Sohbet de Al Hayyi Orhan Baba al-Halveti al-Yerrahi
Bismillahir Rahmanir Rahim
En el Nombre de Allah, Clemente, Misericordioso
El propósito de nuestra existencia en esta tierra es la de encontrar a Allah, no solamente dentro nuestro sino en todo lo que existe, y llegar a la realización de su Omnipotencia en todo lo que existe. Él nos dice en el Corán al-Karim, nuestro Libro Sagrado “Son creyentes sólo aquéllos cuyos corazones tiemblan a la mención de Alá, que, cuando se les recitan Sus aleyas, éstas aumentan su fe, que confían en su Señor, que hacen la azalá y dan limosna de lo que les hemos proveído. Éstos son los creyentes de verdad. Gozarán de elevada categoría junto a su Señor, de perdón y generoso sustento.”
Nuestro Amadísimo Sheikh Muzaffer Efendi (ra), Maestro de Maestros, partió al Más Allá en la mitad de la década de los 80. Escribió varios libros, algunos de ellos han sido traducidos y publicados al castellano. En una de sus obras nos señala que el versículo citado anteriormente sirve como un auto-examen. Si los aplicamos a nuestras palabras y acciones y dedicamos todos nuestros esfuerzos a servirLo y servir a Su Creación, nuestro verdadero objetivo, Inshallah (si es Su Voluntad), será alcanzado. Pero para ello es imprescindible realizar honestamente ese auto-examen.
Efendi nos da un ejemplo de lo que sucede si encontramos una pieza de oro: “Vamos caminando por un río y encontramos una piedra amarilla que refleja la luz del sol de una manera muy interesante. La miramos y decimos: ‘¡Oh, es oro!’. Pero, ¿realmente podemos confiar en nuestro propio juicio si no somos joyeros y no estamos familiarizados con el oro? ¿O para cerciorarnos debemos recurrir a alguien que conoce este preciado metal y pedirle que lo examine?”.
Allah nos dice con estas palabras que el creyente es aquel que cuando “escucha Mi Nombre sus ojos se iluminan”. Cuando “escucha el llamado al rezo se apura a tomar su ablución y trata de llegar al lugar donde otros creyentes van a compartir el rezo”. Y si no puede estar con otros se ubica en un lugar limpio para estar en presencia de Su Señor como Él nos ordena. Este proceso de auto-examinación nos debería indicar si realmente nos sentimos así en cada oportunidad que vamos a realizar el rezo, si realmente nos llena el corazón de alegría oír el Adhan, el llamado al rezo. Estar frente a Él es estar frente a Nuestro Dueño. Gastar de lo que Él nos da para Su Creación es hacer lo correcto.
En Islam hubo Santos que al recibir una revelación, que estaba más allá de su capacidad de absorción, Aparentaban estar psicológicamente afectados. No son locos ni enfermos psiquiátricos, los llamamos majnun. Un famoso entre ellos fue Bahlul Hudana, que era el bufón de la corte del famoso Sultán Harun al Rashid. Decían que eran medio hermanos, es decir hijos de un mismo padre pero de diferentes madres. Aunque no se sabía con certeza.
Cierto día él se encontraba caminando muy agitado por los corredores del palacio y se encontró con el Sultán Harun al Rashid, quien le preguntó: “Oh Bahlul, ¿de dónde vienes tan agitado?”. Bahlul le respondió: “Oh mi Sultán, ¡vengo del Infierno!”. Y el Sultán sorprendido le dijo: “¿Como que vienes del Infierno? ¿Qué has ido a hacer allí?”. Y Bahlul le respondió: “Mi sultán, aquí en Palacio nos hemos quedado sin leña, sin carbón y sin fuego. Quise ir al Infierno para ver si me prestaban algún leño prendido y así encender los hogares del Palacio y que tú te sintieras más cómodo”. Y el Sultán le preguntó: “¿Y qué sucedió? ¿Porque vienes tan agitado? ¿Qué ha pasado?”. Bahlul le contó: “Allí me encontré con el Guardián del Infierno que estaba en la puerta y me dijo ¡que en el Infierno no hay fuego!”. Yo le dije: “¿Cómo es posible que no haya fuego? Si todo el mundo sabe que el Infierno está lleno de fuego y eso es lo que su nombre significa”. Pero el Guardián me respondió: “No, aquí no hay fuego, cada uno se trae el suyo”.
Lo que estamos tratando de hacer es dejar ese fuego aquí en este mundo, si Allah lo permite, y para ello lo único que queremos es que Él no nos expulse de Su Presencia. Que nos permita realizar los cinco rezos diarios, saber y comprender la diferencia en ellos aquello que es obligatorio, aquello que es aconsejable, aquello que es Sunnah, aquello que es recomendado, y tratar de incorporar todos esos aspectos en nuestra devoción de cada día.
Prepararnos antes de estar en Su Presencia como si fuéramos a ver, en el caso de los hombres, a la más bella de todas las mujeres o al ser más importante que podamos llegar a encontrar en la tierra. Y aun así no es suficiente, porque con el agua que purificamos nuestro cuerpo sólo cubrimos un aspecto de esa pureza. Nos prohíben comer cerdo y está muy bien, pero ¿qué pasa cuando usamos esta lengua para hablar mal de otro? Nos prohíben tomar vino, pero ¿qué sucede cuando le robamos a los huérfanos? El musulmán tiene prohibido matar a otro ser humano a menos que existan una serie de condiciones extremas. Todos los días vemos situaciones donde inocentes mueren sin saber por qué. Hace una semana, alguien se suicidó con una bomba matando a decenas de chicos de una escuela primaria, simplemente porque quería matar a un político. Eso es un crimen, y que Allah tenga misericordia de quien participó en eso.
