“Entre derviches se da más importancia al amor que al respeto”

Fahreddin Efendi nació en el  Dergah, en septiembre de 1886. Aprendió ambas ciencias, las  esotéricas que se requerían en aquel entonces, y las ciencias del camino o tariqah, de su padre Mehmet Riza Efendi.

En el Dergah, Fahreddin Efendi fue sucesivamente kahve nakibi (responsable del café), el Çerag (a cargo de las lámparas de aceite), el asci yamag (ayudante del cocinero), el türbedar (responsable de la türbe), el asci (ayudante del sheykh), el vekil, o representante del sheik de Üsküp Kocane Dergah, (que era parte del Üsküdar Arakiyeci Haci Meted Mescidi), y asic del sheykh del Mehmed Arif Dede Dergah. Cuando su padre falleció, se convirtió a su vez en el Sheyk del Dergah Yerrahi, en 1912.

En aquel entonces el período Constitucional otomano estaba llegando a su fin. Los primeros años de la nueva República produjeron muchos cambios y destrucciones, y Fahreddin Efendi tuvo que hacer frente a enormes dificultades  para que el Dergah continuara abierto, luego de que se pusiera en práctica la ley que ordenaba el cierre de todos los dergahs. Luchó y tomó grandes riesgos para mantener las puertas del Dergah abiertas:

“El cielo es su cúpula; las estrellas sus linternas,
Sus luminares más brillantes, el sol y luna,
Si la Tekke es cerrada, el recuerdo de Él aún seguirá,
Porque toda la creación recuerda,
todo el universo es un Dergah”

Con este espíritu, Ibrahim Fahreddin Efendi se enfrentó a aquellos que deseaban destruir y acabar con la vida del Dergah, tal así que hoy en día la tekke principal continúa abierta en Estambul.

Sus Últimos Momentos (relatado por Sheik Safer Dal Efendi (ra):

“Aquél último año, Fahreddin Efendi yacía en el cuarto del Sheik. A veces, tenía problemas al respirar y se sentaba en la cama: “HO, ya es tarde, el sol se está poniendo” – decía – “necesito tomar mi ablución, necesito orar”, a pesar de que su ser de algún modo estaba inconsciente y débil.

En sus últimos momentos dijo: “Este es el momento, me estoy yendo”, a lo que Valide Sultán, su esposa, contestó: “Efendi, dices que te estás yendo, pero ¿quién cuidará de nosotras?” Puesto que no habían tenido hijos.
“Escúchame mujer, estoy dejándote con estos hijos, a los cuales cuidarás como si hubiesen sido hijos nuestros; no podrían haber sido mas buenos con nosotros”

La tarde llegó y Valide Sultán me dijo: “¡Safer, hijo mío, no te vayas esta noche, quédate aquí conmigo!” Por supuesto no me fui.

Era mitad de enero del año 1966, y alguien trajo sandía; Fahreddin Efendi tomó un trozo con un poco de queso blanco. Había dos mujeres allí muy cercanas a la familia. Fahreddin Efendi les advirtió: “¡No gritarán ni se lamentarán! ¡Éste es el momento en que el ser humano es dividido en dos! Y no me dejen solo. ¡Shaitán puede robar la fe de un hombre de un  sólo sorbo!”

En un momento de la noche vi que Fahreddin Efendi se movió. Corrí hacia él pensando que iba a decir algo. Y, ¡Ah, Ah!, vi que se estaba yendo. Momentos antes me había pedido: “Cuando veas que el fin se acerca, comienza inmediatamente a recitar las letanías (Evrad-i serife), yo comprenderé”. Comenzó a respirar espasmódicamente y  comencé a recitar las letanías inmediatamente: Diez E’uzu, nueve veces el besmele, cien istigfar, pero no pude terminar, noté que había muchos hombres alrededor donde  antes había sólo dos mujeres. Así que colocamos la cama en medio del cuarto e hicimos un círculo a su alrededor, y comenzamos a repetir el tevhid, “¡La ilaha illallah, la ilaha illallah, men kale ahir kelamahu la ilaha illallah dakhala’l-cennet!” y así Fahreddin Efendi partió.

Fahreddin Efendi era un Seyyid, un descendiente del Profeta (saws) por parte de madre y padre. “Cuando me muera, coloquen  tierra de Kerbela sobre mis ojos”, había dicho. Cuando partió, sus ojos estaban abiertos, y sin embargo por mucho que lo intenté, no pude cerrar sus párpados.

Al día siguiente lo lavamos y lo envolvimos en su mortaja.  Puse la tierra de Kerbela sobre sus ojos, lo colocamos dentro del ataúd, lo llevamos a la mezquita de Fatih, oramos y lo trajimos de regreso. Luego lo tomé en mi regazo y lo puse en su tumba. Estaba caliente, generalmente el muerto está frío, pero el cuerpo de Fahreddin Efendi estaba caliente y flexible. Cuando lo puse en la tierra, Fahreddin Efendi volteó su cuerpo para enfrentar la Qibla.

Quise ver su bendito rostro una vez más. Tome una punta de su mortaja para remover la tierra de Kerbela y así mirarlo a los ojos por última vez, pero por mas que lo intenté, no pude moverlo ni tomar la tierra.

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