El Amor

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Quería comenzar hablando de los Profetas, y no se puede empezar sin antes hablar de lo que nos une a todos, uno con el otro, y a todos con Allahu Ta´ala.

Hay dos maneras de entender esta progresión del ser humano. Una es a través del amor, y esa es nuestra forma, nuestro camino, el camino de los Yerrahis.

Y la otra es una manera intelectual. Dicen que Hz. Suhrawardi (qs) fue uno de los más grandes exponentes de esa teoría, de la progresión espiritual a través del intelecto.

Nosotros sabemos que el intelecto tiene limitaciones. El intelecto pertenece a este mundo y nos lleva a un nivel máximo y ahí se detiene el progreso.

Para tratar de comprender al Creador, lo podemos hacer a través de Su Creación. Y la única manera, en la opinión de aquellos que saben, es a través del amor. Pero es difícil hablar de este amor. Por ello, para hablar del profeta Adán (as), debemos comprender qué es esto que llamamos amor.

El primer paso es el amor por Él, por el Creador, por supuesto. Es aprender de Él, que todo lo que nos rodea, nos ha sido otorgado, es Su regalo, y todo lo creado para nosotros y nosotros para ÉL. Ésa es la semilla del amor.

Si plantamos esa semilla en nuestros corazones, se convertirá en un árbol, va a crecer y a su vez va a dar frutas.

Adán (as) estaba muy feliz en el Paraíso. Realmente no necesitaba nada. Tenía todos los placeres inimaginables para nuestro intelecto en este mundo, que un ser humano puede llegar a desear. No podemos describirlos porque no los podemos comprender, porque la carne no nos permite entender esos niveles, por ahora.

Cuando Allah (swt) formó el cuerpo de Adán (as) el primer hombre, lo hizo de barro, y ordenó a los arcángeles, primero al arcángel Gabriel (as) que fuera a recoger tierra, polvo de la tierra, que Él ya había creado.

Cuando la tierra ve que el arcángel venía a quitar algo que Allah (swt) le había otorgado, le dijo: “Vuelve al Creador y pregúntale por qué tú vas a llevarte algo que no te pertenece.” El arcángel regresó, le dijo eso a Allahu Ta´ala y Allah (swt) y envía al arcángel Mija´il (as) a hacer lo mismo. Recibe la misma respuesta de la tierra y retorna al Creador, que finalmente envía al Ángel de la Muerte a recoger tierra. El Ángel de la Muerte escucha lo que la tierra decía, como se quejaba, y dijo: “Entiendo lo que tú dices, pero tengo mucho más temor a regresar a Él sin haber podido obedecer su orden.” Y él recoge de diferentes lugares de la tierra, tierra roja, tierra negra, tierra amarilla, y tras mezclarlas, se las lleva.

Es por esto que dicen que el ser humano tiene diferentes colores de acuerdo a las razas. Y lleva la tierra frente al Creador, y le hizo el comentario de las objeciones que tenía la tierra, y también le dijo cuál era su posición, a lo que Allah (swt) sonrió, tomó ese polvo, tomó agua, y le dio la forma del ser humano y lo puso a la intemperie. Algunos dicen que fue durante cuarenta años, de los cuales treinta y nueve llovieron. Y hubo un solo año de sol. Así es nuestra vida.

Cuando Allah (swt) ordena a los ángeles que se postren frente a Adán (as), ustedes saben que todos obedecieron, a excepción de Iblis, el maldito. ¿Cuándo sucede esto? Esto ocurre cuando Allah (swt) decide insertar en el cuerpo de Adán (as) el espíritu. Al ingresar el espíritu el cuerpo toma vida y ve a todos los ángeles postrándose frente a él, aunque él sabía porque Allah (swt) le había dado el conocimiento, sabiduría, y comprendía que no se postraban frente a él adorándolo, sino que estaban obedeciendo una orden del Creador, del que había creado a todos ellos y a él.

Hay diferentes historias sobre cuándo esto ocurre. Algunos dicen que Iblis era uno de los ángeles, a quien llamaban Al-Hatif, el ambicioso, porque estuvo entre los que más amaban al Creador. Otros dicen que era un jinn, aparentemente los jinns fueron creados dos mil años antes que Adán (as).

