Sobre el cuerpo y el alma

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Una vez le preguntaron a nuestro Sheikh Muzaffer Efendi (ra) acerca de nuestro camino, como se podía definir el Sendero de la Tariqa y él respondió: “La Tariqa es un camino. Por decreto divino el alma fue enviada a la tierra a unirse a un cuerpo material. Es la unión entre los cielos y la tierra. Es algo controlado por tiempo y espacio, que es este cuerpo y algo que no está contenido en el tiempo, que es el alma. Es un hermosísimo misterio sobre el cual deberíamos, quizás, meditar un poco.” ¿Por qué? Porque si el alma desciende al cuerpo, el deseo que tiene es de volar hacia la libertad que tenía antes de ingresar al cuerpo donde se siente aprisionada. El alma se siente aprisionada en el cuerpo. El alma siente como que esta fuera de lo que seria su reino y sin duda lo es, ya que este mundo material no es el lugar donde ella prefiere estar. Es por ello que cuando el alma desciende al cuerpo se intoxica con esos sentidos que tenemos y con los cuales percibimos el mundo material. El punto es que muy pocas almas, cuando ingresan al cuerpo, recuerdan su origen y recuerdan que han descendido. En la mayoría de nosotros, el alma permanece intoxicada en ese elemento y se olvida de su origen.

Ante todo, debemos recordar que en esta dimensión no hay nada más grande que el alma humana. Es importante que esa alma ingrese al camino del recuerdo y de la remembranza, porque sin el alma no es posible tener una relación amorosa con otro ser humano. Aquellos que hemos tenido la posibilidad de haber podido lavar un cuerpo cuando el alma ha partido, como este faqir ha lavado el cuerpo de su padre, sabemos exactamente qué es lo que significa tocar algo que hasta hace unas horas, unos minutos, unos días antes, estaba animado, sonreía, miraba, hablada, nos acariciaba y, de pronto, todas esas cualidades desaparecen cuando lo que queda es el cuerpo material al que tanto amamos.

Entonces, ¿por qué estamos todos en el dergah acá sentados? ¿Por qué estamos en este estado que inspira un deseo de cambio? Pero ese deseo de cambio no puede ser algo que se exprese solamente los días que estamos en el dergah. El deseo de cambio es permitirle al alma que recuerde su origen, pero eso no puede solamente suceder los días jueves, los sábados o los días lunes, en los cuales nos reunimos por unas horas. Cuando el alma entra al cuerpo, ¿saben con qué se intoxica? Aquellos que estuvieron en el Hajj, recuerdan que cuando hemos ido a arrojarle las piedras al shaytan, el simbolismo de eso consiste en reducir la influencia de la arrogancia, los cielos, la ira, el amor por las posesiones terrenales, el amor por la riqueza, el amor por posición y poder, etc. La misión de los Profetas fue justamente recordarnos sobre estos siete elementos que intoxican al alma cuando entra al cuerpo, para poder quitarlos o reducir su influencia y de a poco, Insha’Allah, hacer lo que los alquimistas hacían: convertir el plomo en oro, hacer esa transmutación de algo totalmente material a algo menos material y más angelical.

Cuando nos dan los tasbih, ustedes recuerdan que hablábamos de los setenta mil velos que nos separan de Allahu Ta’ala, cuando el alma comienza su travesía del Paraíso de las Almas hasta la Tierra. Ahora, somos nosotros quienes estamos separados, pero Allah (swt) no lo está. Él dice que está más cerca de nosotros que nuestra vena yugular.

Cada uno de los primeros siete nombres que nos son dados en nuestra Tariqa, algunos empiezan con tres, otros con cuatro, y otros tienen siete. Y recuerden que son veintiocho los nombres que son dados en nuestra Tariqa a los derviches, en la medida que van progresando en este Camino. Los primeros siete: La Ilaha illa Allah, Allah, Hu, Haqq, Hayy, Qayyum y Qahhar, cada uno de ellos reduce la influencia de diez mil velos, es decir, que tenemos siete nombres que multiplicados por diez mil dan esos setenta mil velos. Estos son regalos que no tienen precio. No podemos imaginarlo ni pagar por ellos. Por favor, recordemos nuestro camino siete días por semana, veinticuatro horas por día, trescientos sesenta y cinco días por año. No practiquen Islam solamente los jueves a la noche, los sábados o los lunes. Eso no es Islam.

