Al Miraj – La ascensión del Profeta (swas)

Bismillahir Rahmanir Rahim

Si en este día anterior al Mi’raj, la Ascensión de Hz. Muhammad (saws), que marcó para nuestra religión un antes y un después, observamos lo que ocurrió esa noche, no podemos menos que tratar de comprender a aquellos a quienes Allah (swt) les retiró Su misericordia, Su benevolencia, por no creer en las palabras de Su Profeta (saws).

Me gustaría que comprendamos esta situación.

Un lugar como Arabia Saudita, la Ka’aba rodeada de cantidad de ídolos, un lugar que fuera el punto de concentración de todas las caravanas que iban hasta Yemen, que luego hacían negocios con la India.

Eso para ellos era un refugio donde poder comer, beber y descansar, socializar, adorar a sus dioses.

De pronto aparece un ser humano (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah) y les manifiesta que eso no está bien, que esos no son dioses, que esos ídolos no tienen ninguna repercusión en sus vidas, ningún beneficio y ningún mal: son objetos inanimados que no pueden cambiar nada.

Allah (swt) nos ha dotado de intelecto, razón, y ha hecho a los seres humanos Sus khalifas en Su Creación.

Nosotros somos la suma de todo lo creado. Todo lo que existe fuera de nosotros también existe en nosotros. Todo, absolutamente.

Mi pregunta es ¿Por qué lo demás seres humanos no pueden verlo así? Y nosotros, que recibimos el regalo de Islam, del Corán i-Kerim, que es el último y la suma de todos los libros que han llegado a la Creación, muchas veces lo tiramos por la ventana.

Jamás olvidaré el ejemplo que usó Muzaffer Efendi (ra) en uno de los tantos peregrinajes que hizo.

Cuando llegó a Jerusalén entró a la mezquita, y encontró que su grupo era más numeroso que los creyentes que estaban allí para el rezo del día viernes. Lo crean o no.

Tras finalizar el rezo, al salir Muzaffer Efendi (ra) les dijo a sus compañeros: “Los musulmanes hemos tirado el Corán por la ventana.” No necesito decirles quién controla Jerusalén hoy en día.

La advertencia vino de la boca de Muzaffer Efendi (ra).

Ahora bien, lo mejor de Su Creación (saws), la suma de todas las virtudes de las cuales podemos llegar a disfrutar como seres humanos, era en aquel momento un hombre que estaba trastornando, cambiando, todos los fundamentos de la sociedad árabe. Les decía: “Abandonen esos dioses, abandonen esas estatuas que no hacen absolutamente nada, y comiencen a adorar a un solo Dios”.

Las sociedades árabes estaban regidas por la ley de las tribus. Entre ellos, cada tribu ero lo más cercano que tenían como familia y, si tenían que luchar entre unas y otras, lo hacían. Pero la cohesión de esas tribus, de esa familia extendida, no se rompía ante nada.

Algunos de nosotros llegamos a Islam, simplemente, porque seres especiales como los sheikhs trajeron Tasawwuf y la Yerrahiyya a América.

No he conocido mejores seres humanos que esos. El último de ellos partió al Más Allá en la década del noventa.

En el “Irshad”, sheikh Muzaffer Efendi (ra) relata la historia de un idiota. Y usan allí la palabra fool que significa tonto. Pero no creo que esté correctamente utilizada. Él está hablando allí de los idiotas.

Un día alguien lo ve a Hz. ‘Isa (as) caminando muy rápido, lo detiene y le pregunta: “¿Hacia dónde vas?”  El venerable ‘Isa (as) le responde: “Debo irme pues allá atrás dejé a un idiota.” Esta persona le vuelve a preguntar: “¿Pero por qué te estás escapando del idiota?

Tú que has dado la vista a los ciegos,  has hecho resucitar a los muertos, que Allah te ha dado esa capacidad de hacer milagros. ¿Cómo es que estás huyendo tan rápidamente de alguien así?”

Hz. Jesús (as) respondió: “Porque ése ser no tiene cura. Él está así porque Allah, a través de Su ira, lo ha convertido en eso, en un idiota”.

Allah (swt) nos dio una religión. Si nosotros tiramos esa religión por la ventana, no lloremos en el Más Allá, porque en el Más Allá ya no se puede corregir eso.

Es aquí donde está la oportunidad de obedecer lo que nuestra religión pide como obligatorio, es aquí donde solamente podemos imitar a Hz. Muhammad (saws), siguiendo su Sunnah y viviendo al ejemplo que él dejó para todos nosotros.

Repito. Grupo de árabes en el desierto y llega alguien (saws), y les dice: “Esos dioses no sirven”. Y luego esta misma persona, ese mismo ser humano se dirige a la Ka’aba, donde se reunían todos, y les cuenta que había estado en Jerusalén, en lo que es hoy en día Masjid Al-Aqsa, y que allí se había encontrado con todos los profetas que Allah (swt) había enviado a la Tierra, desde el primero Hz. Adam (as) hasta él (saws). Estaban todos allí esperándolo, y él se puso al frente y dirigió el salat.

Ciertamente era imposible hacer, en aquella época, un viaje de Meca a Jerusalén en una sola noche.

Y allí él (saws) relata todo lo que le sucedió en su Ascensión, en el Mi’raj. Y recuerden que Mir’aj, en árabe significa, simplemente, “escalera”.

Llegó hasta el séptimo nivel, y una vez  allí, hasta al Árbol del Loto. Éste marca el límite. Nada creado puede pasar ese límite. Y allí, el arcángel Gabriel (as) lo dejó.

