Bismillahir Rahmanir Rahim.
Hace ya varias sesiones que estoy tratando de transmitirnos a todos, comenzando por mí la tremenda importancia de comprender la realidad de la existencia en este mundo.
No hay duda de que todo lo que nos rodea tiene una importancia muy particular.
Y como hemos hablado en otras oportunidades estos sentidos nos permiten ver multiplicidad en la unidad.
Pero el alma desea regresar a ese estado de comunión que disfrutó hasta el momento de comenzar a descender a nuestros cuerpos.
Allahu Ta´ala decretó la presencia del ser humano simplemente porque las almas en la dimensión donde están, antes de descender a los cuerpos, se encuentran totalmente obnubiladas, absorbidas por la visión del Creador, y no tienen concepto de su propia existencia.
Quiero revisar con ustedes, y lo hemos hecho en otras ocasiones, la vida de Hayyi Bayrami Wali (ks).
Él es uno de los grandes maestros sufís entre los turcos. Nació en un pueblo muy cerca de Ankara, se llama Solfasil, en el año mil trescientos cincuenta y dos. Esto es casi cien años antes de la conquista de Istanbul por los ejércitos otomanos.
Era el hijo de un granjero muy humilde, que sin ninguna duda tenía la inspiración del Creador en su alma. Y a temprana edad, siendo joven, no es posible precisar cuándo o no hay información acerca de ello, se convirtió en el encargado de la Madrasah, escuela que enseñaba Islam, en Ankara.
En los comienzos del imperio otomano, ustedes recordarán que a dicho imperio le fue dado ese nombre, pero todos descienden de los selyuks, que provenían de Asia Central, de la zona de Khorasán, lo que era Khorasán en la antigüedad.
Nuestro hermano Sefer Baba allí en Murillo, paseó por esas tierras benditas: la tierra de los maestros de Asia Central.
Khorasán era históricamente territorio que incluía parte de Irán, de Afganistán, de Turkmenistán, y esos estados en Asia Central.
Los selyuks tenían, además del deseo de conquistar estos territorios también establecerse e hicieron un gran trabajo en dejar escuelas, universidades que enseñaban Islam, a aquellos cuyos territorios ellos dominaban.
Gente muy especial, hoy en día nadie hace eso.
Muchos importantes maestros eruditos, algunos habrán oído de Mudafer Efernari, Imbalak y Sheikh Sabajudin Sibasi, quien fue el Pir de una tariqa, enseñaron en esos lugares.
Sin duda Hayyi Bayrami Wali (ks) ustedes lo conocen o han oído hablar de él, era alguien que estaba inspirado por ese deseo de enseñar. Pero llegó un momento en el cual dejó su trabajo de profesor en esa universidad, y tomó mano, se inició con un sheikh sufí en la ciudad de Bursa.
La ciudad de Bursa en aquellas épocas era necesario viajar muchos días para llegar, y esa fue la primera capital del imperio otomano.
La ciudad de Bursa queda del otro lado del mar de Mármara. Donde está la ciudad de Istanbul, cruzando el mar de Mármara, se llega a la ciudad de Bursa.
Es una hermosa ciudad, personalmente si ustedes me permiten, deseo decirles que luego de Istanbul es mi segunda ciudad más favorita. Es simplemente hermosa, tiene muchísima baraka. Están allí las dos mezquitas fundadas por los dos primeros emperadores otomanos Osmán y Orhan.
Orhan significa “el que conquista pureza”. El sultán Orhan era uno de esos derviches.
Las mezquitas que ellos fundaron, de una enorme belleza y sus mausoleos están allí, y también hay unos cuantos santos que por lo menos dos de ellos, les sugerí a nuestros hermanos que viajarán a Turquía insha´Allah que desean visitar Bursa, que también visiten las tumbas de estos santos, Somuncu Baba (ra) es uno de ellos.
Al comienzo de este camino, cuando visité Bursa, Tosun Baba me insistió mucho en que visitara el lugar donde él trabajó en Bursa.