Cuando Iblis, el maldito, se niega a postrarse ante Adán (as), Allah  (swt) le ordena que dejara el Paraíso. Iblis le pide permiso para vivir hasta el final de los tiempos, Allah (swt) se lo otorga. Y piensen ustedes esto: Adán (as) estaba siendo testigo de todo esto y no podía menos que asombrarse de lo que estaba ocurriendo, porque él jamás podía concebir, en ese instante, desobedecer a quien lo había creado. En cambio, veía que todos los ángeles, infinitos en número, en cantidad, lo obedecían menos uno que estaba parado por allí atrás. ¿Y cómo podía aquel ser desobedecer al Creador?

Cuando Iblis quería ser amigo de Adán (as) para tentarlo, y ustedes saben que tuvo éxito, sin embargo, cuando llega el momento de la postración y él desobedece, Allah (swt) lo saca del Paraíso y Adán (as) se quedó sin conversar, sin compartir cosas y se sintió solo. Se acostó a dormir, y no hablemos de tiempo, porque nuestro concepto de tiempo es extremadamente limitado, puesto que es el tiempo que vivimos en la tierra. Y, además, debemos tener un conocimiento básico de la limitación de nuestro conocimiento con respecto a ciertas cosas. A la realidad del tiempo, es una de ellas. Los límites de nuestra percepción.

Si queremos ver el pasado, eso es muy fácil. Miremos a los cielos, y aquellas luces que vemos por allá arriba. Lo que estamos viendo ocurrió millones de años atrás, lo que estamos viendo es lo que llega a la tierra luego de viajar por esos inmensos espacios. Y les reitero, nosotros vemos algo que ocurrió hace mucho tiempo atrás: eso es mirar al pasado.

Cuando Adán (as) despierta, ve a una mujer durmiendo al lado de él. Y pregunta en su interior cómo ha ocurrido eso. Los ángeles preguntan a Adán (as) cuál es el nombre de ella. Y él dice Hawa (Eva). El nombre Hawa significa “ser viviente”. Los ángeles le preguntan: “¿Por qué la llamas Hawa?” y él responde: “Porque es un ser viviente”.

Ahora bien, cuando Adán (as) recibe todo el conocimiento, toda la sabiduría, desde el comienzo hasta el final de los tiempos, Hawa (as) también la recibe, porque en el momento en que Allah (swt) sopla el espíritu, el alma en Adán (as) ella era todavía parte de él. Ella nace y Allah (swt) les dice cómo iba a ser todo, habla de los descendientes, y fíjense ustedes que de esos dos, todos y cada uno de nosotros descendemos. Todos y cada uno de nosotros fuimos parte de ese Adán (as) en su esencia cuando esa transmisión ocurrió. Y adquirimos la vida en ese momento. Por ende, ese conocimiento está dentro de todos y cada uno de nosotros.

Cuando ambos, Adán (as) y Eva (as) cometieron el pecado de tomar del árbol prohibido, algo que no correspondía, Allah (swt) los hace descender. No obstante, existen muchas versiones acerca de todo esto. Y esto lo oí de Muzaffer Efendi (ra) que el conocimiento, la sabiduría, que Allah (swt) le otorgó a Adán (as) estaba el concepto del amor.

Cuando Adán (as) y Eva (as) estaban en el Paraíso sus partes privadas se encontraban cubiertas, ellos no las veían, pues estaban cubiertas con luz. Cuando Allah (swt) los destierra esa luz es removida, y de pronto ellos ven aquello que no deberían haber visto. En consecuencia, descienden a la tierra en diferentes lugares. Uno, dicen, como ya he mencionado antes, lo hizo en Sri Lanka (Ceilán) y otros refieren que fue en Sinaí, cerca de Egipto. Ya al descender, lloraban de arrepentimiento. Diferentes versiones de cuánto tiempo Adán (as) y Eva (as) lloraron arrepentidos, unos dicen setenta años, otros dicen cuatrocientos años. Pero lo que es importante es, que el arrepentimiento sincero, es el arrepentimiento del amor.

Finalmente, ellos se encuentran, se dice que se reunieron en el valle fuera de Meca, y allí comenzó la historia de la reproducción del ser humano.

¿Por qué menciono todo esto? Porque el amor en sí es un placer que causa dolor. Un dolor placentero, pero dolor al fin.

Piensen en las diferentes formas que toma el amor en la tierra, en el corazón de cada uno de nosotros. El amor entre un hombre y una mujer, entre una madre con sus hijos, un padre con sus hijos, sus padres, con parientes, con amigos, es todo parte de ese amor divino. De todos modos, hay que entender que aquel que no siente amor, tampoco alcanzará el amor divino: la conexión, la llave que necesitamos para llegar al Creador.

