El descenso del alma a este mundo

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Hoy ocurrió algo muy interesante, le pedí permiso como corresponde a Safer Baba para poder dar el sohbet, pero él dice que no necesito su permiso. Es una muy amable, muy linda contestación, sin embargo, sí necesito su permiso porque es su dergah y él es el Sheikh ahí, lo mismo que Suleyman Baba es el Sheikh en el dergah de Salta, lo mismo los demás hermanos en su casa.

La cuestión de adab es algo que rige nuestras vidas, la vida de los derviches. Es una manera de presentarnos al Creador a través de Su creación.

Hay etapas en la manera de rezar, hay etapas en la manera en que lo hacemos. La primera es cuando uno hace un pedido: “Oh Allah, otórgame esto, Allah otórgame lo otro.” Y hay un peligro frente a ese tipo de deseos que expresamos frente al Creador.

Este es un camino de la pobreza, pero que no tiene que ver con la pobreza económica. Tiene que ver con la pobreza de no desear al mundo, de querer remover de nuestro ser las atracciones que tiene el mundo. ¿Y por qué? Porque esas atracciones nos distraen de Allahu Ta’ala.

Ese tipo de pedido Allah (swt) lo otorga luego de que, lentamente, nos va transformando en creyentes.

Aquel que quiera curarse y ser puro, mañana, no lo puede lograr. Tiene que tener la paciencia de pasar a través de las diferentes etapas, y Él va lavando el alma, la va puliendo, va removiendo el mundo que atrapó al alma cuando entra a nuestro cuerpo.

En un momento, cuando las almas fueron creadas, están en ese nivel, en la dimensión de las almas, frente al Creador y lo vemos a Él, de la misma manera que abrimos la ventana en la noche y vemos la luna. No quiero de ninguna manera asemejar al Creador con la luna, pero es más o menos la relación que existe en el mundo de las almas.

El día quince del mes de Sha’ban, Allah (swt) indica a Sus ángeles cuáles son las almas que van a descender y a los cuerpos en los que entrarán, y también informa a los ángeles durante ese año, en el día quince de Sha’ban, las almas que partirán y dejarán este cuerpo de arcilla durante esos doce meses.

Las almas que están frente al Creador, que se han olvidado de su propia existencia porque no tienen consciencia por el hecho de estar frente a Él, cuando llega el momento de partir no quieren hacerlo, las almas quieren quedarse ahí. No hay mejor lugar en toda la creación que ese, pero Allah (swt) lo ordena. ¿Por qué? Porque Adam (as) quiso descender a esta dimensión para poder conocer el amor, y por lo tanto ese es nuestro destino.

Las almas atraviesan setenta mil velos hasta llegar al cuerpo, y el último y más grueso de todos esos velos, es cuando el bebé sale del cuerpo de la madre. Por ello el bebé llora, y lo dije en muchas oportunidades. No es el bebé el que llora, es el alma que hace que ese bebé llore, simplemente porque sabe que ha atravesado el último y más grueso de todos esos velos: el ingreso a este mundo.

Cuando el Sheikh le da a alguien la recitación de los setenta mil La ilāha ila llah lo hace para ayudar a limpiar el alma, e Insha’Allah, atravesar de regreso en este mundo esos setenta mil velos que nos han separado del Creador.

El camino de la pobreza es el camino de remover las asperezas del mundo en el alma.

En nuestro camino, si tenemos paciencia frente a los obstáculos que existirán, que Allah (swt) pone en nuestro camino podremos superarnos. Allah (swt) jamás nos pone a prueba con algo que no podamos superar. Nuestra fe, nuestra paciencia, y nuestra comprensión del último objetivo debe ser convertirnos en musulmanes, adquirir Islam.

Islam es sumisión. Islam no es el comienzo del camino, es el final. Si llegamos allí sabremos que Allah (swt) nos ha otorgado el hermoso, increíble, indescriptible regalo que es ser musulmanes, Insha’Allah.

En el camino de la pobreza, al cual me refiero, todo lo que deseamos nos es otorgado una vez que no lo deseamos más.

