Bismillahir Rahmanir Rahim
Ustedes saben que nos dan ders, éstas son medicinas espirituales, que nos ayudan a limpiar y transformar nuestro interior. Repito, los ders son como medicinas para el corazón.
El Sheikh en nuestra tradición es alguien que debe estar en el dergah, al frente de sus derviches.
Si queremos alcanzar al Creador la manera de hacerlo es a través del servicio, servir a Su Creación, y eso es lo que el Sheikh hace en cada dergah.
Tenemos muchos ejemplos. Así podemos encontrar hermosos seres humanos que transitan este camino haciendo eso que llamamos servicio.
Servir a la Creación de Allah (swt) crea humildad en nosotros, porque vemos Su grandeza y nuestra insignificancia. El servicio destruye el orgullo, impureza, arrogancia, inercia.
Una vez le preguntaron a un gran Sheikh: “¿Cuántos caminos hay para alcanzar al Creador?” y él respondió: “Hay tantos caminos como átomos en todo lo creado.” Algo inimaginable para nosotros, por supuesto. Y continuó diciendo: “Pero si quieren un camino directo para alcanzar al Creador, sirvan a Su Creación.” El Sheikh hace eso con su Ihvan, y cada miembro del Ihvan debe hacer eso con la Creación de Allah (swt).
Uno debe dejar de lado sus deseos y necesidades, y poner todo, absolutamente todo lo que tenemos al servicio de otros.
Ahora bien, para ayudar a la Creación debemos saber cómo hacerlo. Por ejemplo, el Sheikh debe hablar con sus discípulos en el nivel en el cual ellos están.
Había un maestro Naqshbandi que decía: “Cuando me encuentro frente un grupo de gente y tengo que mencionar a Allah (swt) digo: ‘Mi Señor.’ Cuando estoy solo con Él, digo: ‘Mi Amado.’ Y cuando estoy unido a Él en éxtasis, qué puedo decir, simplemente: ‘Nada’, porque yo no soy más yo en ese momento”.
Nosotros tenemos obligaciones, tenemos responsabilidades en este mundo. Y hay una vieja historia, hay varias versiones de esta historia. Voy a relatar la que conozco, en la cual alguien va a visitar a un gran maestro y le dice: “En tal pueblo, el alcalde del pueblo, se pasa las noches rezando. Reza todas las noches.” Y el Sheikh miró a quien le decía esto, y dijo: “Pobre hombre, él (refiriéndose al alcalde) está haciendo un trabajo que le pertenece a otro.” “¿Y cómo es eso?”, preguntó el que trajo el mensaje. El Sheikh le respondió: “El alcalde de un pueblo debe ocuparse de todo lo que sucede en su área de responsabilidad: asegurarse de que todo funcione, que las cosas estén en orden, que estén limpias, que la gente que no tiene para comer tenga un lugar donde ira alimentarse, que el enfermo tenga un lugar donde ir a sanarse. Y así, todas las responsabilidades de gente que está en el gobierno. Este pobre hombre está equivocado. Él está haciendo el trabajo del recluso, pero él no lo es.” Y para nosotros es lo mismo, cada uno de nosotros tiene una función en este mundo y debemos actuar en este mundo de acuerdo a esas funciones, a lo que nos ha sido asignado por el Creador.
En esta transición, de un mundo material a un mundo espiritual, tenemos que ver nuestro interior. El ser humano tiene todas las cualidades que son encontradas en animales. Y de la manera en que vivimos, es decir, de acuerdo a esas cualidades animales que existen en nosotros, ésa es la forma en que seremos resucitados en el Día del Juicio Final. Es decir, si en nosotros la ira, la lujuria, el orgullo, el amor a la adulación, son características prevalecientes, Allah (swt) nos promete que cuando volvamos a existir frente a Él, en el Día del Juicio Final, seremos resucitados de acuerdo a esas formas. Es decir, el lujurioso será resucitado como un cerdo, y ustedes se preguntarán, ¿por qué el cerdo? Pero como hay niños no puedo brindarles demasiadas explicaciones, sólo puede decirles que para el cerdo no hay ningún límite. Si el orgullo prevalece en nosotros, si estamos muy orgullosos de lo que hemos logrado, de lo que hacemos, de nuestra posición social, de los bienes que poseemos y todo ese tipo de cosas, entonces seremos resucitados como un león. Y si nos gusta la adulación, la forma correspondiente será la de un zorro.
Muchos seres humanos serán resucitados en formas de bestias, y también hay bestias que serán resucitados con forma de seres humanos. Un ejemplo de ello es la historia de “Los siete durmientes de Éfeso”. Estos siete seres humanos vivieron en una época muy difícil, decidieron encerrarse en una cueva y le pidieron a Allah (swt) que los despertara cuando hubiera un mejor ser humano en el gobierno.
He visitado esa cueva, está cerca de la ciudad de Éfeso, en Turquía, ubicada entre Éfeso y Esmirna. Estos seres humanos durmieron por trescientos años, un perro que ellos tenían los cuidó durante todo ese tiempo. Así pues, se despertaron, vieron cómo estaba el mundo, no les agradó y le pidieron nuevamente a Allah (swt) poder volver a “dormir” hasta el Día del Juicio Final.