A nosotros quienes hemos dado la responsabilidad de nuestra evolución espiritual a toda esa cadena, la silsila, que va de regreso a Hz. Muhammad (saws), por favor no hagamos trabajar de más a todos ellos que nos han extendido esa ayuda.

Hay un adab para hablarnos los unos a los otros. Hz. Sefer Efendi (ra) decía: “No me den respeto sino denme amor.” Y eso es lo que pedimos: amor los unos a los otros, amor a lo que Allah (swt) creó, amor hacia la tradición, amor a la Tariqa y a todo lo que ésta representa. Si no decimos: “Bismillahir Rahmanir Rahim” cuando comenzamos a hacer algo o nos dirigimos hacia otra persona, no estamos haciendo eso en el Nombre de Allah (swt), y no usamos el poder del Bismillah en Su Nombre.

Recuerden también lo otro. Esta es la parte más liviana, la otra parte que quizás sea peor, aunque esta es aquella en la cual ustedes saben que hay tres clases de Santos:

-En el primer nivel están aquellos en el cual Allah (swt) sabe que son Santos y ellos también.

-En el segundo nivel están aquellos que Allah (swt) sabe que son Santos, pero ellos no lo saben.

-Y en el tercer nivel están aquellos que saben que son Santos, pero Allah (swt) no lo sabe. ¡Ay, ay, ay! … que nunca caigamos en ese tercer nivel.

Hablábamos de los elementos que tenemos presentes como son las manos, los dedos de las manos y cómo nos deben recordar a aquellos que fueron enviados a enseñarnos. Tenemos la luz del Profeta Muhammad (saws), que fue puesta en la yema del dedo índice, la luz de Hz. ‘Ali (ra), que fue puesta en la yema del pulgar, la luz de Hz. Abu Bakr (ra) en la yema del dedo mayor, la luz de Hz. ‘Umar (ra) en la yema del dedo anular, y la luz de Hz. ‘Uthman (ra) en la yema del dedo menique. Y todas estas fueron respuestas dadas a Hz. Adam (as).

En los dedos de la mano izquierda están los Miembros de la Familia del Profeta (saws): Hz. Muhammad (saws), Hz. ‘Ali (ra), Hz. Fatimah (ra), Hz. Hassan (ra) y Hz. Hussein (ra). El ayat treinta y tres del “Surah Al-Ahzaab” hace mención a esto y del cual el Profeta Muhammad (saws) dijo: “Ese verso habla de nosotros, de nuestra Casa, de nuestra Familia”.

Cuando nos paramos tenemos los cinco dedos del pie derecho que nos recuerdan los cinco rezos que debemos realizar por día. Y en el pie izquierdo tenemos cinco dedos que nos recuerdan la caridad obligatoria, el 2,5 % de los activos líquidos.

¿Qué es lo que sucede? Cuando nos paramos para rezar colocamos ambos pies uno al lado del otro, de modo que tanto el rezo como la caridad tienen la misma importancia. Si nosotros queremos pararnos sobre una sola pierna, cualquiera que nos toque nos hará caer. Necesitamos ambas piernas para tener equilibrio y armonía de movimientos. Si tenemos un solo pie es difícil que podamos dar la sadaqa y hacer los movimientos del salat, de modo que ambas partes tienen la misma importancia en nuestro Camino. Porque la caridad es para servir a la Creación de Allah (swt), y si rezamos y Lo recordamos, vamos a convertirnos en mejores seres humanos y vamos a hacer el resto de las cosas con amor.

Allah (swt) nos ha dado también algo en nuestra vida diaria que nos recuerda a la muerte y a la resurrección, y eso es el dormir. Cuando estamos dormidos no tenemos control de lo que sucede alrededor nuestro. Es una forma de estar muertos, y mientras dormimos soñamos. Y algunas veces recordamos esos sueños, otras veces no. Pero cuando soñamos comemos, nos reímos, lloramos, viajamos, podemos volar, sentimos dolor, amor, felicidad, degustamos, olemos, oímos, tocamos etc. Todo eso, sin ninguna duda, sin ninguno de estos cinco sentidos. Entonces dos cosas vienen inmediatamente a nuestra atención: primero ¿con qué sentimos, disfrutamos y percibimos esas cosas? ¿Con qué sentidos? ¿Dónde está eso que nos permite tener esa experiencia? Segundo, es que quizás lo que nos están diciendo sobre estas otras posibilidades sea verdad, sea una realidad. Fíjense que cuando nos despertamos no podemos decidir cuándo nos vamos a despertar. En algún momento de la noche el sueño se acaba. O porque un ángel nos viene a despertar para hacer el tahajjud, o los fard del fayr a tiempo, o porque simplemente nuestro cuerpo ya descansó y es tiempo de continuar.