Hz. Muhammad (saws) fue educado, como ustedes saben, desde bebé como se hacía en los hogares árabes de aquella época, en el campo. Lo enviaban a lugares donde podían adquirir el más alto nivel de la lengua árabe que era hablado por los beduinos que vivían fuera de las ciudades.

Hz. Muhammad (saws) creció y ansiaba tener la elocuencia y la pureza que él había escuchado cuando niño en las afueras de Meca.

Cuando el mundo de la espiritualidad le fue revelado, cuando él se olvidó de sí mismo frente a la presencia del Creador, Allah (swt) le otorgó ese regalo de la elocuencia. Y nadie ha podido usar el lenguaje árabe con el mismo nivel que le fuera otorgado a Hz. Muhammad (saws).

Luego Allah (swt) le dio un libro sobre el cual se han escrito un número indescriptible de tratados buscando explicarlo, pero nadie ha logrado esto porque el libro que contiene la palabra de Allah (swt) no puede llegar a ser comprendido en toda su plenitud.

Hz. Muhammad (saws) fue el único que ha recibido ese regalo. En cambio la parte que nos toque comprender del libro, a través de su lectura, a través del ejemplo de aquellos que saben, a través del ejemplo de la Sunnah de Hz. Muhammad (saws) nos llevará al mencionado camino de la pobreza, la oportunidad de transitar el camino de regreso al Creador en esta existencia.

El ‘arif Allah, aquel que sabe, que conoce el camino de Allah (swt), jamás pide por algo en específico, ¿por qué? Porque al pedir por algo en específico estamos limitando el poder del rezo. El que conoce el camino de regreso sólo pide: “Allah, otórgame aquello que es mejor para mí.” Porque Él sabe lo que es mejor para nosotros.

Cada uno de nosotros quiere tener algo importante. Algunos un coche, otros una casa, otros, ropa, otros “la pinta”, como dicen los porteños en Buenos Aires. Ser eternamente jóvenes, ser eternamente lindos no es posible. Este cuerpo de arcilla envejece y nada más, es lo que es.

Nuestro destino es cuidar del cuerpo imitando lo que hacía Hz. Muhammad (saws), porque es el vehículo con el que Allah (swt) nos ha proveído y en el cual el alma transita durante una de sus etapas. Y debemos cuidarlo por eso, porque es un regalo, no nos pertenece.

Si le pedimos a Allah (swt) aquello que es mejor para nosotros no tenemos que preocuparnos por aquellos que vendrá.

Les repito, ¿qué sucede si nos da sabiduría y eso nos convierte en seres arrogantes, en seres diferentes al resto?

En mi último viaje a Istanbul viví un momento muy difícil frente al Sheikh número dos del Asitane, en el cual él me reprochó ciertas cosas delante del grupo de gente que estaba conmigo. Algo, no les puedo decir qué, que no estaba bajo mi control me impidió reaccionar. Igualmente, mi alma pasó un momento muy difícil, se contrajo.

Cuando habían salido todos, yo salí último de la reunión que mantuvimos, él me mira y me dice: “Ya Orhan Baba, por favor reza por mí.” Y cinco o diez minutos antes me había dado una cantidad de palos increíbles. Yo lo miré y agradecí inmensamente. No sentí ira, no sentí rechazo. Había una parte de mí que hay que verla así en dificultades, porque allí es cuando vemos la realidad de nuestro estado. Luego sentí tristeza al llegar a la calle. Safer Baba es mi testigo, quien me acariciaba y demás y yo le dije: “Por favor, dejame solo por un rato”.

Un día Hz. Muhammad (saws) estaba sentado hablando con Hz. Abu Bakr (ra), y en eso un hombre aparece y empieza a gritarle a Abu Bakr (ra). Lo estaba acusando, pero Hz. Abu Bakr (ra) lo miró, sonrió, bajó la cabeza y siguió escuchando. Hz. Muhammad (saws) al ver la reacción de Hz. Abu Bakr (ra) sonreía. Sin embargo, el beduino insistía con los insultos y demás.

En cierto momento Hz. Abu Bakr (ra) se enojó, lo miró y comenzó a contestarle con ira. En ese momento Hz. Muhammad (saws) se levantó y se fue.