El cuerpo de Somuncu Baba (ra) está más lejos, en Anatolia, y se fue simplemente porque cuando su estación espiritual se hizo muy conocida comenzó a rodearlo mucha gente y él no deseaba esa atención.
Esa actitud tocó mi alma y marcó mi paso en este camino desde entonces.
Regresando a Hayyi Bayrami Wali (ks) cuando su maestro, su sheikh partió al Más Allá en el año mil cuatrocientos doce, él tomó su lugar.
Y lo que hizo fue un cambio muy importante: unió los dos caminos, las dos tariqas, las dos hermandades más importantes en aquellos momentos en Turquía, la Khalwatiyyah y la Naqshbandiyyah.
Piensen en esto, los naqshbandis tienen una manera muy ortodoxa de transitar este camino, la Khalwatiyyah son de aquellos que son más como nosotros. Nosotros tenemos una conexión muy íntima con la Khalwatiyyah en nuestra silsila.
Esta unión que hizo que la tariqa que se llamó Bayramiyyah, por Hz. Bayrami Wali (ks) se desarrollara y creciera de una manera increíble en todo lo que comprende Anatolia.
Los turcos tienen una afinidad, imagino cultural, con las enseñanzas de Hayyi Bayrami Wali (ks) y tenían de pronto miles de personas que se llamaban sus adeptos, sus estudiantes, sus discípulos.
Cuando esto comienza a suceder Istanbul todavía no existía como capital del imperio otomano. Estamos hablando de Bursa y de otros lugares que rodeaban a Istanbul.
En esta época ya la capital de los otomanos había sido transferida a Edirne, en el punto oeste más cercano a Europa de lo que es hoy en día Turquía.
El sultán Murad II, residía allí. Y los que enseñaban Islam de una manera ortodoxa, de acuerdo a la Shari´ah, por lo tanto los demás miembros del gobierno comenzaron a preocuparse muchísimo por el gran poder que supuestamente tenía Hayyi Bayrami Wali (ks).
Relataré nuevamente la historia para aquellos que no la escucharon antes e insha´Allah para todos nosotros, que cada vez que escuchamos esta historia un aspecto de la realidad de la cual hemos estado hablando se realice en nosotros.
Entonces muy preocupados le piden a Hayyi Bayrami Wali (ks) que vaya a explicar qué es lo que sucedía, qué es lo que estaba haciendo. Tenían mucha preocupación de que este sheikh tuviera demasiado poder y quisiera competir de alguna manera con el poder de alguna de las autoridades y del sultán y demás.
El sheikh se presentó sin ninguna duda en Edirne, y cuando explicó los parámetros según los cuales él vivía, el sultán se dio cuenta inmediatamente que todos esos comentarios eran todos tontos. Así que lo llenó de regalos, de elogios, y entre otras cosas decretó que todos sus derviches no debían pagar los impuestos que todos los demás ciudadanos del imperio sí pagaban. Esos impuestos iban a parar al tesoro del gobierno.
Hoy en día por todas las locuras que están sucediendo en el mundo sufrimos situaciones parecidas especialmente en este país.
Entonces cuando por ejemplo, los demás turcos se enteraron que no tenían que pagar impuestos si eran discípulos de él, los diez mil se convirtieron en cien mil o en un millón de un día para otro. ¿Ustedes no hubieran hecho lo mismo? Por supuesto. La respuesta es no, no hubieran hecho lo mismo.
Pero la gente hizo eso, y de repente notan que las riquezas del tesoro comenzaron a reducirse, que había menos dinero para trabajar y pagar salarios, y todos los gastos del gobierno.
Así es que envían una carta, muy cuidadosamente redactada, preguntando a Hayyi Bayrami Wali (ks) cuál era el número de discípulos que tenía y cuáles eran sus nombres.
Pero él tenía una marcada oposición de que unos tomaran ventajas de otros.