Recuerdo que a Muzaffer Efendi (ra) le preguntaron una vez, si él no relata, entre esos libros que dan vueltas por ahí, si el amor entre el discípulo y el Sheikh es un amor de este mundo. Muzaffer Efendi (ra) dice: “Antes de dar una respuesta déjeme hablar de lo que sucederá el día del juicio final.” Porque para entender el amor que tiene que existir o debe existir entre un verdadero maestro y sus discípulos, entre un derviche y su sheikh, tenemos que mirar no solamente a este mundo, sino al más allá. En nuestro caso nosotros tenemos a Hz. Pir (qs) y todos nosotros somos parte de ese cuerpo, de esa hermandad. “¿Y por qué?”, le pregunta el que formuló esta pregunta a Muzaffer Efendi (ra) y éste responde: “Bueno, el Día del Juicio Final será un día de gran confusión, grandes problemas, inmenso calor. Y el derviche, cuando llegue el momento de dar su reporte, sobre las cosas buenas y las malas que ha hecho, es posible, nos ocurra que no tenemos suficientes buenas acciones para balancear o anular las malas acciones que hemos cometido. Entonces nos daremos vuelta y diremos ¡oh papá! porque estaremos juntos a quienes amamos, ¡dame algunos de tus buenas acciones, así puedo pagar y balancear lo que debo! Y nuestro padre se dará vuelta y dirá ¡Oh hijo, sí! ¿Y quién me ayudará a mí a balancear mis acciones? El derviche se va dar la vuelta y le pedirá a su madre y recibirá la misma respuesta, a sus hijos y recibirá igual respuesta, y así sucesivamente a toda la gente que esté cerca de él, que él conozca. Va a recibir esa respuesta hasta que se encuentre, en nuestro caso, con otro Yerrahi en ese momento. Y ustedes pensarán de qué estoy hablando. Pero ese momento va a ocurrir, ese momento va a pasar, ese momento va a suceder. Todos vamos a ir a través de esa experiencia, lo aceptemos o no. Y cuando el derviche se encuentre con su Sheikh o con otro compañero Yerrahi, con otro derviche, el compañero o el Sheikh le dirán: ‘¡Aquí, toma! Todo lo bueno que yo hice es para ti.’” Ese es uno de los regalos que tendremos en el Más Allá ese día.

Allah (swt) observará el intercambio mencionado, y cuando eso ocurra, dirá: “Yo no puedo menos que compensar, tamaña, pero tamaña generosidad.” Así es que ambos, derviche y Sheikh, entrarán al Paraíso, por esa buena acción. Es decir, si queremos ver el amor que existe entre nosotros como un amor de este mundo, podemos decir que no, que no es de este mundo. Es un amor en el más allá.

Muzaffer Efendi (ra) también relataba de una manera maravillosa la famosa historia de Zulayka y el Profeta Yusuf (as) que recordaremos para aquellos que son nuevos y no la conocen. Decían que el Profeta Yusuf (as) fue el más hermoso de todos los profetas, y todos los profetas han sido hermosos, por supuesto, espiritualmente, pero, además, físicamente. Eran imágenes perfectas de la belleza humana y de la belleza espiritual. Él fue el más hermoso de todos hasta ese momento.

Cuando el marido de Zulayka lo compra como esclavo, ella lo ve, y ella era de una belleza increíble, era radiante. Pertenecía a la aristocracia egipcia y el marido era un millonario de aquella época. En cambio, Zulayka lo ve y se enamora y perdió la cabeza, perdió todo. Hizo algo que era imposible, declarar su amor, quería que él la tomara, vivía para él, hablaba de él, y se convirtió en el gran escándalo de la aristocracia de ese momento.

El Profeta Yusuf (as) fue culpado por ello, pasó años encerrado, pero por fin la verdad apareció y con el correr del tiempo Yusuf (as) se convierte en la mano derecha del faraón. Zulayka, a su vez, fue echada de su casa, el marido no pudo aceptar esa conducta y la echó de su casa. En una sociedad primitiva, ella vivió en la calle como mendiga, comiendo lo que le daban, y con el correr de los años, esa belleza increíble, radiante, se fue por supuesto, cambiando mientras la vejez entró a ese cuerpo.