De pronto Hz. Abu Bakr (ra) se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y ve que su amado Profeta (saws) se estaba yendo. Así pues, salió corriendo y le dijo: “Ya Rasulullah, ¿por qué me estás negando la bendición de tu presencia?” Y Hz. Muhammad (saws) le respondió: “Porque mientras mostrabas paciencia frente a los insultos los ángeles nos rodeaban. En cambio, cuando te levantaste a contestarle a quien te insultaba, el shaytan apareció. Y yo no puedo estar donde está el shaytan”.

Allah (swt) me otorgó ese regalo ese día. Un inmenso regalo, razón por la cual hoy lo estoy mencionando y continúo agradecido.

Hay dos tipos de silencio: el silencio de la lengua y el silencio del corazón.

El silencio de la lengua es renunciar a toda conversación que no es necesaria, que es tonta, que implica una pérdida de tiempo.

Para lograr esto, quizás al final del día, una buena conversación que podríamos mantener con el Creador sería preguntarnos a nosotros mismos: “¿Cuántas veces he hablado con Allah (swt) hoy?” Es decir, reflexionar sobre este tipo de cosas.

Este camino requiere compromiso. Requiere consciencia de lo que queremos lograr. Si no tenemos ese compromiso y estamos distraídos por todo lo que sucede, estamos perdiendo el tiempo, porque no sabemos cuánto tiempo nos queda en esta tierra para lograr ese objetivo: el de convertirnos en musulmanes de verdad.

Si no estamos agradecidos por cada inhalación de oxígeno que nos permite vivir, estamos perdiendo el tiempo. Insha’Allah que el Creador nos otorgue el nivel de consciencia que necesitamos para lograr ese objetivo. Es mi deseo, es mi pedido y mi ruego, para todos y cada uno de nosotros, y que Él permita llegar a ese lugar, ¿por qué? Porque en el Más Allá estaremos todos reunidos también haciendo dhikr.

El camino de la pobreza permite ese tipo de logro si nuestro compromiso con el camino es serio. Es un camino en el cual debemos agradecer al Creador por cada cosa que nos otorga, cada instante en que estamos. Mientras estamos despiertos y también, cuando vamos a dormir, le dedicamos el sueño a Allahu Ta’ala.

Son veinticuatro horas por día de compromiso con Dios.

Insha’Allah que Él nos permita limpiarnos de todo aquello que debe alejarse de nosotros.

Cuando al Profeta Abraham (as) lo tiraron a la hoguera, ustedes conocen esta historia, el arcángel Gabriel (as) le preguntó si tenía algún deseo. El Profeta Abraham (as), lo miró y le dijo: “Ya Gabriel, cuando tengo un deseo se lo pido a Él, no a ti.” Gabriel (as) le contestó: “Pídele entonces a tu señor lo que deseas.” Hz. Abraham (as) le dijo: “¿Acaso mi señor no me conoce, no sabe de mí, no conoce todas mis necesidades? Entonces si Él lo sabe, ¿para qué debo repetir lo que necesito?”

Insha’Allah podamos llegar a tener ese nivel de seguridad, aunque debemos recordar que el Profeta Abraham (as) se encuentra en el nivel más alto de todos los que existen en el Paraíso.

Hz. Muhammad (saws) vio a todos los Profetas durante su Ascensión en el Mir’aj, y en el séptimo nivel se encontró con el Profeta Abraham (as).

Que Allah (swt) nos otorgue a todos ese regalo de poder acercarnos cada vez más a Él, y poder dejar de pedir lo que ignoramos, porque no sabemos lo que es mejor para nosotros. Que nos permita poder pedir sólo eso: “Allah (swt) otórgame aquello que es mejor para mí”. Y más aún, Insha’Allah llegue el momento en que podamos pedir anda para nosotros, y todo para los demás.

Alguien que había tenido un acto de generosidad muy grande con un necesitado, le preguntó a uno de los santos de Allah (swt): “¿Qué es lo que puedo llegar a pedir? ¿Hay alguna recompensa por los actos de generosidad?” Y el santo le respondió: “La más grande recompensa es esa: el haber podido realizar un acto de generosidad.” Así que esa persona recibió su recompensa antes de concluir con su acto.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

 Sohbet de Hayyi Orhan Baba

Sábado 27-10-2018