Bismillahir Rahmanir Rahim
El día del Eid Al-Adha es un día de celebración para todos los nuevos “hajjis“, porque comienzan dicha jornada con la pureza con la que salieron del vientre de sus madres. También es un día de regocijo, pues compartimos con ellos la dicha de ser de la comunidad de Muhammad (saws) y su hermosísimo mensaje, el de descubrir a Allah (swt) en cada objeto de la Creación y, por ende, entender que Su amor todo lo permea.
Dice Hz. Rumi (ks): “El amor es un océano infinito y sus cielos son tan sólo un copo de espuma. Sabed que son las olas del amor las que hacen girar las ruedas de los cielos: sin el amor, el mundo sería inanimado. ¿Cómo podría transformarse una cosa inorgánica en planta? ¿cómo podrían sacrificarse las cosas vegetales para llegar a estar dotadas de espíritu? ¿cómo podría sacrificarse el espíritu por ese soplo de cuyo efluvio quedaría encinta Hz. María (ra)?”
Todos los átomos están prendados de esta perfección y se apresuran hacia ella. Implícitamente su premura dice: “¡Gloria a Allah!”.
Todo el objetivo de nuestra existencia es eso, descubrir el amor, el verdadero amor, el amor real dentro nuestro de nuestro ser y, a través de esa corriente desbordante, encontrarlo a Él.
Días pasados relaté una historia de este nivel de amor a un miembro del dergah. He aquí el relato.
Una vez Hz. Hussayn (ra) y Hz. Hassan (ra) discutieron. Ellos eran los amados nietos del Profeta (saws). Hussayn (ra) comenzó a pedirle disculpas a Hassan (ra), el cual se negaba a aceptarlas. Pasó el tiempo y Hussayn (ra) nunca dejó de tratar de disculparse, y Hassan (ra) insistía en no aceptarlas. Finalmente llegó el momento en que ambos debían cumplir con obligaciones militares en las cuales podían perder sus vidas. Hussayn (ra) intentó una vez más, con vehemencia, de obtener la disculpa de Hassan (ra), pero él se negó nuevamente. Un compañero de ambos le preguntó a Hassan (ra) la razón de su continua inflexibilidad ante las disculpas de Hussayn (ra), a lo cual él respondió: “Simplemente no deseo entrar al Paraíso antes que él”.
Cuando cada uno de nosotros llegue a sentir y amar a nuestros hermanos en el camino con la certeza de sentimiento que está establecida en esta historia, vamos a entender el mensaje que debe ser hallado en esta vía.
La función esencial de la vía es enseñar al ser, etapa tras etapa, a separarse de su yo, que es la causa principal de ilusión y diferenciación. Por favor, entendamos esto, pues si no lo hacemos, estamos perdiendo el tiempo en este camino. Si este mensaje no está claro en nuestros corazones, es mejor que vayamos a meditar sobre las bondades de las hierbas, o a correr cincuenta millas para estar en forma, pues estamos atados y anclados en este mundo, sin posibilidad de acceso a los niveles más altos para los cuales fuimos creados.
Hay entre nosotros aquellos que dudan de las palabras de los Profetas y los santos, que se niegan a hacer lo que prometieron frente a Allah (swt) voluntariamente y por decisión propia.
Dicen: “Rezar no es necesario”, “aquellos que nos piden hacer esto son fanáticos, demasiado ortodoxos”, “es preferible meditar y vivir en la-la land.” ¡Cuán equivocados están!, dirían los antiguos. Aquellos que viven y se comportan de esa manera están bajo el dominio total y absoluto de su Yo.
¡El Yo es a la vez, un velo oscuro y un velo claro! Una vez que se logran borrar esos velos, el corazón se llena de certeza y entonces, sólo entonces, el ser puede cumplir la misión que ha recibido de Allah (swt): convertirse en su intermediario en la Creación, identificarse con el hombre perfecto y universal. ¿Cómo pueden aquellos que desobedecen al Creador, que rompen sus promesas con el Creador y obedecen los mandatos de lo creado (sus propios egos), entender esta misión sin siquiera atisbar la punta del hilo de este tipo de conocimiento?
La gente de este camino, los buscadores, los que llegaron y los que están, aceptan esta misión como el propósito de la existencia del ser humano y, por ende, de toda la Creación. Los maestros denominan a este mandato “amana“, y lo ven como el fin supremo del hombre. Evidentemente, el hombre no está obligado a asumir su responsabilidad, pero, si no ha cumplido con esta misión, en realidad no ha hecho nada.
La observación del mandato, en nuestro lenguaje, es sinónimo de supervivencia en Allah (swt), de gran felicidad, de gran paz. Es el estado más elevado que puede alcanzar el hombre. Mediante el cuidado de este mandato, al hombre le es revelado y luego afirma la inmanencia de Allah (swt), al sostener la identidad esencial de todas las cosas con Allah (swt).
Es en nuestra más profunda interioridad donde encontramos este universo de pureza y de permanencia, al conocernos verdaderamente, al darnos cuenta que parte de nuestro ser proviene de la esencia de Allah (swt) y habita en nosotros. Y si nos es permitido buscar todavía más íntimamente, descubriremos que allí, al final y al comienzo, siempre fue Él y nosotros no.
¿Puede alguien, en cuyo corazón la ira es reina, comprender este mensaje? ¿Puede alguien, en cuyo corazón la arrogancia es el Primer Ministro, alcanzar este nivel? Y si fuera posible siquiera atisbar, recibir un pequeño vislumbre de esta posibilidad, ¿de qué les serviría a aquellos que tienen por dueños a la ira y a la arrogancia?
Este es el significado de la celebración del Eid Al-Adha, hermanos y hermanas en el camino. La celebración del triunfo de la pureza, dada por Allah (swt) como regalo a aquellos que en el día de ‘Arafat cumplieron con el Hajj sobre la impureza de nuestros pensamientos, de nuestros deseos, de la negligencia imperante en nuestra actitud, en la adopción de los placeres carnales: dormir, comer, no trabajar, crear hijos por placer sexual y no como concreción espiritual de una relación, etc.
El triunfo del amor y la pureza sobre el condicionamiento implantado por el mundo es lo que se celebra en el día del Eid Al-Adha por todos los creyentes.
As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh
Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Eid Al-Adha”