Conexión de corazón a corazón

 

Bismillahir Rahmanir Rahim

 

Cuando uno se une a este camino, cuando uno es invitado a transitar este camino, y realiza el acto del bayat, que es un acto de unión total y absoluta. Tanto para hombres como para mujeres es como estar hablando de un matrimonio espiritual que, de mano a mano, nos lleva de regreso a Hz. Muhammad (saws), y de él hacia Allah (swt), así que todos ustedes están casados con el Creador, lo vean así o no.

Esa unión que tanto anhelamos con el Sheikh, con el Sheikh del Sheikh, y con el Pir existe a partir del momento en que uno acepta la invitación de transitar este camino. Pero luego aparecen esas otras experiencias a medida que vamos decantando la conexión con el mundo y tomamos mayor residencia en la parte superior de nuestro ser, y es cuando esos momentos de conexión de corazón a corazón suceden.

Mis dos Sheikhs (ra) eran hombres muy diferentes en todo sentido, en su aspecto, físicamente, en la educación, en sus orígenes, de donde venían, quiénes eran, en las experiencias que habían tenido en la vida, etc. Uno era prácticamente millonario y, si lo veíamos por la calle, ese era Sefer Efendi (ra): un ser muy común y modesto, en apariencia.  Muzaffer Efendi (ra) era totalmente diferente. Educado en la tradición islámica, era Imam, enorme físicamente. En su juventud era bien parecido, habrán visto fotos de él que andan circulando por allí. Dotado de una voz de barítono, tenía una personalidad que se imponía en donde entraba. Ingresaba a algún lugar y todo el mundo se callaba. Sin embargo, ambos tenían algo en común: esa fuerza era irresistible, la habilidad de abrir el corazón de quienes estaban en su presencia. Y de eso quería hablar hoy.

Para decirle a aquellos que se preocupan por la conexión que existe entre ustedes, o con el hermano mayor, o con el Sheikh del hermano mayor, o con el Pir de la Tariqah, que no se preocupen, porque este es un camino de paciencia. Cuando uno está preparado para tener una experiencia, ésta sucede, pero sólo en ese momento, cuando estamos preparados para recibirla. Lo cual no significa que esa experiencia no existe en todo momento. La experiencia está, quienes no estamos listos para recibirla somos nosotros.

Les conté a ustedes, en muchas ocasiones, acerca de mi comienzo en este camino. Y fue a través de muchas experiencias, buscando durante muchos años. Estaba en un grupo de trabajo de Gurdjieff, donde íbamos a trabajar los fines de semana a una granja que quedaba unas dos horas de aquí, con mi esposa. Y luego nos mudamos a esa granja. En la misma se criaban caballos árabes, crecían hierbas aromáticas, medicinales, mezclábamos aceites naturales para hacer perfumes. Todo sin alcohol, muy orgánico.

En el caso de mi esposa y este faqir, compartíamos la casa con otra pareja. Había una biblioteca como la que está allá, detrás de ustedes. Y un día, mirando en la biblioteca, encuentro un libro de Idries Shah, ustedes habrán oído hablar de él, que Allah (swt) lo tenga en la gloria, que se llamaba “Los sufís”. Y al terminar de leer ese libro, le dije a mi esposa: “Esto quiero encontrar. A esta gente quiero conocer”.

Pasaron años desde que leí ese libro, estaba en casa en enero de mil novecientos ochenta, muy triste porque le había escrito a Idries Shah, quien en ese momento vivía en Londres, e hizo lo que yo hago, no me contestó. Muchas veces no contesto e-mails, y él tampoco contestó el mío en aquella época. Me encontraba viviendo en el estado que está aquí al lado, en New Jersey, y no sabía qué hacer. Estaba sentado en un sillón, apoyo una mano, había un pequeño diario y lo empecé a hojear, porque estaba divagando mentalmente, y de pronto encuentro “Sufi Order of America”, hablando del dergah de Spring Valley que queda aquí cerca, a dos o tres cuadras de donde vivo actualmente. Así llegué a este camino. Cuando cerré la puerta de ese dergah, y vi cosas escritas en árabe aquí y allá, le dije a mi esposa: “Llegué a casa.” Y esto es lo que voy a hacer hasta que Allah (swt) me lleve al Más Allá.

