Bismillahir Rahmanir Rahim
Este camino espiritual no es algo que uno debe decidir transitar sin pensarlo, no es algo que se toma y se abandona, como es la costumbre de la mayoría de los seres humanos. Entre nosotros hay personas que desistieron y simplemente lo dejaron. Aquel que desee transitarlo debe comprender que este es un camino por el resto de nuestra vida terrenal y que, Insha’Allah, en el Más Allá va a continuar en otro nivel.
Este camino es una de las aventuras más difíciles que el ser humano puede llevar a cabo. En treinta años no encontré un día que no presentara dificultades, ¿por qué? Porque debemos conocernos íntimamente e, Insha’Allah, logremos nuestro objetivo, el objeto de nuestra búsqueda: Allahu Ta‘ala.
Estas son palabras que intelectualmente todos comprendemos, pero ¿realmente es así de fácil? ¿Algunos de los que están en este camino puede decir que ha sido así? Una de las cosas más comunes que ocurren en este camino es que cuando hay un maestro de alto nivel, nosotros, las personas comunes, tendemos a adorarlo, tendemos a verlo como algo especial. Pero no es así. Imagínense que cada derviche es una gota de agua y el Sheikh es un río que desemboca en un océano. La gota de agua cae en el río en forma de lluvia y debe acostumbrarse a convivir con el resto de las gotas de agua en ese río. Pero el río desemboca en el océano; el océano del amor de Allah (swt). Y cuando todas esas gotas, que se convirtieron en río, llegan al océano las condiciones cambian y debemos acostumbrarnos a vivir en ese océano.
El Sheikh es un cable al que conectan a una toma y, si hay una bombilla del otro lado, se enciende. Insha’Allah cada uno de ustedes sea esa bombilla. También, si alguien desea atravesar ese camino sin un guía; va a necesitar doscientos años para hacer una jornada que debería tomar solamente un par de días.
Cierta vez, un derviche joven fue aceptado en esta Tariqa. El Sheikh le dijo: “Tu trabajo será limpiar los baños, y nunca debe haber nada sucio en ellos.” El aspirante a derviche comenzó con la tarea que el Sheikh le había asignado, pero al poco tiempo la madre del joven, que practicaba la medicina, fue a visitar al Sheikh y le dijo: “Oh Sheikh, me da pena que mi hijo esté limpiando baños. Tengo dos sirvientes, se los concedo para que realicen esa tarea y contemple la posibilidad de encargarle otra tarea a mi pobre hijo.” El Sheikh le respondió: “Señora, usted es médica, sin embargo, dígame; si su hijo se enfermara y necesitara medicinas ¿se las daría a los sirvientes para que su hijo se cure o se las daría a él?”
Las prácticas de nuestro camino son medicinas y el Sheikh es el médico que da esas medicinas a cada uno de los pacientes. Todos estamos enfermos, porque si no lo estuviéramos no estaríamos aquí. Estaríamos haciendo du’a en Medina o en Meca. Las medicinas orientales se basan en principios diferentes a los occidentales. Dicen que uno se enferma cuando los sistemas dentro de nuestro cuerpo están fuera de balance, y se deben tomar las medicinas para volver a establecer la armonía entre los diferentes centros del cuerpo. Sufismo es lo mismo; las tareas que nos dan para realizar son la medicina. Si el médico nos dice que tomemos una aspirina por día durante siete días, y que así nos sentiremos mejor; quizás alguien piense que en vez de esperar a hacer el tratamiento paso a paso, sea mejor tomarse las siete aspirinas juntas. Igual de tonto es automedicarse, porque realmente no sabemos lo que sucede dentro de nosotros y debemos ir con aquel que sí sabe. Muzaffer Efendi (ra) decía: “Hay miles y miles de Sheikhs, pero si me preguntan cuántos derviches conozco, me sobrarían los dedos de la mano.”