Los principios bajo los cuales él enseñaba era que ellos debían servir a la sociedad en lugar de recibir ganancias de la sociedad. Él le asignaba un valor muchísimo más alto a la moralidad y a implementar la moralidad en cada una de las acciones de los derviches que ninguna otra cosa.
Él inclusive tenía más estima por la moralidad y en ejercitar esa moralidad que poner énfasis en conocimiento, sabiduría o en estados espirituales.
En una oportunidad uno de los derviches que él más quería escribió un libro, un hermoso libro sobre la vida del Profeta Muhammad (saws) y se lo presentó antes de publicarlo para que su sheikh le diera su opinión, y el éste le dijo: “¡Oh hijo mío! Si hubieras alimentado una boca o hubieras curado un corazón eso tendría mucho más valor que este libro que has escrito”.
Quiero establecer la importancia que este santo le daba a servir a la Creación de Allahu Ta´ala.
Hayyi Bayrami Wali (ks) estableció que sus derviches debían enseñar las cosas tal como las habían aprendido a quienes desearan adquirir conocimiento: ese era el servicio. Y no podían buscar ninguna compensación por ello. Es decir que no podían estar empleados por alguien que tuviera deseo de adquirir conocimiento sobre este camino.
Él mismo con su gente iba a recoger la cosecha, tomaban lo que necesitaban para vivir una vida muy humilde, y el resto se lo entregaban a los demás, a los que necesitaban.
Así vivían sus vidas. Él fue quien dijo: “La mano en el trabajo, el corazón con Allah”. Siempre, en todo momento. Y decía: “Servir a la gente es servir al Creador, porque la Creación es el hijo, es la herencia del Creador, y quien sirve a Su Creación, sirve con su corazón al Creador”.
Él le daba consejos a aquellos que estaban en el gobierno que trabajaran con justicia, con honestidad, y no le permitía a quienes eran miembros del gobierno que fueran miembros de su hermandad, porque temía que al entrar y comenzar a seguir las reglas de la hermandad iban a descuidar sus obligaciones con la sociedad. Concepto muy interesante.
Ahora bien, cuando él recibe esa famosa carta, en la que le preguntaban cuántos discípulos tenía y cuáles eran sus nombres, Hayyi Bayrami Wali (ks) para ese momento había regresado de Ankara que hoy en día es la capital de Turquía, cita a todos sus seguidores, a todos sus discípulos.
Se dirigió entonces a una pequeña plataforma elevada en la cual había una carpa blanca semitransparente, y dentro se encontraba encendida una lámpara de aceite. Hayyi Bayrami Wali (ks) se encontraba fuera, parado junto son sus asistentes mirando a las personas y les dice que él había recibido una inspiración de Allahu Ta´ala en la cual le pedía que sacrificara a uno de sus seguidores en Su nombre. Por supuesto pide un voluntario.
Uno de los hombres se levanta, va y el santo lo toma de la mano, lo lleva dentro de la carpa. De pronto apareció sangre en las paredes de la carpa.
La gente se horrorizó al ver al sheikh salir de la tienda con un cuchillo ensangrentado. Mientras tanto, entre el grupo que todavía permanecía allí, una mujer se levanta y dice: “Déjame ser tu sacrificio” Y el sheikh se la llevó dentro de la carpa. Nuevamente apareció sangre en la tela. El sheikh salió con sus vestimentas ensangrentadas. La gente viendo eso decía espantada: “¡Nuestro sheikh ha enloquecido! ¡Nos va a matar a todos! ¡Vayámonos!” Y las decenas de miles llamados discípulos desaparecieron. Quedó el sheikh, un par de ayudantes, y por supuesto, estas dos personas que estaban perfectamente vivas dentro de la carpa.
Lo que había sucedido es que el sheikh había sacrificado un qurban antes de que llegaran los discípulos y tenía la sangre del qurban dentro de la carpa, y esa fue la que utilizó para tirar por las paredes y mancharse a sí mismo. Entonces le envía una carta al sultán en la que decía como respuesta: “Tengo un derviche y medio”. Y envío los nombres.
