Lo enviado al Más Allá

Bismillahir Rahmanir Rahim.

 Allah (swt) nos dice que ha creado todo lo que existe para nosotros, y a nosotros para Él.

No sé si tenemos idea o nos hemos puesto a pensar un poco qué es lo que eso significa.

Desde el punto de vista mundano la astronomía ha hecho unos avances increíbles en los últimos veinte años, y a ha llegado a calcular, con el poder de las súper-computadoras existentes, algunas estadísticas que son realmente interesantes.

El universo observable, es decir, todo aquello que puede ser visto hoy en día con los elementos a nuestro alcance. Y han llegado a calcular que existen cien billones de galaxias.

La Vía Láctea es sólo una entre esos billones de galaxias existentes.

Claro, aquí se mezcla el pasado con el presente. Porque cuanto más alejadas están de nosotros, más remota es su existencia en el tiempo. Es decir que la luz que nos llega era en algún momento es lo que era en algún momento e insh´Allah continúen existiendo, no sabemos.

Dentro de la Vía Láctea, donde se encuentra el Sistema Solar, han calculado que existen trescientos billones de soles, de estrellas.

Si podemos viajar de un extremo a otro de la Vía Láctea, necesitaríamos un vehículo que nos transporte a la velocidad de la luz, y tardaríamos doscientos mil años en ir de un extremo a otro.

Y en esa Vía Láctea, en esos trescientos billones de soles, está nuestro Sistema Solar, y allí la Tierra, y en la Tierra el Corán i-Karim nos dice que estamos nosotros, y que Allah (swt) creó todo esto de lo que estoy hablando para que nuestra existencia fuera posible.

Valiéndose de estas computadoras, dicen, que estos trescientos billones de estrellas, si observamos diez gotas de agua, detenidamente, de hidrógeno y oxígeno, es mayor a los trecientos billones de estrellas que existen en la Vía Láctea.

¿Y qué pasa con el hombre? Pues muy simple.

También han calculado cuántas células hacen posible esto que llamamos ser humano. Y han contado 37.2 trillones de células.

¿Por qué menciono todas estas figuras? Para que podamos llegar a comprender que no podemos, precisamente, comprender lo increíble de todo esto que ha sido creado para que nosotros podamos estar aquí, en este momento, hablando y viéndonos. Y que nuestros hijos estén en algún lado, y que nuestros amigos, padres y hermanos, hermanas estén en algún lado comiendo, escuchando, jugando.

¿Qué somos en esa Creación? Con respecto a tamaño y demás, absolutamente nada, no existimos. Sin embargo, sólo el hombre y el genio tienen la posibilidad de retornar al Creador, a quien ha hecho todo esto posible, comprendiendo nosotros, que la suma de cada una de estas cosas existentes, no alcanza para comprender a Allahu Ta´ala.

En un período de cien años, todos los que existen en este momento en la Tierra, no estaremos más. Ninguno de todos nosotros estará más aquí.

En otras palabras, realmente comencemos a prepararnos para ese momento de transición.

Tenemos que tener conciencia de que nuestra existencia terrenal es limitada. Nuestro cuerpo está sujeto a las leyes de tiempo y espacio. En cien años ninguno de nosotros estará aquí.

La cuestión es ¿Qué hacemos para prepararnos para esa transición?

Muzzafer Efendi (ra) decía que no es que nuestra existencia cesa cuando vamos al Más Allá. Lo único que se detiene es el cuerpo, la materia. Lo que está aquí, entre el corazón y el esternón, en la mitad del cuerpo, continúa su trayectoria en otra dimensión.

Cierto día un majnun, y creo que todos ustedes conocen la definición de majnun. Es alguien que ha enloquecido hasta cierto punto, afectado por haber visto una revelación divina que no estaba preparado para recibir.

En épocas antiguas estos majnuns eran invitados a las cortes reales, y los gobernantes los consultaban. Porque sabían que ellos habían tenido acceso a revelaciones y a sabiduría, que para la mayoría de nosotros resultará difícil llegar a alcanzar y recibir.

