El Destino

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Las aleyas, los versos del Corán, guardan relación con los hechos que sucedían en el momento en que fueron revelados. La primera revelación que recibió el Profeta Muhammad (saws) fue a los cuarenta años. Subió a una cueva y allí descendió el arcángel Gabriel (as). Le reveló quién era él y le dijo algunas palabras.  El Profeta (saws) descendió rápidamente de la cueva y fue hasta donde se encontraba su esposa. Estaba temblando, con frío. Le pidió que lo tapara, mientras decía: “Me estoy volviendo loco. Vi a un arcángel que cubría todo el espacio de los cielos y dijo tres veces: ‘Bismillah, Bismillah, Bismillah’”.

Fueron las primeras palabras que se revelaron del Corán. Si todas las maderas de todos los árboles que existen en toda la creación se volvieran lápices, y todas las aguas de toda la creación se volvieran tinta, jamás terminaríamos de describir el significado del Corán i- Kerim.

Porque de acuerdo al nivel en el que uno se encuentra es el tipo de conocimiento recibido. Si estamos en la escuela primaria, jamás podremos saber de leyes físicas. Primero tenemos que aprender a leer, a distinguir los colores y las formas. Aprender a escribir y entrenarnos para adquirir un conocimiento más intenso. Así pasamos a la escuela secundaria y, después, a la universidad.

El camino espiritual es igual, aprendemos dependiendo del nivel en que nos encontremos, lo que estos libros nos enseñan. Y al igual que en los diferentes niveles de estudio, no podemos compararnos. El que esté en una escuela primaria no puede compararse con un estudiante secundario, y éste no puede compararse con un diplomado en medicina.

En el camino espiritual debemos acudir al maestro para que nos enseñe la disciplina por la que uno se siente atraído. Si Allah (swt) hubiera querido que todo el mundo fuera “zoroastriano”, adorador del fuego, todos estaríamos adorando el fuego.

Dentro del Islam hay diferentes tendencias, dentro del Sufismo hay diferentes tendencias. Nosotros hacemos nuestras ceremonias de determinada manera. Hay otros derviches que giran de otras formas. Pero, en realidad, son ramas de un mismo árbol. Existen con un propósito en un determinado momento, y otras aparecen también por el mismo propósito en otro momento.

Cada uno de nosotros tiene un destino predeterminado. Al mismo tiempo, cada ser humano es el único que tiene la opción de elegir. Los ángeles no pueden elegir el trabajo o la tarea que les fue asignada. Si el ángel está encargado de rezar, es todo lo que hace, nunca puede desobedecer.

El equivalente en la tierra de esa actitud, de esa obediencia, es el reino vegetal. Los árboles no pueden dejar de producir una determinada fruta, no pueden detener su crecimiento, no se pueden matar, como el ser humano que sí puede quitarse la vida. Simplemente siguen la evolución, su ciclo, hasta que se acaba su existencia. En cambio, el ser humano tiene la posibilidad de decir no. Tiene una pequeña parte de la voluntad divina por la cual se creó la creación. Una pequeña parte de esa voluntad tenemos cada uno de nosotros.

Nuestro Sheikh, a la pregunta: “¿Cómo puede describirse la voluntad del ser humano?”, respondió: “El ser humano tiene la capacidad de abrir y cerrar los ojos”.

Eso es el máximo que el ser humano puede llegar a hacer. Podemos elegir abrir los ojos y ver, o no. La obligación nuestra es atender la evolución que ocurre en este camino, y corresponde exactamente al esfuerzo que hacemos por cambiar.

Hay seres que no tienen esa obligación. Buda, sin ninguna duda, fue un elegido, todos los profetas fueron elegidos. Los santos son seres que pueden obtener niveles similares a los de los profetas. Pero no son profetas. Ellos tienen que trabajar para llegar a ese nivel. Para los profetas, simplemente, llega un momento de sus vidas en que les resulta evidente haber recibido el don de la profecía y, a partir de ese momento, no pueden desobedecer, cambiar, negarse. Es como es.

Por el contrario, el santo debe trabajar. Para el resto de todos nosotros, si no somos santos, tenemos que trabajar más fuerte y más duro que los santos. Se dice que una tercera parte del Corán, es para nosotros, para la humanidad. Esa tercera parte del Corán explica claramente cómo hay que vivir, bajo qué principios, cómo comportarnos, cómo pensar, cómo actuar, cómo comer, cómo vestirnos, el largo de la barba, el largo del cabello, el largo de las uñas. Todo se encuentra establecido de manera que podamos llevar una vida armoniosa.

La otra parte es para aquellos que realmente quieren entender por qué debemos vivir así. Y la última parte, simplemente, es entre el Profeta (saws) y Allah (swt).

Uno debe trabajar intensamente para cambiar los estados espirituales. Al principio es duro. A medida que avanzamos en el camino espiritual, las pruebas son más sutiles. El buscador debe ser capaz de ver. Y al ver encuentra, y al encontrar cosecha. Primero reparte la cosecha, y luego él mismo es la cosecha.

Nosotros decimos que nos hicimos musulmanes o que estamos en el Islam, siempre hablamos de lo mismo. Islam es el último de los caminos. Porque la palabra Islam significa someterse. ¿Someterse a qué? A Allah (swt), a Dios, es simplemente tratar de evitar el estado de flojera. Cuando podemos servir a la Creación de Allah (swt), sin desear la recompensa, podemos llegar al estado de servidumbre. Si alcanzamos ese estado ya no importa nada más, porque es en ese momento que conseguimos la libertad. Porque no estamos más atados. Lo que viene, viene.

Si lo que viene es nuestro camino, lo aceptamos, y lo que no viene también lo aceptamos. Se acabó el enfrentamiento que teníamos con nosotros mismos. Hemos tenido la suerte de conocer a gente como nuestro maestro. Y es de Él de donde nos agarramos, de su brazo, de su mano, y así tratamos de seguirlo en el camino.

Nosotros usamos el sexo femenino y masculino en un sentido diferente al que se le da comúnmente. Entonces de la unión entre el Sheikh y el discípulo, de la unión espiritual, nace un hijo o una hija. Si es varón, su destino será el de enseñar a otros, si es mujer su destino será caminar por el camino recto, aprender y enseñar a través de un ejemplo de virtud. El discípulo es el hijo del corazón.

La distancia que hay entre mezquita y mezquita es la que cubre la voz del muezzin. El muezzin es aquel que hace el llamado al rezo. Este llamado es para tirar el mundo afuera, lejos de nosotros mismos. Estamos frente a Allah (swt), estamos pidiendo permiso para estar frente a su presencia.  Luego proclamamos que Allah (swt) es más grande que la suma de Su Creación. Y después proclamamos que somos testigo de que nada existe sino Allah (swt). Luego invitamos al rezo. Y, a partir de ese momento, nos olvidamos del mundo y nos entregamos al Creador. Ese es nuestro objetivo, nuestra intención.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca de la voluntad.” Sábado 1-08-2009