Por lo tanto el resto tuvo que volver a pagar los impuestos como todos los demás.
¿Pero quién considera esa conexión de corazón a corazón entre un maestro y un discípulo? ¿Quién está dispuesto a conseguir y lograr tan íntima conexión?
En alguna oportunidad dicen que le preguntaron al sheikh sobre quién era el derviche entero y quién el medio y llegaron a la conclusión de que el medio derviche era el primer hombre porque fue sin saber las verdaderas intenciones del sheikh, es decir, si realmente lo iba a matar o no. En cambio el verdadero derviche, el derviche entero, era la mujer porque todo indicaba que el primer derviche estaba muerto, lo habían degollado, pero ella sin embargo sí fue. No dudó en entregar su vida.
Cuando Hayyi Bayrami Wali (ks) estaba en su lecho de muerte uno de sus más cercanos asistentes, Akshamudin se encontraba al lado de su cama.
Este Akshamudin, luego, con el correr de los años, se convirtió en maestro del sultán Mehmed que conquistó Constantinopla en mil cuatrocientos cincuenta y tres.
Los sultanes otomanos tienen una larga historia de pertenecer a tariqas.
Pero esa noche, cuando Hayyi Bayrami Wali (ks) estaba a punto de partir había un derviche muy humilde. Amir Sikini era su nombre. Se ganaba la vida haciendo cuchillos, afilando cuchillos y demás.
Y se quedó simplemente parado en la puerta, no estaba al lado del sheikh.
El sheikh en un momento antes de partir abrió sus ojos y dijo: “Tengo sed, traedme agua.” Y cada uno de los derviches que se encontraban allí salieron corriendo a buscar un vaso con agua, pero todos los vasos que recibía los tiraba el agua en unas macetas. Pero cuando nuestro hermano Amir Sikini le trajo el agua el sheikh bebió del vaso y dejó unas gotas y le dijo: “Bébelas. Bebe lo que queda en ese vaso porque en este momento te estoy entregando el secreto de mi sabiduría”.
Y luego, antes de partir al Más Allá, sabiendo la competencia que existía entre sus discípulos les dijo: “Sólo el fuego decidirá la diferencia que existe entre Amir Sikini y Akshamsudin.” Dicho esto último partió al Más Allá.
El sheikh Bayrami Wali (ka) en mil cuatrocientos veintinueve, mil cuatrocientos treinta, tenía ochenta años en el momento que Allah (swt) pidió su alma.
Cuando el santo murió, Akshamsudin, asumió como cabeza de la orden Bayramiyyah.
Amir Sikini tenía problemas, estaba incómodo.
Aquellos que siguieron al sheikh Akshamsudin se establecieron siguiendo todas las reglas del adab, las pautas de organización, haciendo todos los rezos, juntándose, como hacemos generalmente nosotros. También mostrando ciertas ropas, en fin, todo lo que es esperado de una hermandad derviche.
Amir Sikini atendía todas estas reuniones del dhikr pero nunca participaba. Es decir que estaba allí pero no participaba físicamente.
Un día Akshamsudin se enojó mucho porque Amir no asistía y entonces le dijo: “Si no regresas con nosotros te retiraré el turbante y la ropa de nuestra hermandad que llevas puesta”. Entonces Amir Sikini lo miró y le dijo: “¿Realmente crees que tienes la autoridad para hacer eso?” Y Akshamsudin le dijo: “Absolutamente”. Y Amir Sikini le dice desafiándolo: “Muy bien, nos reuniremos después del Salat Al-Yumu´ah el próximo viernes en mi casa y veremos si eso es posible”.
Todos los que estaban con el sheikh Akshamsudin se dirigieron hacia la casa de nuestro hermano Amir Sikini, pero al llegar observaron en la calle una enorme fogata, en las afueras de la casa. Akshamsudin estaba vestido con su turbante, con una jellabah, haidaria y todo lo que ellos usaban.