Nosotros queremos estar presentes frentes a Allah, Inshallah, en cada momento de nuestra existencia. El Sufí desea simplemente conocerse a sí mismo porque cuando realmente llegamos a ese punto de total conocimiento, vamos a descubrir que todo lo que existe es Él. Que este mundo no es nada más que una ilusión. Y para ello debemos obedecer aquello que Él nos ordena.
Hz. Muzaffer Efendi (ra) nos cuenta una historia de dos jinetes que iban cabalgando, uno de ellos era ciego. Y mientras estaban cabalgando, el ciego pierde el látigo con el cual azuzaba al caballo. El otro no se dio cuenta y continuó avanzando, mientras que el ciego se detuvo y comenzó a tantear el suelo en búsqueda de su látigo. Al tocar encontró algo que parecía su fusta, más suave que la que tenía, incluso más larga, y se dijo a sí mismo: “Allah se ha llevado mi látigo, ¡pero qué cosa hermosa me ha dado!”. Y tomando lo que había encontrado, subió a su caballo y salió rápidamente en busca de su compañero hasta alcanzarlo.
El compañero se dio vuelta y le preguntó: “¿Que te ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto? ¿Adónde has estado?”. El ciego le respondió: “Se me ha caído el látigo pero encontré uno mejor. ¡Mira el que tengo!”. Pero lo que tenía en su mano en realidad era una serpiente, que por el frío se había congelado totalmente. El compañero le dijo: “¡Tíralo, es una serpiente!”. Pero el ciego desconfiando le respondió: “¡Ah!, lo que tú quieres es que tire mi látigo porque es mejor que el que tenía, y así te quedarás con él. ¡De ninguna manera! ¡Es mío!”. El compañero le dijo nuevamente: “¡Tíralo, es una serpiente!”. Pero el ciego, no queriendo saber nada, azuzó su caballo y comenzó a andar. Al rato, el sol estaba llegado a la hora del mediodía y con el calor la serpiente se despertó, lo mordió y el ciego murió.
La elección de cómo vamos a caminar o cabalgar en este mundo es de cada uno de nosotros. Podemos caminar ciegamente o podemos caminar con conocimiento. Sino respondemos al llamado de la fe, sino respondemos al propósito de nuestra existencia vamos a morir como ignorantes. Y quien tiene más derecho a la Misericordia de Allah: ¿aquel que obedeció sus Mandamientos o aquel que simplemente ignora todo lo que Él dice y se conforma con el mundo?
Sufismo es Islam e Islam es Sufismo. El uno no existe sin el otro. Hay seudo escuelas, seudo maestros, libros de todo tipo, gente que afirma esto o lo otro, pero esta es la única verdad. Toda gran religión tiene su aspecto místico, su aspecto interior. En Islam es el Sufismo, en el Judaísmo es la Kabala pero el propósito es el mismo: regresar a Allah.
El musulmán tiene la obligación de rezar cinco veces por día. De dar su Zakat, su caridad obligatoria, que es el 2,5 por ciento de aquello que no necesita, poniéndolo en términos muy simples. Tiene obligación de ir al Hayy, de realizar el Peregrinaje a Meca una vez en la vida, y tiene obligación de ayunar en el Mes de Ramadán desde el alba hasta el ocaso. El Sufí cuando ayuna no solamente evita ponerse comida en la boca sino también se cuida de lo que sale de esa boca, porque podemos llegar a construir cien mil Kabas (el lugar hacia donde los musulmanes rezamos), pero si rompemos el corazón de una persona todo ese esfuerzo no vale nada.
El Sufí entrega todas sus cosas al Creador. Allah es nuestro Dueño y Señor y esa es nuestra intención. Sin embargo, hay gente entre nosotros que dice: “yo entrego todo a Allah, cada día cuando hago algo digo Bismillahir Rahmanir Rahim, realizo todos mis rezos, estoy en constante estado de ablución, doy mi caridad y no sólo eso, sino que doy más. ¡He ido muchas veces al Hayy!”. Creemos, decimos e imaginamos que estamos en Su Presencia, pero muchas veces no podemos cumplir con nuestros rezos y al llegar la noche tenemos pereza y no los realizamos. Entre nosotros hay gente que no está casada, que vive en común con sus parejas cuando Allah nos prohíbe ese tipo de relación. Lo único que Él nos pide es que esa unión se haga frente a Él, nada más. No nos pide que vayamos al Registro Civil, ya que ese es un tema separado y tiene que ver con el mundo de los hombres. Sin embargo, por la razón que sea, vivimos en pareja, no estamos casados, he imaginamos que somos derviches y que obedecemos a Allah.
Consideremos estas cosas cuando hagamos ese auto-examen, cuando leamos nuevamente el Sura 8 del Sagrado Corán, Ayats 2-4 y auto analicemos donde estamos en este Camino de Regreso hacia Él.
“Son creyentes sólo aquéllos cuyos corazones tiemblan a la mención de Alá, que, cuando se les recitan Sus aleyas, éstas aumentan su fe, que confían en su Señor, que hacen la azalá y dan limosna de lo que les hemos proveído. Éstos son los creyentes de verdad. Gozarán de elevada categoría junto a su Señor, de perdón y generoso sustento.”
Esto es una breve descripción de lo que es Sufismo. Los rezos, el Zikr y las devociones que hacemos en el Dergah son un aspecto exterior del Camino. El aspecto interior está en la Kaba que llevamos dentro. Está en nuestras acciones, en lo que sentimos y pensamos, y como nos comportamos a diario frente a Él y frente a Su Creación. Ese es el verdadero Sufismo. Allah nos recuerda: “La recompensa de quien trabaja para Mi Creación Conmigo en su corazón, soy Yo”. ¿Qué más podemos agregar a eso?