El amante de Allah

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

La tarea del amante de Allah (swt) jamás se detiene. No importa cuáles sean las circunstancias que lo rodean, no importa si las condiciones son diferentes de las que nos gustarían. El único propósito de nuestra existencia es que existimos para Él, y la tarea del amante de Allah (swt) jamás debe cesar.

Hemos crecido en Occidente, en lugares donde no tenemos acceso a todas las cosas que hacen más fácil la vida islámica, en países donde somos una pequeña y minúscula minoría. Sin embargo, algo nos trae una o dos veces por semana a este lugar.

En los países islámicos todas las mañanas el Adhan despierta a los creyentes. Comienza a sonar uno, luego otro, y otro; docenas de voces llamando al rezo. ¡Qué bendición para aquellas ciudades! Por supuesto, algunos tendrán conciencia de esta bendición y para otros, con el tiempo, se convierte en una rutina.

Hz. Omar (ra), cuando se convirtió en khalifa luego de Hz. Abu Bakr (ra), dijo que él prefería ser muedhdhin en lugar de khalifa. Cuando le preguntaron por qué, respondió: “El muedhdhin, en el momento que está recitando el Adhan, se convierte en el vocero de Allah (swt). Allah (swt) invita a los creyentes, a través de su vocero, a que vengan hacia Él. El muedhdhin durante la recitación del Adhan alcanza la estación de Rasul, aquel que invita a la Creación de Allah (swt)”. 

El primero que tuvo esa gloriosa bendición fue Hz. Bilal (ra), quien fue un caso excepcional. Hz. Bilal (ra) era un esclavo, y el alma de su dueño, Ibn Halaf, es maldecida por muchos creyentes debido al maltrato que le proporcionaba. Desde el momento en que Hz. Bilal (ra) escuchó hablar de Hz. Muhammad (saws) y de su mensaje, se enamoró de todo lo que Islam representa. Realizaba su trabajo, todas las tareas que su dueño le imponía, recitando constantemente: “¡Ya Ahmad! ¡Ya Ahmed!” Para aquellos que no creen en este camino, la continua recitación les resultaba irritante y el maldito Ibn Halaf comenzó a castigar a Hz. Bilal (ra) con golpes, latigazos y torturas. Pero nada detenía a Hz. Bilal (ra), quien continuaba recitando: “¡Ya Ahmad!”, por Allah (swt) y “¡Ya Ahmed!”, por Hz. Muhammad (saws).

Aquel que ama al Profeta Muhammad (saws) sabe y entiende que ese amor es la puerta hacia el amor de Allah (swt). La belleza de Allah (swt) es transmitida a aquel que Lo ama. El enamorado no puede dejar de pronunciar su amor al objeto de su existencia. ¿Quién de entre nosotros no ha sentido alguna vez esa pasión, el poder mirar a otro ser humano y decirle con todo su ser: “te amo”, “te quiero”? Todos hemos sentido, en algún momento, esa sensación que nos quemaba, que necesitaba salir y expresarse de alguna manera. Hz. Bilal (ra) sentía ese amor intenso por Allah (swt) y Su Mensajero (saws), y no le importaba lo que le hicieran, jamás iba a dejar de pronunciar su amor.

El maldito Ibn Halaf, preso de la ira y la intolerancia, comenzó a torturarlo en público. Lo estacaba en el desierto y apilaba piedras calientes sobre su pecho para sofocarlo. Quería acallar esa expresión de amor.

Un día, Hz. Abu Bakr (ra) pasó cerca del lugar donde Hz. Bilal (ra) estaba siendo torturado, y oyó: “¡Ya Ahmad, Ya Ahmed!” Se acercó para ver de dónde provenía esa voz y observó a Hz. Bilal (ra) estaqueado, sobre la arena caliente con una pila de piedras sobre su pecho y ramas con espinas clavadas en otras partes de su cuerpo que sangraba, mientras continuaba pronunciando: “¡Ya Ahmad! ¡Ya Ahmed!”. El corazón de Hz. Abu Bakr (ra) se estremeció por la pena de lo que estaba observando y se dirigió a ver al Profeta Muhammad (saws): “Oh, Mensajero de Allah”, le dijo, “tu amante en este momento está pronunciando el nombre de nuestro Creador y tu nombre, y por ello está sufriendo torturas indecibles.” A continuación, Hz. Abu Bakr (ra) le pidió permiso al Profeta (saws) para liberarlo, y el Profeta (saws) le dijo: “Ya Abu Bakr, pero la mitad de lo que pagues te lo daré.”

Hz. Abu Bakr (ra) estaba dispuesto a pagar lo que fuera necesario para liberarlo, incluyendo toda su fortuna. Era un hombre de alta reputación entre los miembros de su tribu y estaba dispuesto, si su fortuna no alcanzaba, a pedir dinero prestado. Hz. Abu Bakr (ra) llamó a uno de sus esclavos; un hombre alto, fuerte y bien parecido, pero con un corazón totalmente cerrado, y se dirigieron hasta la casa del maldito Ibn Halaf. Le dijo que deseaba cambiar a este hombre por Hz. Bilal (ra). Ibn Halaf, quién estaba totalmente atado a este mundo, se preguntó para sí mismo por qué Hz. Abu Bakr (ra) deseaba realizar tan mal negocio: cambiar a un hombre en condiciones óptimas de trabajo por otro que estaba casi al borde de la muerte, por lo que decidió aprovecharse de la situación y le exigió, además, doscientas monedas de plata. Hz. Abu Bakr (ra) inmediatamente accedió cerrando el trato y, cuando ambos se marchaban de la casa de Ibn Halaf, éste comenzó a reírse descontroladamente. Hz. Abu Bakr (ra) se dio la vuelta y le preguntó por qué se reía, e Ibn Halaf le respondió: “Me estás entregando a un magnífico esclavo y dinero por alguien que no vale nada. Eres muy mal comerciante.” Hz. Abu Bakr (ra) le dijo: “El que es un mal comerciante eres tú. Crees que te has quedado con lo mejor, cuando este hombre no tiene precio para mí. Si me hubieras pedido toda mi fortuna te la hubiera dado y si, con tal de liberarlo, me hubieras pedido más, incluso me hubiera endeudado.”

Hz. Bilal (ra) era de Abisinia y tenía la piel muy oscura. Alguien le preguntó al Profeta (saws) por qué Bilal tenía un color de piel tan oscura, y el Profeta (saws) sonriendo respondió: “Porque en el Paraíso la oscuridad de su piel será dividida en tantas partes que cada hurí en el Paraíso tendrá un lunar de belleza en su rostro”.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “El amante de Allah (swt).” Domingo 2-05-2010