Y así va a hacer mientras estemos en el Barzakh, en el otro estado hasta el Día del Juicio. No sabemos cuándo eso va a ocurrir, pero sí sabemos que nos van a levantar para ese momento, de la misma manera que nos despertamos cuando estamos durmiendo. Y cuando nos despertamos ¿qué es lo debemos hacer? Mirar a nuestro alrededor, lo que está en la naturaleza, a todo lo que nos rodea, y vamos a ver que básicamente los seres vivos tienen tres características básicas: algunos se arrastran y viven arrastrados como las serpientes, los gusanos, los reptiles y no pueden hacer nada más que eso el resto de su existencia. Después tenemos aquellos que se paran en dos patas: los hombres y los pájaros. Y luego están aquellos que se paran en cuatro patas. Los primeros y los terceros no pueden aspirar a balancearse y dirigirse como hacemos en el salat, así como tampoco los que tienen cuatro patas pueden arrodillarse y hacer la Shahada. En cambio, a nosotros, a la suma de Su Creación, nos ha dado la posibilidad de asumir cualquiera de todas esas posiciones.

El salat es descender del alma humana, del alma de los animales de cuatro patas, y luego apoyar la cabeza como hacen los animales que se arrastran, para luego asumir la posición para volver a dirigirnos como seres humanos. En todos los cielos y la Tierra no hay nada que no Lo glorifique. Y todo lo que glorifica a Allahu Ta’ala no posee lo que tiene el ser humano: la voluntad.

¿Y qué es lo que hace la voluntad? La voluntad nos permite adorar a Allahu Ta’ala de todas las maneras que el resto de la Creación lo recuerda. Fíjense la diferencia. A nosotros, a través de esa voluntad se nos permite adorarLo, no solamente recordarLo como al resto de la Creación. El resto de la Creación no puede elegir, pero nosotros sí. El hombre es el propósito por el cual el resto de la Creación existe, hablando del ser humano, de la humanidad. Todo lo que existe, existe para nosotros, y nosotros para Él.

Los ángeles, todos los seres celestiales, son creados para servir a la existencia, y la más importante manifestación de esa existencia somos nosotros. Hay una unión del Paraíso y la Tierra que ha formado esto que se llama ser humano. Y esto que llamamos ser humano tiene una vida limitada en nuestra Tierra, y es la única oportunidad que tenemos para recordar el origen del alma o dormir negando el Mas Allá. Nosotros elegimos.

Y si elegimos, es para cumplir con la obligación de recordarLo. No hay nada ni existe ningún motivo por el cual no podamos recordar a Allahu Ta’ala veinticuatro horas por día, siete días por semana, porque nuestras células lo hacen. La otra parte nuestra, la que no nos permite recordarLo es eso que llamamos ego.

Hay charlas sobre si las mujeres durante los días de su período mensual pueden hacer dhikr o no pueden hacer dhikr. Esto que acabamos de decir responde a esa pregunta. No hay nada que nos impida hacer dhikr. Durante esos días las mujeres no pueden hacer el salat y los tienen que recuperar. Pero nada impide que recordemos a Allah (swt), nada impide que recordemos Su Nombre, nada impide que hagamos nuestro tesbih. Es más, nada impide que nos sentemos a escuchar la recitación del Corán. No lo pueden tocar, pero alguien puede leerles el Corán, o simplemente mencionar Su Nombre. ¿Por qué no estar allí sentadas mientras se realiza el dhikr en vez de estar escondidas en la cocina?