Un día uno de estos majnuns, y Suleyman Baba, usted recordará ahí a unas cuadras del dergah de Istanbul, el Asitane, que hay un café que está  justo enfrente de la mezquita donde llegó Hz. Pir (qs)

Y en ese café, en épocas pasadas, Muzzafer Efendi y Sefer Efendi, se reunían después del dhikr a tomar té y continuaban charlando.

Lo que les voy a relatar me trae al recuerdo este café, no necesariamente que haya ocurrido allí, pero surge por una asociación.

Había alguien que era un miserable, y estaba tomando café y comiendo algunas cosas, en un boliche como el que les acabo de mencionar.

Llega un majnun y lo mira y le dice, como dándole una orden: “¡Quiero comer un yogurt, dame dinero!” y hablaba en voz alta, delante de toda la gente que estaba allí. El miserable lo mira, y por supuesto, se molesta, y le dice: “¡Vete, vete de aquí! ¡Fuera, fuera!”. El majnun siguió hablando cada vez en voz más alta y le dijo: “¡Y ahora me vas a dar el dinero para comprar un yogurt!” El miserable no tuvo más remedio que poner las manos en el bolsillo, con tal de sacárselo del medio, le dio una moneda y le dijo: “¡Vete a comprar el yogurt! ¡Fuera!”

El majnun se va, compra el yogurt, se lo come y se da cuenta que quería comer más. Entonces vuelve y le dice al miserable: “¡Más dinero necesito!” y el otro pregunta: “¿Para qué?” el majnun responde: “¡Para comprar pan!” y el miserable comenzó a los gritos: “¡Vete de aquí!” Y el majnun le había arruinado su comida y su té, entonces se levantó y se fue a su casa.

Esa noche sueña que se muere. Que va al Más Allá. Y en el Más Allá, en el Paraíso estaban los ángeles que lo reciben, y lo hacen pasar a un hermosísimo e indescriptible jardín, de una belleza tal que no hay palabras de los seres humanos que puedan llegar a describir eso. Lo hacen sentarse y le preguntan: “¿Qué quieres?” y él piensa por un rato y les pide: “¿Me pueden traer algo de comer? Los ángeles le dicen: “Sí, cómo no.” Entonces se van y vuelven con un yogurt.

El miserable se sienta y come el yogurt, pero se había quedado con un poco más de hambre. Y pide nuevamente: “¿No me pueden traer algo más, para que pueda saciar mi hambre, pan, tal vez?” Y le responden: “¡No, no, no! Acá lamentablemente lo único que enviaste fue un yogurt. Y no hay más nada para comer, para ti”.

El miserable, que también era un hombre inteligente, entendió el mensaje. Y contento al despertarse y darse cuenta que no había muerto, fue al lugar donde tenía todo su dinero,  salió a la calle a regalar dinero, a donarlo a todos aquellos que lo necesitaban.

Lo que llevamos al Más Allá son nuestras acciones, más aún, no solamente las acciones, sino también las intenciones que nos llevan a hacer esas acciones.

Si alguien desea algo para el bien de otros, aunque eso no suceda la intención cuenta como el hecho consumado. Y eso se aplica a lo positivo y a lo negativo.

Un día Bahlul Udana, que decían que era medio hermano del sultán Harún Al-Rashid.

Dicen que las historias del libro “Las mil y una noches” están basadas en la corte de Harún Al-Rashid.

Un día estaba en el palacio, y quería prender fuego porque hacía frío, quería encender la chimenea, pero iba por todos lados y no encontraba con qué encender.

Entonces se dijo a sí mismo: “Iré a dar una vuelta por el infierno, para que me den un par de brasas prestadas, así vuelvo, enciendo el fuego y se las devuelvo”.