Dos santos se encontraban juntos tomando té. De pronto, aparece un derviche muy agitado; se para frente a ellos y pide permiso para hablar: “Maestros, les ruego me disculpen por la interrupción, pero el Sheikh que han enviado a tal pueblo ha muerto y debe ser reemplazado.” Los dos santos se miraron, y uno dijo: “¡Alhamdulillah que han pedido por un Sheikh!, porque si hubieran pedido por un derviche uno de nosotros dos tendría que haberse mudado a ese pueblo.” Ser un derviche es estar siempre en el umbral de la divinidad. Es seguir este camino con todas las indicaciones de manera completa y sincera. Si uno de nosotros no está dispuesto a hacerlo de esta manera, es mejor hacer lo que han hecho otros compañeros, que simplemente se dieron cuenta que no les gustaba lo que tenían que hacer. Y cuando miraban el corazón de otros sólo veían suciedad y se limitaban a criticar. No se daban cuenta que estaban mirando al corazón de un creyente y que, al mirar en ese espejo, estaban viendo su propia suciedad. La unión entre el Sheikh y el discípulo es como un casamiento, es un acto de amor. Y el amor que debemos sentir por nuestro Sheikh debe ser un amor muchísimo más elevado que el amor que sentimos por un hombre o una mujer. Cuando comenzamos una relación deseamos estar con esa persona en todo momento, pero a medida que pasan los años los intereses cambian, y llega el momento en el que al recostarse en el lecho cada uno se gira hacia un lado y se pone a dormir. En cambio, el amor entre el Sheikh y el discípulo nunca deja de estar vigente, es constante y no muere.
Una vez Hz. Yibril (ks), que era un joven gobernador de una importante ciudad de Persia, oye hablar de Yunaid de Bagdad (ks). Al oír hablar de este Sheikh, renuncia a su cargo, entrega sus posesiones y parte hacia Bagdad. Al conocer a Hz. Yunaid (ks), le dice: “Oh Sheikh, me han dicho que eres un experto en charlas de sabiduría. Por favor dame alguna de esas charlas y, si es necesario, te pagaré.” Hz. Yunaid (ks) lo miró y le dijo: “Ah, todo el dinero que tú tienes no alcanzaría para comprar esas charlas. Y si te las regalo, no le darías ningún valor. Estas charlas hay que ganárselas, y la manera de ganárselas es trabajar para ellas.” Hz. Yibril (ks) preguntó: “¿Qué debo hacer?” El Sheikh respondió: “Primeramente, irás a la feria y venderás azufre durante un año.” Así lo hizo y, al finalizar el año, Hz. Yunaid (ks) le dijo: “Has tenido mucho éxito vendiendo azufre, eres un hombre inteligente, hábil y buen comerciante. Ahora regresa a la feria y conviértete en mendigo por un año.” Durante ese año todo lo que le entregaban a Hz. Yibril (ks) como caridad se lo llevaba a Hz. Yunaid (ks), y éste se lo entregaba a los pobres. Al terminar ese año, el Sheikh le dijo: “Ahora regresa a la ciudad donde fuiste gobernador y pide perdón a todos y a cada uno de los ciudadanos que estaban bajo tu dominio por aquellas cosas en que los hayas perjudicado.”
Hz. Yibril (ks) se marchó, y durante tres años fue puerta por puerta pidiendo disculpas, enmendando sus acciones, buscando el perdón de la Creación de Allah (swt). Consiguió el perdón de todos, excepto de uno a quien no pudo encontrar. Luego fue a ver a su familia, les pidió cien mil monedas de oro y las repartió entre los pobres. Al regresar, Hz. Yunaid (ks), al verlo le dijo: “¡Yibril! ¡Aún tienes el mundo contigo! ¿Quién te ha pedido que repartieras cien mil monedas de oro?” Y lo envió a mendigar un año más. Al año siguiente, le ordenó servir a los derviches del dergah. Finalmente, cuando concluyó el último año, Hz. Yunaid (ks) le preguntó: “¿Qué piensas de ti?” Hz. Yibril (ks) respondió: “Oh maestro, ahora no pienso. Sé que soy lo último, lo más bajo de lo más bajo que Allah (swt) ha creado.” Y Hz. Yunaid (ks) le dijo: “Muy bien, este es un buen comienzo.” Hz. Yibril (ks) realizó uno de los ciclos de siete años.