Allah (swt) lo invitó a acercarse a Él (swt) a una distancia de dos arcos. Ellos hablaron noventa mil palabras.

De esas noventa mil palabras, treinta mil son para nosotros, para los seres humanos comunes. Otras treinta mil, son para la élite, es decir, los santos, los místicos, los verdaderos sheikhs, los herederos de los profetas. Y pongo énfasis en la palabra “herederos”. No son profetas: son los que heredaron el poder de transmitir el mensaje. Y las otras treinta mil fueron, exclusivamente, entre Allahu Ta’ala y Hz. Muhammad (saws).

Entre los ‘alims de Islam hay discusiones acerca de cuándo, exactamente,  tuvo lugar esa noche del Mir’aj. No se sabe.

Por varios motivos se cree que fue el día veintisiete, pero no todo el mundo está de acuerdo.

También entiendo que entre la gente común, Hz. Muhammad (saws), jamás celebró esa noche.   Pero fue en esa Ascensión, en ese Mir’aj, que Allah (swt) estableció las partes obligatorias de nuestra religión.

Y Hz. Muhammad (saws) empieza a descender con la orden, primeramente, que consistía en realizar cincuenta rezos diarios.  Hz. Moisés (as) le dice: “Tu comunidad no cumplirá con los cincuenta rezos diarios.” Y luego de un par de intercambios, Hz. Muhammad (saws) desciende con los cinco rezos obligatorios que tenemos hoy en día.

No dudo que muchos musulmanes que habían aceptado Islam, antes de que el Profeta (saws) hablara del Mir’aj, lo habían hecho con total sinceridad y convicción.

Cuando él (saws) habla de este hecho que había ocurrido en una noche en la que viajó tamaña distancia, de allí ascendió a los cielos, Allah (swt) le mostró el Paraíso y el infierno, y todo lo que sucedería hasta el Final de los Tiempos. Y a su regreso, su cama aún estaba tibia.

Bueno, ¿qué les parece si alguien se presenta mañana (Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah) ahí en el dergah, y cuenta una historia, así tan increíble, y quizás muchos de nosotros diríamos que esa persona está mintiendo?

Muchos abandonaron Islam esa noche, por eso hablo de un “antes y un después”.

Abu Jahl, que sin dudas era un ser inteligente, entre la mucha gente que hablaba de haber abandonado la religión por lo que Hz. Muhammad (saws) había relatado, lo va a ver a Hz. Abu Bakr (ra).  Le dice: “¿Has oído lo que está sucediendo?” Y pasa a relatarle la historia acerca de la que Hz. Muhammad (saws) había hablado.

Hz. Abu Bakr le pregunta: “¿Tú has oído eso directamente de la boca de Hz. Muhammad (saws)?” Y Abu Jahl le responde: “Sí, yo jamás inventaría una cosa así.” La respuesta a esto fue mucho más hermosa, simplemente: “Si Hz. Muhammad (saws) dijo que así fue, así es y no hay nada más que discutir”.

El poder de convicción y de fe de aquellos que no abandonaron Islam, y los que se sumaron a nuestro camino, a nuestra religión a través del tiempo y de los siglos, muestra el poder de la palabra sincera y el poder de la invitación del Creador.

Menciono a Hz. Abu Bakr (ra) porque él fue uno de los más grandes ejemplos de los seres que habitaron ese “después” del Mir’aj.

Ustedes recordarán aquella historia, que estando en Medina, Hz. Muhammad (saws) pedía dinero porque los ejércitos de Meca avanzaban sobre Medina y  se necesitaba comprar armas, animales, etc.

Así fue que un día, Hz. Abu Bakr (ra), no llegaba al rezo. Todos se preguntaban qué sucedía. Y le dicen a Hz. Muhammad (saws) que la esposa se encontraba entre los que estaban allí rezando, pero Hz. Abu Bakr (ra), no. Él jamás había faltado, nunca.

Finalmente decide ir a su casa, y al llegar, lo ve a Hz. Abu Bakr (ra) cubierto con una especie de camisa hecha con hojas de palmera. Simplemente porque habían vendido todo lo que tenían para cumplir con lo que Hz. Muhammad (saws) había pedido.

Así que se quedaron solamente con una manta, y se turnaban para usarla. La esposa la usaba para poder ir a la mezquita, una vez; y en el siguiente rezo la usaba él. Ella se quedaba en su casa cubierta con las hojas de palmera.

No sé si podemos llegar a tomar ese ejemplo dentro de nuestro ser, comprenderlo, absorberlo y que se forme parte de nuestra esencia. Porque eso es lo necesario para poder sobrevivir en un camino que requiere de la dedicación que ustedes le dan a diario, Insha’Allah.

La noche del Mir’aj será celebrada mañana por la noche, entiendo, en el Asitane, así que seguiremos ese ejemplo.

Aquellos que puedan y deseen ayunar mañana, háganlo, y hay un rezo especial que ya fue distribuido vía internet.

Si ayunan mañana, es Sunnah hacerlo el día antes o el día después. Insha’Allah puedan llegar a seguir ese ejemplo.

Y recuerden, nuestro camino está basado en seguir estrictamente el Corán i-Kerim, la Sunnah de Hz. Muhammad (saws) e imitar lo que él hizo.

Insha’Allah vuestros corazones se enciendan con esos pensamientos, con esa decisión, con ese compromiso.

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet Hajji Orhan Baba. “Al Isra’, Al-Mi’raj.” Jueves 12-4-2018