Cuando a los ángeles les fue ordenado adorar la Luz de Hz. Muhammad (saws), que Allah (swt) originalmente puso en la frente de Hz. Adam (as), fueron elegidos para ser testigos de lo más maravilloso de esta Creación, que fue el origen, la Luz Primordial, lo que es Ahmad, el nombre de Hz. Muhammad (saws) en el Más Allá. Aquellos que han visto la Creación nos dicen que si pudiéramos ver la Creación desde lejos apreciaríamos que tiene la forma de un hombre.

Hay ángeles que escriben las palabras sagradas de los libros que descendieron a los seres humanos. Hay otros que no dejan que el árbol de la existencia tenga impurezas. Hay otros que cargan cosas, que cargan las buenas obras realizadas por los seres humanos y se las presentan a Allahu Ta’ala. Y hay otros que transforman los pecados en buenas obras cuando el creyente pide perdón y ese perdón le es otorgado. Hay otros que guardan aquello que está escrito en el destino de cada uno, para que eso no sea alterado ni modificado. Hay otros que soplan los vientos, otros que traen las lluvias contando cada gota que desciende, otros que traen la noche como si fuera una cortina y la colocan del lado de la Tierra que esta cubierta por la noche, y hay otros que traen el día como si fuera una cortina y lo ponen del lado de la Tierra, que es cubierta por el día. Para aquellos que recuerdan a Allah (swt), hay ángeles que detienen a los miembros de sus cuerpos para que no cometan pecados. Por último, hay otros que adornan los jardines del Paraíso, y hay otros que están encargados de mantener vivo el fuego del infierno.

Cuando Allah (swt) dijo: “¡Kun!”, la Creación fue. Y luego, con el transcurrir de los siglos, cuando Él decidió que la Tierra fuera transformada en el jardín maravilloso que es hoy en día, organizó una fiesta y llamó a todos los ángeles para que celebraran con la copa de Su Voluntad, y la pasó para que todos bebieran de ella, y que honraran esa Luz, la Luz de Hz. Muhammad (saws). Y todos estuvieron de acuerdo, excepto el shaytan.

El shaytan apareció para esa fiesta vestido con sus mejores galas, mirando alrededor cubierto, pero engañando, ocultando su verdadera naturaleza. Por supuesto, nada se escapa a Allah (swt). Y miro con desdén a ese ser que Allah (swt) había creado de agua y arcilla. Y cuando el Creador le ordenó que se postrase frente a ese ser, el shaytan se negó, y en ese momento salió a la luz su verdadera naturaleza.

¿Ustedes creen que el shaytan, quien fue expulsado de la presencia de Allah (swt) y que es un ladrón que engaña, va a entrar a una casa vacía? Allí no va a entrar porque no tiene nada que robar. ¿Ustedes creen que el diablo está en los bares, en los prostíbulos? No se equivoquen. ¿Por qué no va el shaytan a esos lugares? Porque los que están ahí dentro ya son sus súbditos. Él no los tiene que convertir, sino que ya se convirtieron en sus seguidores, son sus ayudantes, así que para qué perder el tiempo allí. El shaytan está parado allí en la puerta de ese dergah. Y allí no puede entrar, ¿por qué no puede entrar? Y es una manera simbólica de hablar. Sabemos que el shaytan está en nuestras venas, en nuestra sangre. Él no puede entrar, porque cuando el Adhan es recitado, tiene que escapar a algún punto donde no lo pueda oír.

Y les cuento esta historia, antes relatada por nuestro amado Hz. Muzaffer Efendi (ra).

Ocurrió que un hermoso leñador vivía en el bosque con su familia. Cerca de allí había una tribu pagana que adoraba a un pino.

Un día, el leñador dijo: “Voy a cortar ese árbol. Estoy seguro de que Allah (swt) me recompensará por ello, pues impedirá que esta gente sea pagana y le rece a un ídolo y, al mismo tiempo, obtendré buena madera para vender en el mercado. Así mataré dos pájaros de un tiro”.

