que todo lo creado tiene un propósito en esta existencia y que, excepto el hombre y los jinns, nada puede desobedecer al propósito de Su Creación.

En este caso, refiriéndonos a los ángeles, cada uno de ellos fue creado con un propósito específico, con un trabajo asignado, con una función y no pueden negarse a realizarla. De la misma manera que un árbol no puede negarse a crecer, o a dar frutos o flores, o lo que sea que fuese su función designada. Solamente los seres humanos y los jinns tienen esa capacidad.

Nosotros tenemos la habilidad de decir sí o no. Cuando medito acerca de la habilidad del ser humano de poder abrir o cerrar los ojos, como Sefer Efendi (ra) decía, me aterran las consecuencias de tomar la decisión equivocada. Pero si tenemos fe, entonces no hay otra opción.

El intelecto merece más el nombre de “luz” que el ojo externo, por la elevación de su rango que escapa a estas imperfecciones. El intelecto tiene la capacidad de ver mas allá de la distancia o de la geografía. Se percibe capaz de conocer y de estar capacitado y, luego de que conoce, puede aplicar ese conocimiento; al mismo tiempo tiene el conocimiento de ese conocimiento que existe, es decir conoce y “sabe” que tiene esa capacidad. Esa manifestación del intelecto es infinita, porque puede llegar a tener el conocimiento de que tiene ese conocimiento de ese primer conocimiento, y así sucesivamente de manera infinita.

Si meditamos sobre esto, esa potencialidad es algo inimaginable para ninguna otra capacidad que pueda tener el cuerpo separado del intelecto. Es decir, ninguno del resto de los sentidos puede llegar a tener esa habilidad.

Hablamos del caso de cómo el ojo se puede engañar. Cuando miramos al cielo, vemos las estrellas y las vemos como pequeños cristales en el firmamento. Si miramos al sol o a la luna, los vemos como un pequeño círculo: es el ojo.

Para el intelecto es diferente. El intelecto sabe que cada uno de esos cuerpos celestes que podemos llegar a percibir son cientos de veces más grandes que la tierra.

Imagínense entonces, cuando el intelecto adquiere a través de los ejercicios espirituales, el regalo de la Proximidad Divina. ¿Hay entonces alguna comparación con el ojo común respecto de la habilidad de ver los secretos de la Proximidad Divina? Ninguna.

El intelecto penetra espiritualmente en los dominios del Trono Celestial, es decir, de otras dimensiones celestiales, y los sueños son un ejemplo de esto. Aquellos sueños que son enviados con un propósito al ser humano vienen de esa dimensión, no así los sueños que son producto de nuestro estado subconsciente. Esto es inimaginable para cualquier parte del cuerpo físico.

Otra de las imperfecciones del ojo es que percibe las cosas exteriores, su superficie, en tanto que no su aspecto interior, aunque a veces percibe las formas, pero no la verdadera naturaleza del objeto que es percibido.

El intelecto, en cambio, penetra en el interior, en el corazón de las cosas y puede, sin ninguna duda, discernir la esencia del objeto que percibe. Descubre primero que es algo creado, luego el motivo de su creación, el rango que ocupa en la creación y de qué elementos esta formado eso que está analizando, cuál es su relación con el Creador y cuál es su relación con el resto de las cosas creadas. El ojo no puede hacer ninguna de estas cosas.

Decimos que el ojo ve aquello que está presente en este mundo y no puede ver aquello que está mas allá de la realidad física, porque esa no es la función del ojo. Pero para el intelecto estas limitaciones no existen.

Por ejemplo, el ojo no puede percibir el calor ni el frío, los olores, los sabores y tampoco puede percibir los estados psicológicos interiores del ser humano. Estas son las vastas diferencias entre el ojo y el intelecto. Y por ello empezamos hablando de nur (luz), que es aquello que nos permite ver.

Son innumerables los estados, las situaciones, las cosas que el intelecto percibe y que el ojo no (alegrías, tristezas, estados emocionales, etc.)

Así llegamos a ver que el ojo se encuentra restringido al campo de acción de aquello que lo rodea, y no puede ir más allá de los colores y las formas.

En cambio, el reino del intelecto se extiende a todos los seres y a todas las cosas, porque no posee ninguna de estas limitaciones.

El ojo es una herramienta, un servidor del intelecto, de la misma manera que los cinco sentidos son también sus servidores. Éstos le envían información al intelecto, sobre la cual el mismo decide qué es visto o percibido. Además de estos servidores están las demás partes que constituyen al ser humano, por ejemplo, la imaginación, la capacidad de la memoria, la capacidad de hacer dhikr, de recordar a Allah (swt) intelectualmente, la facultad de observar, de estimar; y así podemos ir enumerando los diferentes elementos del sistema cognitivo del ser humano que también son ayudantes del intelecto.

En cuanto a la imperfección del ojo, de ver pequeño aquello que es en realidad grande, no es sólo una percepción de tamaño sino de ubicación. Por ejemplo, si ustedes recuerdan, el arcángel Gabriel (as), de acuerdo a un hadiz, estaba hablando con el Profeta (saws) y éste le dice: “¿Ha pasado el sol la línea del meridiano?”, y el arcángel Gabriel (as) le responde: “No y sí”. Entonces el Profeta (saws), le pregunta: “¿Cómo es eso que no entiendo?” Gabriel (as) le dice: “Respondí eso porque entre el momento en que dije: ‘no y sí’, el sol se movió cien años”.

Los objetos en el firmamento parecen estar fijos y, sin embargo, se mueven separados entre sí, independientes, a velocidades imposibles de imaginar para nosotros.

El Profeta (saws), en este hadiz, se refiere a la hora del meridiano del mediodía para realizar el Salat Ad-Dhuhr, y el arcángel Gabriel (as) le hablaba de la capacidad del sol, y de aquello que fue creado, de moverse a distancias que están mas allá de nuestros sentidos para comprender o ver. Pero el intelecto, en cambio, no tiene ninguna de estas limitaciones.

El intelecto sabe que aquello que se ve inmóvil y pequeño en el firmamento es todo lo opuesto de lo que los ojos perciben.

Los errores cometidos por la vista, a los cuales el intelecto escapa, son múltiples, y con esta exposición queda establecida la diferencia entre uno y otro.

Vamos a llegar a la conclusión de que Allah (swt) es An-Nur (Luz). Esta definición sólo se puede aplicar al Creador, pero estamos tratando de utilizar los elementos que Él nos proporcionó para poder comprender Su Realidad, comenzando por los sentidos, la parte que es mas inmediata a nuestro estado, tratando de llegar a tomar conciencia de los otros elementos que nos ayudan a integrarnos como seres humanos, e Insha’Allah, ver que es posible percibir, a través de Su Nur, a todo el resto de la Creación.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca del intelecto.” 4-02-2009