Sobre la No-Existencia

 

 

Bismillahir Rahmanir Rahim.

Hace veinte años más o menos, en un verano como este, diez Yerrahis, entre los que este faqir estaba, pedimos permiso para ir a Turquía. Queríamos comenzar con un dergah: el dergah de Murillo.

Cuando llegamos a Turquía nos enteramos que nuestro maestro, Sefer Efendi (ra) se encontraba muy enfermo, muy débil; y repito esta historia para aquellos que no la conocen.

Sólo un tercio de los pulmones de Sefer Efendi (ra) funcionaba, es decir que no estaba afectado por el cigarrillo.

Pensamos que nos teníamos que conformar con estar en Istanbul, conocer esa ciudad sumamente especial, y que debíamos ir al dergah y disfrutar de todo lo que ocurría allí.

En una oportunidad nos llega la invitación para ir a Dereseki donde estaba la casa en donde vivía Sefer Efendi (ra).

Dereseki está situada en la parte asiática de Istanbul, muy cerca del Mar Negro, hacia el norte, más allá de una ciudad muy importante que se llama Beykoz.

Al llegar encontramos un jardín que él amaba y estaba descuidado. Nos pusimos a trabajar para dejarlo presentable, porque nos habían dicho que Sefer Efendi (ra) iba a salir del hospital y vendría a su casa a estar con nosotros un rato.

Este hombre, desde el punto de vista humano, estaba más cerca del Más Allá que de esta Tierra, sin embargo haría ese sacrificio por nosotros.

Diez Yerrahis que habíamos viajado desde Buenos Aires a Istanbul, nueve de ellos para conocerlo.

Y él apareció sonriente, débil. Se sentó en ese jardín, agradeció lo que habíamos hecho, dio un sohbet que lo tienen allí en un film. Así pues esa noche, ya dentro de su casa, en el living, me pidió que me arrodillara frente a él pero dándole la espalda. Él estaba sentado en un sillón.

Fue, por supuesto, un momento que jamás olvidaré, porque si se puede escribir amor con mayúscula, él era eso en ese momento.

Muchas veces nos preguntamos ¿por qué este camino? ¿Qué es lo que estamos haciendo? Insha’Allah todos tenemos las mismas ansiedades por llegar a estaciones espirituales superiores que nos permitan acercarnos al Creador.

Pero ¿qué es el Insan i-Kamil, esa estación de perfección? Esa estación de perfección les pertenece a aquellos, que ven en todo lo que nos rodea, a Allah (swt) y al Profeta (saws) que trajo la palabra de Allahu Ta’ala para nosotros. La depositó en una forma para que Insha’Allah la pudiéramos comprender.

Sabemos que el significado del Corán es ilimitado, que hay partes que, a menos que alcancemos esos niveles, jamás llegaremos a comprender.

Sin embargo, llegar al estado de Insan i-Kamil, del “hombre perfecto”, es llegar al estado de no-existencia. Intelectualmente entendemos eso, pero ¿ponemos en práctica ese entendimiento, la comprensión intelectual de ese concepto?

Hz. Muhammad (saws) fue alguien que llegó a representar todo lo que Allah (swt) ha creado. Allah (swt) se ha manifestado a través de él en toda esta creación, porque fue  él  quien recibió la revelación del Corán i-Kerim que el arcángel Gabriel (as) le transmitió del Creador.

Cuando Hz. Muhammad (saws) estaba en el Miraj, dijo a Allah (swt): “Oh mi Maestro, oh mi Dueño, yo soy Tu siervo. Por favor, perdona mis pecados.” Y Allah (swt) le respondió: “Tú no eres un siervo pecador, oh Muhammad”.

Ahora bien, la pregunta es ¿acaso el Profeta (saws) no sabía que no era un pecador?  Por supuesto. Pero también sabía que para ganarse la cercanía al Creador uno debe servir a esa Creación, sin pedir ni esperar nada en absoluto a cambio. Nada.

Aquel que es un amante perfecto reza, y le pide perdón a Allah (swt), ¿por qué? Porque tiene miedo de perder Su amor.

A través de nuestras buenas acciones llegaremos Insha’Allah, Insha’Allah, Insha’Allah al jardín de Naim. Es uno de los niveles del Paraíso donde habitan, dicen, hermosos seres humanos, y ríos de miel, etc. Pero a aquel verdadero amante no le interesa nada de eso. El verdadero amante quiere y desea a Allahu Ta’ala, perderse en Allahu Ta’ala.

Es decir, si Allah (swt) fuera un océano, el verdadero amante quiere ser una gota de ese océano. No se convierte en Allah (swt), no se convierte en Dios, pero desaparece, deja de existir.

El camino hacia Él (swt) no es un camino fácil, si así fuera el mundo estaría lleno de santos.  En cambio todos sabemos que no es así, que debemos luchar contra nosotros mismos. Y nos quejamos de eso que nos hace luchar, el ego, “yo”. Ese ego que nos lleva a estar constantemente en guardia.

No obstante hay que recordar que el ego es, quizás, una de las herramientas más importantes que Allah (swt) no ha dado para poder convertirnos en seres humanos. Sin el ego no podemos ser.