Mientras se dirigía, hacha en mano, hacia el territorio de la tribu, un hombre se le acercó y le preguntó: “¿Adónde vas?” El leñador dijo: “Voy donde está la tribu que adora a un pino para cortarlo.” El hombre replicó: “¡No! ¡No hagas eso!” “¿Quién eres tú para decirme lo que no puedo hacer? Voy a hacer esto por Allah (swt). Voy a echar ese pino abajo”, dijo el leñador.  “Pues te digo que no lo hagas,” repitió el hombre. “¿Quién me lo va a impedir?”, dijo el leñador. “Yo”, respondió el hombre. “¿Y quién eres tú para impedirme cortar ese pino?” preguntó nuevamente el leñador. El hombre respondió: “Soy el shaytan, soy el diablo. No puedes cortar ese árbol. Te lo impediré.” Entonces el leñador exclamó: “¡Tú! ¡Tú no puedes impedírmelo!” Y agarró al diablo y lo tiró al suelo. Después, se sentó en su pecho y, dispuesto a matarlo, le puso el hacha en la garganta. El diablo dijo: “No me puedes matar. Allah, el Altísimo, me ha dado vida hasta el Juicio Final. Y mi obligación hasta ese día es desviar a todo el mundo. Mira, ¿cuánto dinero ganas? Yo sé que eres un hombre devoto y que tienes una familia grande, y que también te gusta ayudar a la gente.” “Gano dos monedas de cobre al día.” Respondió el leñador.   “Eres poco inteligente. Vas a intentar echar abajo ese árbol, pero la tribu no te dejará que cortes su dios. Puede que te maten y que tu familia quede desamparada. Sé razonable. Abandona el proyecto. Haré un trato contigo. Dices que ganas dos monedas de cobre. Todas las mañanas, pondré bajo tu lecho dos monedas de oro. ¿De acuerdo? Tú eres un hombre devoto. En vez de ir y hacer que te maten, lo que puede ocurrir fácilmente, ganarás dos monedas de oro que podrás gastar en tu familia. Y lo que te sobre se lo puedes dar a los pobres”. Propuso el diablo. El hombre replicó: “No te creo. Quieres engañarme. Todo el mundo sabe que el diablo es un tramposo y un mentiroso. Sólo quieres salvar tu pellejo.”
“No, No,” dijo el diablo, “no te voy a engañar. Puedes hacer la prueba. Vete a tu casa y no hagas nada. Si no encuentras las monedas de oro, siempre puedes tomar tu hacha y cortar ese árbol”. El leñador dijo: “Suena razonable”.

Así que el hombre se fue a su casa. A la mañana siguiente, halló dos monedas de oro completamente nuevas debajo del colchón. Se acercó a su esposa, y le dijo: “Mujer, ya tenemos todo arreglado para el resto de nuestras vidas. He hecho un contrato con el diablo. No necesito ni siquiera trabajar. Todas las mañanas recibiremos dos monedas de oro para gastarlas en lo que nos dé la gana.” Pero la mujer no estaba tan segura: “¿Es que no sabes que el diablo es un mentiroso?” preguntó. “¡Pero aquí están las monedas de oro!” dijo el leñador.

Aquel día comieron bien. Lo que sobró lo distribuyeron entre los vecinos de la derecha y de la izquierda. A la mañana siguiente, el leñador se levantó temprano y radiante y metió la mano debajo del colchón. Nada. Levantó el colchón. Nada. Levantó las almohadas, las alfombras, incluso el suelo, pero no encontró nada. Dijo enojado: “¡Ah, me has engañado!”  Lleno de ira, tomó su hacha y salió a cortar el pino de los idólatras. En el camino, se encontró de nuevo con el diablo, esta vez muy sonriente. El diablo le preguntó: “¿Adónde piensas que vas?” El leñador le dijo: “¡Tramposo, mentiroso! Voy a echar abajo ese pino”.

El diablo tocó al leñador con un dedo en el pecho, y el hombre se derrumbó. Shaytan dijo: “¿Quieres que te mate ahora? Ayer eras tú el que quería hacerlo.” “¡Oh, no, no, no me mates! Y tampoco quiero tu dinero. Tan sólo quiero preguntarte una cosa. Hace sólo dos días, cuando quisiste impedir que cortara el ídolo, te derroté muy fácilmente. Te agarré, te tiré al suelo, y, al final, casi te mato. ¿De dónde has sacado esta fuerza hoy?” El diablo respondió: “Ah, el otro día ibas a cortar ese árbol por Allah. Hoy, me has atacado por dos monedas de oro”.

Tomemos refugio en Allah (swt) de nosotros mismos y no olvidemos que no hay otro lugar donde estar.

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Acerca del alma y el cuerpo: sus simbolismos.” Jueves 4-06-2009