Si un Sheikh dice que uno debe hacer ciertas cosas, el derviche debe hacerlo todos los días y en la cantidad que el Sheikh se lo pidió. Si uno no está dispuesto a hacerlo, no tiene lugar en este camino, no tiene sentido que se quede. ¿Cuál es el propósito de caminar? Si uno va al médico y luego no toma la medicina que el médico le da. En nuestra Tariqa la posibilidad de interpretar sueños es considerada un regalo de Allah (swt). Algunos lo reciben, otros no. Todos los derviches reciben lo mismo de su Sheikh, pero algunos pueden asimilar lo que reciben del Sheikh de una manera mejor, y esos son los que, en el futuro, a su vez se convierten en guías de otras personas. Ser guía espiritual es incluso más difícil que ser Sheikh. Porque el guía espiritual tiene que conocer a sus derviches, tiene que saber qué es lo que necesitan, tiene que saber cuándo cambiar alguna de sus devociones. Debe conocerlos tan íntimamente como conoce al bebe que vio nacer. Para el Sheikh no es necesario saber sobre el pasado de los derviches. Pero a través de los sueños el Sheikh puede saber mucho sobre el estado espiritual del derviche. Es una de las maneras más íntimas de aprender. No es la única, pero es una de ellas.
Una vez un derviche le contó un sueño a su Sheikh, y en respuesta éste le dijo: “Ve a aquel comercio y encontrarás a tres hombres. Escucha la conversación que están manteniendo porque esa es la respuesta a tu sueño.” Hay tres clases de sueños. Uno es la visión que viene directamente de Allahu Ta’ala, la cual no necesita interpretación porque es muy clara. En segundo lugar, están los sueños angelicales que necesitan interpretación porque hay simbolismos dentro de ellos. La tercera forma son los que se llaman sueños diabólicos, los sueños del shaytan, los sueños del ego, de nuestra parte más baja, y éstos no son interpretables.
Había un joven muy devoto que deseaba con toda su alma ser juez en Medina. Estudió en la universidad con todo su ser, y al acabar los estudios su profesor le dice: “He hablado muy bien de ti y te han nombrado juez en Medina. Pero hay una sola condición. En el camino hacia Medina, cuando alguien te pida dinero debes entregarle todo el dinero que lleves contigo.” El joven le dio las gracias y partió. En la ciudad de Bagdad un mendigo se le acerca y le suplica que le entregue algo de limosna para comer. Mete la mano en el bolsillo, le entrega todas las monedas de oro que tiene y continúa su camino. Llega finalmente a Medina y entra en la Mezquita del Profeta (saws). Al acercarse a la tumba ve a alguien que estaba durmiendo en el suelo con las plantas de los pies apuntando hacia la tumba del Profeta (saws). Enloquecido de indignación, se acercó al hombre que estaba durmiendo y, agitándolo bruscamente, le dice: “¿No te da vergüenza estar así frente a la tumba de Hz. Muhammad (saws)? ¿Es ese el adab que exhibes?” El hombre, que estaba medio dormido, se levantó, recogió sus cosas y se fue.
Aquella noche el joven se acuesta a dormir y sueña con el Profeta Muhammad (saws). En el sueño encuentra al mismo hombre que aquel día había tratado bruscamente parado frente al Profeta (saws) y quejándose del maltrato que había recibido. El Profeta (saws) les pide a ambos hombres que se abracen y perdonasen, y así lo hicieron. Al día siguiente regresa a visitar la Mezquita del Profeta (saws) y encuentra al hombre en el suelo, durmiendo con las plantas de los pies apuntando hacia la tumba del Profeta (saws). Al verlo, se tira a sus pies, los besa y repite: “Astaghfirullah, Astaghfirullah, Astaghfirullah.” El hombre se despierta, y le dice: “¿Pero qué haces? ¿Acaso no nos habíamos perdonado ya frente al Profeta (saws)? Toma, te devuelvo las monedas que me has dado en Bagdad.” Así es la relación entre el Sheikh y el discípulo.
As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.
Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca de comenzar a transitar este camino.” 1-05-2010