Por lo tanto, ese perro, el Día del Juicio Final, será resucitado en la forma de un ser humano.
Aquellos que tienen sabiduría interior saben, sienten que, todo, absolutamente todo lo que existe, adora al Creador. Cada átomo, pero no solamente de los seres humanos, de todo cuanto existe: plantas, animales, minerales, etc. Aquel que desee saber la forma en la que resurgirá en el Día del Juicio Final debe ver cuál es la característica que predomina entre nosotros. De la misma manera, si alguien desea saber si Allah (swt) está contento con nosotros debemos ver la manera en la cual nos es permitido comportarnos. Si nuestro deseo es rezar y adorarlo y servir a Su Creación, tenemos que entender que eso no es parte de nuestro esfuerzo, es un regalo que Él no da basado en lo que anida en nuestro interior. Si ocurre lo opuesto, en cambio debemos corregir mucho para llegar a Su complacencia.
Entre los Naqshbandis hubo dos grandes Sheikhs, es una Orden enorme, se subdividió en gran cantidad de otras Órdenes. Uno de los santos se llamaba Ahmed Sirkindi (ks). Este santo de un nivel muy alto, en una conversación que tuvo con Allahu Ta’ala, y Allah (swt) le dijo: “¡Ya Ahmed! Todos los seres humanos Me piden algo, excepto Beyazid. Beyazid sólo me pide a Mí”.
Hz. Beyazid Al-Bistami (ks) fue un santo musulmán, nació en el norte de lo que hoy en día es Irán y vivió en el siglo IX. Este santo fue alguien muy particular desde pequeño. Su madre, viuda, hacía lo que podía para ayudarlo a que fuera a la escuela y se educara. Y él, siendo muy pequeño, de unos ocho, nueve o diez años, un día llega a su casa más temprano que de costumbre. La madre pensó que estaba enfermo, y le pregunta: “¿Por qué estás aquí tan temprano hijo?” Y él responde: “Madre, porque leí un ayat en el Corán en el que Allah (swt) nos dice que debemos respetarlo, a Sus Profetas y a nuestros padres. Ese ayat tocó profundamente mi ser, porque sé que yo soy alguien muy débil y, ¿cómo puede alguien como yo servir a dos maestros? Al Creador, y a ti, mi madre. Entonces, lo que te pido madre es que, si te debo servir a ti por el resto de mi vida, eso será exactamente lo que haré. Si, en cambio, quieres que sirva al Creador, tienes que dejar que me vaya para hacer eso.” La madre le dijo: “Nada me haría más feliz que sirvas a Allahu Ta’ala”.
Desde ese día se transformó totalmente y aprendía con mucho esfuerzo, con mucha alegría, aprendía todo lo que le enseñaban, y cuando tuvo un par de años más, decidió ir a otras tierras a buscar a gente de conocimiento, ir a otras escuelas, buscar otros maestros. Así deambuló por el mundo, estudiando cada vez más, y se convirtió en un sabio. Tenía cuarenta años o un poco más cuando llega a Baghdad, que era en aquella época el centro del mundo, y reside allí y continúa enseñando. Cientos de personas continuamente iban a escucharlo.
Así pasaron los años. Un día recibe una nota de quien fuera su maestro de la escuela primaria, que lo amaba profundamente. Cuando él decidió dejar el pueblo, el maestro fue y lo abrazó intensamente, y le dijo: “Insha’Allah, en algún momento nos volveremos a ver”. Repito, pasaron treinta, cuarenta años, el maestro le envía una nota que decía: “Es importante que regreses aquí y me busques.” Hz. Beyazid Al-Bistami (ks) fue uno de aquellos que llevó Islam a la India y convirtió a miles de ciudadanos de ese país.
Regresa entonces al pueblo, va a buscar a su maestro, se encuentran, los inunda una inmensa alegría, y el maestro le dice: “Ya Beyazid, tu madre te entregó a Allahu Ta’ala y Lo has servido por cuarenta años. Ahora llegó el momento de que vayas a servirla a ella.” Imagínense, una mujer de edad muy avanzada. Él se acerca a su casa y escucha desde afuera a su madre implorando al Creador, y pidiendo por favor, que antes de partir al Más Allá, pueda estar cerca de su hijo una vez más. El amor de las madres. Los hombres jamás podremos comprender eso. Al escuchar eso él se puso a llorar, estaba fuera de la casa, no podía entrar, la puerta estaba cerrada. Pero la madre oye a alguien llorando, y pregunta: “¿Eres tú, hijo mío?” Él le responde: “Sí madre, vine a verte.” Ella le abre la puerta y le dice: “Siempre pedí muchísimo poder verte antes de ir al Más Allá. El problema es que hace ya años que estoy ciega, pero tu voz y tu presencia son suficiente para mí”.
Para aquellos que tengan la bendición de tener a sus padres y madres aún en vida, recuerden esta historia. Hz. Beyazid (ks) se quedó en ese pueblo hasta que su madre partió al Más Allá, y él también jamás se movió de Bustam.
As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh
Sohbet de Hajji Orhan Baba. “La función del Sheikh. Resurrección El Día del Juicio Final. Historia de Hz. Beyazid Al-Bistami (ks).” Sábado 21-09-2019