Y a través de esa conexión conocí a mis maestros y tuve esas experiencias de corazón a corazón. Le pido, a quien de los dos hermanos que mencionó esto que, si esa conexión es real, continúe ese contacto con el Sheikh Ahmed. Es muy importante que averigüe, primeramente, si el contacto es real, y si es así que esa conexión crezca con el amor y con las lágrimas del arrepentimiento.

De los cuatro khalifas del Profeta (saws) que lo sucedieron en Islam, todos ellos sentían un amor por Hz. Muhammad (saws) que realmente no podemos imaginar. Un amor que no se puede medir ni concebir. Y uno de ellos, Hz. ‘Umar (ra), lo amaba intensamente, pero de una manera diferente. Para describir ese amor quizás lo podamos entender si hablamos de lo que el Profeta (saws) dijo de Hz. ‘Umar (ra): “‘Umar es ghayur.” El término ghayur describe un tipo especial de celos. Son celos tan grandes, importantes y puros que existen sólo en el amor verdadero. Y no estoy hablando de lo que nosotros sentimos, somos seres ordinarios, de los celos que sentimos por nuestras mujeres, o nuestras mujeres sienten por nosotros. Eso es de un bajo nivel.

Ghayur es el tipo de celos que acompaña al amor de tal manera, que nada más existe para esa persona, solamente el amado. Es la clase de unión descripta en tantos libros como el estado de fana’, en que nosotros en realidad desaparecemos, no físicamente sino espiritualmente hablando, y disueltos en el océano del amor por el Creador. Hz. ‘Umar (ra) en este caso amaba así al Profeta Muhammad (saws). Ghayur es, entonces, el tipo de celos que no permite la existencia de nada más.

Un santo rezaba, pidiéndole al Creador. “¡Oh, Allah, cuando llegue el momento y Me lleves hacia Ti, Te ruego que a todos aquellos que también has invitado, los dejes ciegos, de manera que sólo yo tenga el privilegio de verte!” Luego se detenía, pensaba un poco y decía. “Oh, Allah, por favor, hazme ciego a mí también, así no tengo celos de mí mismo.” Estos son estados muy difíciles de comprender intelectualmente.

Le comentaba a mi hermano ayer, que Hz. ‘Umar (ra), un día vio a su hijo ‘Abdallah ibn ‘Umar y le dijo: “Oh, ‘Abdallah, me pregunto ¿cómo vas a disfrutar del sabor de esta religión si nunca has disfrutado del sabor de kufr?” Oigan esto muy atentamente. Kufr es el estado de no creencia, y Hz. ‘Umar (ra) se refería a que él vivió la edad de la ignorancia, la Yahiliyyah, antes de conocer a Hz. Muhammad (saws).

Hz. Muhammad (saws) dijo:” ‘Umar es ghayur. Yo soy más ghayur que ‘Umar y Allah (swt) es inimaginablemente ghayur, más que la suma de toda Su Creación.”

Sin ninguna duda Hz. ‘Umar (ra) se encontraba en estado de fana’ con respecto a su amor por Hz. Muhammad (saws), y cuando le dijo a su hijo: “¿Cómo vas a disfrutar de esta religión?” es porque lo que le estaba diciendo es que todo existe y que lo opuesto a eso también existe: así ha sido hecha la Creación.

Todos nosotros estamos en esa misma situación. Hemos vivido en estado de Yahiliyyah y kufr hasta el momento en que aceptamos la invitación a este camino, a Islam. Y, sin ninguna duda, hemos cometido todos los pecados inimaginables, y la pregunta que tenemos que hacernos es si estábamos conscientes de que estábamos haciendo algo incorrecto, algo que no correspondía. Estoy seguro de que, en muchas ocasiones, eran cosas básicas, así lo veíamos; como también estoy seguro que teníamos actitudes, o pensamientos, o deseos, o acciones totalmente incorrectas, pero no lo veíamos así porque era parte de la sociedad, y era lo que todos los demás estaban haciendo.