A medida que caminamos vamos superando las asperezas de nuestra personalidad. El océano acaricia la arena de la playa y con el correr de los siglos va removiendo los bordes ásperos. Nuestras olas son la devoción.

Cierta vez un maestro sufí, Qadiri, estaba enfermo, a punto de morir. Sus estudiantes que estaban a su alrededor le pedían: “¡No maestro, por favor, por favor! ¡Pídele a Allah que  remueva, que quite de ti esa enfermedad, así puedes continuar enseñándonos!” Continuaron insistiendo hasta que el maestro, finalmente, les dice: “Hijos míos, Allah me ha enviado un huésped, ¿debo ser yo quien eche al huésped del cuerpo que Allah me prestó para estar en este mundo? ¿Soy yo quien se debe quejar de lo que Él ha decidido para este siervo? En absoluto. Voy a esperar a que Allah decida cómo continúa esto. Y haciendo esto le permito a ese huésped cumplir con lo que Allah ha ordenado para él.” Así se presentó nuestro Sheikh Sefer Efendi (ra) ese día con nosotros.

Él sabía que su estadía en este mundo se acortaba rápidamente, más aún, meses después, Allah (swt) lo invitó a regresar a Él (swt), y así fue.

Jamás podré dejar de agradecer lo que él hizo por todos nosotros siempre, pero en especial aquello que hizo por esos diez Yerrahis que incluyen a este faqir, ese día en el verano norteño de mil novecientos noventa y ocho.

Hay muchos ejemplos de esta sumisión y les voy a decir por qué estoy hablando de este tema.

Ayer hablando con uno de mis compañeros le expresaba mi preocupación por alguien en este camino. Pero antes de llegar a ese punto deseo relatarles estas tres breves historia de Hz. Shibli (ks).

Hz. Shibli (ks), como ustedes saben, fue discípulo de Hz. Yunaid Al-Baghdadi (ks). Vivió en el siglo IX. Alrededor de Baghdad estuvo su vida, y cuando éste pasó al Más Allá, Hz. Shibli (ks) se puso al frente de la Orden que había fundado Hz. Yunaid Al-Baghdadi(ks).

Existen muchos ejemplos de lo que hacía Hz. Shibli (ks) para poder alcanzar la cercanía al Creador.

Hablaba de tres eventos que sucedieron en su vida que para él fueron tres grandes lecciones.

En uno de ellos había una mujer despeinada, que se encontraba en un estado miserable, se acerca hasta donde estaba el santo, y llorando le dice: “¡Oh Shibli, mi marido me ha dejado! ¡Por favor, haz que él vuelva, haz du’a para que él regrese!” Hz. Shibli (ks) la miró y le dijo: “Oh mujer, primero debes tú componerte, arreglarte. Debes bañarte, debes peinarte, debes estar más presentable. Y cuando tu aspecto físico esté más decente haremos lo que tú pides.” La mujer lo miró y le dijo: “Oh Shibli, mi amor por mi marido no me permite ver mi estado. Tú, que dices ser amante de Allah, ¿cómo es que puedes ver los errores de los otros?” Espero que entiendan esta frase y este ejemplo.

La otra es una historia que mi hermano Hajji Suleyman Baba me envió, y entiendo que también está relacionada con la vida de Hz. Shibli (ks).

En una oportunidad, un chico de diez años de edad se dirigía, con una vela encendida, a un templo. El pequeño la llevaba, pero la vela se apagó y Hz. Shibli (ks) le preguntó: “¿De dónde vienes y por qué se apagó la luz de esa vela?” El niño lo miró y, con tan sólo diez años, le respondió: “Oh Shibli, la luz de la vela regresó a su origen”.

En la tercera situación un hombre ebrio estaba en la calle, estaba todo sucio y caminaba y volvía a caer. De a poco se acercaba donde había un charco con barro y demás. Hz. Shibli (ks) lo ve y le dice: “Siéntate. ¿Por qué estás así, en estas condiciones? ¿No ves que si te caes te vas a ensuciar con mucho barro? ¿Por qué estás así? ¿Por qué estás bebiendo?” El hombre ebrio lo mira y le dice: “Oh Shibli, mi suciedad se remueve con un balde de agua, pero tú has visto mis faltas. Allah nunca perdona a aquellos que ven faltas en otros. Debes sentir vergüenza por ello”.

Esto me impactó porque pensé que la persona a la cual me refería ayer, hablando con un compañero de camino, se había sentado en el cordón de vereda por un montón de años, y no hacía nada para superarse, para acercarse al Creador, o hacía muy poco. Pero quien estaba mencionando esos defectos era este faqir. Y hoy me di cuenta que yo estaba sentado en el mismo cordón de la vereda, al lado de esa persona. ¿Por qué? Porque había culpado de ciertos defectos a esa persona.

Los que están en el camino del Tawhid, los que están en la presencia del Eterno, no pueden ver nada más que al Eterno. No tienen otra función en este mundo, y es por eso que les pido a todos que roguemos por todos, incluyendo a este faqir, para que Allah (swt) no me permita ver más aquello que no está bien y que me permita caminar de la mano de todos ustedes hacia Él (swt).

 

As Salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuh.

Sohbet de Hajji Orhan Baba. 14 de Julio de 2018