Harún Al-Rashid se va al infierno, llega y golpea la puerta. Unos ángeles lo atienden y él les dice: “Vengo a pedir unas brasas para poder encender las leñas en mi palacio”. Y los ángeles le dicen: “¿Fuego? Aquí no hay fuego. En ningún lado”. Harún Al- Rashid replica sorprendido: “¿Cómo que no hay fuego? Esto es el infierno, se supone que aquí nos vamos a quemar. Aquí nos vamos a quemar por los pecados que hemos cometido, vamos a sufrir por eso”. Los ángeles dicen: “¡Sí, sí, sí! Pero aquí cada uno trae su fuego. El fuego lo traen las acciones de la vida, durante el período que nos ha sido permitido transitar en la Tierra”.

Dicen que todas las almas serán tocadas por el fuego. Excepto el alma de los virtuosos, que serán tocadas por el fuego del amor hacia el Creador y hacia Su Creación.

Nuestra protección es el salat, nuestro escudo son las acciones, las maneras en que nos comportamos con Su Creación.

Cada uno de nosotros vive en diferentes lugares en el mundo. Y tenemos que obedecer las leyes de cada uno de los lugares en donde vivimos.

Allahu Ta´ala también tiene Su gobierno y Sus leyes.

Somos nosotros quienes debemos cumplir con esas leyes.

Muchas veces en el pasado, cuando se hablaba del temor a Allah (swt) o hacer cosas por temor. Muzzafer Efendi (ra) aclaraba que para aquellos que buscan la verdad, el temor no es el castigo, no es el infierno o la recompensa del Paraíso. El temor es perder el amor que Allahu Ta´ala nos ha dispensado al permitirnos llevar esto (taqqiya del derviche) en la cabeza, al permitirnos mencionar Su nombre, al permitirnos tomar ablución, y adorarlo. ¿Porque qué castigo mayor puede llegar a existir que Él de pronto diga (¡a´udhu billahi minash shaytanir rayim!) ‘tú no eres más Mi siervo’? ¿Qué podemos llegar a hacer en un momento así?

Todo tiene dos caras. Está el yelal de Allah (swt) y está el yemal de Allah (swt)

El agua, el lado yemal, que está allí para permitirnos calmar nuestra sed, para que crezca todo aquello que soporta la vida en la Tierra. También tiene su lado yalal. Cuando el yalal de Allah (swt) se manifiesta en el agua, y esas tormentas enormes llegan y se inundan las tierras y destruye todo lo que está  a su paso. Es la otra cara de la moneda.

Lo mismo con el fuego. Usamos el fuego para mantenernos calientes, para cocinar, comer, hacer todo eso que nos rodea. El fuego sin control puede quemar y destruir todo.

Cuando alguien le pidió a Muzzafer Efendi (ra) que respondiera una pregunta. La descripción del Paraíso es la descripción de una maravillosa jornada. ¿Pero ese es el final de la travesía?

Y Muzzafer Efendi (ra) le respondió: “Para el creyente entrar al Paraíso es su recompensa por haber obedecido las leyes del Creador. Para el que busca la verdad, si vive de acuerdo a esas normas lo que le espera es la presencia del Creador. Es decir, estar en la presencia del Dueño del Paraíso”.

Y eso es lo que buscamos. ¿Cómo llegar? Con Tawhid. Pensando en la Unidad, recitando “La ilaha illa llah” de forma audible y con el corazón “Muhammad Rasulullah”.

Si esa frase se convierte en nuestra razón de vida, entonces en el Más Allá vamos a estar de la mano de aquellos que transitaron este camino antes que nosotros, y que han logrado ese “Tawhid”.

Roguemos que en algún momento, en estos próximos cien años, cuando nosotros ya no estemos aquí, que cuando llegue nuestro momento podamos irnos al Más Allá con esas palabras. Que Allah (swt) nos permita ese momento de claridad. Y con nuestro último aliento decir: “La ilaha illah llah, Muhammad Rasulullah”. Y que se lleve el alma, así, en ese momento, con esa frase. Amin.

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuhu.

 

Hadrat Sheij Orhan Baba – sábado -29-10-2016 – Nuestra insignificancia frente a la Majestad de NUESTRO CREADOR.