El cuerpo humano tiene dos componentes: la carne, que está sujeta a tiempo y espacio. El espíritu no está sujeto a tiempo ni espacio y, sin embargo, para que la vida exista esos dos elementos tienen que estar unidos en una persona. Si uno de los dos deja de existir, la vida de ese ser, cesa en este mundo. Pero Allah (swt) ha puesto lo que es más elevado en nosotros de la cintura para arriba: el corazón, el alma, que dicen que está ubicada en el medio del cuerpo, entre el esternón y el corazón, y a mitad de distancia entre el pecho y la espalda. Ustedes habrán observado que a veces se sacude. Y dicen que cuando ese sacudón ocurre es el mana, famoso, que entra al cuerpo, en la posición que Hz. Muhammad (saws) tenía su sello. Y entra y nos toca en el lugar donde habita el alma, y eso causa ese sacudón.

Pero volviendo a la cuestión de cuando vivíamos en estado de no creencia, es decir, de kfur, si estábamos conscientes de lo que hacíamos. ¿Y por qué es importante tener consciencia? Porque el primer paso en este camino, el primer umbral que tenemos que pasar, es el umbral del arrepentimiento. ¿Y cómo vamos a arrepentirnos de algo que no sabemos que hicimos? Por las dudas uno se cubre, ¿no? En cambio, el verdadero arrepentimiento es aquel cuando lloramos por lo que hemos hecho, y le pedimos que no nos permita jamás volver a caer en esas situaciones. Es decir que, para alcanzar la fe, para alcanzar esa salvación que buscamos, para alcanzar el alma, debemos cruzar la puerta del arrepentimiento.

Alguien fue a ver a Hz. Muhammad (saws) y le preguntó: “Ya Rasulullah, ¿cómo puedo hacer para realizar la fe verdadera en mí mismo?” Y el Profeta (saws) le respondió: “Nosotros somos como una fruta cubierta por una cáscara muy gruesa. Esa cáscara tiene varias pieles, siete para ser preciso. Todas son difíciles de pelar, pero las más difíciles son las primeras.

La primera capa está compuesta por los sentidos: ver, oír, oler, gustar, tocar. Eso es lo que nos conecta al mundo, es lo que nos permite ver y relacionarlo con lo que nos rodea. Pero también esa primera barrera, si no trabajamos en nosotros mismos, nos va a atar al mundo, y en la mayoría de la población humana va a influenciarlo, de manera que nos preocupemos solamente por lo que está de la cintura para abajo, y eso hace que vivamos como animales que tienen intelecto pero que lo usan limitadamente, que tienen alma pero que no le prestan mucha atención.

La segunda piel es la imaginación. Una vez que pasamos por esa primera capa llegamos a la segunda. La imaginación es la representación de aquello que hemos visto, conocido, saboreado, tocado, con los sentidos. La imaginación nos hace imaginar que vemos y percibimos unidad y unicidad en la Creación. Pero no es nada más que eso: imaginación. Entonces, de pronto vemos harina y agua y fuego y sal, y juntamos todo eso y pensamos que estamos viendo pan. Sin embargo, no vemos a Quien creó el trigo, a Quien creó el agua, y a Quien permitió que estemos hoy, aquí, en esta Tierra.

Allah (swt) dijo: “Yo no quepo ni en los cielos ni en la Tierra, pero habito en el corazón del creyente.” Para aprender, no solamente con los oídos, con la vista, con los sentidos, sino también con el corazón, hay que preparar el bayt de Allah (swt), al alma, nuestro corazón, porque nuestro Dueño y Soberano habita en él.

Les ruego que recuerden las palabras de Hz. ‘Umar (ra) a su hijo, ‘Abdallah ibn ‘Umar, con respecto a saborear esta religión. Y recuerden que el día existe porque la noche existe. Recuerden que Al-Latif existe porque Al-Qahhar existe. Recuerden que Al-Yalal existe porque Al-Yamal existe. Así que Allah (swt) ha puesto todo eso en Su Creación para que podamos saborear lo que Él nos ofrece, y tenemos que elegir, a pesar de estar en este camino, cuál de las dos partes demandará nuestra atención más que la otra.

Si Allah (swt) permite la próxima hablaremos de esos niveles, de lo que significan, de cómo podemos trabajar para ir pelando esas capas y llegar a disfrutar de la nuez que está en el centro y que es el alma.

 

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh

 

Sohbet de Hajji Orhan Baba. “Conexión de corazón a corazón. Niveles del nafs.” Jueves 11-09-2014