En tanto Amir Sikini, con una sonrisa, le dijo: “Te invito a que entres al fuego conmigo, y si estas ropas contienen sinceridad, sabiduría y cercanía a Allah entonces el fuego no las quemará. Si la pureza de amor y la realización de que no somos nada existe en nosotros entonces el cuerpo no será tocado por el fuego”. Y dijo: “Bismillahir Rahmanir Rahim” y entró a la hoguera.
Amir, sonriente y abriendo los brazos, estaba girando recitando el Corán i-Karim. Toda su ropa se convirtió en cenizas. Lo único que no se quemó era un chal que le había regalado su maestro Hayyi Bayrami Wali (ks) Con este chal cubrió sus partes íntimas y salió de la hoguera caminando.
Nadie se unió a él dentro de la hoguera.
Tras salir de la hoguera, Akshamsudin y Amir Sikini se abrazaron y se reconciliaron.
Pero a partir de ese día la orden Bayramiyyah se dividió en dos.
Aquellos que seguían a Amir Sikini fueron conocidos como la Malamiyyah Sirikiyyah.
Ellos dejaron de usar cualquier ropa que los diferenciara del resto. En aquella época, nuevamente situémonos en el siglo XV. La ropa en esa época incluso decía mucho de quien la usara. Por ejemplo a qué zona del mundo pertenecía.
Y los derviches iban vestidos con la ropa de la hermandad. La Malamiyyah Sirikiyyah se negó a esto y se vestían como el común de la gente. De modo que nadie que los viera pudiera decir que eran miembros de la hermandad, ni hablar de su estado espiritual.
¿Por qué? Porque vivir de manera humilde, sirviendo a la sociedad, beneficiando a la sociedad es el camino del derviche.
Cuando Muzzafer Efendi (ra) llegó a los Estados Unidos y comenzó a hablar de todo esto, la gente que lo venía a ver y a escuchar en un noventa por ciento o noventa y cinco por ciento eran occidentales no-musulmanes.
Muchas de esas personas, especialmente las mujeres, querían saber si tenían que caminar veinticuatro horas por día o las horas que estuvieran fuera de sus casas con la cabeza cubierta y demás.
La respuesta del sheikh fue: “Que el pudor de un derviche lo tiene en el corazón. Sí, sin ninguna duda deben cubrir sus cabezas para rezar en las mezquitas cuando estén con otros musulmanes, durante el dhikr y demás actos. Pero estando en el mundo es mejor que desaparezcan y sean uno más.” Y repito, que el pudor que es el símbolo de cubrirse totalmente exista en el corazón, tanto para los hombres como para las mujeres.
Yo lamento, quizás, entre ustedes, aquellos que han nacido musulmanes que no estén de acuerdo con estos comentarios que estoy haciendo, pero se los menciono porque Muzaffer Efendi (ra) era una ´alim. Vivió enseñando el Corán, pues ese era su trabajo, y luego años más tarde abrió una librería en Istanbul que ustedes han visitado.
Él tenía conocimiento íntimo de la Shari´ah, en su totalidad, y de nuestro camino por las atracciones que tuvo en su corazón.
Cuando aquellos que incluyan a este faqir tuvimos la bendición de conocerlos a él y a quienes lo acompañaban, fue instantáneamente una unión de corazón a corazón. Lo que ellos emanaban, lo que Muzaffer Efendi (ra) emanaba era baraka, conocimiento, ejemplo, adab, y la puesta en práctica de cada una de estas enseñanzas que hoy en día nos han llegado a nosotros. Y gracias a él en este momento nos estamos viendo en estas pantallas y oyendo sus enseñanzas.
Insha´Allah algo quede en nuestros corazones como ejemplo, y que podamos servir a la sociedad como Hayyi Bayrami Wali (ks) nos enseñó.
As Salam ´alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.
Sohbet Sheij Orhan Baba – sábado 4 de febrero 2017 – Hadrat Sheij Hz. Sultán Bayran Veli (k.s)