Un día Yusuf (as) estaba montado con un séquito de ayudantes y demás andando por la ciudad, y la ve a ella, mendiga, vieja, con muchas arrugas: una sombra de la belleza física que supo tener en su momento. El marido había muerto hacia años. Y Yusuf (as) le dice: “¡Oh Zulaykha! Cuando tú me buscabas ése era un amor prohibido. Ahora tú y yo estamos libres. Si tú lo deseas me casaré contigo inmediatamente.” Ella lo miró, y con una muy hermosa sonrisa le dijo: “Oh Yusuf, durante años he estado enamorada de ti y nunca supe por qué. Pero ese amor que sentía por ti era un velo que me separaba del verdadero amor. Por eso, a través de estos años pude ver la realidad y encontré a mi verdadero amor. Él no está en la tierra y está aquí.” Así fue que rehusó el matrimonio, vivió los años que le quedaban en esta tierra, adorando al verdadero motivo de su amor, al Creador.

Por eso dicen, que a veces, ese amor que sentimos por algo terrenal, puede llegar a ser tan intenso que se convierte en un velo entre nosotros y el verdadero objetivo de nuestro amor, que es Allahu Ta´ala.

Dicen que, si buscamos ese amor, lo encontraremos dentro de nosotros. Y si realmente sentimos amor llegaremos a ese estado, con paciencia y con esfuerzo.

Por último, una historia que también está dentro de lo que nos ha quedado, de Muzaffer Efendi (ra). Muchos de nosotros tenemos la bendición de haber visitado Istanbul. Muzaffer Efendi (ra) tenía un negocio, era librero, de libros de religión y de misticismo.

La mezquita del Sultán Beyazid en Istanbul, fue la primera mezquita en la cual pude rezar junto a Muzaffer Efendi (ra) y los Yerrahis derviches. Es un centro que hay en la zona vieja de Istanbul, que mira a una enorme plaza abierta, llena de vendedores ambulantes y de palomas. Y del otro lado de la plaza está la universidad de Istanbul. Junto a la mezquita del sultán Beyazid está la feria de libros y enfrente se encuentra el gran bazar de Istanbul.

Cuando terminan de construir esta mezquita, el Sultán le pide a un Sheikh Yerrahi que pronuncie la jutba de la apertura, creo que su nombre era Yemal Al-Halveti (ra).

Y se reúne todo lo mejor de Istanbul, la aristocracia, la gente, la élite, frente a esa mezquita y es realmente algo muy hermoso. Exactamente, antes de comenzar, un pobre hombre, sin mucha educación, dice: “¡Oh Sheikh antes de que comience a hablar, por favor, yo llegué hasta acá con mi burro y lo perdí! ¿Me podría usted ayudar a encontrar al burro? Ya que hay tanta gente, pregunte a ver si alguno lo ha visto.” El Sheikh le dice: “Sí, un minutito.” Y el Sheikh se da vuelta y mira a la multitud y pregunta: “¿Hay alguien entre ustedes que no conozca el amor?” a lo que todo el mundo se empieza a mirar, uno con el otro, para ver quién se animaba a responder, y finalmente alguien muy tímido levanta la mano, y dice: “¡Yo! Yo nunca pude sentir ni recibí amor. Ni siquiera sé el gusto de una caricia.” Así, mientras éste hablaba, dos más se levantaron y dijeron: “¡Sí, a mí me pasó lo mismo! Yo tampoco he sentido amor”. El Sheikh se dio vuelta y miró al pobre hombre que había perdido su burro, que pidió ayuda y le dice: “¿Ves? ¡Tú has perdido a un burro y acá encontré a tres! ¡Llévatelos!”

Ese es nuestro mundo, nuestro padre Adán (as) y nuestra madre Hawa (as) que descendieron a este mundo para tener la experiencia del amo. Y si ustedes creen que no tiene importancia, sin ninguna duda, ninguno de nosotros piensa que es mejor que un profeta. Especialmente como Hz. Isa, Jesús (as) que retornará a la tierra con dos misiones. Una es luchar contra el shaytan, hacia el final de los tiempos. Y la otra, es conocer el amor carnal.  Vendrá a la tierra y una de las obligaciones que tendrá será casarse con una mujer, para amarla y conocer ese nivel del amor.

Ruego a Allahu Ta´ala que este amor del que estamos hablando se convierta en una realidad para todos y cada uno de nosotros. A través del salat, a través del dhikr, pero no solamente que hacemos allí, en el dergah, sino del dhikr que debemos hacer todos los días, recordando al Creador.

 

As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Adán (as) y Hz. Eva (as). Amor.” Jueves 4-02-2016